Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Leyendo a Le
Clézio y sus ciudades santas mexicanas contemplo el abismo que separa los
mundos de aquellos olvidados, para quienes el reverberar del agua, la espera del
agua, unen el cielo y la tierra, del de los otros que habitan el frenesí del
consumo, la desesperación del dinero, la sífilis del poder.
Mundos
imaginarios, quizá, ambos, pero sustancialmente distintos. De ahí la parábola
bíblica de los adoradores del becerro de oro y los demás cuya relación con la
deidad invisible, y con la vida, los lleva por la senda de la devoción, el
sacrificio y el futuro. Nada, en el espacio de la ambición como vicio, y el
vicio en sí en sus más diversas manifestaciones, forma parte de la evolución
del hombre hacia un ser superior. A esta altura de los tiempos hablar así
parece lírica insalvable, y, sin embargo, existente, concreta. El silencio de
los pobres, la esperanza y la incalculable espera en esas villas abandonadas
por la memoria, la angustiante miseria de los tarahumaras al norte, los de
Artaud, y los mayas de Le Clézio al sur, y los aborígenes de las márgenes
tributarias del río Madera, y los indígenas del TIPNIS boliviano, mantienen
viva la llama primigenia que se llamó humana, que redime incluso a los Mugabe,
los Morales, los Kirchner, los Lulas de su condición perversa y pervertida, a
pesar de su ya imposible salvación terrena.
Tercera vez que
escribo acerca de Boudou, García Linera y Manuel Belgrano, en la localidad potosina
de Macha, destapando los primeros un monumento a la memoria del prócer. Insulto
de dos destacados miembros de la oligarquía ratera, a quien, luego de largo
combate, murió pobre y despreciado, siguiendo el trágico sino de los mejores de
la independencia americana, comenzando con el gran Bolívar.
Ahora, en un
panorama imposible para Bolivia donde el Apu Mallku es rey sin
condicionamientos (el anterior fue Tupac Amaru, para darnos imagen precisa de
la época y sus desmanes), la justicia argentina, un juez argentino, ha imputado
al vicepresidente Boudou por delitos cometidos: cohecho, enriquecimiento
ilícito. Cuán lejos vaya eso a llegar, no sabemos. Mientras tanto Boudou viaja
por los centros de poder de la delincuencia organizada latinoamericana, recibiendo
adhesiones.
Bajo el demasiado
trillado lema de trabajadores del mundo,
uníos, en marxismos trasnochados y adecuados a la cantaleta de moda,
marxismos mestizos, aindiados, folklóricos, de Alasitas, marxismos que nada
tienen que ver con Marx ni con el pensamiento económico, un grupo de farsantes
se ha dedicado al lucro desmedido, con paradójico aval divino. Reúnen a las
huestes ebrias, borran cualquier distinción entre los estamentos de poder, vulgarizan
y corrompen, “votan”y hacen “votar” para cierta dosis “legal” de eternidad.
Algunos de ellos,
como Boudou, juegan a ser hippies, maduros músicos de alma juvenil que cierran los
ojos cantando a Sui Géneris: Detrás de
las paredes… allí es donde pertenece, a los muros de cualquier prisión, en
la que los reclusos que se respeten, criminales por necesidad social, debieran ajusticiarlo
en nombre en nombre de la decencia del gremio. Hay rateros y rateros…
Otros juegan el
papel de notables oradores y pensadores de excepción. Pamplinas, patrañas solo
posibles en el caldo de los pueblos ignorantes, adrede ignorantes, donde
cualquier semiletrado imagina que va creando teoría revolucionaria. Ilusiones
que formalizan una ficción, cuando en la realidad, ya que hablamos de ello,
tropezamos con raquítico discurso y mediocre intelecto, incapaz de creación y
apenas hábil para peroratas risueñas e imitaciones burdas. Cuando los
delincuentes llegan a algún nivel de importancia, suponen que tienen algo que
decir. Que lo digan en las cortes, o ante la soga que les ajusta con cariño el
cuello de mequetrefes ilustrados.
Cosa Nostra.
Nuestros negocio. Hay que activar la pena capital para delitos de corrupción
gubernamental. Que al menos no gocen de malhabidas rentas.
30/06/14
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 01/07/2014
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