Wednesday, November 30, 2011
La historia del falso Dimitri/ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Recurro a Eisenstein, a su Iván el Terrible, para situarme. El director supo captar la esencia de la época con sus claroscuros y los rictus de los personajes que semejan estados de locura y condenación.
Este Iván, príncipe de Moscú convertido en primer zar -envilecido por la historia y rescatado por Eisenstein dada la coyuntura (Rusia se hallaba invadida por los nazis) que llamaba a la unidad-, representaba un urgente antecedente nacional. Stalin para quien la idea "nacional" debía ser hasta ofensiva lo aprovechó, permaneciendo como líder gracias a la guerra patria, a la exaltación de los valores nativos. La campaña contra Alemania venía de antiguo, de cuando Alexander Nevski señalaba a la Orden Teutónica como el enemigo principal, a pesar que los señoríos rusos debían obediencia a una ocupación extranjera, la mongol. Iván, mal llamado el "terrible" según lingüistas que aseguran que el vocablo que lo califica debíera traducirse como "temible", instó y luego obligó a su pueblo a fortalecer el país. Descendiente del vikingo Rurik y de Nevski, trató, de manera brutal las más de las veces, de consolidar Moscovia -y Rusia- como una potencia respetable. Lo consiguió a medias pero sentó bases que se definirían con amplitud en el futuro.
Iván tuvo un hijo, Dimitri, que pereció en circunstancias no claras en Uglich, a orillas del Volga, en 1591, a la edad de nueve años. En 1603, siendo Boris Godunov zar, un joven ruso al servicio de la poderosa familia Visnowieski en Polonia, revela ser Dimitri, el difunto zarevich. Desmentido por muchos, establece sin embargo una convincente historia para un grupo de magnates polacos arruinados que ven en él posibilidades de ganancia. Dimitri llega hasta el rey Segismundo e inicia una relación inconclusa, dubitativa, a ratos incongruente con la república polaca. Notables con influencia lo apoyan mientras otros lo consideran peligroso por los riesgos que conlleva en el trato con los vecinos orientales.
Son los cosacos del Don, y luego los zaporogos junto a un contingente de caballeros polacos voluntarios los que acompañan a Dimitri en su campaña de reconquista del trono de "su padre", expedición que saliendo de Sambor, en la actual Ucrania, culminará en Moscú con la entronización del dudoso heredero quien reinará efímeramente entre 1605 y 1606. Para lograrlo se ha convertido al catolicismo a escondidas, mantiene correspondencia con el Papa y se asesora con sacerdotes jesuitas duchos en lides políticas y engaño.
Cualquier libro que trate del tema, incluido Pushkin, aporta interesantes detalles de la conquista del poder, aunque la veracidad de la historia de Dimitri jamás haya sido determinada. Podía ser hijo de Iván, primogénito del Terrible, o el verdadero zarevich. Se han urdido versiones disparatadas tanto como sensatas. Se dijo que era un monje de la pequeña nobleza amparado por los Romanov, un títere que fuera causa de la desgracia de esta familia con Godunov que los condenó al exilio.
Lo importante de estos años problemáticos, del corto reinado del "falso" Dimitri (terminaría asesinado en los festejos de su boda con una dama polaca), es que prefiguran la Rusia posterior hasta 1917. Dimitri, igual que su supuesto progenitor, ataca el oscurantismo de la tradición rusa, la iglesia ortodoxa, la superstición popular. Ambos, con Pedro el Grande después, vislumbran la necesidad de una ventana al Báltico, comercio con Inglaterra, apertura del largo encierro patrio. Enfrentar a la nobleza y al clero causó su fin, más que la validez de su origen.
Al pretendiente le sucedieron otros; aparecieron por doquier y algunos pusieron en vilo el control de los boyardos y el zar. Estalla entonces la primera revuelta popular de la cronología rusa, la de Bolotnikov, mientras los Romanov, rescatados del exilio por Dimitri, terminan coronándose en la testa de Miguel Romanov, 1613, con apoyo cosaco y como salida a un país que parecía desmembrarse.
26/04/05
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), abril, 2005
Imagen: La muerte del Falso Dimitri, en un grabado alemán
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