Monday, November 28, 2011

Pandillas de Nueva York/ECLÉCTICA


Martin Scorsese encuentra siempre un tema nuevo en el cine que lo hace trascendente. Sus personajes abarcan desde el paranoico taxista de Taxi Driver hasta los mafiosos italoneoyorquinos y sus ambivalencias, o un furibundo Jake LaMotta -boxeador- en su gloriosa Raging Bull.

Con una lente muy particular, la del inmigrante firmemente aposentado en la tierra de adopción, Scorsese intenta crear una base que sustente la presencia, tal vez la suya propia, de una "american culture" y le dé al menos validez, si no razón a su existir. Para hallarla recorre los en apariencia inencontrables caminos del blues y del rock, la subcultura de la mafia, y ahora con Gangs of New York, la fuerte herencia irlandesa y sus avatares en una naciente y pujante nación. Deja de ser italoamericano para convertirse en emblema de un país de imposibles mixturas y de contradicciones permanentes. América -Norteamérica- es en él quizá como en ningún otro director, la suma de las naciones y las razas, un todo más un sinfín de partes que entrelazadas por la fuerza de la historia conforman un conglomerado heterogéneo pero vital y superviviente.

Pandillas de Nueva York relata el enfrentamiento de grupúsculos urbanos, como hoy, por feudos de basura sobre los que se puede levantar imperios, así mínimos sean. Como en cada ola inmigratoria, además de la simple brega por el poder, hay implicancias raciales, religiosas, de costumbres, que extienden el conflicto al nivel de cómo ha de conformarse, sobre qué fundamentos y esquemas, la nueva sociedad. La idea de quien vence impone.

El argumento nos sitúa en Nueva York entre 1840 y los años de la guerra civil. Scorsese tiene éxito en abordar un tema intocado. La magnitud de los acontecimientos políticos de entonces oscurece la trivial, aunque no menos interesante, vida íntima de regiones y ciudades. Hay leva; el ejército enrola a los inmigrantes apenas bajan del barco. La Unión necesita hombres para sostener y ganar su lucha con el sur. El aporte inmigratorio del norte parece inclinar la balanza bélica a su favor. Al lado de los hechos históricos, casi ajeno a ellos, coexiste un universo de pasiones donde los antagonistas desean lucrar de caos y miseria. La rimbombante máscara del conflicto antiesclavista no tiene peso ni lugar en este espacio donde priman las venganzas y las ambiciones. El caudillo local importa más que el presidente. Pelear por la emancipación de los negros no guarda significancia para esta prehistórica aristocracia norteamericana que se mece entre el lujo y la mugre, la opulencia y la ignorancia.

A pesar del derroche de excelentes escenarios y dramatismo suficiente para una gran película, Gangs of New York no alcanza. La innecesaria -pero ineludible- aparición del amor en un mundo perverso le quita intensidad. Scorsese mitifica -aun con críticas- a sus controvertidos personajes. Parece olvidar que estos mismos, irlandeses y otros, invadirán los territorios indios del oeste e impondrán a fuerza un sistema de vida inescrupuloso, de vicio, avaricia, humillación...
20/1/04

Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), enero, 2004

Imagen: Leonardo di Caprio, en afiche publicitario

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