Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Miraba un documental: antiguas momias colgadas de un entarimado en lo alto de un farallón que corta a tajo la selva papuana. Los ancestros contemplan desde allí el universo que poco difiere para sus descendientes, aparte de que al menos de manera nominal no se devoran ya unos a otros.
Miraba un documental: antiguas momias colgadas de un entarimado en lo alto de un farallón que corta a tajo la selva papuana. Los ancestros contemplan desde allí el universo que poco difiere para sus descendientes, aparte de que al menos de manera nominal no se devoran ya unos a otros.
En Papua, y bajo
insoportable calor que supondría la imposibilidad de momificar, los nativos lo
hicieron por siglos, con proceso que consistía en ahumar los cadáveres durante
meses, comerse las vísceras, despellejarlos, hasta tener cuerpos con la consistencia
del cuero duro.
Lo hicieron los
chachapoyas y los malgaches (en donde las momias se sentaban con sus familias
durante las festividades). Lo practican todavía los cristianos, adorando como
santos a aquellos cuyos cuerpos no se corrompen, o se embalsaman de manera
natural; santos en occidente, vampiros en los Balcanes (porque un muerto no
putrefacto es un muerto vivo y hay que clavarle estaca en el corazón). En el
fastuoso Koricancha, en el Cusco, estaban las momias de los reyes incas, que
fueron barridas junto al oro en despilfarro de codicia y de una suerte de
modernidad. Debemos a los cronistas las historias de estos muertos, por su
relación con los vivos. Si vemos la Venezuela de hoy, o la Argentina y Rusia y
Vietnam o China de tan solo ayer, nada ha cambiado. El pago al legado de los
que se consideraban grandes viene siendo la pesadilla del cuerpo insepulto,
cuarteado, violado por cuchillas, alterado en su composición, plastificado en
aras de voluntarismo y funcionalidad. Terrible.
Nadie me quita de
la cabeza que Hugo Chávez falleció bastante antes de lo que dijeron. El
convertirlo en momia, en ese caso, habría sido una necesidad mientras se
desarrollaban los acontecimientos. De nada sirvieron crucifijos, ruegos,
plegarias y llanto; sus seguidores lo transformaron en vampiro, mostrando, otra
vez, que a la lambisconería ante los tiranos no puede llamársela afecto: es
solo miedo. Ido el hombre, quien podía ejercitar fuerza y poder directamente,
su cuerpo se convierte en objeto de lucro para las aves de rapiña que estos
regímenes suelen procrear. Justo castigo.
Observé al
detalle el circo. Para eso estaba, para entretenimiento y sociología. Ver a
gobernantes que se tomarían por serios, y a otros -bufones menores-, prestarse
a la pantomima aclara cómo el dinero suele hacer bailar al mono, el petróleo
obligar a los jerarcas a desnudarse ante el mundo como lo que tristemente son:
micos de alquiler.
Entre las
observaciones, y cuando se trasladaba la figura de cera por las abarrotadas
calles de Caracas, acompañaban el carro fúnebre por un lado Maduro y por el
otro Morales. Evo estaba asustado, no por el hecho de formar cortejo de un
burdo espectáculo, sino por la gente que se acercaba en oleadas,
peligrosamente, al carruaje. Su terror lo hacía ponerse de costado, extender
las manitas como para protegerse, mirar con desesperación a los guardias de
seguridad, visiblemente molesto de que su condición de semidiós pudiera ser vilipendiada,
empujada, sudada por la turba impredecible. Me divirtió. Estos edecanes del
infierno son vulnerables, y cuánto.
Habrá que hacer
espacio en Orinoca para el momento en que el Supremo decida morirse o la vida
lo muera. Imposible pensar que ser de semejante calidad e infinitas cualidades
tenga que disgregarse en la tierra. Tradición embalsamatoria existe en los
Andes, no habrá que buscar mucho. Yo, que ustedes, ya paso decreto de
eternidad. Hay que adelantarse a los hechos, prevenirlos. No duden que Evo
internalizó la magnitud, en lo popular, del sepelio del coronel. Su vanidad
habrá sentido algo, que junto al temor, tenía escozores orgásmicos.
Pónganlos en
estampita.
11/03/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 12/03/2013
Foto: Muertos ahumados de Papúa
Sobra decirlo, pero siempre rico sale uno tras leer tus artículos, Claudio.
ReplyDelete"Pesadilla del cuerpo insepulto, cuarteado y violado.." Bien cierto es. Acabar momia es un final horrible para cualquier humano pienso, haya sido en vida canalla o excelso. Espanto, asco, miseria, turbación o solo desconcierto provoca el mirar cualquier momia. Nada de sublime despierta un grotesco bulto d desechos y pellejo reseco; decadencia lenta a veces, pero decadencia penosa al fin. Festín d necrófilos y carroñeros q no desperdician nada, ni siquiera una asquerosa memoria, todo sirve para mantener vivo el condicionamiento d millones d micos, orangutanes y asnos cuya romería fantástica -más morbosa q doliente- asombraría incluso a Pavlov.
Y si, resaltaban entre la variopinta chusma y caribeñas huestes la santa cabezota hirsuta y las manitos aterradas..Hasta me pareció ver q San Jumento cayó, tirado por la avalancha, un frío muy humano debió haber sentido la cabezota...y yo le recé a mil dioses por un deseo no muy santo, pero ser hereje o ateo a veces no es buen negocio y la cabezota apareció d nuevo, se alisó el peinado libro (hueco, claro) y volvió a su reino con nuevos, grandiosos e intemporales proyectos. Más iluminado q nunca. Q dios, q algún dios d tantos nos proteja..
Saludos, estimado Claudio.
Buenísimo, Achille. Un texto de antología el tuyo. Este. Lo disfruté y reí, como debe ocurrir aparte de preocuparnos de nuestras miserias nacionales. Triste época en que los jumentos son santos y los chivos dioses. Ya ni siquiera aspiran por el cargo rebelde de un Prometeo, la tozudez de los titanes. No, ellos quieren el Olimpo, y que en este Olimpo, vivieran como vivieran antes, no los toque la chusma que dicen defender y que es la que los protege. Larga vida al capital. Saludos.
ReplyDeleteme alegra haber desatado con mis injurias algunas carcajadas, estimado Claudio. Buena anestésia es reirse d buena gana, d estos burdos dioses y su circo banal y ridículo, como bien los descubre la muerte. Mucho d divertido hay en ellos. Casi como 'putazo' o grosería d camba, q d tan bonito y agradable suena a los oidos, acaba por no herir nada y hasta gustar mucho. Abrazo.
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