Definirse como
novelista... A pesar de considerar el género como el más libre, creo que
también es el más difícil, no por la complicación que hay en contar una
historia sino el hilo con que se la va manejando. He leído, y muchas inéditas
en Bolivia, novelas con grandes historias, pero narradas en tal forma que lo
único que queda es anecdótico, nada literario. Una buena comida, y un buen
libro, se definen por las porciones de especias mixturadas, incluso en aparente
irracionalidad. Bolaño en su Cuaderno de Chile narra, perora, discursea, en un
inmenso párrafo que constituye una magnífica novela, una que a primera vista da
la sensación de pérdida de tiempo y que termina perfectamente coordinada.
Thornton Wilder creó otra soberbia con cartas de sus protagonistas: César, el
poeta Catulo. No hay fórmula, pero hay dosis. Armado y trabajo. Definirse como
parte del género tiene implicaciones de rigor, que no necesariamente lo
limitan.
Pero, ahí está
Arlt, que dicen que no sabía escribir. O Viscarra, para nosotros. ¿Barre eso
esta simple opinión? ¿O en la “torpeza” también se tejen estructuras?,
suponiendo que lo dicho vale y que estos dos escritores similares y dispares no
fuesen duchos en arte y sí en memoria o imaginación. Entonces a veces no
bastaría un buen entarimado y se realzaría el talento. Esto nos mete en una
confusión peor a las 24 horas en la vida
de una mujer, de Zweig, pero a la vez hace parte del encanto. Adjunto aquí
un breve artículo mío del 2006 porque me parece interesante respecto a la
novela como género. Recurro a Kundera.
“Dónde se
genera la novela, o, mejor, dónde nace el novelista parece ser la pregunta
introductoria del autor checo. Recurre a la imagen del poeta lírico, como la
contraposición esencial al escritor de novelas. El poeta lírico, afirma, se
genera y se contempla en sí mismo; incluso cuando se relaciona con el mundo
exterior e intenta un lapso de "exterioridad" termina cayendo en su
propia imagen.
Cuando
Flaubert escribe "Madame Bovary" la crítica lo acusa de prosaísmo. Y
ese decantamiento flauberiano, según Kundera, refleja el paso de un estado al
otro, el abandono de la reflexión lírica. Una suerte -continuamos con la tesis
del ensayo- de maduración donde el novelista pierde aquella esencia única del
poeta y se infiltra en el devenir colectivo.
Flaubert decía
que el artista para permanecer debe hacer creer a la posteridad que nunca ha
existido. Proust, adentrándose más en la creación de la novela, y señalando a En busca del tiempo perdido, aseveraba
que todo lo que contenían sus páginas era ficción, a pesar de que sabemos que
el libro está indisolublemente ligado a su vida. La artimaña del novelista y de
ahí su posible eternidad está en hacer que el lector crea que el argumento es
el suyo también, que se está escribiendo sobre él, lo cual no es de modo alguno
cuestionable. Kundera cuenta que creció en la ilusión amatoria de Albertine.
Luego, cuando supo que Proust había modelado el personaje en un hombre al que
amaba, le pareció que habían asesinado a "su" Albertine.
Después de la
cuestión inicial, diferenciativa, entre el poeta lírico y el novelista, Kundera
prosigue con digresiones interesantísimas que ya no muestran tal contradicción
sino que se insumen en los detalles de lo que es la novela y quien la escribe.
Recupera a Cervantes, habla de la crítica del joven Ionesco a Víctor Hugo, y,
apoyándose en la grandiosa fama que aquel alcanzó, dice también de la
megalomanía del creador de novelas como elemento esencial -y provechoso- de su
carácter”.
octubre 2006
De esta nota
introductoria salto hacia el tema propuesto, el de uno mismo, su obra, en el
escenario local.
Partimos de un
drama: que en Bolivia no se lee y no porque no se quiera leer. No se enseña a
leer ni hay interés en hacerlo. Ya la cuenta, de entrada, tiene números rojos
porque carecemos de políticas que excedan aquellas de simple alfabetización. De
ahí la preocupación de que la literatura, el ensayo, el periodismo, alcancen
apenas a un minúsculo grupo de adeptos, entre ellos los mismos que escriben,
con conciencia elitista de ser pocos, caldo ideal para cultivar pavos reales,
de mocos largos y plumas esotéricas, que se erijan en mandamases de opinión y
modelos no desarmables. La rosca como icono boliviano, incluso en literatura.
Recibo escritos
de jóvenes dispuestos a poner su obra inédita ante quien creen, falsamente,
alguien idóneo para juzgar. Digo falsamente porque me considero un optimista de
las letras, además de advenedizo, y veo en todo texto lo rescatable antes que
lo malo. Vuelvo, y lo repito sin cansancio, a que el éxito, no en términos
colectivos sino personales, no solo radica en la libertad de escribir lo que se
quiera sino en lograr gracias al trabajo de relectura, reescritura,
autocrítica, solidez literaria.
La última o
últimas décadas han traído al estrado una suerte de banalidad, relacionada al
nexo entre academia y arte. Se cree que estudiando literatura ya se ha
conseguido el oficio de escribir. Claro que no. El escritor no es una invención
académica, al contrario. Esta supuesta superioridad se ha adjudicado el
escenario y desdeña la labor para la que fue creada, importantísima además, la
de la crítica. Fenómeno latinoamericano relacionado a la larga historia de
verticalidad social, donde en la sociedad pobre el letrado adquiere una
posición por encima de otros. Pareciera que hablamos del siglo XIX y está
presente, no se la ha superado, e incluso se inserta más en incomprensible
paradoja en la globalización que debiese hacer tabla rasa con las diferencias.
No lo observo en la literatura anglosajona, donde no se relaciona al escritor
con su profesión, menos con la de las letras. El riesgo es la apropiación de un
espacio por una oligarquía escribiente, que a veces no tiene mucho que ver con
la posición económica de sus participantes sino con la actitud rosquera de su
desempeño. En situación semejante, dadas las características de Bolivia, se
estaría vetando de plano y de lleno el ingreso a este parnaso a muchísima gente
que escribe porque quiere escribir, porque necesita hacerlo, no porque lo
aprendió en doctorales sesiones de gente cuya capacidad creativa está en
entredicho. Hay que democratizar la literatura en el país, crear bibliotecas,
conversar acerca de temas y autores, analizar estilos, ser vehementes e irreverentes.
Publicar. Que exista la dinámica que luego llegará la estética. Sobre todo
leer.
¿En este
contexto, mi presencia en las letras bolivianas a qué se reduce? Soy, y me
considero, un escritor boliviano nutrido en muchas fuentes. Aislado porque lo
prefiero, sin decir por ello que los cenáculos son malos. Acabo de afirmar en
el párrafo anterior que no. Nada tengo contra clubes de lectura y opiniones
compartidas. Es una base que sirve. Pienso que en algunas novelas mías lo de la
bolivianidad es obvio; en otras no. No creo importante esclarecer para el
lector el origen étnico, nacional, racial de quien escribe. Buscar con énfasis
“la” novela “boliviana” induce al error. Hay que dejar fluir las letras. Ellas
se acomodarán a la conciencia y reflejarán en el papel lo que crean conveniente
y válido, hasta si de identidad se trata.
¿Metas a lograr?
Está bien si se decide hacerlo. Lo mío va con el gusto de escribir. Sin embargo
no está mal fijarse recorridos y fin. Suele ayudar en el armado del
rompecabezas novelesco. Va con el carácter del creador, con sus costumbres y
hábitos. ¿Manías? Las hay sin duda. En mi caso, en donde la literatura se ha
escrito cuando he podido, cuando se ha abierto un resquicio en medio de la
lucha por sobrevivir y otros intereses, no. Da lo mismo escribir con o sin
zapatos, de noche o de día, con vela o con foco, con una mujer dormida u otra
colgada del cuello, con un emparedado de mortaleda o un café sin azúcar.
Exteriores que decoran o molestan el instante, pero no definitorios para nada en
el proceso creativo.
Los preferidos…
ese es ya un dilema. Los antiguos, inconmovibles, siguen: Homero, Víctor Hugo,
Sienkiewicz, Gogol… Es paradójico que no siendo yo cuentista, o pésimo
cuentista, mis autores favoritos lo fueran: Schwob y Babel. Se admira lo
inalcanzable, lo que no se puede lograr. Y, claro, Cervantes, Rabelais, Rulfo,
Andreyev, Dostoievski, Borges, Solzhenitsin, Bashevis Singer, Vasily Grossman,
Shalamov, Werfel, Musil, Schulz, tantos otros. Aparte de los ensayistas, de la
literatura de viajes: Frazier, Kaplan, Chatwin, los cronistas de Indias, los
navegantes ingleses y su bitácoras, los exploradores; la crónica actual,
dispersa en su mayoría en revistas, la narración literario-periodística que tan
bien han desarrollado los anglosajones. Y el cine, ese gran quehacer literario
que llena al menos dos horas de cada día mío. La literatura de la imagen que
sirve además para escribir como si se estuviera filmando. Felizmente el cine,
aun restringido, tiene alcance masivo; no así los libros.
Casi todo lo que
leo hoy de Bolivia está inédito. Es motivo de tristeza porque casi con
seguridad quedará así. Nos priva del proceso que de la creación va a la crítica
y retorna. No se puede comentar lo que no está presente. Entonces se reduce a
un intercambio mínimo entre amigos. Aparte que la literatura boliviana como tal
no interesa afuera. Hay cupos, cuánto de Bolivia se puede aceptar en el
mercado, a no ser que hablemos de una obra soberbia, monumental, que todavía no
existe, y no existirá ante tamaña precariedad. Y las roscas, elementales
grupúsculos de clase o de emblema, cerrados, esquivos, intocables. Apoyo los
certámenes literarios auspiciados, con todas sus deficiencias y limitaciones.
Suelen ser la única ventana.
No siempre fue
así. Hubo tiempos en que Bolivia era publicada y leída afuera, En Buenos Aires
y Santiago. Hay que buscar el punto de retroceso. Que al menos para eso sirva
globalizarse. Quizá esa fue la época dorada, la de Céspedes.
¿Quienes se
perfilan? Un muro de desconocidos que escribe a pesar de todo. Santa Cruz y El
Alto como productores masivos. Polos económicos, polos culturales. No hay
maestros hoy, a pesar de que algunos merecen serlo y se desvanecen en la
mezquindad del medio. Cuesta decirlo, pero en una sociedad como la nuestra tal
vez tenga el impulso que venir desde arriba. No me gusta la idea pero bien
valdría el espaldarazo inicial. Aun sabiendo que los creadores de inmediato se
pondrán en contra de la mano que los alimenta, lo que está bien, muy bien. Independencia
ante todo.
Junio 2015
_____
Texto leído en la Feria del Libro de La Paz, Bolivia, agosto 2015
Imágenes:
1 Gustave Flaubert
2 Sigrid Undset
3 Manuel Scorza
4 Leo Perutz
Imágenes:
1 Gustave Flaubert
2 Sigrid Undset
3 Manuel Scorza
4 Leo Perutz
Gracias, con estos consejos creo que me animo a escribir...!
ReplyDeleteOjalá pronto tengamos los resultados. Aguardo.
ReplyDelete