Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Leo en Nina Berberova la indignación del poeta Alexander Blok en vísperas de la revolución de 1905. Se volvió taciturno, “tallado en madera”, decían los que lo antipatizaban. Él creía que el pueblo tenía que liberarse a sí mismo, fuera de la penuria de los políticos ganapanes. Eran tiempos difíciles, el zarismo se deslizaba por una pendiente. Pero también horas de grandes ideas, de unos y otros. Todo ha cambiado, menos la avidez.
Leo en Nina Berberova la indignación del poeta Alexander Blok en vísperas de la revolución de 1905. Se volvió taciturno, “tallado en madera”, decían los que lo antipatizaban. Él creía que el pueblo tenía que liberarse a sí mismo, fuera de la penuria de los políticos ganapanes. Eran tiempos difíciles, el zarismo se deslizaba por una pendiente. Pero también horas de grandes ideas, de unos y otros. Todo ha cambiado, menos la avidez.
Nos trasladamos a
América Latina, al desolador panorama de las bufonadas célebres. Cuán poco
seremos, o dónde nos habremos escondido, para idolatrar detestables figuras
como el bocón recientemente fallecido, el esperpéntico binomio plurinacional,
la viuda que pondría a las Malvinas, de recuperarlas, el nombre de islas
Cristina, la piñata sandinista, la gerontocracia isleña, el falsete del
irritante Correa, la fortuna de Lula, etcétera, etcétera. Como un bestiario
medieval, pero no de monstruos legendarios capaces de convertir la carne en
piedra o de echar llamas por las narices. No, el imperio de los mediocres, los
que medraron al amparo de sombras que producían otros; para ellos fue la
lotería, desempolvar el acicate de la revolución social y llenarse manos y
bolsillos con la estupidez general. Tanto que por ahí filmaron a uno, el más
cercano, en un programa llamado los influyentes. Qué tristes somos, entonces. Y
cuán poco dignos.
Como para creer
en la premisa que nuestros países lo que necesitan es un pastor porque están
poblados de borregos. Quizá hay que aceptarlo, y optar por la opción
“socialista”, muy parecida a la de los capataces del Congo y del Putumayo, de
hacernos de chicotes y emplearlos.
El colmo ha sido,
en una elección (Venezuela) plagada de momias, espectros, chapulines, asesinos
emboscados, doctores con jeringas maléficas para inocular enfermedades,
máquinas de producir tsunamis, terremotos teledirigidos desde el Pentágono y
más, cuando el candidato oficial (oficio de tinieblas el del chavismo) dijo que
se le apareció el occiso en forma de pajarito, y silbó -porque las aves silban,
no hablan- luego de volar alrededor de su cabezota, en reminiscencia a King
Kong y los aviones, para iluminarlo. Bueno, qué deducir al respecto, o que este
es un mago con características de ornitólogo o un pillo que inventa piruetas
para no dejar la mamadera que no gana con su labor. Pero son catorce años en
que a esa gente venezolana le tiran pan (siempre retorno a Eva Duarte-Perón
humillando al pueblo argentino); la acostumbraron a comer de limosna. Dicen que
a Buenaventura Durruti se le acercó un mendigo pidiéndole monedas. Durruti sacó
su pistola y se la dio: el dinero está en el banco. Sobran palabras.
Ahora, porque
tengo afición a los animales, consulto un manual de pájaros endémicos de la
sabana para saber en cuál se había convertido Hugo Chávez. La transformación de
un muñeco de cera en ser viviente sería de la misma trascendencia de un golem,
un homúnculo para otras culturas. A Maduro no hay que preguntarle, danza en el
estrado de los idiotas. Y si fue Raúl Castro el que le dio la idea, que lo
dudo, habría que averiguar los detalles. Que el pajarito canta, canta, pero eso
es muy amplio y ambiguo. Hay que tenderle trampas, con choclos o con alpiste,
para atraparlo en una canasta y diseccionar la maravilla de su transformación. Así
sabremos.
Recuerdo a Blok e
imagino lo indignado que se pondría en esta realidad. Entonces, cuando sentado
reflexionaba en las grandes ideas, jamás pensaría que la revolución se redujese
a tan mínimo, a pajaritos y pajarracos que revolotean por ahí, hasta que una
pedrada de niño travieso los baja y acaban desplumados colgados de las patas.
Casi como Mussolini…
08/04/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 09/04/2013
Imagen: Ornamentos funerarios egipcios
Pajaritos, defintivamente el tema del mes. Era un hecho impajaritable q el aún inMaduro heredero nos deslumbre con alguna epifanía pajarera. Y cumplió. Mitos, a los latinos nos encantan los mitos. Tenemos ahora otro inmortal Comandante Avechucho: un rojo pajarito chiquitico con imprescindible y revolucionaria boina. Lo q no sabemos es si se trata de una sincera alegoría a sus muy indecibles parafilias, o verdaderamente el loquito colorido sorteó al Coludo y volvió a hacer de las suyas...Sabrán d eso, los pajaritos.
ReplyDeleteSaludos cordiales, estimado Claudio.
Abominación ornitológica la de estos señores, la de considerar que el rey Momo, el difunto, se transmute en ave, cuando en la escala hindú, de acuerdo a lo que hiciste, no debía pasar de larva de mosquito. Pero, acá estamos, plantados frente al televisor, viendo crecer el imperio del kitsch revolucionario, a decir de un columnista argentino que "postearé" mañana en mi otro blog. Abrazos, Achille.
ReplyDeleteNo, estimado Claudio, como hindú serias muy generoso: Una larva d mosquito es d un muy complejo ciclo evolutivo q acaba incluso en un alado bicharraco multicelular, q vuela y es hasta ubicuo! En Ameba, giardia o tricomona debiera trasmutar el rey Momo, porque sus actos y destinos son igual de mierdosos. Tal cual. ja!
ReplyDeleteja, ja, ja, no pongo objeción.
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