Era Napoleón, fue
Hitler, con un descenso abrupto de escalones. Hoy Trump, de boquita alargada
como de picaflor inmundo, y una retórica repetitiva, simple, agresiva, mendaz.
Pareciera que las
negras naves sobre el Ponto alistan sus números para destruir las murallas de
la humanidad, al otro extremo del mar. El mundo como Ilión, superviviente,
inexpugnable por eso mismo. Las naves, las naves, no extraña que el camino de
la muerte pase por un barquero. Leo, ahora, en Sánchez-Ostiz, sobre los noventa
naufragios registrados en la isla de Juan Fernández; en Richard Henry Dana, Jr.
(Two Years Before the Mast) acerca de
las “centinelas de perro” (dog watch), guardias de cuatro horas divididas en
dos, la mitad de una regular, y que aparecen en todo libro de marina; en Jack
London. Si en el agua flotaba el verso bíblico, a decir, la vida, también en el
líquido reside la muerte. Será el deseo de que ella venga suave, fresca,
movediza, como evitando la tragedia de un fin seco, estático.
¿Por qué esta
digresión sobre el agua? Porque por encima de ella se levanta esa verde figura
de la libertad que embrujó a tanto inmigrante que llegaba a Nueva York. Falta
un día para la elección norteamericana y me sorprendo a mí mismo clavado en el
televisor, mirando los mapas tecnológicos que dividen estados, condados, en
colores rojo y azul. Me gustan, me excitan cuando el encargado de la noticia
toca el ecran y postula las mil y una posibilidades que se juegan mañana, no
solo aquella de pantalla y dedo donde se anotan preferencias u odios.
Dice la izquierda
europea que Clinton es mayor peligro que Trump. Puede ser porque percibo que su
posición en política exterior, léase Siria, Iraq, mostrará una dureza que no
tuvo su antecesor. En los Estados Unidos los políticos de cualquier bando se
dividen en “palomas” y “halcones”; Clinton es una halcón mientras que Trump tan
solo un buitre. El carroñero hará lo que sea, dirigido o caprichoso, para
ensalzar su figura y solidificar su ganancia. Hay un espacio entre guerrero y
comerciante, sin que el primero tenga superioridad moral. El peligro viene de
siempre, Estados Unidos es un país peligroso, abusivo, gananciero, atrevido,
sí, mas también ingenuo.
De ahí la
referencia a Troya y la flota de los argivos. Allí, dos mil años antes del gran
romántico, el Cristo, se jugaba el destino del mundo. En este caso hay dos ejércitos
que apuntan a la tierra a destruir, lejana y cercana por igual, a cual peor. Sin
embargo, observando otros factores no tremendistas, existe la posibilidad de
que un gobierno de mujer mejore el panorama, que no se incline por la guerra de
los hombres, que preserve e idealice, así fuere en mucho falso, la imagen de un
país abierto, demócrata, libre. En ella, Hillary, han puesto esperanzas las
minorías que tal vez la lleven a ganar. Pienso en mis hijas y me alegro
repetidas veces que no tengan, como yo, que vivir en Bolivia, que estén libres
de la nostalgia de una vida y un terruño que no eran ni luminosos ni alegres
aunque querramos inventarlos así. Que sueñen, para eso son jóvenes, y que crean
que cerrándole el paso al mandril ponzoñoso y republicano, apuestan por vivir.
Pocas horas para
quitar el velo del posible fin del mundo. Repito, nunca me preocupé tanto por
alguien que se sentara en la Silla. Se debe a mi condición inmigrante, quizá,
al feroz impulso de defenderme y pelear por mis casi treinta años de trabajo
ante un advenedizo millonario y analfabeto con ansias de devorarme. No a otra
cosa, que en documentos poco se diferencia un gringo de otro.
No habrá noche de
los cristales rotos acá. Lo aseguramos con votos, así esto sea un intervalo en
el viaje hacia el destino, por el río de la duda.
07/11/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 08/11/2016
Imagen: El monje y el diablo, 1512
Imagen: El monje y el diablo, 1512
Hoy somos muchos los que somos inmigrantes ante un megalomano.
ReplyDeleteDemasiados como para que pueda darse el gusto.
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