Me senté esta
mañana en un Starbucks para tomar mocha caliente con crema. Casi cada lunes lo
hago con un ex compañero de trabajo. Primero, luego de la devastadora elección
que dejó a Trump con las riendas todas del poder.
El amigo confesó
que tanto él como su pareja (afroamericana) votaron por el candidato republicano
(un decir, ya que Trump se representa a sí mismo). Viniendo Rodney de Mississippi
no resulta extraño. Es un bastión republicano desde siempre y un tradicional enclave
racista también. Contó cómo su mujer decidió emigrar a Colorado por la
insoportable situación de ser negra en tierra de blancos. Si iban a un restaurante, los mozos ofrecían el menú
pero evitaban el trato con ella. Hablamos de una época post Martin Luther King.
A pesar de los inmensos logros que trajeron los años de lucha por los derechos
civiles, poco cambió en la idiosincrasia de los lugareños en zonas rurales. Pareciera
que Trump les dio voz, una que pronto será desoída de nuevo y a la que
mantendrán en distracción con minucias
de chivos expiatorios y perenne imbecilidad.
Dadas las últimas
noticias, concordó conmigo que la historia de desencanto terminaría como las
anteriores. La Bolsa de valores descendió durante las primeras horas después
del resultado electoral. Hoy los banqueros andan de sonrisa y los índices
monetarios suben hasta alcanzar alzas récords. Gracias a que el presidente
electo ha confirmado detalles de su política monetaria que favorecerá
inmensamente a bancos, financieras y ricos. Y si los banqueros hacen Jauja
significa que los pobres no; así de simple. Para disimularlo existe una
parafernalia de muros, tez oscura, inmigrantes, razas e idiomas. Mientras los buitres
de la economía engordan, a los miserables que creyeron en un cambio real se les
dará circo, con muertos y semitas devorados por leones.
El odiado
Obamacare, hablando de salud pública, parece que no será repelido en su
totalidad. Ya los periodistas liberales comentan que quizá se lo mantenga en
sus logros y que, cambiándole de nombre, tal vez Trumpcare, embobará a las
huestes iletradas de sus votantes que esperan que el hierro se transforme en
oro. Siglo XXI y ahí tenemos un gran porcentaje de habitantes del primer mundo
que continúa con la mente en oscuridades que se podrían pensar en Papúa pero no
aquí. Eso para los que no viven en los Estados Unidos, porque nosotros que para
bien y para mal nos acurrucamos en este rincón, sabemos, al leer los mensajes
de adultos con la secundaria terminada y a veces con estudios universitarios,
que apenas pueden leer y escribir.
Pero es muy fácil
embaucar a imbéciles fosilizados en ideas del siglo XIX, que siguen agitando
las banderas de la Confederación y que sueñan con la miel color de leche. Demonios
que el viento llevará algún día ya para siempre, no como simple historieta de
cine clásico.
Pienso en los
bolivianos de Virginia y me pregunto, habiéndolos oído en el pasado vilipendiar
a la inmigración mexicana, cuántos de ellos votaron por el magnate. Hay una
población hispana, latina, latinoamericana, cuya afición y deseo máximo radica
en parecerse a los amos cuyas casas limpian, al igual que sus pares mexicanos,
y desacreditar a sus hermanos de origen tratando de diferenciarse de ellos a
ojos y vista del patronazgo gringo. Si lo sabré.
Gobernará la
derecha; por supuesto. La supremacía blanca y los millonarios. Tardará la mersa
incongruente e idiota del campo en darse cuenta. Va a ser tarde. La carnada del
Otro no ha de eternizarse. Es, como en todo lado, un juego de poderes y
riqueza, donde los de abajo, por rubios y pálidos que sean, cuentan como
números no como personas. Y la Biblia brillará entre dos fusiles de guerra.
14/11/16
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 15/11/20116
Imagen: MAD Magazine
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