Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Retórico ya esto
de la guerra del fin del mundo. Sucedió con el imbécil de “W” (George Bush) y
continúa con el “cretino” (lo llama Charles Blow en su columna del NYT hoy,
25/09) Donald Trump. El bruto ataca en diferentes frentes, en el fútbol
profesional, en los ahora 7 países vetados para visado a los EUA (añadió Corea
del Norte y Venezuela), en cómo obvia el drama de Puerto Rico porque son latinos
en su mayoría los que sufren, y ellos no valen. Todo, todo, para distraer
acerca de la investigación sobre Rusia que se le acerca más y más. No sé hasta
qué punto los investigadores querrán desprestigiar al presidente, hasta donde
debiera, que incluye posiblemente traición, o tratar de salvaguardar las
apariencias y dominarlo o dejarlo ir sin mayor escándalo.
Lo cierto es que
mientras se retrasa lo trillado y sabido, que Trump está en la boleta de pago
de Putin y que este lo tiene acojonado no solo por el dinero que le debe sino
por el vicio, filmado, explícito, del millonario, tratará, hasta desatando la
guerra nuclear, de evitar su expulsión e ignominiosa caída. Trump se juega la
vida porque ¿cuánto quedaría de él como comerciante revelados los secretos?
Nada. Tendría que huir, suicidarse o refugiarse en la odiada tierra de Kim
Jong-un, el enemigo.
Leyendo el libro
de David Eimer, The Emperor Far Away, viajes por la China, aprendo que lo de
Corea no es tan simple como lo presentan los políticos, esa oposición entre
bien y mal, entre comunismo y libertad, entre hambre/sociedad de consumo.
Después de
visitar el problemático desierto de los uighurs, al oeste, de deambular por la
también conflictiva, y contradictoria, región del Tibet, el sureste de selvas y
minorías selváticas, el autor enfila hacia el norte, la frontera con Corea del
Norte. Revela la historia, el conflicto ruso, la aceptación por su descollante
papel en contra de la invasión japonesa de la etnia coreana en China, y su
reconocimiento de territorio autónomo para ellos, conformando este lo que él
denomina la “tercera Corea”. Luego de leer su vasto, sociológico, económico,
étnico detalle vamos a la retórica de Trump que reduce el asunto coreano a
álgebra simple, suponiendo en ello que la aceptación china de participar junto
a Estados Unidos en el estrangulamiento del régimen coreano es cosa simple.
Eimer es claro:
Corea del Norte prácticamente pertenece a China, como si fuera otra provincia
de su geografía. Implica que no permitirá ni a Trump ni a nadie poner en riesgo
su propiedad. Dejando hacer, estaría atacándose a sí misma, a la apertura de
consenso en cuanto a la reunificación coreana en torno a Seul, arriesgando que
incluso la Prefectura Autónoma de Yanbian y la gran región de Jilin en su
propio territorio cayeran bajo este embeleso. Sus diplomáticos pueden votar por
sanciones (que no cumple) o declarar lo que satisfaga a EUA; hasta ahí llega.
La solidez del Partido Comunista chino no se pone aún en duda y sin embargo
nada está comprado con garantía de eternidad. Un asunto conflictivo, bélico,
hoy en Corea podría desequilibrarla. Tienen que evitarlo. China sabe, además,
que es cuestión de muy poco tiempo, que defenestre a los Estados Unidos de su
lugar de líder mundial y se posesione allí. Sus islas fantasmas del Mar de la
China, y la misma Corea del Norte, son puntales de una política que lleva las
de ganar, en cada ámbito, mucho más en el momento en que un cretino desalmado y
vanidoso ejerce de mandatario de un país cuya credibilidad va en aparatosa
caída.
Está por verse
hasta dónde avanza la retórica. Si se llega, dudosamente, a las armas, la
primera y más grande víctima, tal vez no en vidas humanas, será Estados Unidos.
De allí no se ha de levantar.
25/09/17
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 26/09/2017
Imagen: Afiches antinorteamericanos de Corea del Norte
Imagen: Afiches antinorteamericanos de Corea del Norte
Ay amigo, véngase para estos lados donde los misiles son de juguete y las políticas de risa...
ReplyDeleteParodia, mal remedo -quizá para bien-. Hay que pensarlo.
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