Llega el ocaso de
un largo período de trabajo en el periódico de Colorado. Los clientes se han
reducido en los últimos años a la mitad. La muerte va suscribiendo a los que
quedan a sus oscuras notas. Los jóvenes no leen la prensa, si leen. Tiempo de
desentumecerse, entumidos, soterrados, alicaídos e inmóviles como estamos.
Ahora asoma el tiempo de la dinámica y me pregunto cuán fácil ha de ser
cambiar.
Tendré que vivir
de día; eso es diferente. Me acostumbré a la noche, a sus silencios, a sus
misterios que no son otra cosa que falsas impresiones de los que habitan la
luz. Vi más zorros que humanos; mofetas en lugar de calzones. De noche, el
mundo parece estrecho pero en el sentido de íntimo, no de mísero. Claro que voy
a extrañar. Tendré que verme en el espejo ya no a la claridad de la luna o de
un foco de 100. Ahora viene la realidad, y no la conozco.
¿Afectará mis
hábitos de lectura? De escritura no tengo. Quizá. La vida por supuesto que se
hará más corta ya que antes estaba despierto de día, encerrado en la cueva de
los quitasoles, y de noche trashumaba el campo con sigilo de coyote y vista de
búho. Ahora me obligaré, u obligarán, a dormir. Será algo nuevo. No duermo
desde el vientre de mi madre, no en los veinticinco años que trajeron dos
esposas, dos hijas, varias cárceles y sinfín de cosas. Años de Tolstoi y Georg
Trakl.
La decisión está
en cortar este nudo que separa continentes con premura o aguardar la primera
nevada como punto referencial. Determino un viaje al pasado, a Bolivia que es
una exégesis de fantasmas. Semanas que contribuirán al razonamiento de un
hombre no viejo pero canoso; perro mañoso y flirteador.
Las hijas han
elegido unas cavernas al sur de Cochabamba, allí donde corren ríos secos con
una carga mítico-histórica que los convierte en cíclopes devoradores, para la
transformación. No es que vaya a meterme a un toldo indio cerrado con piedras
hirvientes que en agua produzcan vapor. No necesito visiones que bastante
alucinado anduve. Polifemo se convierte en Ulises y viceversa; de presa a
cazador. Ha pasado tanto, tanto, sin tomar decisiones por la comodidad del
presente que incluso nunca siendo burgués me aburguesé. Se acabó, pues, y ya es
hora de cinchar el caballo y tirarse al galope, así camine a pie.
El panorama
futuro se extiende amplio. Se añade, si se desea, la posibilidad de violar
fronteras y hacer del salto un precipicio. Veremos. No auguro calma porque de
pronto me cerraron el libro de Peter Matthiessen con la comodidad de ver
bharales azules o leopardos nevados de sentado y con un vaso de ron. A
trabajar, señor, parecen decir y yo que he trabajado toda mi vida con lomo de
galeote me encuentro, otra vez de pronto, como al principio. La buena filosofía
hablaría de la belleza de rejuvenecer, pero si pienso en el frío hijo de puta
me aterro un poco.
Una opción,
porque es opción que amo, es dedicarme a lo más carnal y apetecible. No al
sexo, no ya in extremis a mis cincuenta. No voy a prostituirme porque en este
estado sería puta barata o meretriz gratuita y no va conmigo la beneficencia.
Hablo de comida: quiero ser cocinero. Transformar el arte que disfruto en casa
de freír puerros cortados al milímetro o encajar un ajo tostado en un pedazo de
lomo que riego con chardonnay a un negocio de provecho.
Practicaré hoy,
día de visitas, con un tallarín picante que me he inventado y que decoraré con
pollo. Un vasito de jerez algo frío me lleva de Poe a los macarrones y de un
espíritu derrotista y desocupado a inventiva y creatividad. Suerte necesito. Tengo
lo otro.
25/07/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 26/07/2016
Imagen: Pieter Aertsen, 1551
Agridulce noticia, lo de tu alejamiento del periódico y tener que acostumbrarse de nuevo a la luz del dia; pero guardo grandes expectativas de leer a futuro apetitosas combinaciones de comida y escritura. A quemarse las manos y peroles, entonces. Qué realismo lo de Aertsen, parece fotografia, gracias por el dato. Saludos.
ReplyDeleteY de qué epoca, Aersten. Leí que este cuadro es el antecedente de las naturalezas muertas posteriores. Lo de la comida, veremos. Habrá que escribir un libro de comidas. Para eso necesitaré tu apoyo. Saludos.
DeleteMira, cómplice, te deseo suerte. Cocinar no es para pocos. Te repito lo que le dije a un camarada de madre jujeña que conocí en San Pablo, quien puso un local en mi ciudad y parecía que le iría bien. La suya era una especialidad que no existía hasta aquel entonces en estos pagos y todo le señalaba buenos augurios. Pero no fue así...
ReplyDeleteY sin querer echar leña al fuego, lo que le dije fue: «No es lo mismo hacer comida que venderla. Esta última función es muy cruel, es para pocos; te exige no solo paciencia, sino también formación. En los tiempos que corren, hay que volver a los banquillos de la escuela y esperar a que te den las técnicas para hacerlo.»
Y no te olvides de decir a quien se atreva a instruirte en esos menesteres que regar con chardonnay un lomo al ajillo es una técnica de putísima madre.
Es muy acertado lo que dicen los franceses, en una fórmula que no canso de repetir: «No se puede estar al mismo tiempo en el horno y en el molino.»
Excelente todo esto, y de acuerdo, Isac. Esta será la cuarta de mis aventuras de comida. Dos exitosas y una no. Ahora que dejé de trabajar en el periódico de Denver, y sobre todo a instancias de un sobrino, decidí hacerlo. Aparte de la suerte dependerá sobre todo del trabajo y buenas decisiones. Ya te diré cómo marcha el asunto. Pero, al menos de inicio, hay una buena ganancia en la construcción del camión incluso si decidimos no cocinar.Felizmente. Obrigado, como siempre, y hasta bien pronto.
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