Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El mundo está
cada vez más confuso e innegablemente cobarde. Lo dijo, no hace mucho, Bernard-Henry
Lévy acerca de Ucrania y del papel de Europa sobre la afrenta imperialista rusa.
Para colmo se ha elegido a Venezuela para un puesto en el Consejo de Seguridad
de la ONU. Y, no podía faltar la gota que rebasa todo, Bolivia a la comisión de
Derechos Humanos del mismo organismo, cuando archivadas tengo fotos de mítines
pro-gubernamentales, nacidos en el seno mismo de la cúpula masista, con
carteles que rezaban “Mueran los derechos humanos”, considerando a estos como
un escollo en la ocupación de todos los ámbitos de la otrora república.
El “proceso”, que
tiene puntos positivos en cuanto a la identidad como nación, o naciones, cuenta
con apoyo masivo. De nada sirve llorar y especular con el fraude; no se puede
ser tan ciegos como para negar el sustento popular del régimen, que no lo convierte
en bueno per se. Con semejante apuntalamiento, y de mantenerse la situación
actual, tendría para largo. El aporte del dinero de las remesas y el otro
gigantesco del narcotráfico como la rama mayor de un entramado de asociaciones
criminales, contribuye a la aparente fortaleza monetaria del estado plurinacional.
Su fin, ya que en buena parte su supervivencia lo es, es económico. Ahí
entramos en un campo tormentoso y nunca seguro, donde la elección presidencial
en Brasil según quién gane puede atentar directamente el negocio de la cocaína
y las republiquetas cocaleras. Frenar, o disminuir, el flujo millonario de
droga hacia el vecino, cambiaría el panorama, algo que incluso puede suceder
con una reelección del PT.
Ese tema, el del
tráfico de drogas, puede ser tal vez el punto de flexión de una presidencia en
apariencia fuerte en su economía y por ahora sólida con el respaldo de los
movimientos sociales. Diría que hasta hay una fecha que podría comenzar a
cambiar todo, la de inauguración del aeropuerto “internacional” de Chimoré, que
viene a reemplazar la anhelada carretera atravesando el parque Isiboro-Sécure
como expansión de un asunto inocultable, la permisividad de Evo Morales
respecto a esta actividad ilegal. No tiene, como hubiese tenido -todavía
posible- con el camino, un crecimiento geográfico de las tierras de cultivo de
coca, pero ampliaría la dinámica del negocio. Morales, en un entramado complejo
y místico, cae en el común complejo de los tiranos: el de la invencibilidad.
Carece de criterio histórico para evaluar la actividad pendular de la historia
local y cree haber despertado fuerzas dormidas ya inamovibles. Cierto hasta por
ahí, en un país sin ideología ni atisbos de ella, manejado por impulsos
primarios e intereses corruptos en su mayoría.
Chimoré se
presenta como el gran desafío, porque para lo que ha de servir su aeropuerto afrenta
las políticas antidroga de muchísimos países, algunos de los cuales se
plegarán, como ya lo han hecho, a los beneficios de una vista laxa, mientras
otros, y Brasil tendrá que hacerlo, deberán oponerse como puedan a las sucias
cartas que se arrojan sobre el tapete, y que provienen, vale repetirlo, de una
mala lectura acerca de la eternidad de los procesos.
Sin duda que los
ideólogos del régimen parten desde un punto de vista válido, del apoyo casi
incondicional de la masa que ve en Morales la materialización de sus deseos y
el sobreponerse a un eterno complejo de inferioridad. Pero el mundo se maneja
por encima de cualquier lírica folklórica, y el que haya aceptado hasta ahora
un cáncer más o menos controlado, no implica que no se espante ante la
metástasis.
Las últimas
noticias dan resultados de Brasil: de nuevo el partido de los “trabajadores”.
Hay que ver si la voz de los subsidiados basta para soslayar el problema de
crecimiento del país. Bolivia tendrá que ser antes que tarde un tema a tratar.
26/10/14
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 28/10/2014
Imagen: Grabado del siglo XVII
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