Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Leo el parkour
de Julia Roig y Pablo Cerezal. Madrid viernes del 22, hora de brujos. Estoy
prohibido de copiar texto pero puedo desbordar emociones. Diálogo de ateridos
del amor, de canes mutantes, que es lo mismo que demonios, que luego de la
dentellada beben sangre y decoran página y muro con ella. A lo Pascin, a lo
Esenin; tragedia no por drama sino por pasión.
Istanbul,
Nápoles, en cada sitio hacemos lo mismo, da lo mismo morir aquí o allá; nacer
no, esa es distinta marca de alegatos interminables. Amar es ubicuo. Haydn pasa
de flautas a timbales guerreros. Sinfonía 100, marcha militar, adagio, allegro,
allegretto, moderato, presto. Los obuses de Apollinaire resuenan en este parkour;
los estallidos matan, musican esta bailanta de muerte y sin embargo se tienden
puentes de “carne dura, maravillosa”; el verbo es un sexo en exceso, el deceso
que da vida, cicuta que beben los amantes en las fuentes del placer. Ni sé qué
digo, me ha narcotizado el hablar de poetas. Uno más uno no son dos, son lo que
uno quiera, lo que el otro quiere.
Es sabio al
fin el Génesis. Sí, el verbo sigue
flotando sobre las aguas, aunque estas se escurran por el Sumidero de Chiapas;
es solo destaparlas, desmalezar los cerros, hallar los cuerpos, la vertiente de
y en tu carne más la mía.
26/06/2022
No comments:
Post a Comment