Wednesday, September 23, 2009

El mundo secreto de las dictaduras/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Cada uno de estos insectos importantes llamados dictadores ha pertenecido a, creado y mantenido, un oscuro mundo de vicio y de maldad.

La lectura del libro "Stalin: la corte del zar rojo", de Simón Sebag Montefiore, describe el fatídico mundo del georgiano y su aterrado entorno con anécdotas difíciles de creer -aun más difíciles de explicar-.


Un país dominado por una telaraña de intrigas, denuncias, traiciones, emboscadas, ese fue el fin de la república de los soviets. Y, por sobre este entretejido nefasto, la figura y presencia del semidios: Stalin, habilísimo conocedor del alma humana, prestidigitador de memoria fabulosa, que sabía conjugar este don con el de gran organizador y perfecto divisionista, quien en el ajedrez personal que fueron sus décadas al frente de la URSS, movía las fichas para que aquel juego se hiciese interminable, con riesgo de perecer los elementos en contiendas inventadas o reales, donde el juego del amo sobrepasaba cualquier interés colectivo.


A la manera del Rey Sol, Stalin era el Estado, así perorara que era el Partido. Corrupto, pero no en el sentido de enriquecimiento ilícito. No lo necesitaba; su propiedad se extendía desde el Báltico hasta el Asia, terrenos a los que, luego de la guerra, añadió aquellos de su esfera de influencia: la Europa oriental, sacrificada por los aliados al vencedor.


Luego del lapidario testamento de Lenin, que sugería deshacerse de Stalin, éste se afianzó en el poder mediante alianzas que lo ponían en la derecha y luego en la izquierda. Utilizó a sus "compañeros" de lucha, a quienes ejecutaría con pantomimas de juicios, aprovechando la generalizada y usual cobardía de los intelectuales de izquierda (no importa dónde), que antes de ir al matadero rogaban por sus vidas y reconocían la magnificencia del camarada Stalin, luz que iluminaba sus ojos traidores.


Su estrecho círculo, que incluyó -según la época- a Yezhov, Malenkov, Molotov, Khrushev, Zhdanov, Beria, Yagoda, Kalinin, Vorochilov, Kaganovich, Mikoyan, etc. era juguete en sus manos, servil y ferviente ante las rabietas o travesuras del señor, travesuras que incluían interminables cenas y alcohol, donde para divertirse Yosif hacía bailar a sus secuaces entre ellos, cantar, poner huevos en los bolsillos de los sacos, comida en los asientos, sal en la bebida, como niños malcriados y casi inocentes ajenos al mar de sangre y hambre que los rodeaba.


Un círculo de burócratas con escaso desempeño en las jornadas de febrero u octubre 17, ideales para un individuo que no dejaba de ser brillante a su manera, pero que carecía de las dotes intelectuales de rivales como Kamenev o Trotsky.


A pesar de nunca dejar de haber sido un georgiano, Stalin tuvo la intuición de hacer de Rusia, los rusos, el alma rusa, el elixir de la revolución. Rusia era la tea por la que el proletariado soviético se guiaba, a pesar de que el Politburó lo conformaban ucranianos, judíos, armenios, georgianos, macedonios...


Punto estremecedor en el libro es la historia de las esposas de esa nomenklatura. Una a una fueron siendo eliminadas, con la venia o el silencio de sus maridos que aceptaban su muerte, violación, tortura en nombre del bolchevismo y del Supremo. Los huérfanos recibían diferentes destinos, supuestamente lo mejor para ellos, y los divorciados, separados, viudos eran prontamente casados con la bendición del tirano.


Alucinación colectiva. Terror. Miedo. Cobardía. Interés.


Poder.

19/9/09

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 20/09/09


Imagen: Honoré Daumier/Gargantúa, 1931

1 comment:

  1. Los tipos que vienen de abajo, que han debido vivir con un ojo abierto, sometidos a las inclemencias del peligro callejero, de la pobreza, del despojo, que han debido aprender a cuidar día tras día su propio trasero, pues ellos desarrollan un conjunto de cualidades o habilidades o percepciones finas para sobrevivir. Auscultan incluso los silencios de los demás, sus probables intrigas. De lo que he leído sobre Stalin y de este valiso texto, se me refuerza esta idea-impresión y casi certeza.
    Tengo la costumbre difícilmente explicable de irme siempre al origen de los blogs de los creadores a quienes respeto. Al primer texto, intentando entender entendimientos que voy perfeccionando en el camino.
    Un abrazo afectuoso, estimado amigo.

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