Claudio Ferrufino-Coqueugniot
A veces una
hermosa canción es un castigo. Porque me lleva al Año Nuevo de 1997. Estaba
Pink Floyd y no tú. Vivías en tu casa que no era mía, pero en pensamiento y en
cuerpo me pertenecías, esa noche y 22 años de noches sumadas lo serías, hasta
hoy, hasta mañana en que un papel será roto, cómo si importaran papeles, leyes.
I wish you were here. But not, you are not, not here not
there, anywhere, nowhere, where I could find you. Me escriben hermosas ucranianas, toda pierna,
pechos, hasta hijos me dan, me asoman pezones algo oscuros en senos blanquísimos,
Calzones rojos y violetas, y cuellos como de diosa griega. Todo ofrecen, algo
dan, pero ni rastro de ti, eso ya ni lo entregan el Dante ni Dios.
Vaga Petrus
Borel en el desierto. Tengo hambre, dice, tengo hambre y soy caníbal. Así me
revuelco, en el Malí ficticio que leo desde una terraza de Odessa, frente al
mar negro, el mundo de Anastasias, Ekaterinas, Victorias, Natalias, Olgas, la
noche de Odessa donde Luna me besa dulcemente y le acaricio el nacimiento de
las nalgas como si fuera el mundo. Ríe, no nos entendemos. Da y Nyet, Sí y No,
las palabras básicas del paraíso: redención o pecado cuando en el pecado
sobrevivimos los irredentos.
I wish you were here and you are not. Perhaps behind the
door, watching the trembling steps of my desire, the hand that does not believe
what it touches. No, ofrecen y
dan, pero hay un hueco, un agujero negro que traga mi alma, en cuyo fondo
habitas, en el imposible, la antimateria, la luz de las estrellas apagadas que
brilla.
¿Por qué y
para qué me he sentado esta tarde en una casa que no tengo, ni cama, apenas un
cepillo de dientes y un peine, y una canción de los Beatles que ordena: come
together y together ya no, ya nunca más, ya ni pronto ni tarde, nunca, jamás,
atravesados por los piratas de Peter Pan, en el mundo onírico, lo que queda de
pieles que se frotaban y ardían, del sexo maravilloso de cabellos negros que me
encegueció?
I wish you
were here, porque mañana yo me voy, me atrapan en el juzgado y me hacen firmar
documentos que rubrico con tinta fantasma, porque con mi sangre no lo hago. La
mía se queda en las paredes, como la del Pascin muriente que gritaba “te amo
Lucy”, porque el amor habita en la muerte, es oscuro como el luto de tu
entrepierna fantástica, del néctar de las hespérides, de membrillos y naranjas,
higos y damascos, granadas que cuelgan cuarteadas en los mercados callejeros de
Kiev.
Victoria
baila en video para mí, y mueve los pechos con dulzura de hetaira. Los beso,
chupo, acaricio en el aire porque esa mujer se desvanece, pierde detrás de la
sombra de un hijo fallecido en sábado a las tres de la mañana. Y Aliona y
Marina y Yulia. Y Oksana la del vientre perlado que suda, que se escurre hasta
los vellos de la perdición. Traición, deslealtad, infidelidad. Uno busca en
todo lado la presencia de los seres idos, desaparecidos, Missing in action
porque esto resultó una guerra con solo augurios de felicidad.
I wish you were here. Y solo está Katya con piernas largas de veinticuatro años, como si de
tomar refresco se tratara. Que me pide dos hijos, hembra y varón. A pesar del
verbo, de los descubrimientos y el antifaz quitado, te digo, pues, que quisiera
que estuvieses aquí porque desde mañana lunes tampoco estoy yo. Bebo cerveza y
la alterno con tragos de ron Zacapa. Un grupo brasilero canta en la noche rusa.
Eisenstein camina desnudo por las escalinatas del Potiomkin; le sangra el culo:
ha conocido el amor.
Deseo que
estuvieras aquí, cuánto lo deseo, para contarte mis aventuras ficticias, los
amores perniciosos y mochos, lo poco que agarré en mis vueltas por el mundo: la
sonrisa de Ekaterina 1, los votos matrimoniales de Ekaterina 2. Pero ese mundo
trajinado se acerca, llega ya a las fronteras de mi inexistente hogar. Y habrá
que hacerle espacio porque en el mausoleo que supuestamente tengo hay lugar
para dos.
I wish you were here, and you will never be again.
18/11/18
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Imagen: Jules Pascin, 1912
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