Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Nada
evitará el fraude. Si no se detiene al individuo este, los sueños de los
estupradores de quedarse para siempre tendrán asidero. Se habla de la economía,
pero un país hambriento, mendigo, informal, puede aguantar mucho. Sin contar
con el síndrome del pongo tan arraigado en todas sus clases sociales. La
manada, la recua, donde imperan los tuertos y manda quien golpea más fuerte.
Con la ayuda, claro, de intelectuales abyectos que doran la píldora para la
historia, a pesar de que ya no embaucan –tanto- a los gringos tontos que
elevaron al tirano al pedestal donde está.
La mala
conciencia europea, la inventadora de paraísos sociales, creó al monstruo.
Muchas oenegés se hicieron ya a un lado, pero nos dejaron la carga. Recibo cada
día estudios, ensayos, acerca del indigenismo, pluriculturalidad y etcéteras.
Gente pensante, seguro, e interesantes los temas; vitales, diría, pero
sostenidos por la gran mentira de que se ha llegado al nirvana indigenal con el
cacique encaramado. Mentira porque Morales ni indio es. La piel no cuenta
cuando se manda. El poder empalidece la oscuridad, lo hace blanco, convierte al
esclavo en patrón. Regalar, además, un territorio al crimen organizado extranjero
borra cualquier logro que se hubiera obtenido con la tortilla volcada.
¿Volcada?, ni soñarlo. Patrones son patrones y retórica, retórica.
Los ya
cuatro millones, sugieren, de hectáreas incendiadas –adrede- debieran ser
suficientes para enviar al dúo dinámico a galeras, para chicotear, como tanto
les gusta, a pillos del intelecto que alaban las malévolas andanzas del curaca,
para condenar a trabajos forzados a tantos “hermanos” que se aprovecharon de la
abarca para medrar, del sombrero (español) para jugar al pobre indio,
pobrecito, y poder robar como si dinero de Alasitas se tratase.
El ekeko,
esa figura carismática y querible, se ha trasformado en la imagen del diablo.
La vieja y simple controversia entre el bien y el mal parece haber tocado fondo.
Si el cáncer no se cura, mata. La abundancia del españolísimo mestizo aymara
(dios, qué embrollo) ha hecho que los otrora humildes “deregentes”, y el amo en
el trono, hayan perdido todo decoro y estén en abierto pillaje. Repito, el
cáncer mata si no se lo bombardea con químicos. Y en el sanatorio no habrá
suficientes camas para todos porque se viene el desastre, a pesar de la
mendicidad, de la miseria, del aguante de un pueblo especial e incomprensible.
Cuánto más
podemos tomar. Hay límites para todo, incluso para los semidioses. Una
oclocracia no puede vivir eternamente. A los sans culottes franceses los
pararon luego de un par de años de violencia. Bolivia no es una revolución, no
se ha visto sans culottes hambrientos de venganza. Aquí de la tienda se
apoderaron los comerciantes. Los pobres siguen con las mismas migajas del
pasado. O, si se les mejora la calidad de vida, es a costa de elementos como el
medioambiente que son de interés general. Poblar la Chiquitanía, el oriente,
con gente de occidente es algo que García Linera siempre pregonó. ¿A costa de
destruir el futuro colectivo? No les importa. Total, vivirán 10, 15 años más,
ricos hasta donde se pueda. Ellos y sus socios capitalistas, incluidos los del
lado oscuro, desean dinero y lo obtienen. El cómo no cuenta. Pues tampoco el
cómo debe contar al momento de frenarlos.
23/09/19
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 24/09/2019
¡Cierto!
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