Tuesday, June 23, 2015

Literatura.../MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Pasa el domingo como velo de novia, como mortaja. Algo se desintegra dentro mío, algo que se va a pedazos, igual a mis intensas lecturas, entrecortadas, sanguinolientas y salpicadas. Barcazas de Zeeland aguardan para intervenir en el desenlace de su enfrentamiento con la Armada Invencible, los mástiles inmensos del duque de Medina Sidonia, el emboscamiento del otro duque, el de Parma, para doblegar a Inglaterra y a su fea reina virgen, y a Holanda, ese trozo de mar, de tierra anegada, tozuda como mujer, dura de acero.

El cuerpo se rompe. Pensé que era roca y terminó como cristal barato, de esos que al quebrarse no producen tintineo de campanas, solo ruido. Las culebrinas estallan, penetran los dormitorios de los capitanes. El agua se tiñe de negro, la sangre mezclada con pólvora, azúcar, melaza y ron se torna oscura. El vino tiene color de muerte.

Leo, no queda otra. Cuando llueve dejo los pies remojando mientras artefactos de verbo se adentran en Nebraska, en líneas de Willa Cather, con polvo, simunes de arena, viejas películas de Hollywood, Oklahoma y la diáspora de los pobres. También en Dunquerque, en un filme de Cédric Klapisch que narra la compra y venta de la vida, que es la de la muerte, en las frías, inmunes y presumidas oficinas de las finanzas internacionales, las que adora el apu mallku, Evo Morales, lacayo y puta del gran capital.

A tientas recurro al celular que es la linterna de estos tiempos y tropiezo con una lámpara que enciendo luego. Veinticinco años que no duermo y no he tenido el aura romántica de convertirme en vampiro. Negras capas, caninos fieros, mujeres que mueren como si se durmieran, no encontré en veintiseis largos años de trabajo. Ni fantasmas, ni dios ni nada. La noche siempre fue, apenas alterada por insignificantes sombras y hechos de los humanos, nada especial, nada importante, menos vampiros que poblaban las páginas pero cuyo vuelo se había perdido entre las sombras, o no estuvo.

Mi esposa me muestra un artículo en Facebook sobre la inmundicia plurinacional de Bolivia. Un par de amos, ineptos y descalificados, juegan con un pueblo niño, por decirlo suave, con una masa desesperada, alcohólica y febril en su supervivencia. No son la aspirina sino el veneno que los extinguirá… a los que creen o tienen imperio de creer. Pasan esas imágenes como flashback; ya lo he visto y degustado; amargo el sabor. Black is the color of my true love’s hair…

Comienza el lunes. Las horas se devoraron a izquierda y derecha, de espalda y de ombligo, abrigando al homúnculo que acecha en el vientre y espera su tiempo para salir. Hace calor. El termómetro del ordenador (¡!) marca 80 grados Fahrenheit. No hay brisa, estamos atrapados entre los sargazos del mar no visto, en la pasarela de naves que no tomamos, en la antesala de un vuelo a Marte que hubiésemos querido y que acabó imposible. Las voces cercanas hablan de St. Croix, de Cochabamba, de Oslo. Otras un poco lejos anotan Millumarka, Managua mientras las milanesas se cocinan a fuego rápido y se quema la miga. Perejil italiano, perejil chino, perejil mexicano; estamos llenos de opciones, todas equivocadas, todas sabrosas. La vida como carne cruda a la que le arrojan especias y tintes. Se hace asado en olla, mankakanka, ravioles al pesto y pierde para siempre la exactitud de su rostro, tanto que hasta la desconocemos y solo la percibimos cuando se va.

Por cada libro que leo consigo cinco. Es lucha desigual e interminable. Parecida a la absurda de los montoneros en la Córdoba del 75, con carteles colgando de las ventanas con una simple operación aritmética dibujada: 5 X 1. Me matas uno, te mato cinco. Esa lógica.

Texto confuso. Ni me lo digan que tampoco entiendo.
22/06/15

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 23/06/2015

Imagen: Wilfredo Lam/Satán, 1942

8 comments:

  1. Los perejiles revolotean en la nocturnidad. Se entiende, se siente, se valora. Poderoso escrito, querido Claudio.

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    1. Si tú lo dices, Jorge. De la maraña nace un ovillo. Abrazos.

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  2. Esta noche humeará la parrilla como todas las noches de San Juan, en casa de unos tios. "Kankasalchichas" Stege o Dillmann hasta quedar ahitos, pero primero procuraré degustar unos suculentos chorizos criollos que mi primo le compra a un argentino, especial para asados, dice. y para cerrar la faena unas tacitas de ponche de leche con singani vienen bien. Aunque a la mañana siguiente, el humo nos devorará irremediablemente. Saludos.

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    1. Leche de tigre y chorizos de calentar atravesados en un palo. Esa es una perfecta viñeta de infancia. Y el sunchu que arde rápido, magnífico, tan presto en quemarse y tan duro de cargar en la espalda desde la falda del cerro. Saludos José.

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    2. Tuve un amigo que fue como tú, Claudio. Todo lo que escribía, todo lo que decía, Todo lo sentía era todo tú. Ni confuso y todo comprensible. Él se fue, pero hay algo, o mucho, que lo hace revivir en ti. Se llamó Gonzalo. Ahora, en apremiante invocación, lo llamo Claudio.

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  3. “El espectral y majestuoso Illimani”, evoco a mi buen amigo Gonzalo (EMILE), hombre dotado de los más grandes talentos naturales, tan diferente de otros que creen poseerlos a fuerza de reglas, meditación y ejercicio, pero no comprenden que la supremacía de unos sobre otros radica en que los que están más arriba ya han hecho, ya han trabajado, antes de haber tomado contacto con la sabiduría: ya han sabido aquello que jamás habían aprendido. Y rememoro a Gonzalo, con el pretexto del nevado, y con el pretexto de haberme dicho un día que ningún hombre ni mujer de esta ciudad podían ser capaces de ignorar el atractivo de una noche de verano en el Montículo. Y también recuerdo a Gonzalo por haberme marcado el rumbo, y para revivir, yo en él, con imaginación alborotada, su prolífica filosofía de existencia. Cuántas veces, en trasnochadas memorables, me enseñó “los misterios de los días y las noches” y “los secretos de este repleto tren de pasajeros llamado vida, que tarde o temprano llega a la última estación”; como paradójicamente le llegó a él el final, más temprano que tarde, en un horrible accidente, dejando vacíos a sus amigos y satisfechos a los que sistemáticamente trataron de echarlo a pique, precisamente por sus prominentes dones. Era un hombre extraordinario. Pese a su discreción existencial formaba parte de ese grupo de élite que se llama líderes natos. En él, el liderazgo era un atributo etéreo; una combinación asombrosa de voluntad, carisma, autoridad, inspiración, organización, creatividad, comprensión y ejemplo, que podía motivar fácilmente a personas, o a grupos de personas, a concebir algo gigantesco para ellas; algo que en sus vidas jamás habrían sospechado alcanzar, pero por la potencia de un líder lo logran y se encaraman incluso más arriba que ellas mismas. Ciertamente que la retórica persuasiva, unida a todas esas cualidades, juega un papel primordial y admirable en lo que, naturalmente, puede obtener un líder. Y todo eso era el fértil patrimonio de Gonzalo. Un fuera de serie. A tal punto, que todas las ocasiones que la vida le ofrecía para ganar las aprovechaba, y aquellas que en algún momento le eran esquivas, él las atrapaba por su virtud y su estrella: admirable tanto por las cosas que hizo como por el gigantesco legado espiritual que dejó. A pesar de su tranquilidad y prudencia, se lo veía como un hombre incapaz de ceder ante los ocasionales enemigos, de bajar la cabeza frente a los considerados importantes por todos (que de importantes no tienen nada, pero que gozan de ese título ya sea por el dinero o por estar encaramados en el gobierno, y por otras supuestas glorias que deslumbran al grueso de la sociedad, siempre tan proclive a exaltar con pasión sin límite a falsas personalidades). Tampoco Gonzalo se dejó vencer nunca por los obstáculos, sobrepasándolos con un alma plena de recursos y de luces, y viendo soluciones que nadie podía ver. En tan elevada condición, vivió modestamente, así como lo hacen los hombres genuinos, simples, magnánimos. A Gonzalo no le faltó más que las virtudes menos significativas. Te echo de menos, amigo…

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  4. Ahora estás tú, querido amigo Claudio.

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    1. Querido Pablo, te leo y me lleno de nostalgia. Hablas de una lucha eterna e interminable, enraizada en Gonzalo. Viajamos a Grecia, Roma, los Gracos. Volvamos a Pascal, a la "caña pensante" y parece que el tiempo es una clasificación ostentosa, porque nada ha cambiado. Están, eternos, los otros, pero indomables y perennes también los Gonzalos. Gracias siempre por ese reojo que mira de frente a pesar de ver también los costados. Abrazos.

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