Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Steve Bannon, el
ultraderechista de la Casa Blanca, a quien el New York Times llamó en un
editorial President Bannon, ha salido
del gobierno, lo han echado en el reflujo del drama de Charlottesville,
Virginia, con una activista muerta y los nazis marchando con antorchas y
armados para la guerra.
Facciones, lucha
de facciones dentro del palacio presidencial. Por un lado los conservadores,
nazis incluidos, y por otro los “liberales”, familiares y judíos, entre otros.
Cuando comencé este texto el aire olía a caldosa. Luego, paradójico porque hay
desastre y tragedia en medio, se calmó. Nada mejor para Donald Trump, en
términos políticos, que los huracanes Harvey e Irma. Si bien ellos es posible
que le costaron el muro del sur, al menos por un par de semanas alejaron la
cada vez más pesada sombra de Rusia.
Ya pasó el agua,
la drenan. Se habla de billones, reconstrucción, años. Con más énfasis, hay que
anotarlo, que cuando Katrina, ese otro huracán mujer, barrió con los negros
pobres de Nueva Órleans. Esta vez fue la rica ciudad de Houston y la no menos
rica de Miami y los Cayos. Del Caribe menor, a no ser que fuesen posesiones
norteamericanas, no se dijo mucho. La desolación del otro no es nuestra
desolación.
Pero estos son
tema de un espectro más amplio. Ahora quiero centrarme en el ambiente infecto y
decadente que existe, o parece existir, en el círculo íntimo del magnate. Vimos
ya videos donde míster Trump habla de agarrar genitales femeninos como si se
tratase de peras. Se pueden comprar, supongo, o disculparse si se tocan de
improviso. El pecado cubierto de dinero suele no serlo, se convierte en juego
de muchachos. Siendo que montón de gente no lo comprendió así, y que media
docena de mujeres declaró en cámaras que el niño Donald las había abusado con
su ímpetu táctil o más, la desenmascarada sociedad norteamericana igual lo
votó. Y hoy es rey, príncipe consorte al menos, de la novia aterrada, la
estatua de la libertad, según dibujó un caricaturista denunciando el estupro de
Norteamérica.
Charles Blow es
un comentarista negro del New York Times. ¿Por qué aclarar el color de la piel?
Porque Trump ha llegado con pinceles y Blow lo ha tomado como desafío. Este
periodista fustiga al autócrata como creo ningún otro. Desnuda su impostura, su
mitomanía. Cuenta además cosas que debían haber sido utilizadas en la sucia
campaña presidencial del 2016 por los demócratas, como el hecho del señor Trump
haber participado en al menos dos filmes porno, softcore, de la revista Playboy. Si uno piensa que en el pasado
hubo candidatos presidenciales que tuvieron que renunciar por habérseles
encontrado amante, cuesta creer que la moral calvinista del país se revirtió
tanto como para aceptar el vicio como virtud. Pero… parece que sí. Bueno,
sabemos en muchos casos, de la vida privada de los santones, Jimmy Swaggart
como ejemplo.
El encono
político se ceba también en el chisme, y allí leo, en blogs anarquistas o
irreverentes, detalles cuasi pornográficos del medio presidencial. A raíz de la
declaración de Bannon que Jared Kushner, yerno del presidente, era un cornudo,
las redes explotaron. Una hablaba de cómo al rico judío que es bastante callado
y dicen que no inteligente, le gusta contemplar a su esposa Ivanka, la princesa
de esta historia cenicienta, en coito común con descendientes de esclavos,
negros bien dotados en la mitología
sexual popular. Cierto o no, cosas semejantes corren como arroyos de verano.
Llevando casi tres décadas en este país y calándolo hondo en todos sus
aspectos, temería en dudarlo. La soledad de una nación sin afecto y que se
desespera por dar una imagen de comunidad, que no encuentra aunque se esfuerce,
es dramática. Mala consejera sobe todo. Para hallar sosiego en la desesperación
uno suele rebuscar en lo recóndito, lo oscuro, hasta lo -tal vez- ignominioso.
Por supuesto que de oírlo Donald Trump enloquecerá. Que la joya de su corona,
la fingida y bastante rústica Ivanka, con aires de virgen de Filippo Lippi, sea
seducida, mejor dicho tomada, por negros agarrados de la intemperie, sería
demasiado. Pero, ya lo dijo un nazi, equiparando al millonario Kushner, por ser
judío, con los negros, era demasiado para la raza blanca que un asshole hebreo la tuviera. Crisol de
razas.
Y no olvidemos el
famoso Dossier (en manos del Fiscal
Especial), que cuenta los versos de The Donald en el puterío moscovita, con
prostitutas orinado sobre la cama e imaginaciones seguramente más lascivas y
todavía secretas.
Siguiendo en el
panorama sexual del mandatario norteamericano más proclive al vicio, dicen que
su amigo -y creador- Roger Stone, siempre elegantemente vestido con un look de los años 30, pone avisos en
publicaciones del Distrito de Columbia para conseguir jóvenes y encamarlos con
su esposa, mientras él filma, contempla, y finalmente participa. El chisme, que
es la información del pueblo, puede ser denigratorio, malintencionado, parcial,
odiador, clasista, pero siempre guarda un fondo de verdad, porque allí donde
habla el pueblo, aseguran que habla Dios.
14/09/17
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Publicado en
INMEDIACIONES, diario digital, 19/09/2017
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