Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Cuando la revista
Forbes desenmascara en su estadística los millones con que cuentan
organizaciones como ISIS, Hamas y las FARC, las mayores del mundo, no hace más
que confirmar lo que se ve, que son grupos de lucro, económico-político,
religioso en los dos primeros casos, con discursos engañosos. No es que una
organización deba ser pobre para ser verosímil, pero es obvio el divorcio entre
lo que se dice y lo que se es.
El presidente
Santos de Colombia, que supo jugar sus cartas en ambos bandos: el duro uribista
y el que concede hoy, tiene también intereses en juego en su trato con la
narcoguerrilla (olvidemos que esta alguna vez tuviese el aura sacrificial de
los movimientos guevaristas), los que se observan y pregonan y seguro que otros
escondidos. El narco ha invadido América Latina; compra vidas y conciencias.
Santos está permitiendo que los supuestos defensores del pueblo, millonarios
gracias al tráfico de cocaína y minería ilegal, salgan sin castigo del drama
colombiano. Además con un caudal de dinero que les permitirá el acceso casi
inmediato al poder, y de allí la historia similar a la de Bolivia, la del
narcoestado y la monarquía de reyezuelos perversos y “traviesos”. Sabemos que
con arcas llenas, repartidas con astucia en migajas aquí y acullá, conformarán
una base social que les permita un respiro de al menos una década de poder, y
de multiplicación de los panes -los suyos- en oposición al hambre controlada de
los demás. Santos es cómplice de eso; ¿cuánto costó comprarlo? No lo sabemos.
Esta gente
“guerrillera”, admirada otrora cuando éramos indocumentados, tiene gran
capacidad de marketing. Es capitalista de práctica y usurera de profesión.
Afirma vivir en la izquierda cunado su accionar está del otro lado. Odia a sus
competidores pero hace lo mismo que ellos. En realidad es peor, ya que todavía
en la derecha hay un margen que permite el sueño, aquello de que el bienestar
sea alcanzable gracias al esfuerzo individual. Ilusión o utopía, ahí está. En
la izquierda habita la destrucción del individuo, su animalización, su alimento
medido, su accionar prohibido. Todos por igual, todos con hambre menos
nosotros, los líderes, los padres de la patria en su palacio. Recuerdo Cuba con
una población activa en las plazas durante el día. Pregunté ¿Por qué no
trabajan? Las respuestas iban desde que no hay trabajo hasta ¿para qué? El
estado, decían estos últimos, nos da dos pollos al mes, equis peso de carne,
media botella de aceite, cupones de pan. Provee lectura única. No necesitamos
trabajar. El dinero extra se lo gana con el cuerpo, al mejor estilo de la época
batistiana.
Apenas se les dé
a las FARC un resquicio para meterse, lo harán con paso de parada, con un
rodillo de millones y el narco detrás, que arrasará de nuevo el país. Serán
Pablo Escobar, esta vez con capacidad de campaña, peso político y armas, no con
las veleidades de un megalómano sino con una organización casi jesuítica de
toma del poder y permanencia eterna, de megalómanos también, pero organizados
para barrer metódicamente los escollos a su paso. Luego la coronación, de uno o
de varios, para instaurar otra monarquía más en el continente que las combatió
hace doscientos años. Colombia será con ellos, aún más, un eslabón vital en el
multifacético y horroroso mundo de la droga. En nombre de la humanidad, se
quedarán para siempre dando limosnas, tan buenos son, mientras trafican.
La paz es el bien
ansiado, por supuesto. La población civil ha sufrido demasiado a manos de bandos
crueles en los dos extremos. Tema de gran complejidad, porque cada una de sus
aristas puede diseccionarse sin fin. Nos concentramos entonces en paz con
impunidad o con castigo. Santos quiere una, porque lo asegura en el momento,
así como asegura el futuro de los jefes narcoguerrilleros en la política. Es
trato deshonesto, de intereses privados, la venta de Colombia al postor más
rico. Un negocio.
17/11/14
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 18/11/2014
Preocupante análisis. Ciertamente, Santos parece un lobo con piel de cordero. Su talante negociador y cierta astucia, aunado a un discurso conciliador le han significado muchas simpatías de todos los bandos. Pero, si como avizoras, está negociando entre bambalinas la suerte de toda Colombia para entregarla a las FARC sería terrible. Con el financiamiento del narco por detrás, no sería nada extraño que quieran emular el ejemplo de los gobiernos caudillistas. Falta saber si la sociedad colombiana está dispuesta a entrar en la espiral demagógica e hipotecar su futuro a cambio de alcanzar la anhelada paz. Nada es casual, por algo Evo y sus compadres (Maduro, Evo, etc) siempre han manifestado simpatías por estas guerrillas criminales. Saludos.
ReplyDeleteAsí es, José. Ahora ocurrió ese hecho inesperado del secuestro de un general en el Chocó. hay que ver qué sale de esto. Todo es muy oscuro y no bastante confiable. Saludos.
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