Monday, September 10, 2018

Fiebre de sábado por la tarde


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Extraño sábado. Las novias andan de asueto, al menos las posibles mías. Leo a Alfonso Martínez de Toledo y su Corbacho: ayes y guayes, maledicencias y arpías viejas casamenteras. Ay de aquél que me endilgó este matrimonio, dice por ahí, queja a la que me suscribo.

El calor se congeló, nada se mueve en el aire. Paradójico como el sudor frío. Anoche, luego de una experiencia virtual recomendable, inesperada y traumatizante en el buen sentido, quedé con las cinco almohadas que reemplazan a mi mujer, pensando sobre ellas acerca del mundo que se me había escondido por décadas, años en que el trabajo a destajo, ese stajanovismo desideologizado que me secuestró, cegaron mis pupilas hasta creer que aparte de las luces de neón de la bodega, la silenciosa compañía de casa, un tango por ahí, un taarab por allá, el universo estaba tan estrecho como la cintura de Nicaragua. Solo que aquí no había chinos que la excavasen y dejaran filtrar el agua por donde corren las bienaventuranzas del cambio.

Extraño porque llovía en un tiempo que no llueve. Que Chaac no surca los aires de por aquí, chocaría con los drones con que juegan los niños y entrenan los terroristas. Busco el papel donde anoté los vericuetos de este texto y se habrá ido con los desechos de hamburguesa de al lado. A improvisar se dijo, a inventar un Monk de las palabras para darle al menos esencia de texto literario a cualquier notita librada al azar del automóvil y del viento.

Diluvios por las noches, de esos que te obligan a detenerte bajo la protección de un cedro. Como las calles de Denver no tienen iluminación casi se diría que es una torrencial tormenta tropical en el Chapare, con relámpagos que iluminan sombras chinescas, bailarines de Bali de largas togas y penachos de plumas. Un batik en blanco y negro. Explosiones de obús entre los cuerpos que se muestran en el teléfono. Pezones oscuros, vulvas afeitadas, Gregorio que llama desde su ruta de diarios para decir que se viene la inundación, que desbordó el canal y arrastra su “troca”. Guardo el iphone, no sea que se moje, con las mujercitas del este llamándome “honey”, “Darling”, “dear” y las del oeste que ni aparecen porque su fuerte economía les impide venderse a los postores gringos del internet.

Pienso que estas sábanas llevan más de un mes conmigo. Tendré que lavarlas. Apenas me cubro con ellas por el calor. Por la ventana llega brisa y silencio. A ratos pasos apresurados de los trabajadores nocturnos. Alisto mis botellas de agua, litro y medio por sesión y también me arrojo a la intemperie, dejando atrás la comodidad de la cama sucia, el café negro y la focaccia con jalapeños que parece que comes pizza y estás comiendo pan.

Reflexiono. ¿Está o no está bien? ¿El qué, me preguntan? Y no puedo decirlo. Es muy privado.
10/09/18

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Imagen: Estudio de mujer desnuda/Gustav Klimt

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