Monday, November 6, 2023

Rodrigo Urquiola


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

 

Leo a Rodrigo Urquiola por varios años ya. Es uno de un grupo de jóvenes escritores que con talento más tenacidad se han hecho un espacio en la literatura boliviana, un espacio que va a crecer con mucho dada la edad de los participantes. Han sido, son, un soplo de aire nuevo en nuestra controversial manera de entender la literatura.

 

Rodrigo es un escritor de mucha potencia. Su prosa es clara y contundente, realista si queremos darle un término, de ese realismo que juega incansable entre la magia y el horror. Su prosa invade, seduce; se hace necesario, al iniciar la lectura de un texto, no detenerse hasta saber el desenlace. Cuando uno se insume en las letras de su cuento Senkata lo hace con la idea de hallar retratado en él un triste acontecimiento de los muchos de nuestra historia. Pero no tiene nada que ver con eso, a excepción de su condición geográfica común. Trata de una fascinante y espantosa intriga en los vericuetos del crecimiento de unos jóvenes amigos, en un entorno en el que hay mucho de fraterno pero también de doloroso y se quisiera de inverosímil, pero no, la sangre está ahí, la pasión del autor retrata con firmeza avatares que tornan vívidos para el lector. Me gustaría referirme a los rusos, a Dostoievski en particular, pero no a modo de hacer comparaciones estéticas o estilísticas sino para hablar de la energía de palabras como fuego, marcantes a hierro candente y lento, lo que es aun más dramático.

 

Recuerdo haber sido jurado en alguno de los premios bolivianos, de cuento en aquella ocasión. Cuando llegué a las páginas de aquel por el que voté no es que intuí que había sido escrito por Rodrigo sino porque su desarrollo era tan fascinante y triste. Lúgubre, quizá; tal vez fúnebre. Su obra está plagada de instintos encontrados y rebeldes. Es como un pintor expresionista que revela lo real con furiosos paletazos de colores primarios. Dirán que muchos lo hacen, que temas escabrosos son pasto perfecto para interesar al lector, sin serlo en este caso. Rodrigo Urquiola ha desarrollado una maestría que lo llevará muy lejos como representante de nuestra literatura. Es en esta difícil lid que tendrá que sacar a luz el tesón de sus personajes, su empeño de supervivencia y su deseo de comprender por qué la vida es tal si podría ser otra.

 

Reitero que su obra es un fuerte soplo renovador. Vale por sí misma, es fuerte hasta el hartazgo. Labor difícil, por cierto, cuando todavía priman en esta tierra males endémicos como la rosca y la envidia. Sus libros no necesitan amigos, tienen peso suficiente para sobrevivir solos. Sin embargo el escritor tendrá que buscar sus propias estrategias para dar a conocer su obra en un espectro mayor al breve nuestro. Ha dado ya los pasos iniciales y enhorabuena exitosos. Es dueño de un universo que quiere ser visto por todos a pesar de su oscuridad, que necesita expresarse luego de inmenso silencio. Rodrigo no es un propagandista social ni un político. Da voz, incluso en sus historias de amor, a un olvido que tendrá que volverse elocuente a fuerza de su arte. Es, para mí, ya, un notable escritor y celebro su anticipada gloria desde mucho antes como lo hago ahora. Gracias.

Cochabamba, 2023

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