Hay en cada
movimiento literario una suerte de obras que lideran por su contenido, por su
fuerza narrativa, por los temas que tratan. Normalmente cuando ese movimiento
se refiere a un fenómeno migratorio entre dos culturas dispares, los
temas de estos libros detallan una mutación del hombre, y por ende describen
una literatura que trasciende los límites fronterizos. El hombre en sí, es un
ser mutable que se adapta a cada ambiente sin importar la hostilidad reinante.
Pero también es cierto que debe pagar un precio muy alto para poder convivir
con el tiempo que le ha tocado lidiar. Ese precio no es económico ni físico, es
totalmente sicológico, y se define como el éxodo de uno mismo hasta ese ser
diferente en que se transforma el ser inmigrante. Un ser transnacional.
La
novela El exilio voluntario del escritor boliviano Claudio
Ferrufino Coqueugniot, nos habla precisamente de eso, de cómo el ser migrante
cambia drásticamente en el contexto de un ambiente que consume a sus personajes
a través de la alienación, la distancia y el desarraigo. Carlos, el
protagonista de esta novela, nos narra en primera persona la etapa histórica
que le toca vivir de manera cronológica, no sin analizar de manera cruda y
punzante, con una visión muy particular de lo que sucede a su alrededor. Con
lujo de detalles, Carlos va describiendo sus pérdidas y sus ganancias casi sin
darse cuenta que están ocurriendo, y el lector no puede menos que identificarse
con las situaciones extremas que le tocan vivir.
Carlos es
un joven que se ve obligado a emigrar por razones no tan claras, quizás tan
solo por azar, pero debe que escaparse de sí mismo y el prospecto de ir a
Estados Unidos, por unos años, parece como una opción clara y consistente.
Carlos es un joven instruido, con mucha lectura encima y sensible al arte. Al
llegar a Estados Unidos, encuentra cierta estabilidad trabajando en una
distribuidora de vegetales que lo obliga a jornadas de largas horas de trabajo,
pero al mismo tiempo le permite ver un aspecto social de Washington y todo su
juego social que no todos pueden tener acceso. Ferrufino, a través de Carlos se
aprovecha de esa visión para darnos una descarnada visión de la vida de los
inmigrantes y las clases pobres americanas, una visión enmascarada en alcohol,
marihuana y otros tipos de drogas. Eso no deja que Carlos pierda su
sensibilidad, y cada vez que puede, recuerda que ha leído a Henry Miller, a
Bukowski, a Borges.
Esta novela
de Ferrufino, fue galardonada en el año 2009 con el prestigioso Premio de
Novela Casa de las Américas y por consiguiente, fue publicada en Cuba al año
posterior. Gracias a un convenio de autorización, la novela se publica, después
de algunos años en el país natal de Ferrufino, Bolivia y también en España.
Lamentablemente la novela no llega a Estados Unidos, a pesar de ser una novela
norteamericana en español, y de representar de manera fidedigna las vicisitudes
del ser latino en estas tierras.
El lenguaje
que usa Carlos, empieza con un típico acento andino sudamericano, pero
lentamente va incorporando facetas del inglés, con atisbos de otras latitudes
hispanas: mexicanas, caribeñas, hasta llegar a un incipiente espanglish sin
tonada reconocida. El éxodo se muestra en la lengua, usando como base la
propia, pero incorporando todo el repertorio que afecta irremediablemente al
protagonista, que si bien nunca renuncia a sus raíces, acepta su cambio de
manera mansa y tranquila, logrando una suerte de adaptación sin transgresiones
externas, pero manteniendo esa rebeldía interna que identifica a cualquier
migrante que se encuentra en ese espacio en el medio, entre dos culturas, entre
dos lenguas, entre dos mundos.
Uno de los
logros de El exilio voluntario es que la narrativa hace del
entorno parte fundamental de la novela, en especial los paisajes sensoriales,
que involucran lo auditivo, lo visual, pero también lo olfativo. La música que
los protagonistas, en especial Carlos, escuchan y comparten con el lector,
hacen de alguna manera una conexión natural con el momento. El protagonista
menciona a Bob Dylan, Pink Floyd, Tom Waits, Steppen Wolf, John Lennon, pero
también nos regala ritmos que llegan en la memoria, canciones que forjaron sus
recuerdos más profundos, con armonías tradicionales como tangos, boleros,
cumbias y ritmos caribeños. Las calles se llenan de aromas de asados, de
cocinas con especias de todo el continente, de todas las latitudes
latinoamericanas y del mundo. Esto devuelve a Carlos con cuentagotas a su
origen, y le ofrece un reposo a su atribulada sensación de olvido.
El
exilio voluntario es
una novela notable que encaja perfectamente en el concepto de la Literatura del
Desarraigo. Es una novela que describe, de manera dolorosa y ácida a veces,
pero también con un lenguaje que conmueve, la esencia misma del inmigrante en
todo su sentido: las transformaciones, las dolencias, las pequeñas victorias,
porque también las hay, el racismo, el desarraigo y también el crecimiento del
hombre a través del esfuerzo y perseverancia de años. Es también necesario
decir que ésta es una novela que lastima porque nos hace ver en nuestras fibras
íntimas, en nuestras miserias y en los vahos etílicos de la derrota. Pero
también nos enaltece en la dignidad de perdurar ante la adversidad, ante el
desprecio y la hostilidad innecesaria de los anfitriones.
Sin duda el
éxodo interno de Carlos nunca finaliza, porque nunca se adaptará
definitivamente a su nuevo ambiente, pero tampoco puede volver a ese lugar
maternal que añora porque ya no existe. El éxodo continuará en ese exilio que
ha decidido realizar, sin medir las consecuencias de la realidad. El éxodo se
verá en la lengua, en sus costumbres, en sus delirios alcohólicos. Pero también
habrá espacios para la solidaridad entre seres que están en la misma situación.
Y entre ellos construirán una red de apoyo necesaria para poder sobrevivir. El
hombre, el inmigrante deja un poco de sí cada vez que dice adiós, ese éxodo se
convierte en un rompecabezas de muchas partes, algunas borrosas, algunas
nítidas, otras luminosas y muchas oscuras. El exilio voluntario nos
ayuda a entender nuestros propios dilemas, nuestros propios éxodos, para que a
partir de ese desamparo, podamos construir a un nuevo ser en un lugar lejano
del origen, pero con la certera sensación de que el viaje no ha terminado.
Fernando
Olszanski es escritor y editor, su último libro se titula El orden natural
de las cosas y otros cuentos. Reside en Chicago.
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De CONTRATIEMPO, 13/02/2019
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