Pareciera que el
sistema norteamericano despierta del embeleso Trump. Poco duró la luna de miel,
el sueño largamente escondido de una sociedad blanca, impoluta en fantasía,
donde las hordas rednecks se aprovecharían de todo hasta que se acabase. Luego
el fin, porque si hay alguien que desde los años 50 ha sufrido de mimo excesivo
y se ha acostumbrado a no trabajar, a trabajar mal, a enfermarse de todo,
quejarse, utilizar beneficios estatales, es ese grupo que votó por Trump,
disminuido ahora pero no como reclaman ellos, por el olvido de los políticos,
sino porque se aferraron a la era dorada después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando fue Jauja y se crearon los Cadillacs rosa. Aquello, debido en gran
medida al expolio del mundo fuera de sus fronteras, tenía que sosegarse, sino
acabarse. Cuando se necesitó trabajar, la población local no contestó como
debía y sucedió la inmensa masa inmigrante que cargó el peso hasta hoy.
La derrota de
Vietnam fue sintomática. Los soldados norteamericanos gozaban de increíbles
privilegios: recibían filetes de res desde los Estados Unidos, cerveza
Budweiser, agua embotellada, droga. Entre la heredada sífilis de sus ancestros,
prostitutas y una inmensa soberbia, no había lugar para la consabida épica.
Vietnam fue un paseo de muerte, nada heroico de este lado. Los héroes morían en
el terreno opuesto, escondidos y cultivando hortalizas en túneles, con sandalia
y bicicleta, hambre y miedo. Tres millones de vietnamitas murieron y cincuenta
mil norteamericanos, pero estos salieron corriendo, dejando indulgencias,
prerrogativas, la ruina de su crimen y su vicio detrás. La desesperación arrojó
helicópteros al mar. Saigón era una fiesta. No podían ganar; no ganan ahora en
Iraq, ni en Siria, menos en Afganistán por lo mismo. El rodillo económico que
sostiene al imperio en su conquista no alcanza más, falla el factor humano.
Estos fallados, gente que con facilidad podría ser definida en términos
raciales despectivos porque las deficiencias son colectivas, no solo
individuales, forman la base electoral del delincuente Donald Trump. Viven,
como el mismo cacique, de ilusiones. El Make
America Great Again es falacia insalvable. Buscan chivos expiatorios, nos
buscan para ser más claros, ciegos de no reconocer que somos su sustento, que
sin nosotros, tendrían un Vietnam interno, derrota de tal proporción que
arrastraría el país hasta el infierno.
Pues el show
comienza a decaer, las bambalinas se hacen añicos. No hay duda que el sistema
sobrevivirá, los jerarcas que mandan desde la sombra ven que su apuesta no ha
sido fructífera, que el amañado Trump, otro mimado de la historia, no sirve,
tiene veleidades de rey. Hay que purgarlo. Pasa, sin embargo, que el Partido
Republicano es un foco purulento de corrupción, regentado por dudosos
cabecillas: Ryan, McConnell, y que tiene inversiones políticas que tal vez lo
protejan. El sistema ha detectado un alerta y va a solucionarlo de la mejor
manera posible, incluso dejando huir a Trump de una muy merecida cárcel, por
maleante y por traidor, lo que le valdría en este último caso, una perpetua
prisión federal. No creo que se llegue a tanto. La fugaz llama encendida de la
“América blanca” no será apagada sino ocultada de nuevo, hasta la próxima, si
la hay.
Ahora hay que
decorar el escape, con una retórica igualitaria, políticamente correcta, racial
y religiosamente abierta, que muestre que los “valores” norteamericanos no se
esfumaron, que el efecto Trump tan nocivo no fue suficiente. Tenemos que
creerles, no queda otra. Además, para ser justos, hay muchísima gente liberal y
activista en Norteamérica para considerar que sí se puede mejorar. La cosa está
en que derrotar el status quo es tarea titánica. El hecho de que el magnate
Trump no esté pudiendo lograrlo lo muestra. Que lo entierren con su gorrita
roja, sus colgantes carnes rosadas y con cincuenta balazos de las armas que adora,
bien distribuidos en su cabezota infame. Así tal vez consideraremos un futuro.
15/05/17
_____
Publicado en EL
DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 16/05/2017Fotografía: Vanity Fair
Merecidas nalgadas a ese sobrevalorado yanqui medio y al porcino mayor. Un abrazo, querido amigo.
ReplyDeleteY más merece, por cierto, querido amigo. Este tipo es la fiesta de la prensa, un regalo como escuché decir esta mañana. Asno poderoso y tonto, asno reportado. Abrazos.
DeleteLo que extraña es que, pese a las conexiones y negocios con los mafiosos rusos, esa importante masa patriotera que lo apoya no se haya pronunciado al respecto (seguramente inmersa en su bobalicón statu quo). En tiempos de McCarthy este individuo hubiera sido encarcelado por traición a la patria.¿y que dicen los maccarthistas, si los hay todavia, de su grotesco presidente? Se aprende mucho de tus experiencias y observaciones desde las entrañas del monstruo norteamericano, que otros autores desdeñan o soslayan a propòsito. Saludos.
ReplyDeleteSiguen detrás suyo, José, impávidos de que su líder sea títere de Putin. Les prometió la Isla de la Fantasía y se lo creyeron. A ese nivel estamos. Abrazo y gracias.
ReplyDelete