Tratando uno de
hacer lo mejor que puede al respecto, y de interrelacionarse y conversar con el
mundo en esta maravillosa era cibernética, se encuentra a veces con monumentos
al absurdo como el de García Linera anunciando en amenaza que se dedica a
coleccionar nombres y apellidos de los que insultan en las redes sociales al “presidente
Evo”, peligrosa similitud a la idolatría hacia el “presidente Gonzalo”, el mono
aquel que permanece enjaulado en el Perú por sus sueños asesinos de gloria y
santidad. Lindo trabajo el de este endiosado por “inteligente” individuo, que
no lo es, de disponer del espacio para pasarse como fámula de mala telenovela
indagando sobre los chismes que corren en las redes sobre él y el otro. ¿Para
eso le pagamos? Porque no deben olvidar, ni ellos ni cualquiera, que son
servidores públicos y que su salario sale del trabajo de la población, de los
que pagan impuestos (curiosamente sus acólitos cocaleros, chuteros y
cooperativistas no lo hacen).
Dudo que se
dedique a tales actividades subrepticias con énfasis. En el universo de los
capitalistas salvajes el tiempo sí es oro porque se convierte en dinero, y si
algo tiene de característico el gobierno plurinacional es haber delineado una
política de enriquecimiento de tipo empresarial-personal sin parangón en
nuestra historia. Dudo, repito, que los ricos estén perdiendo la posibilidad de
acrecentar su capital en minucias como exabruptos desesperados de los que ya no
saben, porque Chávez no pasa información, qué hacer para librarse del cáncer.
¿A qué viene lo
del paternalismo? A que discurseando Linera y mostrando su celular (me pregunto
si no es una campaña publicitaria de Nokia o de alguna telefonía rival) a la
plebe embravecida, chusma no por ser de “los de abajo”-término discutible
hablando de cocaleros- sino por saquear el país, continúa la imagen populista
del amo que tira huesos a los perros, que les indica con actitudes de ese tipo
que vela por ellos, piensa por ellos, decide por ellos, que no se preocupen
porque el Gran Hermano vive alerta para protegerlos de virus y bacterias que se
presentan hoy como caricaturas, insultos, mofas a quien les da de comer, y posibilidades
de momento infinitas de hacer lo que les venga en gana. Cualquier palabra de
más, o dibujo sarcástico que por lo general muestra de manera jocosa lo trágico
de la realidad, debe ser condenado. De ahí lo de nombres y apellidos, que a
quienes firmamos con nombre y apellido nos importa un carajo.
El proyecto es el
Moralato, como hubo un Porfiriato. Ambos, Evo Morales y Porfirio Díaz se
reclamaron indígenas e hicieron lo posible por blanquearse más que Michael
Jackson. Lástima que uno no puede cambiarse la piel sino solo disfrazarla.
Blanquear es un término extensivo que incluye trasladarse en autos BMW y no a
pie y con abarcas como correspondería a un hijo del pueblo que vilipendia sin
misericordia al capitalismo y sus expresiones. Que en lugar de volar, como
quería y consiguió, igual a un ejecutivo del Manchester United, debía lanzarse
desde El Alto con alas fabricadas en pluma de cóndor y planear hasta el destino
de sus magníficos viajes, según cánones mitológicos. Cómo no se ha de insultar
a alguien así, que dice ser justamente lo que no es, y que ataca con embuste lo
que venera (no lo que desdeña): poder, oro, eternidad, dispendio, omnipotencia,
impunidad.
Los caporales inventan
carnavales para la turba que los sostiene. A veces basta con mostrarles un
celular y decir que adentro se guardan tales y tales cosas. Eso lo hace un ipod,
pero al populacho se le oferta como magia. Patrones, siempre patrones.
21/10/12Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 23/10/2012
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