Sunday, November 27, 2011
Quinientos años de vodka/ECLÉCTICA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
La revista New Yorker trae una traducción inglesa de un muy buen artículo sobre el vodka de Viktor Erofeyev, en Rusia.
Este año se festejarán los quinientos años del alcohol ruso; se inaugurará además un museo sobre el tema. Erofeyev deambula por los pros y los contras de la persistencia del vodka en las sociedades rusa y soviética. Ejemplifica, se adentra en la literatura, la dimensión que separa a Rusia de occidente, la violencia, la historia. Termina citando a Gorky en sus memorias de niñez en el Volga. Gorky afirma que el pueblo bebe de alegría y se embriaga de pena; esa es la versatilidad del alma rusa. Quizá el repentino paso de la más profunda melancolía a la risa, al baile, sean los efectos del vodka y es el alcohol el que moldea las características del pueblo. Hay vodka en Gogol, en sus inspectores y sus burócratas de aldea, en sus compradores de muertos; en Leskov y los maridos irritables; en los poéticos bandidos de Andreiev y en sus ahorcados. Dostoievski no es ajeno; ni los señoritos de Lev Tolstoi; ni aun los feroces anarquistas ucranios de Alejo Tolstoi; menos el trágico Esenin. Vodka escurren las páginas de la literatura rusa, desde los estalinistas Sholojov y Fadeiev hasta el contemporáneo Andrei Platonov.
El puritanismo comunista del calvo Lenin, y las penas de muerte por embriaguez, no evitaron que el gobierno de los soviets, más adelante, viviera en buena parte a expensas del monopolio estatal del vodka y sus dividendos. Los destiladores aseveran que la ración diaria de licor de los soldados soviéticos fue tan importante como los cohetes Katyuskas en la derrota de Hitler y sus arios de milenio corto. Es más, la mayor fábrica de vodka del país, productora del Crystall, el vodka de mayor calidad, alternaba durante la guerra su producción de bebida con la de cocteles molotov para el frente. Difícil cuestionar su pervivencia así. El autor visitó el lugar, que más parece una "catedral" que una destilería, tan importantemente grotesco es el asunto en la Rusia de los últimos cinco siglos.
Cuando los polacos comenzaron a pregonar que el primer vodka lo habían producido ellos y no los rusos, el gobierno contrató a un historiador que fundara bases creíbles para demostrar su origen más que ruso, moscovita. A partir de su investigación se sitúa esta cronología de quinientos años. La fatídica suerte del historiador da pauta del ardor de la disputa: fue asesinado por un fanático polaco, según dicen.
Lo que no pudieron Vladimir Ilitch, Gorbachev ni el georgiano: acabar con el alcoholismo nacional, parece que lo hará la globalización. La nueva élite desdeña el trago local, se interesa por el cognac y el whisky, y la cerveza ha adquirido niveles inusuales de consumo. Occidente asesinará al vodka, o éste, escondido en la inmensidad de la herencia rusa y sus múltiples naciones, le jugará la mala pasada de enterrarlo...
24/02/03
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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), febrero, 2003
Imagen: Sofisticadas botellas de U'LUVKA vodka
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