Claudio Ferrufino-Coqueugniot
París, algún día.
He cerrado la última página de tu Carta al Greco. Y como tú no he encontrado a Dios; sí hermosos hombres, divinos y desdichados.
No sabes cuánto he amado y leído a Panaït Istrati, y lo que dices de él me afirma más. El vagabundo de Braila me acompaña en la oscuridad de la ciudad sin luz. Me he sentado con él, contigo y Máximo Gorki, en Moscú...
A veces, de joven, Nietzsche dormía a mi cabecera. Eran libros extraordinarios los suyos pero no los acababa nunca. Lo admiré mas no lo necesitaba. Todo estaba ya en mis ojeras. Tú, en cambio, inocente poeta griego, notaste en tus huesos su influjo. Y amar a Nietzsche es hacer como hago yo: amar la noche extrema.
Quiero un día subir a las montañas de Creta y ver azul, ver mar, y leer tus líneas en el cielo.
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De VIRGINIANOS, Los Amigos del Libro, Cochabamba, 1991
Publicado en Presencia Literaria (Presencia/La Paz), 13/10/1990
Ilustración: Nikos Kazantzakis por Stavros Damos
Monday, January 19, 2015
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