Dudas/NADA QUE DECIR

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Index, un popular diario digital de Hungría, declaraba ayer que los húngaros muertos en Santa Cruz no habían ofrecido combate a las fuerzas policiales bolivianas; que habían sido asesinados.

Una amiga me traduce de primera mano últimas noticias del asunto, visto desde el otro lado del mar, de donde venían aquellos hombres que para algunos serían condottieros, y para otros terroristas (acepción que maneja la administración Morales con el mismo desparpajo con que lo hacía la Junta argentina).

Cierto que la agitada vida de Eduardo Rósza-Flores, el aparente líder del grupo, presta dudas sobre su idoneidad ideológica. Uno de los últimos jóvenes comunistas de Hungría, se asocia luego con el islamismo local, se alista en el ejército croata rebelde en contra de Milosevic y, de retorno a su país (hijo de judío húngaro y madre boliviana), se inserta con la extrema derecha. Poeta y aventurero se declaraba "anarquista nacional" y un "revolucionario del mundo", similar a su compatriota también muerto- Magyarosi Arpád, quien afirmaba que su lucha estaría donde se la necesitara.

Arpád y otro húngaro, hoy detenido, Tóásó Elöd, militaban en la Legión Transilvana, grupo nacionalista de la minoría Székely (húngara) en Rumania. Aunque los legionarios afirman ser una organización deportiva, como es común con ciertas milicias en todas partes, se los acusa de actividades terroristas.

Es paradójico que Rózsa-Flores abarcara organizaciones tan distintas, con contactos con el terrorismo en Irak (el grupo autodenominado "Gobierno Independiente Iraquí"), al mismo tiempo de luchar por el nacionalismo croata o fotografiarse sonriente apoyando su cabeza en un gigantesco retrato de Che Guevara.

Proveniente de una familia que fuera expulsada por izquierdista en 1973 por Pinochet, Rózsa encarna la imagen tan vendida hoy del guerrero individual, manteniendo un blog que termina poco antes de su muerte en un hotel boliviano y que según veo por el número de entradas gozaba de gran popularidad.

Concuerdo con mi traductora del húngaro que la vida de este personaje es de novela, y que sus motivos de estar en Bolivia, fuera de sus filiaciones familiares, son aún oscuros. El diario no desdeña la posibilidad de que estuviesen allí para atentar contra la vida de miembros prominentes de la sociedad boliviana. De ser así ¿lo hacían en calidad de mercenarios? ¿Los ligaban lazos étnicos con altos jerarcas de la oposición en Bolivia? Respuestas que quizá nunca se sepan y que dan también lugar al tráfico de drogas, negocio en boga en la Bolivia actual, o al de armas en el cual se sospechaba que trabajaba este ciudadano boliviano-húngaro.

Por supuesto que tanto opositores y oficialistas verterán versiones dispares sobre el hecho. ¿Qué nos queda a los que no somos ni uno ni otro, sino librepensadores acusados de terrorismo y contraterrorismo verbal, pero jamás de lameculismo o lucro?

Morales recurre a la artimaña estalinista de "desenmascarar" complots. La ignorancia, que es mal que en Bolivia mata más que el cáncer, lo permite. Él y Linera -que quizá soñara en ser como Rózsa y que terminó de electricista de torres de luz- medrarán del momento. El riesgo está en que utilicen esta "victoria" para reafirmar sus bases totalitarias.

La incursión "extranjera" en Bolivia no es cosa nueva. Ya en la independencia se lucían irlandeses y prusianos. Che fue "invasor" -hoy ídolo-. Morales parece presidente de Venezuela por los cheques que reparte. Tan acostumbrados estamos a que nos hagan el trabajo que no tenemos de qué asombrarnos.
18/4/09
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), abril 2009

Imagen: Afiche de La legión de los hombres sin alma (Victor Halperin, 1932)