Tuesday, April 11, 2017

La conspiración Trump-Rusia/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hace una semana la situación de Donald Trump, presidente, en cuanto a las relaciones de sus subordinados (y suyas) con Rusia, que están siendo investigadas, empeoraba; más y más la prensa, que sí está ahora en guerra con un individuo que la desmerece e insulta, iba desgajando el tenebroso entretejido de espionaje, posible traición, enriquecimiento ilícito, coimas, favoritismo y... Había que hallar una salida, y pronto.

Nada mejor para líderes autoritarios en situación delicada que una reacción hormonal, que apunta a eso en la población: un ataque terrorista, un acto de guerra, cualquier posibilidad factible, y por lo general escondida, de enterrar la crítica y juntar fuerzas con los opositores, e investigadores en este caso. Sucedió. La oportunidad la dio Assad, el sirio, o, posible, Rusia con o sin la venia de Assad. Mejor que un atentado del fundamentalismo islámico era, sin duda, un bombardeo con armas químicas, la multiplicación de horrorosas fotos de niños agonizando como si no lo hubiéramos visto ya, a diario, en esta brutal y vergonzosa guerra civil. Sucedió, dijimos, con el mejor resultado para Trump, el olvido, temporal, parcial, definitivo de la investigación en curso. No se habla, no con el énfasis anterior, de lo que era multitudinaria opinión hace unos días. Opinar, hoy, refiriéndose a ello, tendría la pesada carga de antipatriotismo que este pueblo esgrime tan bien y con tanto yerro.

Imaginemos. Putin dice a Trump: haré lo siguiente, con permiso o sin permiso –lo dijimos- del gobierno sirio a quien mucho no importa la vida de sus ciudadanos si ha de satisfacer expectativas mayores de poder y riqueza. Trump responde que bombardearía entonces e iniciaría un ácido altercado verbal con los rusos. ¿Quién podría entonces afirmar que The Donald comparte intereses con The Vladimir? Perfecto, echen a los niños al matadero y que chillen los tontos. Lo extraño es que de la andanada de misiles ninguno apuntó a las pistas de despegue. La burda disculpa del autócrata gringo fue que estas eran baratas. Habló el constructor… No creo haber visto fotografías de aviones destrozados. Al fin, no resultaría difícil quemar un poco de chatarra y ennegrecer bunkers para satisfacer el ego marcial del guerrismo norteamericano. Eso basta cuando un pueblo vive de mitos, el de la invencibilidad pedante de las tropas de los Estados Unidos. Olvidaron la paliza de Vietnam, y los larguísimos años inefectivos de Irak y Afganistán.

Como corolario a la proeza patria, Trump envía portaaviones al mar de Corea. La amenaza está ahí. Otra vez, en el imaginario yanqui, el país ha alcanzado la cima de la que nunca debió bajar. Si todo fuera así de sencillo.

El circo trumpista flota en el limbo. Cada uno de sus jerarcas, menores y mayores opina sin ton ni son. No es el arte de las contradicciones sino la ineficacia y la vulgaridad infantil del mando. En suma que se logró éxito en ensombrecer el panorama, en hacer cortinas de humo sin suponer siquiera que el viento se lo ha de llevar eventualmente. Aprovecha Trump, para ganar posiciones para su familia en una lucha interna seudo-ideológica. Hay purgas al parecer y significantes en cuanto a su proyección internacional. Que esto implique que el presidente desea alivianar el peso negativo del estado, no lo sabemos. Demasiada confusión para tan poca clase.

Que existen imponderables, por supuesto. El orate norcoreano es tan impulsivo e irreflexivo como su contraparte. Lo que semeja ser un trato macabro entre Rusia y USA puede terminar en desastre. Esperemos que no, y si no, qué queda y por cuánto tiempo de esta aventura nebulosa. Habrá con ello Donald sosegado a los caza-fantasmas o es solo un intervalo dramático de una opereta bufa.
10/04/11

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 11/04/2017

Imagen: The Boston Globe

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