Saturday, April 29, 2017

"La Revolución.../BAZAAR

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

... es un sueño eterno" es el título de la novela argentina premiada con el Premio Nacional de Literatura, en 1992. Andrés Rivera, autor poco conocido, la escribió. Obra madura de un escritor maduro, por decirlo simple. La sobriedad con que se desarrolla, a pesar de la no mucha ortodoxia del texto, es producto de una vida de experiencia no exclusivamente literaria.

Trata de los últimos años del patriota venido a menos Juan José Castelli, orador de la Primera Junta y comandante de fuerzas auxiliares en el Alto Perú. Vencedor y vencido, Castelli fue, sobre todo, un hombre de convicciones firmes, radical no dispuesto a transar. Él y Mariano Moreno representaban el ala extrema de la revolución rioplatense, en oposición a las medias tintas de muchos, y al monarquismo escondido del potosino Cornelio Saavedra.

Castelli sufría de cáncer en la lengua, razón por la cual se la extirpó. Así el hombre de mayor verbo, el de mejor oratoria, quedó mudo, abandonado, sospechoso de traición, corrupción, ateísmo y añadidos. lo dejaron sus amigos, con excepción de su médico y de Bernardo Monteagudo que lo visitaba a pesar del riesgo.

Siendo el tema tan específico, la novela se desarrolla con una temporalidad que parece abarcar décadas. El uso de planos superpuestos, círculos y elipses lo consigue. Castelli está ahora sentado en su reclusión y, al mismo tiempo, años atrás, bajo los techos de una casona colonial del Alto Perú, rodeado de platería, dispuesto a pecar con mujer, aunque este pecado, sumado al resto, será parte de la acusación futura contra él.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 08/06/1996

Imagen: Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano. Detrás, facsímil de la Gazeta de Buenos Ayres

Wednesday, April 26, 2017

¡Viva Zapata!

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Bolivia ha roto con el mito que creara un gran campesino, que, a su vez y dado el conflicto armado, fue también general. Lo recuerdan los corridos, lo cantan los ciegos en Cuautla, y parecía que eterna sería la gloria y que el ¡viva Zapata! jamás tendría posibilidad de confundirse.

Eso hasta que aparecieron unos businessman chinos convocados por Evaristo Morales, profeta inmoral y avariento esperpento de los Andes antiguos. Adonde van los chinos es porque hay dinero, y fácil. El presidente tiene tantos palos blancos que parece ya un álamo real (apenas se ven las florecillas en copo que caen y que hacen que en el hemisferio norte se los llame “árboles de algodón”). Pues, ese algodón es la única presencia de la fronda inmensa y retorcida. No aparece la savia. Si Evo, o Bem Amado, ha superado ya la lista de los 100 mayores millonarios del mundo no lo sabemos. Fidel murió con 900 millones, este, que está y es más vivo, lo superará con creces.

The Guardian, el excelente periódico británico que sin embargo es renuente de poner culpas sobre los autócratas latinoamericanos, describió el affaire Gabriela Zapata/Evo Morales como “A real-life telenovela of sex, lies and paternity.” Describámosla en general porque el escándalo tiene tanta popularidad como la Virgen de Urkupiña o al menos la de Cotoca. Este asunto de la parición sin contacto, privativo otrora de las santas de la iglesia, se hizo carne de nuevo en esta tierra de milagros, bendecida, según otra Gabrielita famosa, por la presencia del líder bajacalzones: Evaristo I de Orinoca, señor de Andamarca y de los Carangas todos.

Gabriela Zapata, dicen que entonces menor de edad, cayó bajo el hechizo irresistible del Can Mutante, el diablo en términos medievales, Evo en contemporáneo. Se embarazó, parió, asegura ahora que fue amante de chino y no sabemos a ciencia cierta si parió chino o achinado. Da igual, porque el engendro que en un momento dado incluso ya iba a la escuela, desapareció. Murió, no murió, nonato, neonato, en la primaria con mochilita de cuero y pantalones cortos, etcétera, etcétera. Hasta tiró unas lágrimas el presidente y esas valen como perlas de rocío. Hoy se involucraron todos, Doria Medina, los periodistas que hablaron de más huyen para evitar la cárcel. Grave asunto de mucho dinero, 600, afirman, en millones verdes y quién sabe qué más. Los chinos se mimetizaron con otros chinos y encontrar un chino entre chinos supera astucia y oficio, sin ánimo racista de decir que entre ellos se parecen sin ser bienparecidos. Resulta que en el fondo no hay nada. Circo romano de Alasitas. Se la detuvo, aparecieron fotos de la muchacha semidesnuda, otras como gran cortesana en ambientes kitsch como suelen utilizar nuevos ricos, narcos y demás ignorantes. ¿El pueblo boliviano? Bien gracias. La clase media escandalizada del tupé de la “imilla” porque la raza no puede faltar en la discusión boliviana y crecer, así sea trepando, no puede superar las diferencias de clase y color. Según las damas ya no hay respeto, como si eso importara en un universo local que ha decaído y muere sin esplendor.

Siempre pensé que Virgo era mujer, pero, escuchando a ministros, diputados, acólitos y alcohólicos del proceso de cambio, se diría evidente que Evo no tuvo coito con la señorita. Lo tuvo pero no en la manera formal y pecaminoso-deliciosa a la que estamos acostumbrados. Fue más bien casi divino, un haz de luz que se filtra en la entrepierna y listo. Si chino o achinado el resultado, no hay confirmación, si lo hubo. Se pidieron pruebas, adeenes como si se pudiese investigar fantasmas; mientras tanto el dinero se esfumó, tal vez la sacerdotisa Achacollo, hábil en prestidigitación, tomó parte activa por experiencia. Quedamos en la solitud del yermo donde los que pueden hacen lo que quieren y se reeligen sin fin. Que habrá otros niños, que los hay, que la Primera Verga dispara o carga fogueo será algo que dirima la historia. Por ahora es literatura y fiesta de chivo. ¡Qué viva Zapata!

20/04/17

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Publicado en ADELANTE BOLIVIA, 04/2017

Fotografía: David Mercado-Reuters

Tuesday, April 25, 2017

La aberración revolucionaria/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hace mucho que esta retórica de la revolución debía haberse perdido, en los términos en que se creó en el siglo XX latinoamericano. Vimos México engullido con sus muertos. Carlos Fuentes supo ponerlo en ficción: la transformación del arado en el oro de las finanzas, no para todos. Igual sucedió en Rusia donde hoy los nuevos Romanov no son los príncipes de sangre que por ahí arañan ancianas “glorias”, sino los descendientes de aquellos que sobrevivieron a Stalin, que crecieron a su sombra, además. Así se fundó la nueva aristocracia rusa. China, ni qué decirlo. El mar de sangre de las fatídicas guerra y revolución cultural se redujo a Ferraris de cien mil dólares para los hijos de la nomenklatura comunista. Aun así el pueblo cree, el que calza zapatos normales o no tiene para comprarlos. Sueña, sueña con los líderes que iluminen el camino; hay algo estúpidamente religioso en ello. La búsqueda del macho alfa, el eterno retorno a la animalidad de cópula salvaje y dominio por la fuerza. En vano la poesía, el arte, pinceles y tinta y música e imágenes. Pasto solo para irredentos, individualistas, locos y criminales.

Hoy Donald Trump  es la imagen perfecta del “comunismo”, líder de los trabajadores, pastor que guía el rebaño, flautista de Hamelin. Comunista porque el vocablo carece ya de explicación coherente como para catalogarlo de importante. Comunista es cualquiera, desde el orate de Corea del Norte a los billonarios chinos, desde el voluminoso tonto Maduro hasta los narcos bolivianos, y, claro, Putin y Marine Le Pen. Cómo se revolcarán en la tumba los tontos útiles. Si hubiéramos sabido que el dolor serviría para encumbrar riqueza personal y aristocracia, mejor nos quedábamos como estábamos. Los pelados en México siguen siendo pelados y emigran al norte, y los pelones, pelones, aunque en Zacatecas se vistieran por corto período de tiempo de mujeres para escapar la ira popular.

Diosdado Cabello es el heredero de Marx, miren hasta dónde hemos caído, y el sietemesino Ortega el nuevo Emiliano. Hora del tango de Discépolo, del Cambalache que debiera ser himno universal. Si hasta el verdugo-cornudo Perón, seguido de las crías kirchneristas, se convirtió en rosario de la rebelión. Cuando en la masacre argentina asesinaron a Rucci, que merecía morir igual que López Rega, no nos imaginábamos que se moldeaban en yeso otros santos. Hasta la señora Hebe, de las Madres de Mayo que quisimos muchos, le halló la vuelta al negocio de los mártires, sus hijos en este caso.

Que Nicolás Maduro fuera chofer de bus no viene al caso, o que homosexual, tampoco. Detalles que no interesan, ni si Chávez fue su amante, pero sí que eran socios del más rentable negocio del mundo junto a la droga, el poder. Resulta que hoy Caracas, llena de protestas, incluso desde los riscos de los barrios pobres, clama porque se vaya, y algunos porque se lo cuelgue de un palo alto, muy alto, sin pensar que su desaparición tampoco traerá bonanza sino un cambio de mando y un traspaso del dinero. La recua engorda al amo, no cabe duda, y los pueblos marchan como asnos coloreados ante el silbido capataz. Nada se puede hacer, porque el individualismo ha perecido, es tan nimio que no cuenta. El alma tribal se impone, lo gregario cuenta como lo único posible. Hasta en un país llamado Estados Unidos que se preciaba de su individualidad, la gente marcha al son de los pífanos de un orangután violento y vulgar.

Encender el televisor trae un trillado novelón de encendida retórica y falsedades, perfecto para la chusma, mísera o adinerada, que gusta seguir por detrás, pegado a la cola, el olor almizclado de las esencias gástricas del profeta de turno. Animales.
24/04/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 25/04/2017


Imagen: Saludem el nou Líder Mundial del Proletariat! (Rumania)

Sunday, April 23, 2017

Novela que se escribe de noche

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No puedo decir qué es, ni qué se llama, o por dónde va, pero que no viene de la pestaña sino de ojos bien abiertos, acostumbrados por décadas a luces de neón, de helio, blancas, verdes, naranjas, de foco de 25W afuera en sillpancheras ya muertas en el Kullku o rojos de mancebía atolondrada y varia.

Que la escribo, lo único, y con dificultad, no porque no tenga memoria ni voz ni sobre todo oídos, sino porque nos guían los relojes, los que encierran la noche (que debiera ser eterna) en algunas horas breves, no suficientes para imaginar y convertir en reales los mundos que aprehendo.

Y la lengua, objeto animado y voraz, caníbal que no respeta reglas ni academias, que vive y husmea sin fatiga como las escondidas musarañas. Cuando creí dominar un idioma supe al primer día que había fracasado. Nada está dicho, por escrito que esté, y menos santificado; lengua, idioma, jerga, variantes, orígenes, desviaciones, neologismos, arcaísmos. Leo a un admirado amigo que dice que nos pasamos repitiendo, reescribiendo lo ya trillado, tal vez lo único que tuvimos que decir. Pero, y esto en calidad de emigrante/inmigrante, descubro que no, lo que me alivia, porque lo peor, creo, sería cansarse de uno mismo. De la mujer, quizá, pero inventaron la expresión “amor” cuyas connotaciones esotéricas maldicen a los creyentes que desoyen los gritos de lealtad. Se comete falsía, se es infiel, y luego de retorno a la redada, al gremio de los cariacontecidos, los buenos y los tontos. Quizá los afortunados. Pero en cuanto al habla, luego alumbrada en escritura, es la geografía la que mortifica, al revés del cansancio, de no tener tiempo para captar sutilezas y sinuosidades, averías y desdenes que nos renovarían por siempre y para siempre. La clepsidra se vuelca a principio y fin, pero solo para lo efímero y carnal que somos, para el lomo y muslo animal que poseemos a pesar de cualquier pretensión. La de escribientes, verbigracia.

¿A qué va esto? A que luego de más de treinta años de hacer borrones, manipulando un escueto número de miles de vocablos, matizándolos con emociones a veces afortunadas o jodiendo la palabra con jerigonzas, me gusta advertir que cada página me está costando una noche, un precio muy caro si retornamos al asunto de la escasez y de la luz que mata vampiros; es posible que con tanta muerte salga un engendro jugoso que valga pizca más que los treinta denarios del Cristo. Lo vamos a saber, un día, si los búhos gigantescos que pueblan las ramas de la ciudad de Centennial no secuestran los ánimos y los destrozan como a ratones, o me ahogue yo en el dique penumbral por el que atravieso manejando el auto a velocidad dado lo invisible que soy, y que me siento entonces.

Hay un dolor que supera el crujir de las rodillas de cincuenta años, lo cegato de estos anteojos comprados en Walmart a dos dólares, y es saber que tienes a mano una pepita de oro, un carbón dicho diamante y que quizá no tengas la destreza de manejarlo, de pulir aristas y añadir quilates. Hay que intentarlo, sin embargo, con las limitaciones de tu talento, felizmente sin ninguna (¡vade retro!) ofuscación de fama y por encima de la ruidosa manifestación de los relojes. Al menos no hay campanas de iglesia que suenen en estos pueblos infieles, aunque… a decir verdad, me encantaba esperar el mediodía en la vieja plaza 14 de Septiembre, no la nueva, y escuchar las campanadas de la Compañía. Recuerdo, tengo que registrarlo, en el magnífico Los ríos profundos, el ronco tintinar de la María Angola…

Pues heme de nuevo sentado en silla africana de madera parda, acomodando hojas, cuartillas, servilletas y listas de compras con notas que vienen al caso de producir una novela. Más fácil me sería hacer cine, que las imágenes quitan el desasosiego de querer explicar sin posibilidad de hacerlo. Igual con los colores, porque cómo describo sin acuarela el paso de la sombra total a un sepia con tintes amarillos y naranjas sin ton ni son. No hay cine, cámara, o Ava Gardner; tendré que conformarme con lo prosaico del diecisiete de abril del año diecisiete, con el café con leche enfriado y una dura mitad de galleta con chocolate chips.

La luz interior del Honda parpadea, la batería muere a las doscientas mil millas. El resto de la página lo escribo a oscuras, con letras grandes según corresponde a la grafía de un novel analfabeto.
04/20/17

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Publicado en TENDENCIAS (La Razón/La Paz), 23/04/2017

Tuesday, April 18, 2017

Las veleidades del vicepresidente/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

¡No debatiré con uno sino con todos!, afirma desafiante Álvaro García. Si los designados contendientes, posibles candidatos para una posible instancia electoral, temen no sé si lo harán bien. Resulta que se creó en Bolivia el mito del vice sabio, con veintena de miles de volúmenes leídos en sus extensas espaldas de estegosaurio, aquel monstruo de púas alargadas y pequeña cabeza, pero… este bicho era herbívoro y GL tiene fama de antropófago. Será entonces híbrido pero no muy difícil de sobrellevar. Ánimo.

Qué oportunidad, me digo, para que los imputados, porque el solo hecho de cuestionar los condena, masacren en buen y limpio sentido al filósofo del siglo XXI, lazarillo de la revolución y posible candidato a beato. Hay que partir del punto que enfrente no estará Baruch Spinoza, que el racionalismo garcilinerista está forjado en glosas, tallado en citas ajenas y escaso en razón. Basta seguir con ni siquiera rigurosa pulcritud las declaraciones hechas a lo largo de estos años. Que el hombre intenta “culturizarse” es posible, incluso que en medio de devaneos logre algún orden matemático en sus ideas que lo empuje de cuando en cuando a ciertos logros, también. Pero, no nos engañemos, aquello que brilla en Bolivia puede en general carecer de lustre, porque la invención, el mito, el embuste a los que nos hemos acostumbrado han usurpado el rincón de lo real. Pululan por las oficinas y los partidos, no solo el presente y actual sino de antiguo, recuas que se imaginan ilustradas y cuyas togas apenas sirven para limpiar desechos esparcidos por la calle. Hasta tenemos caporales mayores en diputados que juran y rejuran haber nacido inteligentes cuando en el espejo reflejan crudos rostros de pollino.

Pues, ventaja, y en montón, para sacrificar en aras de una manoseada verdad el mito vicepresidencial. Dudo que el señor se exponga; por lo general los burgueses de su clase, de banqueros, usureros y demás, evitan el estrado cuando les es desfavorable. Pero, supongamos que sí, entonces a agarrar el mazo, tan alabado y usado por Diosdado Cabello en el narcoestado venezolano y utilizarlo de manera metafórica en hacer añicos la dulce imagen del político de marras, que de querubín se presenta a ratos y de doctor Mengele las más.

Leo que está dispuesto a debatir a los otros señores, que no alabo porque desconozco y a otros porque conozco bien, en un amplio rango de conocimiento, de la matemática a la literatura, que si seguimos los pasos de Dostoievski, Sábato y otros, no están tan peleadas entre sí. Excelente, nos hace falta algo de espíritu renacentista o, si no vamos tan lejos, al menos victoriano en la senda de Richard Francis Burton.

En cuanto a lo literario poco sé de las actividades líricas del increpado, solo de una hace poco apología del matrimonio (por el estilo) que haría que Paul Celan se arrojase de nuevo, y de cabeza, en el Sena; hasta ese extremo. Pero, no se puede juzgar a un hombre por sus yerros sino por sus victorias, y aunque no he visto estas supongo que existirán o estarán por procrearse. Rienda suelta pues al conocimiento, la inteligencia, la argucia y también la maña. Vale todo como en chorro morro, el brutal y languidecente en melancolía juego juvenil. Piernas, brazos, codos, rodillas e incluso cabezazos. No necesita ser reunión de señoritas. Creo que nos gustaría ver políticos vehementes y dispuestos en las áreas de discusión. En otras, álgebra y logaritmos por ejemplo, no tanto, pero en verso y prosa vamos desde Bécquer hasta Bataille, de doncella a puta, y con el resto lo mismo. Lo disfrutaremos en platea y mejor en galería.
17/04/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 18/04/2017

Imagen: Goya/Duendecitos (de los Caprichos)

Monday, April 17, 2017

Alejandro Suárez, por el punk, en la revolución

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Ya años idos, la primera vez que leí a Alejandro Suárez, escritor cubano-boliviano, en su novela El perro en el año del perro, supe que allí había algo más que oficio: arte. Es raro encontrar en la literatura boliviana, tímida, un manejo de humor tan febril y fluido. Como si al autor no le importara tanto sentirse, saber que es escritor, sino contar una historia a su manera porque desea hacerlo. Eso lo aliviana de la insoportable carga de una actividad con connotaciones ajenas al simple hecho de escribir en sociedades semejantes. Partimos, entonces, de un punto vital -que también toca el argumento-, el de la libertad.

Por nuestra Perestroika, novela (Editorial 3600, 2016), sigue la línea humorosa de aquella, a pesar de una narrativa diferente, tal vez más asentada, y en un espacio físico distinto. El perro… se situaba en Santa Cruz de la Sierra; Por nuestra… vive sus páginas en Nueva Atlántida, que es nombre sugerente para Cuba, la isla pronta a desaparecer. Por un lado existe la mítica casi divina de la sociedad atlante, la infalibilidad de los líderes, la pureza de su revolución, y por otro la condena anciana del fin del mundo, ese mundo.

En medio de la tragedia, estos jóvenes estudian en el Instituto Tesla; representan la base del brillante futuro para el cual se han cambiado las reglas y se ha hecho tábula rasa, a medias, con las diferencias de clase, origen, color y etcéteras, con la salvedad de que alguien tiene que manejar esa guillotina que pule de aristas la imperfección de los hombres. Poco se puede hacer cuando la senda está marcada. Bien dice Guillermo Ruiz Plaza en la contratapa que “(…) esta novela chispeante y rica en matices, nos lleva de la mano por el aprendizaje de la vida, que es también -parece decirnos Suárez- el de la rebeldía”.

En ese lánguido yermo, liso y pálido, de la revolución, en medio de la matemática, la física, la horticultura y el deporte que es como el síndrome socialista, Martín y un grupo de amigos descubren el sexo; hasta el lote baldío de la uniformidad tiene vulvas cantarinas. En el sexo de la mujer vive, está, perdura y se procrea, otra, tal vez la única, la verdadera y aromática revolución. Carne y sentidos, táctiles, palpables, tetas que arrasan con retóricas. Un cometa atraviesa el cielo y trae consigo tempestades. Las nalgas sobrepasan la Historia, emergen de ella e inventan una nueva. Ante la disyuntiva de estudiar en el Tesla y servir a “la causa” (podría ser “el proceso”) o marchar de combatiente al África (en la tremenda y a veces inmensa patriada cubana allí), este grupo de adolescentes tiene necesidad de otro norte que suele pasar por la entrepierna o también, o junto, por la música.

Fundan el grupo neopunk, nutrido de rock argentino, Por nuestra Perestroika. Todavía el hecho social del glasnost parece estar en pañales porque Gorbachov lidera el camino de los países satélites, pero solo la mención de dos palabras rusas amenaza ya con cambiar el panorama. El nombre elegido se olfatea de esperanza.

Vuelvo a Ruiz Plaza y su estupendo texto de tapa para describir la novela como inserta en el desarrollo lógico y normal de un muchacho sito en un cambiante momento histórico, de luz para unos y de decaimiento en Nueva Atlántida. Los acordes a ratos sin ritmo del punk se convierten en amenaza para los burócratas ávidos de preservar un monumento de naipes que cae alrededor. La gran hipocresía es que ellos, los furibundos, serán los primeros en dar espalda a la “verdad” y huir en bote hacia la mentira del capital.

Perceptivo, sin elementos de comparación, Martín sabe que algo no funciona, que falla, y no es el yerro personal de algún oscuro director de lo que sea en el instituto sino que la movida llega como fatal terremoto desde fuera y para bien. Se entera que su amigo ha desaparecido en una balsa en el mar, al menos no hay noticias suyas, perdido en esa flamante argonáutica que sitúa el vellocino de oro en la costa de Miami.

Todos, al crecer, nos embarcamos en un automóvil flotante, sobre neumáticos de camión, y nos lanzamos al agua. Negro océano que puede, no suele, convertirse en azul.

“Yo estaba ahí sentada. Vino un chico, me pidió que bailara. Yo le dije déjate de chorradas, solamente quiero follar” (canción punk).
12/04/17

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Publicado en PUÑO Y LETRA (Correo del Sur/Chuquisaca), 17/04/2017

La noche/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Un turril lleno de fuego, maderos y basura, ilumina una esquina de cuatro calles en el mercado, en ilusoria fiesta. Los negros se calientan alrededor mientras el humo de patatas no cocidas se cuelga del cielo.

Secamos los guantes, mojados por el último cargamento de bróccoli. El frío tienta los dedos de la mano, los quiere para sí. Ese fuego de turril de noche lo impide, es amigo.

Cada uno alimenta las llamas como puede. Recojo rotas etiquetas de cerveza Michelob y las arrojo dentro. Houston canta a Jimmy Cotton…

La noche es la madre de los negros, los acoge y oculta. Ellos esperan la suerte en esta África de cemento y basura, donde los tenderos son coreanos, los patrones blancos y los negros pobres. En la oscuridad, con la luna de Washington encima, parecen hombres. La sombra es su reino, los callejones de moho, las botellas vacías, las flacas muchachas que toman las calles como dormidas ninfas negras.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 01/05/1992

Fotografía: Mendigo

Sunday, April 16, 2017

Desayuno en Rockville/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Viví tres meses en Rockville, Maryland, en una calle de árboles, sin autos ni peatones.

Rutina de lunes a sábado. De la casa al trabajo, a comer y a la casa. La noche del sábado era libre; dormía tranquilo, normalmente. El domingo salía temprano. A un kilómetro estaba el almacén. Compraba tortas, galletas, un galón de leche de chocolate y me iba a una hondonada en la cual había una mesa y un banco. En la pared los graffitis hablaban de revolución. Los pintaba “Black Flag”.

Pocas veces he tenido tanto placer. Desayunar en silencio, abrigado en la brisa de otoño. Maryland alrededor todavía verde. Un libro conmigo. Solos yo y la mañana.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 09/02/1992

Imagen: Honoré Daumier/Hombre leyendo en jardín 

Thursday, April 13, 2017

The MOAB (Madre de Todas las Bombas)

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Estados Unidos acaba de anunciar que arrojó la bomba MOAB (Mother Of All Bombs), 21.600 libras, sobre el distrito de Achin, provincia de Nangarhar, Afganistán. El objetivo era una base y túneles de ISIS en ese remoto rincón que linda con Pakistán y que tiene a Jalalabad como su capital. La región se hizo famosa por Tora Bora, las cuevas donde supuestamente se escondía Osama bin Laden. El 21 de febrero del 2016, el ejército afgano y los aliados anunciaron que se había liberado Achin de combatientes del Estado Islámico.

La Casa Blanca prepara 18.000 huevos de Pascua para que los busquen los niños en sus jardines. Es un día de gloria y de piedad para la cristiana, blanca e impoluta población del país. Qué grandes somos, dirán en las redes y en prensa los representantes de la derecha, del centro y de cierta dudosa izquierda. Habrá pasado una Pascua más, no tan tranquila como otras, con la seguridad de que el mundo observa y aprende, y envidia el poder y la humanidad de USA, “América”, como suele llamarla en repugnante tono y con la trompa alargada el delincuente que gobierna hoy: Donald Trump.

Mientras tanto, Ivanka, Donald Jr. Eric, Jared, porque por sus nombres propios se trata a la monarquía actual, llenan las arcas familiares de oro, dinero que también va al presidente a pesar del conflicto ético. Desde Perú a Azerbaiján, pasando por Filipinas y con la gigantesca kermesse china, los Trump hallaron una veta que los librará de deudas y los enviará a los cielos por generaciones cargados de joyas, por los siglos de los siglos, amén.

Hay inconvenientes, claro, en esta carrera comercial en la que se han enfrascado, incluido su socio ruso Vladimir Putin. No se puede con impunidad mostrarse desnudo en la abyecta avidez monetaria  y de poder que tienen; hay que jugar necesariamente a la política, y la manera de los autócratas de hacerlo, para cubrirse y encubrir sus actos es mediante la guerra. Esos obstáculos pueden ser niños sirios, campesinos afganos, hambrientos norcoreanos o lo que fuere. Al fin, esta gama de elementos casi humanos no importa mucho, son piezas ni siquiera de un ajedrez macabro porque no es tan sofisticado, sino de un juego de fútbol americano pleno de brutalidad y propaganda.

Pobrecitos los niños de Siria. Comeremos huevos esta Pascua y rezaremos por ellos, que son necesarios, y tanto, en el mercadeo inverosímil que vivimos.

El distrito de Achin tiene como 100.000 habitantes. La bomba MOAB tiene un área de acción de cinco kilómetros a la redonda. Morirán islamistas, seguro, como plantadores de adormidera y pastores de cabras. Qué importancia tiene. La explosión evita la muerte de soldados patriotas como el sargento Mark De Alencar caído en la zona hace solo 3 días. ¿Alencar? ¿Cómo José De Alencar, el autor brasileño de Iracema? No suena muy anglosajón ese nombre, míster Trump. ¿No era que la población latina estaba compuesta de violadores y asesinos? ¿De cómo un héroe con tal nombre y tal rostro de cabello negro? No muy parecido a usted, blanco y rojo como el cerdo de Pink Floyd.

Dicen que el Estado Islámico tiene entre mil y tres mil combatientes en el área. Pero si añadimos los muertos de los últimos años suman más de lo que su exterminación hubiese tomado. Es que Korasán, la mítica tierra islámica extendida en el Asia Central, provee incansable en la lucha contra el infiel. Por más que deteste el fundamentalismo islámico puedo entender su reacción frente a siglos humillantes y criminales en manos extranjeras. Tanta ira, violencia, conlleva un pésimo resultado que parece ha de eternizarse.
El área en gris muestra las zonas donde actúa el Estado Islámico

El señor Trump no es solo un racista ignorante y soberbio, es un maleante de marca mayor. Se ha encaramado en el trono de la que en algún momento se pensó nación libre y democrática. Lo poco o mucho que se da a la población, el acceso a un nivel de vida elevado en comparación con el resto de los hombres, hace que se lo acompañe y soporte. Está en un momento crucial de su presidencia y hasta de su libertad personal. Los manejos oscuros suyos con el Kremlin, que incluyen negocios petroleros, videos pornográficos y quién sabe, estaban a punto de desnudarse. Optó por el mejor enmascaramiento: la fuerza militar. Uno de los dramas de la población norteamericana común, atenazada entre la Biblia y la ametralladora, es que reacciona siempre de manera frenética, positiva, ridícula y masiva ante las demostraciones de fuerza. Es expresión de su miedo. Quien no teme no necesita armarse. Los norteamericanos recelan del vecino, de la madre, del padre, de la comunidad que dicen tener y que no tienen. Viven aislados, maniáticos, solos, depresivos, drogados, alcoholizados, onanistas, pervertidos, dispuestos desde pequeños a la denuncia, ávidos de reconocimiento y prestos a llorar o vomitar en cualquier momento. Esa es la base popular de míster Trump: la escoria. Por supuesto, si escoria es él, su hija, sus hijos, esposa eslovena, mujeres, su padre, madre y la puta que lo parió.

Pues bien, se lo aplaude. Ese es el líder, el que pone a “América”, otra vez, donde debe permanecer. Los yanquis tienen, y usaron, a MOAB, la Madre de Todas las Bombas. Su cónyuge en delito, Vladimir Putin, dispone de FOAB, el Padre de Todas las Bombas. Y entre ellos estamos nosotros, los inútiles, y los carneados, víctimas sin nombre pero de color. Tal vez los de ISIS no estén tan equivocados y haya que invocar a Dios para defenderse del mal. Volvemos a los estadios primarios, donde la salida del sol era evento divino, no ciencia.
13/04/17



Wednesday, April 12, 2017

Estados Unidos: viejas y nuevas fronteras

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La emigración para mí ha sido un bálsamo. Revivificador, diría, pero no sería justo porque todavía era joven al venirme. Pronto, en unos años más, habré vivido más tiempo en EUA que en Bolivia. Fue de aprendizaje y de permanente frontera. He estado en las fronteras físicas del norte y del sur, Canadá y México, pero son los bordes interiores los que me tocaron, ese convivir con universos distintos, diferentes, dispares, de manera permanente. Trabajar con un somalí me da ciertas pautas sobre su tierra, África, el islamismo, la relación con la mujer. México… un mundo en sí mismo; no es igual compartir con sinaloenses y su aura narco que con los sufridos sureños que habitan los montes entre Veracruz y Oaxaca. Eso se traduce en literatura, lo quieras o no, y no siempre de manera directa, hablando de los protagonistas, sino por un espacio rico que has logrado aprehender y a ratos comprender y que manipulas en lo tuyo.

Respecto a Trump, el neofascismo, la payasada, tragedia, comedia, desubicación perpetua y peligrosa de estos individuos, hay mucho por decir. Ha de ser una época gloriosa, creo, para el periodismo, y también la literatura. De pronto afloran caracteres anacrónicos que se consideraban perdidos en las letras de entreguerras; el estrado amenaza con derrumbarse y en el movimiento despierta asuntos desde un largo letargo. Divisiones que en un par de décadas creí que se habían desvanecido, renacen. Sucede una reubicación casi feudal de la vida toda, un rediseñarse o inventarse fronteras supuestamente desaparecidas. El ser extranjero, sentirlo, disfrutarlo, alimentarlo, ha sido para mí fuente dichosa de inspiración y trabajo.

2017

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Publicado en PUÑO Y LETRA (Correo del Sur/Chuquisaca), 06/02/2017

Imagen: Martín Ramírez

Tuesday, April 11, 2017

La conspiración Trump-Rusia/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hace una semana la situación de Donald Trump, presidente, en cuanto a las relaciones de sus subordinados (y suyas) con Rusia, que están siendo investigadas, empeoraba; más y más la prensa, que sí está ahora en guerra con un individuo que la desmerece e insulta, iba desgajando el tenebroso entretejido de espionaje, posible traición, enriquecimiento ilícito, coimas, favoritismo y... Había que hallar una salida, y pronto.

Nada mejor para líderes autoritarios en situación delicada que una reacción hormonal, que apunta a eso en la población: un ataque terrorista, un acto de guerra, cualquier posibilidad factible, y por lo general escondida, de enterrar la crítica y juntar fuerzas con los opositores, e investigadores en este caso. Sucedió. La oportunidad la dio Assad, el sirio, o, posible, Rusia con o sin la venia de Assad. Mejor que un atentado del fundamentalismo islámico era, sin duda, un bombardeo con armas químicas, la multiplicación de horrorosas fotos de niños agonizando como si no lo hubiéramos visto ya, a diario, en esta brutal y vergonzosa guerra civil. Sucedió, dijimos, con el mejor resultado para Trump, el olvido, temporal, parcial, definitivo de la investigación en curso. No se habla, no con el énfasis anterior, de lo que era multitudinaria opinión hace unos días. Opinar, hoy, refiriéndose a ello, tendría la pesada carga de antipatriotismo que este pueblo esgrime tan bien y con tanto yerro.

Imaginemos. Putin dice a Trump: haré lo siguiente, con permiso o sin permiso –lo dijimos- del gobierno sirio a quien mucho no importa la vida de sus ciudadanos si ha de satisfacer expectativas mayores de poder y riqueza. Trump responde que bombardearía entonces e iniciaría un ácido altercado verbal con los rusos. ¿Quién podría entonces afirmar que The Donald comparte intereses con The Vladimir? Perfecto, echen a los niños al matadero y que chillen los tontos. Lo extraño es que de la andanada de misiles ninguno apuntó a las pistas de despegue. La burda disculpa del autócrata gringo fue que estas eran baratas. Habló el constructor… No creo haber visto fotografías de aviones destrozados. Al fin, no resultaría difícil quemar un poco de chatarra y ennegrecer bunkers para satisfacer el ego marcial del guerrismo norteamericano. Eso basta cuando un pueblo vive de mitos, el de la invencibilidad pedante de las tropas de los Estados Unidos. Olvidaron la paliza de Vietnam, y los larguísimos años inefectivos de Irak y Afganistán.

Como corolario a la proeza patria, Trump envía portaaviones al mar de Corea. La amenaza está ahí. Otra vez, en el imaginario yanqui, el país ha alcanzado la cima de la que nunca debió bajar. Si todo fuera así de sencillo.

El circo trumpista flota en el limbo. Cada uno de sus jerarcas, menores y mayores opina sin ton ni son. No es el arte de las contradicciones sino la ineficacia y la vulgaridad infantil del mando. En suma que se logró éxito en ensombrecer el panorama, en hacer cortinas de humo sin suponer siquiera que el viento se lo ha de llevar eventualmente. Aprovecha Trump, para ganar posiciones para su familia en una lucha interna seudo-ideológica. Hay purgas al parecer y significantes en cuanto a su proyección internacional. Que esto implique que el presidente desea alivianar el peso negativo del estado, no lo sabemos. Demasiada confusión para tan poca clase.

Que existen imponderables, por supuesto. El orate norcoreano es tan impulsivo e irreflexivo como su contraparte. Lo que semeja ser un trato macabro entre Rusia y USA puede terminar en desastre. Esperemos que no, y si no, qué queda y por cuánto tiempo de esta aventura nebulosa. Habrá con ello Donald sosegado a los caza-fantasmas o es solo un intervalo dramático de una opereta bufa.
10/04/11

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 11/04/2017

Imagen: The Boston Globe

Saturday, April 8, 2017

JULIUS

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Ska en el tocadiscos. Primero Kingston, luego Londres.

Se pone gris el día; se agrieta el cielo. Me transporto treinta años atrás, apoyado en una pared de adobe caliente. Quienes no han sentido ese calor jamás entenderán por qué un puerco asado en un horno redondo de barro sabe tan bien. Horneo la espalda. El sol quema los ojos llenos de alcohol. Brillan. Aprehenden el instante que se muere el mismo rato.

Julio, Julius, está apoyado en una baranda que mira el río, bien lejos, en San Juan del Sur, Nicaragua. El estrecho dudoso, el otro canal, donde no se ven chinos. De tan pequeños se esconderían en la maleza, asustados por los fantasmas caribes que salen cuando se viene el ron.

Abrí una Pacífico Clara, Coahuila, mientras espero que se cocine la carne para una mankakanka de pesadilla. Es la una y estará lista a las tres. Desafío el clima, la distancia, el tiempo, la memoria con un plato que aprendí de niño y que me sale bien. Asado en olla, diríamos, castellanos medios que somos, medio extremeños y medio vascos, y bastante indios lampiños brazos que tengo. En kanka se comieron mis antepasados de Inquisivi a los chuquisaqueños. A rememorarlo.

Julio, Julius, está acostado con una mujer morena, con la espalda en una pared blanqueada a cal. Quillacollo, casi Chulla, por la fábrica Manaco. Criamos patos para cambiarlos por chicha. Julio se acuesta con una mujer tostada y yo con una blanca. Él y ella ríen. Trepo la pared para escaparme y caigo. Me cobijan y me curan con sexo alrededor de las heridas. Pomadas antiguas, salvajes, únicas, primarias. El trago. La jarra tiene un líquido amarillo lechoso que hederá a muerto por la mañana, igual que mi boca. Pero me besas, bebes conmigo en mis labios lo que queda de borrachera. En el cuarto contiguo, pintado a cal que el mío es rosado, hay risas. Soy trágico y gozo este sexo como la muerte. Luego duermo y despierto hastiado, queriendo escalar paredes mayores.

Un micro cansino nos retorna. Veo la catedral de Cochabamba. Me das tus manos que quiero y detesto. No está bien querer para alguien que se precia de poeta. A destruir.

No son estas pasiones malsanas y deliciosas de lo que quiero hablar. Agarro la foto de Nicaragua. Recuerdo poemas del cura Cardenal; incluso lo veo torpemente arrodillado ante Wojtila pidiendo perdón. Cuando Armando vivía en Nicaragua me decía que abriésemos un comidero allá, en San Juan del Sur. Le pregunté por las mujeres. No bonitas, pero culonas. Ferrufinos mala casta, gritaba la casera a mi padre y a mis tíos cuando desvalijaban sus chuspillos.

Julio Dueri, cochabambino, árabe también. Hombre por encima de las denominaciones. Estábamos en grupo, borrachos, frente a una chichería cuyo nombre, justo hoy, se me ha olvidado. Estaba, creo otra vez, en la Uruguay. Ya ni importa si me equivoco: la geografía a veces trasciende, otras es referencial. Nada más atractivo que una puerta metálica para ejercer gratuita violencia. Hablan hoy de indignados, pues éramos la indignación. A patearla, abollarla.

Los militares vivían su gloria. Desde Natusch caminaban con paso de parada. Estaba Vildoso entonces. De El Parralito, ya me acordé, salieron, también en grupo, oficiales del ejército que chupaban a puerta cerrada con sus esposas. La autoridad, para darse ínfulas de exclusiva, ordenaba sacar a todos y servirlos a ellos. Pues les jodió la noche una jauría de perros hambrientos, anarquistas, rateros. Nos fuimos a los golpes. Jimmy Issa se agachó para evitar tremenda roca que arrojara una de las damas. Cayó sobre la cabezota de un teniente. Dolían los nudillos y las rodillas se estresaban al topar la pierna con músculos y huesos. Optaron entonces, uno de los milicos, por sacar su arma de reglamento y se la puso a Julio en el pecho. Se hizo un intervalo. Silencio. Entonces Julius le dijo abriendo los brazos y estirando el pescuezo que tirara. Dispara, maricón, cabrón, dispara. No disparó para desgracia suya porque allí lo desmayaron. Corrimos, como locos, cuadra tras cuadra hasta refugiarnos en el portal de San Juan de Dios, iglesia en el libro clásico de Nataniel Aguirre.

Por eso, por la pistola amartillada y sin fuego, mi amigo disfruta del paisaje nicaragüense. Ron y salud. Ron y Coca Cola.

Así pasaban los días, con jarras pequeñas y machu jarras, con panes de a peso. En la calle Antezana ya no había riña de gallos. En su lugar construyeron un mamotreto neo clásico y neo todo. La taba no sonaba nunca más como disparo cuando caía de culo. Bar Quito, las garrafitas, el cuartito, nombres propios que poníamos en algunos casos sobre los reales que colgaban de la puerta. A Gloria la traía su exmarido y se sentaba con esas tan largas piernas frente a mí. Cuán largas, cuán largas…

Raúl hacía disquisiciones en francés. Trataba a la Beauvoir de puta y apostaba para el día del juicio final. A él, como a varios otros, le llegó. La última chupa, la despedida, la del estribo; le pegamos la carne cortada que se abrió al golpear contra una mesa con servilletas, cinta scotch y le tiramos vodka encima, para la infección. Raúl asomaba por la universidad con el cabello trasquilado y moretones. Había estado, según él, en combate pugilístico.

Nos arrastrábamos igual a soldados en trinchera desde la esquina de los kioscos de la Aroma hasta una carnicería enfrente para secuestrar carne y secuestrar el hambre. Pedíamos a las vendedoras callejeras de pollo frito que nos tostaran esas piezas sangrientas en el mar de grasa que desechaban. La Beauvoir es una puta, decía Raúl, y nosotros pendejos.

Julio se fue a los Estados Unidos, unos días antes que yo. Filadelfia. Compró una identificación y una residencia falsa, “chuecas” se llaman. Anduvo de short en verano y de abrigo en invierno. Nos encontramos en los mercados, entre zuchinis podridos y papas de Idaho. Había una mujer de Nicaragua, la “chupavergas”, según Julio, y su boca era como las guindas gigantes de Colomi, en los altos cochabambinos.

Escribiría más pero significaría privarme de una fuente extensa exquisita y brumosa de las andanzas de mi amigo. Cuando el genio falta, las buenas historias suelen cubrir los orificios. Me acuerdo de él, desnudando a un ebrio en el sur, al mismo tiempo que un ex policía adscrito a nosotros se medía los zapatos de la víctima. Lo he visto en el amanecer noche de Gallaudet con una caja de lechuga iceberg sobre los hombros. Fuck you, bitch, increpaba a Joe Day mientras este se agarraba los huevos y le decía que le partiría las nalgas con terrorífica verga negra. Nos divertíamos así; entre pobres la brutalidad invita a risa.

Mi hermana Elena pone en su portal de Facebook que te quiero mucho Julius. Y cómo no.

Ska en el tocadistos. Ahora Londres, después Kingston.
12/01/17

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Texto incluido en LA PICARDÍA EN COCHABAMBA (Edición de Ramón Rocha Monroy y Gonzalo Montero Lara, KIPUS, 2017)

Tuesday, April 4, 2017

Estirpe de linchadores/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hace poco, por invitación, decidí ponerle un poco de ácido a la política nacional. Llámese sarcasmo, insulto, lo que deseen, me adhiero a la libertad de expresión del Simplicissimus alemán de anteguerra y el derecho del ciudadano a ridiculizar al poder, venga de donde venga y esté donde esté. Cierto que en Bolivia, nación del “eso no se dice”, o se dice a escondidas y en voz baja, estas expresiones despiertan el celo cancerberino de los circunstanciales curas que ¡sorpresa! también habitan el lado izquierdo de la cloaca; baste eso para afirmación de la solidez ideológica de los connacionales.

Pues bien, heme allí, animalizando a la jefa de diputados, presidenta interina, posible redentora a falta del santo maestro, divirtiéndome, porque otra cosa no hace el pueblo que inventa nombres e historias para defenderse de los amos, y listo. De pronto en las redes encuentro a un sujeto gordinflón soltando una galga soez en mi contra, con amenazas y, además, crítica literaria (¡!). Respondo, reflexionando sobre su físico escasamente dotado para dársela de superhéroe y para qué. Listo estoy a inundarlo con aquello que mejor hago: mal hablar, pero caigo en cuenta que no está escribiendo para mí sino para un sujeto superior que le garantizará dividendos, así no sean otros que una caricia al hocico del perro. Hay personas acostumbradas a cargar collar toda la vida y mover la colita con ánimo de conseguir algunas migas. Peor si llevan saco, o terno, una bufanda para darse tono europeo en su naturaleza andina. Peor si son burócratas, abogados o “profsionales” que es el vocablo local hacia la gente con profesión. El líder, Evo Morales, cae en esta característica de comerse la “e” como si de almuerzo se tratase. Pobres “profsores”.

Olvidé al Supermán cochabambino, fotografiado en su muro de Facebook con aquel ministro que llevó con bastante decencia la pollera defendiendo a las mujeres. Punto y fuera. Que el hueso arrojado lo satisfaga y crezca la barriga.

Vino un par de señoritas, ojo, no digo doncellas, que me tildaron de asno y que debiera leer antes de escribir. Gracias, ese es un excelente consejo. Respecto a la talla de la “gran mujer” señalada por mí, no tengo recelos sino seguridades, y que no aumento a lo dicho porque allí mismo me echan del terrenito que voy cultivando en el cielo. Pues, siendo mujeres, a pesar de bartolinas, no fueron tan drásticas como su antecesor, el bola uya que surca los cielos del Tunari con capa y tenedor. No importa, desde aquel día me he puesto a leer sin pausa y menos zozobra, que la ignorancia nos apabulla y trae consigo detritus como las dudosas damas en cuestión. De esas que te arrojan gasolina y te prenden fuego y luego te ahorcan con tu cinturón. Cabe aclarar que sus supuestos títulos universitarios no han domeñado el gozo popular de linchar en sus cabecitas poco clásicas. Lo de asno… bueno, depende desde qué perspectiva física se observa al animal, si las orejas o por abajo. Del foco depende la opinión.

Por último, alguien con el pomposo título de caporal mayor de la comparsa, citando a Umberto Eco, se suelta en oposición a mi “pésima prosa” con un texto de antología. Critica, como lo han hecho antes plurinacionales que no pueden liberarse del síndrome del pongo, mi apellido materno. No hay razonamiento que les permita entender que uno carga los nombres de sus padres felizmente en cariño. Me pongo en su lugar y acepto lo tremendo que debe ser el llevar el estigma del esclavo marcado a fuego por los patrones, mácula que no sale con agua ni jabón. Dice que ni reencarnándome mil veces llegaré hasta donde llegó mi objeto de burla. Qué bien. Tal vez para él en su próxima vida aparezca azul como Vishnu, y arrincone la memoria de su pasado, fisonomía, apellidos, y que fue ladrón.

¡Y que aprendan ortografía, Dios!, porque este mayoral me tilda de “criollaso”, y una de las china supays de “osioso”. Que lea, esta, de Paul Lafargue, yerno de Marx, El derecho a la pereza, aparte del diccionario.
03/04/17

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 04/04/2017

Ilustración: Santiago Caruso 

Sunday, April 2, 2017

La Ilíada revisitada

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“La noche estaba mediada y luminosa se levantaba la luna”, dice uno de los pocos fragmentos que quedan de La Pequeña Ilíada (atribuida a Lesques de Pirra o Mitilene), poema perdido del ciclo troyano. Habla del día de la invasión aquea a Troya. Los eruditos clásicos de acuerdo a este verso aseguraban que las naves llegaron a las costas asiáticas el octavo día del mes de Targelión del calendario ático, correspondiente a mayo.

En marzo de 1969 abrí La Ilíada de Homero en el mejor regalo de cumpleaños que mis padres podían hacerme. En parte me condenaron, digo.

Me obsesioné con la figura de Héctor y me interesé tanto en la Guerra de Troya que perseguí enciclopedias, poetas griegos y lo que pude para reconstruir la historia que falta en Homero. En él está el recuento de las naves, de una poética sin par; imagino el negro Ponto y las negras o rojas embarcaciones. El ciego comienza con la cólera de Aquiles, la ausencia del héroe y el tambalearse de la expedición, asustada de que los teucros llegaran hasta ellos y les prendieran fuego. Vinieron Sófocles, Eurípides, Virgilio, Ovidio, para parchar vacíos que por casi cincuenta años parecieron insalvables. Igual, a pesar de ello, de ellos, armé un frágil rompecabezas con más preguntas que hechos.

Protesilao, por ejemplo, príncipe de Tesalia que pisó primero que nadie la tierra de Troya y pereció de acuerdo a las profecías (el astuto Ulises arrojó su escudo y saltó sobre él, engañando al destino). No fue hasta Apolodoro que encontré detalles de su vida/muerte, y cómo su joven viuda modeló una estatua a imagen y semejanza suya “con la que se unía”. Ante tamaño amor, los dioses sacaron del Hades por tres horas al héroe para ella. Cuando se fue, Laodamia, según se llamaba, se suicidó.

Dicen que el poema de Quinto de Esmirna que vivió en la segunda mitad del siglo III después de Cristo, no tenía comparación con los versos de Homero. Para mí fue como releer al gran maestro, ajeno, e ignorante, de las posibilidades de la métrica y demás detalles. Las Posthoméricas llenaron el cuenco solitario de mis reprochables e insatisfechas aficiones. Divide Quinto su obra en catorce libros que comienzan luego de la muerte de Héctor, el vacío del hijo amado y defensor de Ilión, y terminan con el drama de los argivos retornando a casa, atormentados por los dioses en busca de venganza. Así Ayax de Oileo, que violara a Casandra en el altar de Atenea, arrojado por las olas contra las piedras y hundido por Poseidón apenas creyóse a salvo.

Dice la introducción de la obra que Teócrito afirmaba que “a todos nos basta con Homero”; sin embargo las Posthoméricas, situándose entre las dos grandes epopeyas: Ilíada y Odisea, encontró un lugar que le permitió legado. Para mí es más; lo dicho: el ansia infantil de saber qué pasó con los héroes después de que Aquiles arrastrara con sus caballos el cuerpo de Héctor alrededor de las murallas, mientras Hécuba, madre, y Andrómaca, esposa, se rasgaban los senos.

Hécuba, entregada como esclava a Odiseo y cuyo fin tiene varias versiones. Una, aquella de que por sus aullidos de dolor por la muerte de sus hijos se convirtió en perra. Hay todavía, en el Quersoneso, actual Ucrania, una formación rocosa que se conoce como “el sepulcro de la perra”. Andrómaca, amante esposa de Héctor Priámida, terminó al servicio de Neoptólemo, hijo de Aquiles, para quien tuvo como concubina muchos vástagos. En esos círculos extraños de la historia terminó reinando en el Épiro, en las tierras que le había legado su captor, muerto por Orestes en la infinita trama de relaciones internas que hacen tan rica la mitología griega. Un nombre lleva a otro; un reino al siguiente; Eneas a Roma y así…

El Libro I (al igual que otro poema perdido del ciclo troyano, La Etiópida) trata de Pentesilea, reina de las Amazonas. Las referencias a Hércules, a Hipólita, son recurrentes. Los dioses se entremezclan con la vida humana, procrean, matan, eternizan. Aquiles la atraviesa, a ella y al caballo, con la pica. Al retirarle el “casco resplandeciente (…) Caída ella entre el polvo y la sangre, su rostro, bajo las deseables cejas, se mostró hermoso, aun después de muerta”. El héroe se enamora de su víctima y luego mata al griego Tersites que se burla de él.

Otra vez el vacío, Ilión teme sucumbir pronto. No faltan notables guerreros dentro de las murallas, pero sí la figura central que exige la epopeya. Muertos Héctor y Pentesilea, viene desde muy lejos Memnón, hijo de Eos, la aurora, con un ejército de etíopes y armadura que le fabricó Hefestos. Desata tremenda carnicería entre las naves, de casco tremolante semejante a un dios. Otra vez, Aquiles le da fin. Eos llora toda la noche; sus lágrimas se “pueden ver todas las mañanas de frío” en forma de rocío. Fuera de mi ventana, sobre los pinos en arbusto, lloran por Memnón.

Muere Aquiles por dardo de Paris y Apolo. En sus exequias discuten Odiseo y el gigante Ayax Telamonio. Se hace un juicio de las armas y el rey de Itaca se queda con la armadura del Pélida. Ayax se arroja sobre su espada. La tragedia sigue con el célebre listado; por Ilión aparecen Eurípilo (de la estirpe de Hércules), Paris y Eneas. Del lado de los aqueos, Neoptómelo, Filoctetes (que trae consigo el oráculo de la victoria). Eurípilo mata al médico Macaón, hijo de Esculapio; a éste Neoptómelo. Las flechas de Filoctetes terminan con Paris/Alejandro. Aparece un caballo de madera sobre la playa vacía. Dejan un voluntario cuyo valor registra el poema. Bajo infinita tortura no cuenta la verdad de que en el vientre del monstruo aguardan los héroes griegos. Contra las advertencias de Laocoonte y de Casandra, los troyanos arrastran el caballo hasta la ciudad.

Incendian Troya, saquean, arrojan al hijo de Héctor, niño, desde las murallas. Suplicio de las troyanas (Eurípides). Neoptólemo degüella a la hermosa Políxena, hija de Príamo, sobre la tumba de Aquiles.

Viene el retorno… y la tormenta. Los náufragos terminan en Libia, las islas ibéricas, Sicilia, Italia, Chipre, Creta. Continúan el mito y la epopeya.
23/03/17

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De TENDENCIAS (La Razón/La Paz), 02/04/2017

Imagen 1: Aquiles y Pentesilea
Imagen 2: Eos recuperando el cuerpo de su hijo Memnón