Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
O piensa
este que porque le amarran los zapatos, lo aman. Esos, los vanidosos, son los
que mejor cuelgan como monigotes de las plazas. Pero esta enfermedad de poder,
el vicio que apabulla a los mandamases de Bolivia, no tiene cura. Siempre queda
la fuga, y siempre hay espacio en el mundo para que los orates malformados y
esquizofrénicos que pasaron por el poder puedan disfrutar del latrocinio. Pero
a veces la suerte es otra. La suerte que es grela,
a decir de Discépolo. Pero, ni eso creo, porque para disfrutar no se necesita
lo suntuario sino aquello que no pesa en oro y se llama imaginación. Eso no
solo les falta, no lo tienen y son incapaces de lograrlo. Linera se desvive por
parecer imaginativo, brillante, y es un patán de feria, uno de los tristes
saltimbanquis que retrató Picasso; pobre, lleno de trauma y complejo. Suple las
ausencias con un sentido netamente plebeyo del arribismo. Desea ser vampiro, lo
necesita, mas mientras carezca de lo esencial, que son cabeza y corazón,
permanecerá en el comercio. Qué otra le queda que un puesto en el mercado.
Si hay Evo
para largo, la historia dirá. Los términos de esta en Bolivia no son ortodoxos
porque ese pueblo no lo es. Inviable, según Bolívar; cuestionable; irascible;
sumiso y cabrón. Pueblo difícil que no garantiza ni estadía ni vida a nadie.
Que hasta el Tata Belzu, supuestamente ídolo popular, terminó mal, y no hubo
llanto que lo llorase ni plebe que lo extrañara. No veo por qué Morales
diferiría de Belzu. Que es más rico que él, seguro; y más ambicioso, a no
dudar. Pero el río seco que corre por las yermas calles del occidente boliviano
es el mismo, poco ha cambiado. Y la muerte pues no necesita cambiarse de vestido.
Para tremenda labor a nadie le interesa su apariencia; eluden su presencia y
poco importa si anda desmañada o en cueros. Se teme a su guadaña, cuyo filo es
a prueba de dictadores y semidioses. Siega parejo. Ya lo propuso José Guadalupe
Posada, que debajo de la carne, por importante que sea, hay una calavera poco
singular: se parece a todas. Y antes que él Hans Holbein, y antes hasta el
hombre primitivo, el que según Rudyard Kipling no se ha marchado y pervive,
supo que en la muerte se desvanecen las diferencias. Nadie podría decir que el
cráneo de Melgarejo expuesto sea el suyo, porque todo lo externo se ha perdido,
lo que nos individualiza y marca. Después ya es costal de papas, cuenta en el
ábaco y listo. O la cabeza de Evo Morales discrepa de esta colectivización
prosaica de la muerte. Claro que no, puede terminar siendo una “ñatita” más,
con velas en la cabezota que hasta la urdiembre habrá perdido.
Cuanto más
gregarios se sienten, cuando el escozor les salta del escroto a la garganta,
Evo Morales y el ñusto Álvaro García Linera, están más solos. La billetiza que
acumula el vicepresidente de poco le ha de servir, que sus billetes no
alcanzaron ni para redactar (no crear) un patético versillo de amor. Qué falta
hace Quevedo en esta tierra para burla de la arrogancia y la estupidez.
Palacetes, whiskeys azules, poleras del neofascismo, nada ni nadie les ha de
servir. Ni imitar a la Falange y creerse José Antonio, que a aquel le dieron
por el culo como merecía y se lo darán a este también.
Texto
grosero, señor escritor, dirán, o el pelagatos de Molina intentará ser
sentencioso mientras eructa por el ano. Poco importa. Aquí el tiempo ha
alcanzado límites donde el decoro se ha perdido. Y si es todo vale, que valga
así. Ya lo dije una vez, recordando al maestro José Alfredo Jiménez, que la
vida en Guanajuato no vale nada, y menos en La Paz.
16/12/18
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Publicado
en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 18/12/2018
Imagen: Charlie Chaplin en El gran dictador
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