Claudio Ferrufino-Coqueugniot
¿Cómo eludir a
los majaderos gobernantes? Rajoy se va cabizbajo y patizambo al preámbulo del
basurero histórico. Felices aquellos, allá, en la península del fin del mundo.
Nosotros, en sur y norte, en norte y sur según la perspectiva momentánea y local,
no tenemos visos halagüeños.
Me he refugiado
en la comida, en matizar salsas y acariciar mejorana fresca cuyo olor me trae
infancia, Cochabamba florida, los queridos fantasmas del ayer que eran del hoy
entonces. En las sazones mueren los tiranos. Ellos jamás hollaron un espacio
que les ha sido siempre imposible: el de la comida popular, sujeto de estudio
este, porque abarca sociología e historia, geopolítica y etnias.
Hasta mi esposa
afirma que posiblemente la pimienta negra, e incluso la blanca, ha de salvar el
matrimonio. Será que mientras mixturo polvos hecho un nigromante, olvido
detalles nimios que siempre son causa de desastre; de amor hablando y de
hastío, claro.
Mi cocina es
refugio donde ni el prosaico Trump ni el metafórico Morales, Donald y Evo
(malhaya la suerte perra), ingresan. El ajo los mantiene alejados. Huelen a
azufre igual a “W” Bush, de acuerdo a la épica chavista. No es que el infierno
sea mal lugar, es que algunos parroquianos simplemente debieran ser desechados
hasta de ahí…
La vida suele ser
simple, igual a sabores, olores y colores. En apariencia. Complicados,
contradictorios, ajenos el uno al otro pero convivientes, en realidad. Lo único
sencillo es la muerte. Triste andar lo nuestro para hallar la piedra filosofal
del buen vivir solo cuando se muere. Un bien vivir que no tiene nada que ver
con el malviviente presidente boliviano, que se apropió hasta del léxico como
lo hace su rubicundo gemelo en Washington.
Pero donde no
ingresan los sátrapas, o creo no haberlo leído en texto ningún, es en el
detalle de sazonar un plato. No recuerdo prohibiciones al respecto aunque debe
haberlas. Supongo, únicamente supongo, que la comida negra del sur de los
Estados Unidos se prohibía en los pálidos salones. En vano, hoy el arroz sucio
(con molleja de pollo desmenuzada), los frijoles, la cayena, el pollo frito son
inmensamente conocidos y disfrutados. Preparo, voy preparando, un texto sobre
una comida nigeriana en específico, y sus connotaciones políticas. Comparto
mesa con Matthew, de Benín, y me conversa al respecto.
A lo que voy es a
que en los mesones en que trabajo, uno verde y otro azul oscuro, no ingresan
mis enemigos. Espacio prohibido para vampiros nada románticos, succionadores de
sangre carentes de sentido mítico. Delincuentes comunes, revendedores de
entradas. No podrían en una eternidad llegar a la sofisticación del orégano, a
las profundidades marrón oscuro del comino. Cuando agarro pinzas y cuchillos y
hago a un lado con el mango los periódicos que traen sus grotescas sonrisas,
delimito la frontera. Mueren allí Chinahuata y la Casa Blanca, las veleidades
de la coca y de la raza. “Vámonos”, canta Bonny Alberto Terán…
Tanto dar vueltas
para decir que cuando cocino no leo. Y si no leo, no los veo sin que ese sea
argumento en contra de lectura y conocimiento. Claro que en casos clínicamente
obsesivos como el mío, en que imagino muertes y accidentes al mejor estilo de
Angiolillo, se sugiere alejar por temporadas diarios y revistas, cerrar
ordenadores y dejar anuncios de supermercados con el precio bajo de la naranja
y el tamaño de ciertas paltas casi melocotones. Encima de un tejido de Caripuyo
para distraer más con el notable entramado.
Recordé, pensando
en mi amiga Magda Thames, un fideosuchu cochabambino que combinaba entre sus
dedos con maestría. En su casa al lado del canal que guarda una de las
torrenteras del norte nuestro, el sol todavía brilla en la ventana, y el aceite
en las costillas. Tiene que ser fideo chino, dice, para que sea cien por ciento
cochabambino.
En aquel uchu se
ahogan los tiranos y yo recuerdo con ganas lo jóvenes que fuimos.
04/06/18
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Publicado en EL
DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 05/06/2018
Modélica la salida de Rajoy que se fue sin ningún berrinche ni mayor drama, hasta tuvo la dignidad de asistir a la posesión de su contrincante. España nos lleva un siglo en cuanto a conciencia cívica y madurez democrática con respecto a cualquiera de nuestras repúblicas bananeras incluyendo Brasil.
ReplyDeleteEse uchu sería envidiable, pero debo confesar que no soy muy fan del fideosuchu, porque en todos sitios lo cuecen demasiado, quizás con auténtico fideo chino sepa más suculento, habría que probar. Saludos.
Hay tantas variedades que difícil que todas satisfagan. Existe cierto famoso lugar en Cochabamba que lo sirve pero tan grasoso que para mí pierde todo. Sin embargo se agolpan por cientos a su puerta. Lo de Rajoy, se diga lo que se diga, fue un ejemplo de dignidad democrática, de la que carecemos. Saludos, José.
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