Claudio Ferrufino-Coqueugniot
A Guido Valverde Miranda
Los
reportes decían que grandes aletas grises sobresalían de las marrones y
pútridas aguas de New Orleans durante y después de Katrina. Los escualos
festejaban la carne muerta, tiburones y quizá cocodrilos que se hacían de
piernas y cabezas en enjambre caído sobre tienda de muñecas rotas. Cierto o no,
queda como parte de la épica macabra del huracán.
Un negro
haitiano corre de un lado al otro del escenario. R & B en versión moderna e
igualmente hot, comparándola con los años 50. Lleva una chaqueta verde y
pantalones rojos. Ayer, en Burger King, entró un altísimo negro con pantalones
cortos de intenso carmesí; el sombrero igual. Dije entonces a mi hermana que este
grupo humano hecho de múltiples etnias africanas, y unificado en uno aquí con
el oprobio, sabe hacer del vestido una fiesta, como de todo.
Tetas en
los balcones de Bourbon Street, en su mayoría de universitarias blancas. Y
nalgas, carnosas, rebalsando las líneas del underwear, meciéndose para el
público a cambio de cuentas de plástico a color. Un policía de formal azul y
mangas cortas observa la calurosa noche del sur mientras una rubia desnuda come
un hot dog callejero a su lado mostrándolo todo. Entonces, 2002, todavía no
estaba de moda afeitarse el sexo y el de ella llevaba un bigotito a lo Hitler
que de costado parecía el de Cantinflas. Mientras detallaba en el corte de la
barba, pensé que únicamente allí se permitía eso, que en cualquier otro lugar de
los Estados Unidos la intransigente hubiera sido arrestada y condenada por
indecencia pública. Los mirones, a su vez. Podría la señorita alegar que no se
trataba de desnudo completo porque cargaba media docena de collares como
trofeos de sus cadencias.
La
jambalaya es un plato de intensos rojos y cafés. Rojos del langostino, ocres de
chorizo andouille. Mezcla de carnes como la región misma. Raza compuesta de
razas. No quiero levantar los ojos porque este tropezarse con pezones como
faros de luz en la Patagonia recuerdan lo solo que anda uno por ahí. En mi
cuarto de tradicional oscuridad y cama con palio del Parque Audubon, pienso; he
visto esta tarde correr por la ciudad a la bella Caroline (la veré después en
Bolivia). La cola de su cabello iba de izquierda a derecha y sus pechos subían
y bajaban según las aguas del dique del Mississippí. Short naranja y solera
celeste en esta ciudad de jazz y olores fuertes.
Dice Manuel
Recio en un gran texto que me manda Guido que tal vez esta música se llamó
“jass” y da sus razones. Pero los pilluelos borraban la jota de los carteles y
lo que era música de jazz se convertía en música de culo (ass music). Muy
errados no andaban, que esto se coció entre putas y pianos, como la rembétika o
el tango, que entre pobres las monedas se ahorran en los glúteos.
Cociné arroz
con chorizo español y pollo. Intensos colores otra vez. El oro de la cúrcuma y
el cuasi guindo del achiote. Aromas con peso. Eso, un poco de vermú, spirituals
y antiguas canciones de tristes cowboys sureños, me llevó de vuelta a los
añosos árboles que cubrían la ciudad creole, la villa donde los músicos visten
chalecos metálicos; frotan palillos en ellos para inventar el cajun.
¿Qué ritmos
había entre los prostíbulos de Cochabamba? Recuerdo a Billy Joel, o huayños si
descendíamos la escala racial que también era, y es, de precios, hasta la
cumbia chicha y el huayño que a veces en realidad era huaylarsh que traería
alguna muchacha del inmundo conventillo de Juliaca en la frontera.
En la
universidad de Tulane, papeles de más de metro y medio mostraban imágenes de
estelas mayas. Sobre la piedra apoyaron papeles y con suavidad tenaz, como
hacíamos de niños con las monedas, frotaron el lápiz hasta que aparecían
rostros de curvada nariz y penachos de ave guacamaya.
Belleza del
son jarocho, del cajun y el mal hablado francés que nombra las especias como si
fueran y vinieran de otro mundo, del pasado cuando los bosques invadían el
panorama y los barcos de madera eran devorados por la broma.
Nueva
Orleans donde las mujeres son demonios desnudos y acechantes, allí en el
espacio de transformación del meneo de la conga en otros bailes que por
rudimentarios o sofisticados siempre serán las voces del África.
Reino de
los Luises, imperio de los Napoleones. A nadie le importa el negro hundido ni
el blanco mísero cuyo único orgullo es el látigo contra los menores que él.
Mundo de mierda, pero la música de culo todavía se baila y se bailará incluso
en los salones hasta el Armagedón.
Greenfields, con los Brother Four, le pone acento de
melancolía a las 4:43 de este julio tarde 14 del segundo año de la peste.
14/07/2021
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Imagen: The
Boeuf Gras
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