Saturday, May 19, 2012

Las casas/BAZAAR

He entrado a un patio de Cochabamba. Era una casa colonial, de tres pisos, derrumbándose. En el primer patio crecía un florido árbol de "estrella federal". Las gradas sin maderos, los escalones se habían hundido.


Todavía recuerdo unas casonas de la avenida Ayacucho, que me mostrara Gloria Romeu, la de un anciano doctor Pol, por ejemplo. Ya no están. Y no hay derecho, creo, a borrar la memoria colectiva por pretextos de desarrollo. Pienso en Valencia, en la ciudad vieja, con calles no más anchas que dos metros, y los edificios altos de pisos y cientos de años. Allí no se había destruido nada.


No podemos darnos el lujo, en un país tan pobre como el nuestro, de destruir los legados culturales del pasado. Imitar a los Estados Unidos, su escandaloso derroche, el lujo innecesario, puede ser muy peligroso. Una de las cosas que está acabando con aquel país es su falta de cohesión cultural. Todos sus habitantes, o en gran medida, han roto con sus relaciones ancestrales, son huérfanos culturales. Y esa orfandad no es materia para aglutinar la nación. Multiculturalismo muy débil (abandonado al cabo de un par de generaciones), no es la mejor carta para la preservación de un estado. Podríamos hablar, como Fukuyama, de la crisis de la educación pública norteamericana, etc. , pero lo que interesa puntualizar es que se deben preservar, a toda costa, los objetos que representan el pasado, ya que -como hallo en Augusto Roa Bastos-, "el recuerdo del pasado es todo el futuro que nos queda".


Publicado en Cultura (Opinión/Cochabamba), 06/1996


Foto: Casona Bickenbach (Cala Cala, Cochabamba)

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