Friday, November 18, 2011
La inutilidad de los muros/MIRANDO DE ARRIBA
Hay una ominosa presencia en la frontera entre Estados Unidos y México, la de un muro divisorio, freno -dicen- a la imparable ola de inmigrantes mexicanos, y latinoamericanos. El muro se extiende en los lugares que son más activos en este tráfico humano, tráfico porque hay mucho dinero envuelto, toda una estructura de lucro y de poder a la que sin duda se ha asociado la muy activa mafia mexicana. Construido el obstáculo, los caminos se han movido hacia otra geografía, de mayor riesgo porque hay que atravesar el desierto. Allí, hoy, hay grupos paramilitares de racistas blancos que intentan usurpar la labor policial fronteriza a nombre de salvaguardar el país de esta intensa invasión.
El problema está lejos de lo que estos grupos de alucinados imaginan. La dependencia económica de Estados Unidos respecto a la mano de obra barata que ofrecen los países del sur sobrepasa cualquier intento, deseo incluso, de parar el flujo de gente. El crecimiento porcentual anual de población "blanca" es del 0.03 mientras que el hispanoamericano llega al 3.6, por encima del resto de otros grupos étnicos en la gran diversidad americana. La tasa ínfima de crecimiento de la población local augura un futuro de escasez de trabajadores, con las secuelas que esto trae en asuntos como la jubilación. Sin quien produzca, no se podrían pagar los salarios de quien envejece y el empobrecimiento paulatino de una sociedad endeudada se aceleraría.
México constantemente reclama una justa política inmigratoria entre los dos vecinos, alcanzando solo promesas del gobierno Bush. Lo que debe reconocer Norteamérica, aunque duela ya que cambiará la fisonomía del país, es que la inmigración latina no será absorbida como lo fueron la italiana, la irlandesa y demás. Es numerosa y tiende -dada la cercanía geográfica y un permanente contacto con sus fuentes- a preservar su cultura, con los cambios lógicos de una interacción a la que se expone.
Difícilmente un muro de latón, o del material que fuere, logre terminar con lo que más que un problema es, en más de un sentido, una bendición. Los trabajadores indocumentados significan el pulmón que permite todavía sobrevivir a los Estados Unidos. Sin ellos, el país se derrumbaría como un castillo de naipes. La xenofobia norteamericana, tiznada de idiotez, ni intenta mejorar sus políticas que le permitirían solidez y quizá permanencia; una ceguera peligrosa en un mundo ágil donde nuevas potencias como China dan pasos precisos e inteligentes para situarse bien.
20/6/05
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Publicado en Opinión (Cochabamba), junio, 2005
Imagen: Señal fronteriza
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