Claudio Ferrufino-Coqueugniot
La autobiografía de Stefan Zweig lleva por nombre
“El mundo de ayer”. Además de ser la expresión de una época que moría, ilustra
magníficamente acerca de la vida y obra de los hombres. Entre sus páginas caminan Hugo von
Hofmannsthal... Richard Strauss... William Blake...
Por Zweig conocí a Blake. En algún capítulo habla
sobre un grabado o dibujo de Blake que poseía. La descripción del personaje es
excelente y despertó en mí curiosidad por el poeta inglés.
Lo busqué por toda Cochabamba y no encontré sus
libros. En un volumen de historia de la literatura inglesa había un extenso
poema en lengua nativa, por lo que me fue difícil llegar al fondo del texto.
Eso sí, pude ver grabados bellos y fuertes: visualizo un tigre descendiente más
una mujer rodeada de arabescos y colores extrañísimos, productos de la mística.
Por fin, en Buenos Aires, conseguí “Matrimonio del
Cielo y el Infierno”, breve escrito de trascendencia infinita. Es como ingresar
en un universo fantasmagórico, hermanarse con dioses y demonios: sueño o
laberinto oscuro, remolino de aguafuertes.
“El camino del exceso conduce al palacio de la
sabiduría”.
Escribió “Cantos de Inocencia” y “Cantos de
Experiencia”. Tan sólo conozco párrafos de ellos.
En “Matrimonio...” están los “Proverbios del
Infierno”: “Nunca sabrás lo que es suficiente si no conoces lo que lo excede”;
“Los tigres de la ira son más sabios que los caballos del placer”.
Blake ha sido rescatado por nuestra época. No es
posible comprender mucha de la literatura europea de vanguardia sin pasar por
su soledad plagada de sapiencia. Siempre imaginé a Blake rodeado de un cuarto y
una ventana: negrura de la pieza y luz de la abertura, origen de sus
tonalidades fantásticas.
Jim Morrison idolatró a Blake. En una última
biografía suya aparecen citas del inglés: “La Prudencia es una solterona rica y
fea cortejada por la Incapacidad” (lo escribo de memoria, quizá se me vaya algo).
Cierta vez, Blake sedujo a una mujer por mí. Ella
extrajo dos proverbios que rezaban: “Hunde en el río al que le gusta el agua” y
“El que desea pero no actúa engendra pestilencia”. Y me besó...
William Blake (1757-1827)
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Publicado en TEXTOS PARA NADA (Opinión/Cochabamba),
1988
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