Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
El comerciante
mayorista Álvaro García Linera, a diferencia de su gremio: gente de mercado, de
venta y reventa, usa corbata. Tiene -evidente- un prurito por la elegancia, común
entre aquellos desamparados, entre acomplejados o simplemente mundanos. Allá
él. Lo malo es que en su momento se hizo una guerra mediática en contra de este
adminículo del buen o mal vestir, o del bien vestir, de niños bien. Y contra
muchas otras cosas que supuestamente reflejaban al enemigo de clase, y de raza.
Guerra sin ningún significado, ya que a medida que se incrusta el
plurinacionalismo, palabra hueca, sin sentido, en el país, vemos que de lo
mismo de siempre se trata.
Lucrar no es
privativo de una opinión política. Mucho menos robar. En eso, unos y otros
comparten el estrado, y de nada sirve querer diferenciarlos. No se debe hablar
de izquierda ni derecha. Los de hoy, como los de ayer, pertenecen a los arribistas
cuyo único fin es el poder en relación al dinero, ni siquiera en un proyecto
social. Cuba, Venezuela, jugaron a crear dinastías, con orondos nombres,
oropeles y una mística en todo falsa, donde el oro sustraído de las arcas
públicas es de tal magnitud que parece inconcebible. Para continuar la farsa,
regalan migajas a los más pobres y crean una clase dirigencial delincuente con
prerrogativas. Feudos de poder, mínimos, múltiples y dispersos. Si hasta el
fascio mussoliniano parece revolucionario al lado suyo.
¿Robespierre? ¿Robespierre
en Bolivia? Imposible. Tendrían que pasar mil años, los del Reich aymara, para
tal vez parir semejante elemento. Los tenderos que gobiernan sueñan por lo alto
porque soñar no cuesta nada. Lo concreto es la pequeñez de su cerebro, la
avidez de su peculio. Fundar, imaginar, actuar, crear para la grandeza de una
nación no suele pasar por manos de gente aviesa.
Noto que al
cacique, que hubiera deseado por sobre todas las cosas ser blanco -así lo
muestra- se le van acabando los “hermanos/as” indígenas para puestos clave, o
de vitrina internacional. Recurre cada vez más a los odiados encorbatados, a
quienes detesta y en el fondo admira, como admira la bota que lo pateaba en el
cuartel. Otro de sus grandes deseos radica en ser comandante, como el barbado
de Cuba quizá con algún mérito, o su Delfín, Raulito, mediocre y contumaz. O el
amado, bien muerto y cocinado por Luzbel, Bufón Chávez, con más dotes de
heladero que de general. La lacra gobernante de América Latina ha utilizado un
discurso de confrontación para ubicarse en el mejor lugar posible desde el cual
puedan emular, imitar, calcar, rejuvenecer y reavivar a los defenestrados
oligarcas. Rueda sin fin, círculo vicioso, de segundones de cierto carisma y
tirasacos del montón.
Inicialmente los
encorbatados fueron perseguidos. Nada de ideología, simples diferencias de
imagen. No hay tiempo para pensar, aunque se habla mucho, si el asunto
importante es el cash. Hoy, los
encorbatados pueden servir, para algo han estudiado, y como en esta tierra de
inexistente valentía todo tiene un precio, se dejan comprar. De muestra bastan
los otrora vilipendiados expresidentes, ahora en el servicio doméstico del amo
multicolor. En La Haya, en La Paz, donde fuere o el semidios quisiere, siempre
listos como boy scouts, no solo por
el salario que debe ser jugoso, sino por el endémico síndrome de Estocolmo que
caracteriza a este pueblo, desde el nativo de Apillapampa hasta el señorito de
la capital, o, como con certeza dice mi padre, por el síndrome del pongo.
La lírica del
“pueblo”, del “indio”, se va perdiendo; se perdió. Sucede cuando el panorama
que se presenta al público es un hato de generalidades. Pasamos a otra etapa de
la “revolución”, la del gobierno (ya visto) de los de corbata (la usen o no).
Un número más de las nimiedades que muestra el vicepresidente como alta teoría.
Pamplinas. Aquí hay un rebaño de mulos con mayoral y pocos, muy pocos,
bragados.
21/07/14
A propósito del síndrome de Estocolmo, causa profunda decepción que el alcalde potosino haya vendido su alma por un puesto en el senado. Muchos potosinos se sentirán traicionados, y con mayor razón después de los constantes desprecios oficiales a sus demandas regionales. Después de las innumerables humillaciones y persecuciones judiciales que el régimen le propinó, tildándole de corrupto y delincuente por decir menos, Joaquino olvida de pronto la afrenta y se funde en abrazos con el cacique mayor. Aunque ahora ya nada sorprende después de que los expresidentes acuden solícitos al llamado del amo, los oligarcas cruceños bajan la cerviz con tal de hacer negocios, pisoteando sus anhelos autonomistas. Hasta el cantor popular de la autonomía, Aldo Peña, le ha dedicado un rastrero himno al caudillo. Se sube al carro Joaquino y para rematar el esperpento se suma el caso de la dirigente indígena Justa Cabrera que padeció la represión en Chaparina, hoy toda feliz apoyando la candidatura del “hermano” Evo. Vaya país de masoquistas tenemos. Saludos.
ReplyDeleteMasoquistas, rastreros, cobardes y corruptos. De esa laya vienen nuestros políticos y el resto. Grande así la esperanza, el atisbo, de un futuro. Tierra de nadie, para el mejor postor o el más astuto. Rapiña y escape porque no hay suelo firme para construir. Saludos, José.
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