Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
¿Podría suceder
en Bolivia algo así? La desaparición y segura muerte de los 43 estudiantes de
la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” en el estado de Guerrero, México,
y sus horribles circunstancias por supuesto que pueden reeditarse en el país.
Sucede cuando el narcotráfico copa instituciones y rige destinos. Peor, en el
caso nuestro, donde hablar de protección oficial global y generalizada no está
fuera de la verdad. Lo regional en el caso mexicano, se amplía
considerablemente acá.
Imaginemos una
hipotética marcha, no importa de quién, en contra del narcotráfico, de
condiciones de vida, de demandas de una u otra especie en el Chapare tropical,
republiqueta hoy con leyes propias y dinámica específica. No duraría ni media
hora; los protestantes serían desaparecidos de inmediato y asesinados a golpe y
machete, previa quema y estrangulamiento sin que nadie diga nada y menos se
someta a juicio a los participantes. O Achacachi, o montón de nombres que
podemos ir señalando al azar en el mapa de Coquivia. Las amenazas, en las
pasadas elecciones, en regiones rurales, que quien no votara por Evo Morales
sería castigado a chicote, son Ayotzinapas en potencia. Todavía no suceden
porque somos un país que hasta en la violencia en la magnitud que se libera en
otro lado estamos atrasados. El narco se encargará de ponernos al día. Además
que nuestra población es cobarde y proclive al soborno, casi naturalmente
corrupta, y mientras haya dinero en las calles y las monedas toquen, así sea de
forma mísera, a una mayoría, se estará bien, contentos, con el infaltable e
infatigable ánimo de fiesta que nos caracteriza.
Mientras el mito
de una inexistente grandeza crezca, mentiras nos liberen del atávico complejo
de inferioridad que nos marca, mientras nos hagan creer que somos potencia
nuclear, Suiza, que el ferviente líder es el mesías del mundo, todo marchará
sobre ruedas: elección indefinida, eternidad, Incario o aymarato redivivos. No
importa, nada importa, que en ello estemos apostando el futuro, porque este
pueblo no ve más allá de sus narices, del festejo de la virgen del jusk’u y la
proclamación de san Putas. No alcanza la imaginación, menos el análisis, para
concebir el país que nos espera, sometido en su totalidad al narco, sin
instituciones ni justicia.
Nos encanta vivir
lo irreal, la paradoja de que cómo es posible que en un lugar donde el sueldo
básico es de solo 200 dólares, la gente construya edificios millonarios, trague
-que no comen- por un valor que excede
cualquier presupuesto. ¿De dónde viene la plata? De las remesas, sí, de
tantos bolivianos que nos hemos roto la espalda para mandar fortunas de
regreso, pero sobre todo del tráfico de cocaína y minería ilegal, asuntos que
traen consigo destrucción y muerte, jamás felicidad; fiesta, claro, seguro,
pero no felicidad y menos progreso.
Ayotzinapa y una
común tragedia mexicana muestra que cuando el estado se permea de crimen, esto
va a suceder. Cuando los detentadores del poder y la fortuna sientan que su
bienestar sufre amenaza, reaccionarán según la afrenta. Tortura y muerte no se
descartan, lo que sea para aterrorizar la disidencia, la disputa, el deseo de
explicación. Que Bolivia termine más pobre e ignorante que nunca en el futuro
cercano, gracias al auge de la droga, no les interesa. Es un negocio donde los capitalistas
criminales no conceden.., obligan.
Guerrero es un
espacio pequeño que deja en la mesa una inmensa y trágica lección. Si
magnificamos lo que allí ocurre, lo pasamos a un entero país, hallaremos un
panorama apocalíptico. No lo comprendemos porque nos urge bailar, chupar, tragar
y cagar tranquilos. Viva la muerte, mueran los derechos humanos y a la mierda
el porvenir.
10/11/14
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 11/11/2014
Potente análisis, querido amigo. El narcotráfico permea efectivamente cualquier ilusión de país.
ReplyDeleteUn abrazo afectuoso
Y eso es lo que cuesta entender, querido Jorge. De ahí el gran riesgo. Abrazos.
DeleteEn nuestro país, especialmente Santa Cruz, ya sucede la tragedia mexicana a pequeña escala, sí, pero es real, con asesinatos, secuestros y ajustes de cuentas a plena luz del día. Prácticamente cada semana hay uno de estos casos motivados por el tráfico de drogas. Que representantes de las mafias mexicanas y colombianas se muevan con toda libertad en el territorio no es casual. Como bien sugieres, todavía no alcanzamos a comprender la magnitud del problema, enfrascados como estamos en la falsa sensación de estabilidad y bienestar. Mientras haya migajas que repartir la gente preferirá mirar para otro lado. Lo terrible será que cuando el asunto estalle en toda su dimensión, la tropilla gobernante se pondrá a buen recaudo y al país que se lo cargue el diablo. Saludos.
ReplyDeleteExacto, José, el legado de esta piara será macabro, y bien merecido para una sociedad que mira para otro lado. El espejismo mesiánico -interesado- dejará lugar a la tragedia. Ya se está viendo, en pequeña escala, en Santa Cruz. Saludos.
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