He tardado mucho
en recordar París en mis escritos. Quizá porque es demasiado grande para
enmarcarla en unos párrafos. Puedo, sin embargo, pintar unas imágenes.
El Boulevard
Brune es una avenida extensa en el distrito sur de la ciudad. Allí, escondido,
hay un parque con espacio para que jueguen los niños. Pero los niños no aparecen.
Sí, amantes y lectores. Añosos árboles se pueblan de sueños dejados por los
solitarios. París es eso, un inmenso parque con rincones impredecibles donde
uno puede sentarse y pensar. Se equivocan quienes creen que la torre (Eiffel)
es el símbolo de la villa. Hay más espíritu en un desvencijado banco del Jardin
des Plantes que en los grandes monumentos. En un café cualquiera está la sombra
de Baudelaire más que en la Biblioteca Nacional.
Me gustan las
mujeres de Montparnasse. Tal vez no sean las mismas que amara Modigliani pero no
han perdido su encanto. La boca de la mujer francesa es, sobre todo,
fantástica. Y la de la parisina en especial. París es boca femenina.
El jardín de las
Tullerías es otro de los majestuosos lugares. Hay que quedarse estático durante
horas viendo moverse las flores. No acto trascendental pero de placer.
París, de noche,
no se ha dado para el descanso.
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Publicado en
TEXTOS PARA NADA (OPINIÓN/Cochabamba), 10/05/1988Fotografía: Jardín de las Tullerías
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