La lucha contra las drogas es una burla, le dice a Robert
Kaplan una periodista de Nogales, Arizona. El suroeste de Estados Unidos y
México todo dependen del tráfico para mantener sus economías. Salinas de
Gortari afirmaba la caída de México si se cortaba este ingreso. Lo mismo podría
decirse de Bolivia.
Ahora último se publica que se investigará a Diosdado
Cabello, el todopoderoso teniente venezolano. Este, como Noriega en su momento,
se excedió de los límites permitidos por el imperio global y cayó en desgracia.
El narcoestado boliviano no ha llegado a ese punto; mantiene, a pesar de la
retórica antinorteamericana, un perfil bajo que hace que el beneficio de las drogas
fortalezca el universo capitalista sin gran alharaca, que se beneficien
banqueros, multinacionales y una elite local enriquecida a gran velocidad. El
pueblo recibe migajas. Para quien no tuvo nada, poco significa mucho, y ahí la
esencia del triunfo del populismo, el crear un espejismo que mientras dure
permita a los amos crecer y huir sin dificultad cuando se desmorone el castillo
de naipes.
Para ello se inventa toda una parafernalia de sueños y
necedades, de deseos históricos y de bufonadas de circo. El elegido para arrear
al Estado y a sus congéneres en esta caravana es el mejor que jamás Bolivia
tuyo, quien lo representa, en todas sus clases, con los atributos (más bien
taras) que implica la idiosincracia nacional o plurinacional, no importa. Evo
Morales y los Kjarkas son la cumbre del pensamiento andino de esta región del
mundo. Aceptado y adulado por vecinos y foráneos, porque es bueno siempre
conceder un aplauso al folclor y a los míseros que balbucean en el mundo de los
poderosos. Nada mejor que alabarles su cacique porque con él, y así, permanecen
en el ostracismo ignorante para el que se nos considera perfectos. Si a los
negros se les permite jugar basquetbol y boxear, a nosotros danzar y acullicar.
No somos peligro mientras nos arreen como asnos. Dale, dale, caballito…
En el caso del tráfico, los jerarcas plurinacionales han
colmado sus ambiciones. Ahora aspiran a más, a eternidad. Creen estar por
encima de lo que son y con ello despiertan la alerta de los amos. Cuando la
vanidad desborda la realidad, cuando el asalariado, sea presidente o
bioquímico, se asume como divinidad, comienzan los problemas. A partir del
instante es cuestión de tiempo, porque los narcos si bien permiten veleidades,
no aceptan metafísica. Esto es un negocio; quien lo entienda de otra manera
tendrá que salir, con los pies por delante, o por detrás da lo mismo. Las
mafias del narcotráfico, que no manejan unos pintorescos charros mexicanos, ni
el Chapo ni el Señor de los cielos, se digitan desde los centros sofisticados
del poder, esos que huelen a perfume de lavanda, a corbatas y trajes
impecables. Los lacayos, aun ricos, eso son: sirvientes, aunque se les conceda
la mofa de nombrarlos jefes de estado. Por eso tambalea Diosdado; el bocón se
ha hecho innecesario.
El capitalismo está desatado como un caballo salvaje.
Quienes anunciaban su fin se esconden como ratas en la alcantarilla. La
tecnología le ha dado un impulso que durará cien años, y el petróleo no se
acaba, ni el carbón. Lo que sí, es el aguante de la tierra, no el puterío falso
indígena de la pachamama y vainas utilitarias, nombres que sostienen ideologias
tan malignas y materialistas como las otras. La Tierra, en mayúscula, tiene su
límite. Y para sobrevir tendrá que destruir, convertirse en páramo, alivianarse
del peso de tanto cabrón de corbata y de abarca. Que así sea. Mejor un responso
que lo que acontece.
01/06/15
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Publicado en El Día, 02/06/2015
Imagen: George Grosz/Ecilpse de sol, 1928
Imagen: George Grosz/Ecilpse de sol, 1928
Seguramente algún escalofrío recorrerá a los jerarcas locales que tendrán nexos con el cartel de Diosdado, por muy discretos que quisieran ser, el negocio es tan nauseabundo que no es difícil de rastrear para el imperio y sus federales. El caso de la FIFA es aleccionante, ningún mafioso o jefecito puede actuar impunemente y donde le venga en gana. El mundo ya es una aldea global y los yanquis sus ubicuos policías. Suena terrible, por aquello de las libertades civiles y otras cuestiones, pero es la realidad. (gracias por hacerme conocer a Grosz y su sugerente pintura). Saludos.
ReplyDeleteNada queda sin registrar en la oficina del gendarme. Pareciera que son imbéciles, que no se dan cuenta, que son gringos y cojudos. No es tan simple, toma años, como en esto del fútbol, en silencio, hasta tener las suficientes pruebas para aplicar el castigo. Cuando lo vocean -caso Diosdado- es que la sentencia ya cuelga sobre el señalado como la espada del juicio final. Es una sentencia de muerte. Y esto está aprobado por ese sombrío y desconocido grupo de intocables, los que digitan el mundo según les conviene, a quienes iba Nixon, en la versión de Oliver Stone, con la cabeza gacha para recibir instrucciones ¡Nixon, el amo del mundo! Imprescindible Grosz... Saludos José.
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