Thursday, June 8, 2017

Monstruo opaca a monstruo

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

George “W” Bush fue objeto de mi ira por un largo período. Tanto que mi primera reacción ante el derribo de las torres gemelas fue de alegría. Serían las seis, o algo así, mientras subía por la avenida Alameda hasta la casa en Aurora. Cesó la música en la radio para dar la noticia de que un avión se había estrellado contra una de las torres de Nueva York. Me apresuré, pisé a fondo, en ese momento policías y ladrones habían detenido actividades para mirar con pasmo lo que ocurría en la pantalla de televisión. Llegué a tiempo, despertando a mi esposa y conectando el aparato, para ver el segundo avión que penetraba como cuchillo el acero. Pronto, un tercero y un cuarto: Pentágono y el campo abierto en Pennsylvania. Este, según comentó un conocido comentarista que no volví a ver, había sido derribado por cazas norteamericanos, narrativa que no se volvió a mencionar. Jamás. Muchos años después leí los comentarios de Chomsky: los había pensado entonces, no todos y no calcados. Parecidos.

Bush siempre fue un campo de guerra, estupidez y guerra, soberbia y guerra. Hoy George Bush semeja un formal caballero comparado con el bruto mayor que ha poblado la tierra: Donald Trump. Entre los dos hubo un delicado mulato ilustrado, que aunque no lo hizo del todo bien, sirvió. A ambos lados: para abrir, en el lado bueno, y para desnudar todo el mal que estaba escondido por el otro.

Recuerdo Falluja, que comparé entonces a Argel. Recuerdo mi nota sobre al-Zarqawi ¿Quién podía imaginar que en él nacía ISIS? Caminitos que el tiempo ha ensangrentado, donde no se borran las huellas, se marcan en sangre fresca y perduran cuando está seca.

“Mi” monstruo norteamericano dio paso a uno nacional (que se convirtió en plurinacional y plurimonstruo): Evo Morales Ayma, el Bien Amado. Al menos Georgie no se pensó como extensión divina mientras que el nativo de Orinoca sí. Los gringos de las oenegés machacaron tanto que con greda lograron levantar un ekeko que pervive por ya más de una década. Corrieron a los gringos, tan buenos e inocentes ellos, y hoy reina Evo rodeado de eunucos, baja calzones de “cada una ministra”, hace parir sin distinción de edad ni rango y se muestra ante el público con manitas de mujer y meneos feminoides. Extraño caso de hermafroditismo ¿político? O simples veleidades de autócrata que lo hermanan a Trujillo y a Idi Amin.

Pobre Evo, como pobrecitos los gringos: suizos, suecos, alemanes, belgas y cuánta bandera rica se aunó para conformar un tirano, además de los consabidos, y violentos, jesuitas que a pesar de que hablan con suavidad guardan un punzón asesino entre las faldas. Algunos notables, sabemos, con méritos pero jesuitas igual. Pobre, digo, porque su estrella se despintó ante el arribo de su sosías norteamericano: el otro millonario (porque Morales es millonario), Trump.

La geografía del curaca aymara se ciñe alrededor de dos lagos, uno mojado y uno seco, Titicaca y Poopó. Este último pronto se olvidaría de los mapas si no lo rescatara la poderosa banda del mismo nombre que arrebata en este momento, con soplido y bombo, la diablada. Quedó chico el monstruo local, el Frankenstein que inventaron los gringos (ayudados por “españoles”) ante la aparición de la ballena rosada, el Moby Dick que lanzó al mar el Partido Republicano de los Estados Unidos y que hoy preside la Unión y tiene bajo el pulgar la guerra atómica. Avatares del Tercer Mundo; a pesar de que el dinero los iguale, los equipare, los fraternice, siempre algo los dividirá.

Tienen, los dos postreros esperpentos, el mismo tipo extravagante de cabello, o pelo para precisar, los mismos dengues de bailarines de burundanga y vanidad de bolero. Nacionalistas, moralistas, revolucionistas cuando les conviene. Lo opuesto si no, todo vale, mientras llene la bolsa. Pero uno se superpuso al anterior. Qué pena, “mira como son las cosas, ya ni me acuerdo de ti”, cantaba Yaco Monti…

29/05/17

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Publicado en ADELANTE BOLIVIA, periódico digital, 06/2017

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