Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Albañiles
caen de la Torre de Babel. Nadie los ayuda; no se sabe si gritan, o cantan.
Ciertas
motos en miniatura están debajo de las placas de Colorado y Texas. Jawas de
opereta. Libertad del cuero, de buscar el destino, incluso con la risa de Jack
Nicholson, sabiendo que ahí solo está la muerte, puertas batientes de
confesionarios que tienen casullas de monje o estopa negra de tu sexo paulista.
Chillcha,
dicen de la lluvia chica, en la ciudadela que ha perdido el aroma de sus
lenguas. El espectro de John Fante me busca, ¿dónde estás Los Ángeles, mi
alegre villa en la arena? Me busca pero me escondo entre los siempreverdes.
La noche
pausada va anulando los gritos. Babel se ha trasladado a París. En la esquina
de Velika Arnautska y Preobragenskaya las putas parecen princesas, o hadas.
Atravieso como un fantasma entre las calles arboladas. Penetro en la Moldavanka
donde los únicos que viven son bandidos o judíos. Ni lo uno ni lo otro soy. ¿Dónde
estás, mi ciudad Denver, flor de montaña, oso negro que en lugar de matar come
basura?
Ven, le
digo a John Fante, a quien he buscado y sentado para un café con bombones,
afectos que somos al bourbon pero imperfectos.
Cuando uno
quiere eludir sus propios pasos, confundir la propia huella, termina dando
vueltas en un asunto sin fin, como la desdichada Svetlana, cuyo sexo
rosado y afeitado fue su mayor problema, hasta que decidió perderse en una
villa campesina de Sumy y saltar a Belgorod donde un avión la llevó como carga
de carne a China, tierra de caníbales rasgados y ricos.
Terminamos
el café, continuamos con jugo de piña, imperfectos que somos aficionados al
bourbon. Esperamos, en la puerta de entrada, el paso del tiempo y las amantes
escondidas. Las horas son acarreadas por inmensos mulos grises hasta la punta
del zigurat.
Mujer que
miro tus tetas como obeliscos etíopes. ¿Miras detrás de tus anteojos o no?
Envidio tu ceguera, la pupila neutra por donde no cruzan los minutos. ¿Dónde
estás Cochabamba con tu flor de papa? En las alturas de Colomi florecen los
verdes. En la Moldavanka de Odessa florecen los judíos hasta que los siegan los
soldados.
¿Dónde mi
sombra que no la encuentro? Y ese, Johnny, es nuestro brutal dilema, que ni
sombra reflejamos. Círculo polar. Al fin destapamos el bourbon, bebida que no
hace olvidar sino que olvida.
Caen más
albañiles de la torre. No los entienden. Creemos que gritan, pero cantan.
23/02/19
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