A propósito de
que mañana viernes 12 de mayo el maestro Toninho Ferragutti estará tocando en el paulista JazzB junto a
Cassio Ferreira, saxo; Vinicius Gomes, guitarra; Cleber Almeida, batería; y
Thiago do Espírito Santo, bajo eléctrico, me ha nacido el propósito de hacer
una breve semblanza de este talentoso compositor, arreglista y uno de los
acordeonistas más completos de Brasil, si no el mejor; y, por otro lado,
comentar sucintamente su décimo álbum, grabado en enero de 2016 bajo el título
de “A Gata Café”, un abanico de diez piezas compuestas por él mismo que se
erige en todo un homenaje a la música. La carrera de un ecléctico Ferragutti, ejercida en fecundas tres décadas, ha
transportado a este músico nacido en Socorro, ciudad interna de São Paulo, a lo
más eminente de un arte combinatorio de ritmos tan diversos como el choro
(antiguo género musical carioca no tan conocido como sus ilustres sucesores, la
samba y la bossa nova), el vals, los ritmos del Nordeste, el jazz, la música
instrumental y, por supuesto, la samba; más allá de que, como artista nato y
divulgador de esas raíces profundas de Brasil, haya sido Toninho Ferragutti, o es, un depurado intérprete de la música culta
o erudita. Si la enseñanza musical de su padre, el saxofonista Pedro
Ferragutti, fue vital para internarse en el ancho escenario de la música, su
interés por ella cobró temperamento mayor tras su ingreso al Conservatorio
Gomes Cardim, en Campinas, donde las lecciones de armonía de Cláudio Leal
Ferreira, y de acordeón de Dante D´Alonzo, lo estimularon para abrazar
decididamente la carrera de músico profesional. Ya en ese tren, trabajó con
figuras de la talla de Gilberto Gil, Elza Soares, Edu Lobo, Paulo Mora, Denise
Kalafi, Lenine, Nico Assuncão, entre otros grandes, amén de presentarse como
solista con la Orquesta Jazz Sinfónica y la Orquesta Petrobrás; y acompañante,
además, del lanzamiento de cincuenta álbumes. Más adelante, ya plenamente
consolidado como extraordinario músico en un escenario colosal como lo es el
brasileño, grabaría con el saxofonista Roberto Sion el álbum “Oferenda”. Quizás
haya sido este un “momento musical” auténticamente anunciador de una carrera
meteórica, pues luego aparecería su copiosa producción, como “Sanfonemas”,
primer disco de larga duración con composiciones propias. Grabado en solitario,
este eslabón de magníficas creaciones fue nominado para un Grammy Latino;
motivo más que elocuente para que su nombre y su música sonaran
superlativamente en el mundo artístico. Vendrían después -no en estricto orden-
“Nem sol nem Lua” (Ni el sol ni la luna), “Comum de dois” (Común de dos),
“Festa na roça” (Fiesta en la ciudad), “O sorriso da manu” (La sonrisa de la
mano), “Como manda o figurino” (Como manda el vestuario),
“ColecãoMPBaby-Vol.2”, “Trio 202 ao vivo” y “A gata café”. Una “Gata café”
intensa, exquisita, plena de vitalidad y frescura, confirmadora nuevamente del
espíritu ecléctico de Toninho Ferragutti, pues la música, oscilante, se bambolea entre
rítmicos choros como “O Mancebo” y “Chapéu Palheta”; una canción-samba como
“Santa Gafieira”, la que, según el compositor se toca hacia el final de la
noche, como una despedida; la melancólica e íntima “Bipolar”; un delicado vals,
“A gata café”, que da título al álbum, y cuya esencia se enlaza a la danzante
“Com a Búlgara Atrás da Orelha” por las historias reales que ambos encierran;
una “Beduína” que sale del molde por su textura oriental, ya que fue escrita en
homenaje a su esposa, la artista plástica de origen árabe Cinthia Camargo,
quien, a su vez, es autora de la bella pintura que ilustra la tapa del CD “A
Gata café”; “Nem sol, nem Lua”, un tango que aunque naturalmente escapa a lo
consustancial de Brasil, exterioriza una aureola, un brillo singular como
propio de ese país por la estructura rítmica, definitiva y ricamente
estilizada. Tanto la pieza “Egberto”, así como “Cortejo do Rio do Peixe”,
rinden homenaje y simbolizan con gloria, resplandor y rítmica motivación lo
suyo, su privativa naturaleza. En tanto “Egberto” es una delicada ofrenda a
Egberto Gismonti, “un pilar de la música instrumental brasileña que continúa
inspirando a mucha gente”, a muchos artistas, “Cortejo do Rio do Peixe” es una
composición que hace referencia al río que atraviesa la ciudad natal del
músico, y que él contempló desde niño... En fin, si la soberbia e inmaculada
excelencia de esta producción rescata fundamentalmente toda la pátina, o
carácter casi indefinible de un Brasil apoteósico, deslumbrante, toda ella es,
asimismo, una muestra sublime de una desbordante y protagónica sonoridad
jazzística, como una gran cadencia sincopada. En todo el magnífico trabajo, el
quinteto conformado por el propio Ferragutti, el saxofonista Cassio Ferreira, el baterista
Cleber Almeida, el bajista Thiago do Espírito Santo y el violinista y
guitarrista Vinicius Gomes, obsequian, a tope, genio e ingenio en el empleo de
materiales del jazz, logrando efectos que avivan una embriagadora emoción
estética... Un entusiasta y profundo agradecimiento de mi parte a Toninho Ferragutti por haberme obsequiado tan generosamente
este su décimo CD, a través del movedizo polímata y amigo de siempre Claudio Ferrufino-Coqueugniot. Gracias a los dos, y doy por descontado
que la presentación de mañana en el JazzB de São Paulo “vai ser um sucesso
completo". (Se consultaron principalmente dos fuentes: Wikipedia y una
crítica de Carlos Calado).
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Fotografía: Folha
de Londrina
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