Mientras George
Bush trashuma el mundo con pasos sangrientos, su castillo de naipes amenaza con
caerse, afuera y adentro. La
frontera norte de Irak, el Kurdistán, retoma las primeras planas como sitio
especial de conflicto. Una antigua disputa étnica, también económica, pende
de un hilo. Las tropas de Turquía se mantienen expectantes ante el ruego de
Norteamérica de evitar la explosión. Musharaf, el líder pakistaní, odiado en el mundo musulmán y correctamente
apodado Busharaf, declara estado de emergencia. Extrañas bombas asesinas buscan
a Benazir Bhutto, su rival político, y el imperio Musharaf parece de igual
manera presto a derrumbarse.
En inadecuado y
desesperado acto, el militar pakistano cierra las puertas del diálogo
democrático. Bajo presión norteamericana ha prometido elecciones sin levantar
las condiciones de estado de sitio: lo mismo que nada. En realidad para
Norteamérica que piensa sólo a ratos o no piensa nunca, nada le caería mejor
que deshacerse de este ya inútil bufón y entregarse al régimen de Bhutto, como
única forma de salvaguardar sus intereses, que
esta vez sí corren el riesgo de caer en manos de extremistas islámicos, con
bomba atómica incluida. La sangría
de dinero hacia la región es imparable. Estados Unidos depende del préstamo
extranjero para sostener sus guerras de control. Dinero que algún día tendrá
que ser pagado en un país que interiormente ya comienza a sentir las
convulsiones de la agonía. Pueden
los candidatos de ambos bandos para la elección del 2008 clamar que existen
soluciones, que América y los americanos son lo mejor del mundo, que nadie
puede igualárseles. Nada más fuera de la realidad en una sociedad donde prima
la ineficiencia, la desidia, el latrocinio, donde la dependencia del trabajo
ilegal es innegable e inevitable así den berrinches unos y otros por expulsar a
los indeseados. Si se detiene el
pulmón que significa el trabajo -y el aporte económico- ilegal, Estados Unidos
quedará como niño sin biberón. Ninguno de los sabios representantes del
gobierno bajará a las calles a ensuciarse con el trabajo de los de afuera y
llegará la debacle.
Se puede poner a
Irán en la mira, amenazar a Cuba, discutir acerca de cómo se ha de forjar el
futuro al estilo "americano". Parecen no darse cuenta que su estilo
va cayendo obsoleto, que si no hacen profunda autocrítica y transforman sus
malévolos idearios, ahí se acaban.
George saldrá
pronto de la Casa Blanca. Su legado ha condenado al país posiblemente de manera
definitiva. El futuro está en saber vivir con las grandes limitaciones que se
le arriman. El tiempo de castillos y princesas, de ogros y demonios se terminó.
12/11/07
Publicado en Opinión (Cochabamba), noviembre, 2007
No comments:
Post a Comment