Saturday, November 12, 2011
De Chile y los dictadores/MIRANDO DE ARRIBA
Meses atrás Ariel Dorfman publicó un artículo, en inglés, en un mayor periódico norteamericano. El pensador y escritor chileno, que enseña en los Estados Unidos, describía el impacto positivo que la anticonstitucional Acta Patriótica, joya de la política supuestamente antiterrorista de la administración Bush, tuvo en casos específicos como el de Chile y su pasado. La posibilidad que a través del Acta se desclasificaran documentos y se hicieran públicos permitió descubrir el trasfondo de robo, escondido detrás de una pantalla de patria y familia, del -ahora "tonto"- general Augusto Pinochet. Las cuentas bancarias pinochetistas, suyas y familiares, destruyeron lo poco que quedaba de su aura de probidad. Este dinero secuestrado de las arcas nacionales puso en vilo y acusa a una larga cáfila de dictadores aún vivos que a nombre de "salvar la nación" se enriquecieron y ensangrentaron América Latina. El hecho que Hugo Bánzer en Bolivia falleciera casi en aire de santidad y, lastimosamente, de inteligencia, no desdice la realidad de su angustiante gobierno, enraizado en la violencia y opuesto en la práctica, si es que existe, a un verdadero ideario nacional. No puede ser patriota quien expolia a su pueblo en beneficio de intereses privados y extranjeros.
Al menos Bánzer está muerto y de seguro que no vaga como angelito culipelado en paraíso alguno. A Pinochet no le queda otra que hacerse el imbécil para evitar juicios. Su vida, luego de su extensa y lujosa detención londinense, es la de un exilio en vida. Quizá ría dentro de casa, porque cuando sale es imperativo que entreabra la boca, produzca sonidos guturales y babee. El otrora dispensador de vidas camina como una piltrafa gorda e inmunda debatiéndose entre los fantasmas del crimen y del vacío. Y si bien la tragedia no debe olvidarse para aprender de ella, vale la pena ignorar a este idiota que ni vale un balde de agua servida echado sobre su triste cabeza.
Culpa de Dorfman, se disculpa el autor, esta serie de exabruptos adjetivos, pero, como él, hemos vivido los años cuando los uniformes se creían omnipotentes; veinticuatro largos en mi caso habrán dejado huellas que no se pueden evaporar. Llegado a Asunción, de Madrid, recuerdo el pánico cuando los esbirros de Stroessner revisaban el equipaje de los pasajeros y se encontraron con casi treinta libros que traía conmigo. Me salvó la ignorancia porque lo que buscaban eran explosivas banderas rojas e iconos guevaristas y no podían comprender que en los nombres de Reclus y Kropotkin, Meinhof y Malatesta se enroscaba el fuego.
29/11
Publicado en Opinión (Cochabamba), noviembre, 2004
Imagen: Caricatura de Pinochet en la prensa chilena
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