Wednesday, March 26, 2014

El derecho a la defensa contra el Estado/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hace unos días leí en la prensa cruceña un texto acerca del tiranicidio, la cautivante idea de que en manos de cada uno puede hallarse el bien común. Tema arduo, complejo, pero de ninguna manera discutible. No lo niego: festejé cuando hicieron volar a Anastasio Somoza, y festejé la lectura del ajusticiamiento de Trujillo, entre alegrías que la muerte suele traer.

Años ha, escribí una columna en la que relataba la llegada de la marcha indígena a La Paz. Decía entre otras cosas que al interior del palacio presidencial, ventanas y puertas cerradas, corrían hilillos de orina por los pantalones de los déspotas que habían reprimido en Chaparina. Nuestra mediterraneidad imaginativa impidió que aquello consumase un fin. Pasó, pero el escrito despertó iras en los gobernantes, y, lo que es peor, entre los que se consideraban opositores. Un periodisto (y nótese la o) chilló en contra mía, a quien no conocía ni en “pelea de perros”. Seguro, porque a pelea de perras no asisto yo, perras en celo como él, o ella no sabemos, y una caterva de lameculos del gonismo y de sus asesores gringos James Carville y compañía. Amén de un director de periódico que hoy muge porque no le queda otra, pero que quiso congraciarse con el gran curaca defenestrándome. Tengo detalles que recibí de muy cercanos al asunto de cómo se desarrolló todo, con nombres y apellidos, y del altoperuanismo de los de marras, incluido un argentino al que llaman “estafa” (por algo será). Ya habrá tiempo de darlo a luz.

Volvemos al tema. Contemplando al narcotraficante Diosdado Cabello en la Asamblea venezolana, y a su par Nicolás Maduro por doquier, no hay otra conclusión de que resolver el problema pasa por un tiro en la cabeza y no por berrinches democráticos. La democracia no existe más en América Latina; la destrozó la izquierda, riéndose de sus propios muertos. La última sesión de la OEA, privada a pedido de los totalitarios y sus secuaces menores, le ha dado sentencia de muerte. Vergonzante la actuación de Brasil y de Uruguay. No hay que quejarse después cuando a ellos se les apliquen las prácticas que hoy defienden. Todo vale para mantenerse en el poder: crimen, abuso, tortura, asesinato, hambre, falta de información y más. Pues bien, vale para unos y vale para otros. Las cartas están jugadas y hay que apostar. Deshacerse de los tiranos no es criminal, es una opción profiláctica y patriótica, hasta humanística si le damos connotación filosófica.

Hasta dónde y hasta cuándo la burla. La de sobrevivir en el lodo de la ilegalidad, loando el pan de limosna que se recibe, o el dinero, o las joyas o los puestos, no importa qué. Al ciudadano le asiste el derecho a defenderse contra quienes lo atacan o lo quieren convertir en una ficha. En el caso venezolano, si la policía mata, hay que matar a la policía. La muerte de un represor viene a ser un bálsamo de esperanza. Responder con la misma fuerza. Ya lo dijeron los fidelistas: “al que asome la cabeza, duro con él”. La respuesta está en la propia retórica del adversario.

El agudo chillido de los sirvientes eternos no debe intimidar. Los cobardes -peligrosos- se esconden. Ya habrá tiempo de cazarlos en sus guaridas. Me refiero a los que lambisconean a izquierda y derecha en busca de prebendas, medallas, palmadas de aprobación, a los que usan su pluma para satisfacer el ego de los amos, a los que no tienen ni decencia ni hombría para ocultar que ponen el rostro en la entrepierna de cualquier tipejo con mando.

Como hombres nos asiste el derecho a defendernos, a desbrozar el matorral desde el que escupen las alimañas. En Venezuela no hay solución pacífica, como erróneamente sugiere Capriles. Son otras las reglas del juego y hay que jugar bien.
24/03/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 26/03/2014

Tuesday, March 25, 2014

El futuro del Kurdistán/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Los últimos ataques del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía han reanimado el debate sobre el futuro del Kurdistán.

Estados Unidos, como siempre, tiene una actitud y una actuación de doble sentido. Considera al PKK organización terrorista y sin embargo, según denuncias del congresista Denis Kucinich y del periodista Seymour Hersh, apoya (también Israel) logística y militarmente a su par kurdo dentro de Irán, el PJAK, en su intento de desestabilizar a la teocracia irania. Algo similar sucedió con su apoyo a Bin Laden, casi diríamos su creación, que a la larga se les fue de las manos.

El PJAK no es tan radical como el PKK, de origen marxista. Formado en casi 50% de su militancia por mujeres, ejerce violencia en contra de las fuerzas de seguridad, o la guardia revolucionaria, como medida de autodefensa. No propugna, como lo hace el PKK, un Kurdistán independiente, sino libertades civiles y la posibilidad de una democracia liberal en Persia, con amplio acceso para la mujer de alcanzar posiciones importantes.

Miembros de la Confederación Democrática del Kurdistán, el PKK opera en Turquía y el PJAK en Irán. Ambos. Turquía e Irán, claman que la base de estas organizaciones se encuentra en la ahora casi autónoma zona kurda de Irak. Ambos bombardean poblaciones civiles del Kurdistán iraquí.

Historia que se repite a través de las décadas y que muestra otra vez las graves falencias de los imperios a tiempo de reestructurar el mapa del mundo. Como Armenia, Kurdistán fue obligado a repartirse en cuatro países: Irak, Turquía, Irán y Siria, a pesar de formar un sólido conjunto nacional con antigua tradición cultural.

Estados Unidos apoya el quizá efímero oasis de los kurdos en Mesopotamia porque así le conviene; igual lo hace con los disidentes kurdos de Irán, pero no se animaría a declarar que la parte turca del Kurdistán también merece un estatus de privilegio si no independencia toda. No es socio de fiar.

Los atentados del PKK reactualizan el encarcelamiento, desde 1999, de su líder Abdullah Ocalan. A pesar de que Ocalan desde su confinamiento solitario en una isla del mar de Mármara, custodiado por alrededor de 100 soldados turcos, ha variado en lo radical de sus opiniones, su encierro habla del sojuzgamiento brutal de un pueblo y de lo poco que ha hecho Occidente para remediarlo, crítica que incluye tanto a los Estados Unidos como a la Unión Europea.
14/10/07

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 10/2007

Fotografía: Simona Granati/Protesta en Italia por la libertad de Abdullah Ocalan, 2012 

Tuesday, March 18, 2014

Vulgares delincuentes/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“Me tratan como a un vulgar delincuente”, se queja Marcelo Soza, fiscal, exfiscal, o cualquier pomposo título que detentara. Era, y sigue siendo dada su herencia, parte de un tenebroso juego de enriquecimiento y delincuencia que se apoderó de la región bajo el emblema del cambio.

Mientras Evo Morales se menea donde más puede y por cuanto más quiere, el país, defendido por el Fondo Monetario Internacional como ejemplo -obviando los altos matices de ilegalidad que pululan en la economía boliviana- va derecho al foso. Si bien costaría enorme esfuerzo buscar por políticos probos en la historia nacional, es fácil encontrar quiénes fueron los peores. Y son, y dudo que alguien les arrebate el título de mayores depredadores y antropófagos en lo que alguna vez fue república.

Lejos está el tiempo en que Morales apelaba a la modestia del pobre indito con chompita barata para encandilar a la imbecilidad europea. Ahora parece y se mueve como un magnate en la pasarela. Acompañado del escurridizo y astuto Choquehuanca, en incomprensible lógica y notable prostitución política apareció en Santiago de Chile para asistir a la entronización de otra por ahora moderada populista, Bachelet, que tendrá que decidir si juega con las blancas o las negras en un ajedrez que se ha complicado para los de su laya.

Volvemos a Soza, quejándose de que lo traten como lo que es: un tipo vulgar, un delincuente, emblemático de la oclocracia reinante, el supuesto gobierno popular, al arbitrio de “deregentes” y aullantes meretrices. Lodo pegajoso del que será difícil escapar y que tendrá que ser extirpado como cáncer en su momento, de raíz.

El fiscal del “Caso terrorismo” ha solicitado asilo en Brasil. Dudo que eso lo proteja del largo brazo del crimen. Sabe demasiado y Brasil está muy cerca para que no deseen acallarlo. Ya se lo escuchó cantar en grabaciones escondidas. Aunque tal vez sea otra manipulación del gobierno para sacarlo de en medio de la controversia. Permitirle algunos deslices y taparle la boca con un premio que es siempre mejor que un tiro en la cabeza. El tiempo dirá.

Muevo el cursor geográfico hacia Macha, población altiplánica donde se inauguró una estatua de Manuel Belgrano. Qué insulto para el gran americano, uno de los originales “tupamaros” con Castelli, Moreno y Monteagudo, ser conmemorado por García Linera y por Boudou. Nadie más lejos de él que estos aprovechadores. Pero de esos retazos van tejiendo su historia de “revolución y cambio”, haciendo creer a la gente, desinformada de entrada y no con muchas ganas de aprender. Cómo no van a dorarse con la aureola del argentino. Siguiendo la historia de principio a fin, de la gloria hasta el olvido, vemos que no existe punto de convergencia entre el notable hombre de ideas y dos comerciantes de terno y corbata, chuteros de la rebelión, oligarcas y tartufos.

Me dicen que remo contra un río que viene en avenida, que arrecia su caudal. Tal vez sea un empedernido optimista. Eternidad: la creyeron con Bánzer y Barrientos. La anunciaron con Hitler: el Reich ario… o el Reich aymara. No existen tales mil años, o el “vinimos para quedarnos”. La historia es cabrona y desalmada. Algunos escapan pero a otros les cae el filo helado de la guillotina. Como jugar lotería, pero no sea que esta vez sea suerte sin blanca y no haya salida. Cuando los déspotas caen, la grey exultante y ruin que vitoreaba se convierte en los que arrojan piedras a la carroza, que vociferan por la cabeza del rey, con mayor vehemencia que cuando lo ensalzaban.

Los que no tenemos nada que perder o que ganar revolvemos el café tranquilos y esperamos. Estamos incólumes como Belgrano. Los comerciantes deben esconder su mercadería y lavar con estropajo las huellas del delito. Pobres ellos que tanto acumularon y que pronto van a perder u otros usufructuar.
17/03/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 18/03/2014

Imagen: Crispin & Scapin/Honoré Daumier, circa 1860

Sunday, March 16, 2014

Lo abandonado


JORGE MUZAM

Abro el blog Le Coq en Fer, del escritor boliviano Claudio Ferrufino, con seguridad uno de los genios más prolíficos de la literatura hispanoamericana actual. Siempre encuentro gratas sorpresas en su página, textos jugados, tan rudos como poéticos, abundante erudición, ternura a raudales. Esta vez encontré un poema ebrio, sentido, la purificación del vodka como la lluvia a la noche, y un final críptico, que puede ser ironía o certeza respecto al delicioso teatro de máscaras del amor. En el enlace que él mismo subió a Facebook dice, "poema encontrado en computador en desuso".


Uno / Claudio Ferrufino-Coqueugniot


Tatiana y tú
sombras
-Ramona para Bob Dylan-

lo real esta noche los vodkas

purifican

bañan igual que llueve

afuera


Calor
de mentira de mujer


Pienso en los discos duros que van quedando abandonados, igual que casas en desuso, albergando ánimos, tropiezos, imágenes, creaciones espontáneas y momentos que más temprano que tarde ocupan una misma dimensión fantasmal.


Pintura : Edward Hopper 

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De CUADERNOS DE LA IRA, 14/03/2014


Jorge Zabala en la memoria


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me cuentan que a Jorge le llegó el olvido, que en algún lugar de la idílica Cochabamba, que criticaba y amaba, llevó en sus últimos años una vida de encierro. La sociedad se cobró su irreverencia, su desfachatez de en un momento serio sacarse los zapatos, bajar los calcetines y rascarse por encima del talón mientras lo miraban azorados. Luego proseguía su genial charla sobre W. H. Auden.

Lástima que de él más se ha perdido que conservado. Una obra dispersa, mayormente oral, pero también escritos sueltos firmados como Jorge Agrícola, supongo que para honrar con ello a la antigua Roma, o a un pasado feudal en la rural Bolivia que se había repartido desde siempre entre los amos. Cochabambino y creo que también beniano. Brilló antes de que apareciese la globalización, cuando todavía el hecho de haber estudiado en Inglaterra y vivido en los Estados Unidos implicaba tanto, siendo nosotros más que de tierra, de mente, mediterráneos.

En 1991 decidimos, mi esposa entonces, Jenny Gubrud y yo, trasladarnos a Bolivia “para siempre”. Por las calles de Washington D.C. marchaban las turbas enloquecidas con la victoria relámpago de las tropas norteamericanas en la Tormenta del Desierto. Décadas de la vergonzosa derrota en Vietnam parecían haberse lavado. Una generación se limpiaba esa mácula y retornaba el concepto del porvenir, límpido y sólido. Era demasiado para nosotros y creímos bueno partir.

Jenny pintaba: pasteles y dibujos al carbón. Emily, la hija mayor, había nacido ya. Con gigantescas cajas emprendimos la diáspora, dejando atrás los floridos cerezos, museos, amigos. Le hablé de sol, de agua y encontramos polvo, pero era Cochabamba al fin, que fue pródiga en colores y números en su obra artística. Tanto que decidimos exponerla. Para eso recurrimos a mi hermana Picha, para que su amigo Jorge Zabala hiciera la presentación. Fue un año, entre el 91 y el 92 que gozamos de su continua presencia; por ahí, luego de este trashumar gitano que nos envolvió, en un archivador, están sus palabras impresas en un diario local: Jorge Zabala presenta a JG, “la” pintora norteamericana, en el palacio Portales.

Mucho antes, durante la juventud plagada de ínfulas revolucionarias e intelectuales, mirábamos a Jorge, diez o quince años mayor que nosotros, de lejos y con admiración, agarrando de oídas conversaciones sobre Aristóteles, o comentando en la oscuridad de los jardines de la UMSS sobre la proyección de Hamlet en versión soviética. O, lo recuerdo con claridad, porque esas eran muchachas que yo ansiaba, coqueto con dos auténticas alemanas, de tetas y caderas blancas, diciendo que a las suizas les gustaba hacer el amor sin quitarse las medias. Sentí envidia en mi cubil indoamericano porque yo no podría saberlo, menos conversarlo. Y aún no he comprobado si Zabala mentía o no. Era a la salida del teatro del Palacio de la Cultura, en una de las sesiones de cine internacional que se hacían. Luego cruzaron la calle y se instalaron en un cafecito con mesas de fórmica en animada charla de -supongo- sexo y literatura. A mí me devoró la noche.

13 de marzo de 1992, mi cumpleaños treinta y dos. La tina de la “casa grande” rebalsaba de cerveza. Nos visitaban amigos canadienses, asistió multitud. Jorge llegó con su inseparable Mike, otro personaje cochabambino. Vivía en el Frutillar, arriba, casi en la falda del cerro y contaba su paso por el ejército israelí. Nada más disímil que estos dos. El flaco y desgarbado Jorge, con infaltable Marlboro en la mano y el fortachón Mike, vistiendo una camisa de medida menor a la que correspondía, de pelo en pecho y botones escapándose. En los cafés, alguna vez en el Prado, caminando por la Colón o sentados en ese sutil aislamiento que da la plaza Constitución, muy cerca de la casa de Jorge en la Salamanca, siempre juntos.

Trece de marzo. Música; baile. Como una chispa, porque parecía escena de otro mundo, Jenny y Jorge bailando London’s Burning, de los Clash (All across the town, all across the night/Everybody’s driving with full headlights/Black or white turn it on, face the new religion/Everybody’s sitting around watching television!), con una soltura que no correspondía al lugar dónde estábamos y que en medio de la borrachera nos hacía ilusión de taberna inglesa. Con el cigarro en la boca, brazo izquierdo arriba, luego el otro y el entrechocar intermitente de sus palmas, como un platillo del más allá. Aquella noche Jorge terminó tirado sobre el pasto del patio de atrás, cuando ya el rocío cubría el verde oscuro. Con Omar lo levantamos, llevamos a la cocina, y tomando café vimos amanecer.

“Los sin Dios como yo”, escribí en uno de mis Cuadernos de Norteamérica que publicaba Opinión. Has barrido, dijo Jorge Zabala, de un manotazo toda la religión. Fue en ese momento que le conté que retornábamos a los Estados Unidos, que no había manera de sobrevivir con decencia en Cochabamba, que mi hija necesitaba futuro. No existen los para siempre, lo aprendí entonces, pero sí los cortos veranos de anarquía como aquel, asociado indisoluble a la memoria de Jorge y un pequeño grupo. Quedan varias fotos y un retrato suyo, de dos que pintó Jenny, y que comentándolo -ya que colgaba y todavía cuelga de la pared de casa- una amiga mexicana en Denver decía que parecía el de un “condenado”.

Vive Jorge. Me mira en la todavía penumbra de las cinco de la mañana, desde el muro, sentado en la silla de casa, con la ventana de casa, las cortinas de casa, todo lo íntimo, lo inmortal, inolvidable, querido.
11/03/14

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Publicado en Revista OH (Los Tiempos/Cochabamba), 16/03/2014

Imagen: Jorge Zabala por Jenny Gubrud, Cochabamba, 1991


Friday, March 14, 2014

Uno

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Tatiana y tú
sombras
-Ramona para Bob Dylan-

lo real esta noche los vodkas

purifican

bañan igual que llueve

afuera



Calor
          de mentira de mujer

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Imagen: Béla Kádár/Sombras, circa 1930


Tuesday, March 11, 2014

Alucinación revolucionaria, alucinación democrática/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No recuerdo dónde leí a un columnista afirmando que nadie había hecho, en Venezuela, tanto para “derechizar” el país como Hugo Chávez. Arriesgada opinión sobre un fenómeno que se reclama a sí mismo como el cenit de la revolución, y a su ya finado líder como arcángel.

Amén, hay que decirlo, de la invención, dadas las circunstancias adversas al régimen, de calificarse como vanguardia del amor y de la paz, con un énfasis tan frenético que no se vio entre los hippies de San Francisco. ¿Cómo conciliar una máquina asesina, tanto militar como paramilitar, con un discurso de calma, interrumpido por vejámenes verbales a los opositores y por bravatas como candelita que se enciende, candelita que se apaga (que se silencia, mata, detiene, tortura, desaparece es la traducción)?

Observo lo que se llama empate técnico en las elecciones presidenciales de El Salvador entre el Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), la antigua guerrilla que aglutinaba a cinco grupos de izquierda, con sus respectivos subgrupos según extracto de Joan Didion en su reportaje “Salvador”, y la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) del felizmente extinto mayor Roberto D’Aubuisson, cuyo hijo homónimo lidera como diputado. La tragedia de la guerra civil salvadoreña y la saña que se ejercitó allí descalificarían a ARENA, sobre todo, de cualquier posibilidad futura de mando.

D’Aubuisson padre fue la encarnación del mal. Célebre y patológica su relación con la tortura y la muerte, tanto que un periodista de SPIN, revista que competía con Rolling Stone en su tiempo, escribiría de su deseo de matarlo mientras hacía un reportaje sobre el país. Extraña entonces que ARENA casi ganara esta elección. No hablamos de olvido histórico o de frágil memoria (aunque también) sino del desastre de las izquierdas en los gobiernos de América Latina, llámense El Salvador, Venezuela, Bolivia, Argentina, y los consabidos etcéteras de dinosaurios dispuestos a eternidad. Resulta que unos habían sido tan malos como los otros, y que no necesitaban formar parte de oligarquías nacionales para expoliar, robar y apropiarse hasta del futuro; simplemente fundaban otras con la salvedad de mugir que su actuación iba en bien de los pobres, o, peor, pedida por los pobres.

Qué pensar del panorama. Cuando se escucha a Mujica, del Uruguay, defender el derecho a la protesta, pero, y ahí la paradoja, que no atente contra el Estado; igual Bachelet, pronto presidente de Chile, con similar retórica. O el silencio de Brasil, la abierta defensa de Argentina y la esperada repetición del último en la cola: Bolivia. ¿En qué estamos? Las dictaduras militares podrían alegar lo mismo que Maduro, o la interesada opinión de Bachelet y Mujica, que el Estado tiene el deber de defenderse contra movimientos atentatorios a su estabilidad. Entonces, siguiendo esta lógica vomitiva, en esta vida no hay culpables y se debiera reivindicar la memoria de Videla, Massera y Pinochet. Estamos ante un juego perverso donde dinero y poder, como siempre ha sido, manipulan todo a su antojo. La violencia desatada en el “país del amor”, el de la “revolución bonita” (Venezuela), se justifica y se aplaude.

Nadie quiere reunirse a condenar el abuso policial y el crimen paramilitar del amo de Caracas. Pero cuando Evo Morales & Compañía lloriqueaban por supuestamente habérseles impedido sobrevolar espacios aéreos, los jerarcas se desvivían en mueras al imperio y lamentos post-nupciales. Bueno, las cartas están dadas; nada puede ser más claro. No importa lo que se haga; se exime de culpa a todos por igual. Por supuesto que a los de abajo no se les consulta, se les aplica la ley, el decreto, la orden, o el cañonazo de pesos para callarlos. No hay mucho que analizar, es una tómbola y cuando se gana hay que exprimirla hasta donde se pueda. Tal aberración exime de culpa a quien se rebela, a quien se defiende del ataque estatal. Derecho a defensa y ley del Talión. A por eso vamos. Y, si es el caso, a pertrecharse ¿o no?
10/03/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 11/03/2014

Fotografía: Tina Modotti

Sunday, March 9, 2014

California Dreamin'/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Charles Manson asesina en la noche. De las estrellas caen tenedores para clavarse en estómagos. Sharon Tate deja de ser bella y se incluye en la sombra con los sangrantes pechos.

The Mamas & The Papas. Soñar con California en este día de invierno. La canción me entristece. Me pone niño. Virginia duerme. Camino calles de dos de mañana. No hay perros. Las campanas de las casas suenan con el viento. Apuro la noche hacia mi casa.

Al llegar, Emily y Jenny dormidas se mueven, y el rumor de sus cuerpos me retiene quedo, hasta el amanecer. No más soñar con California, su sol, su música, sus asesinatos.

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 20/11/1991

Wednesday, March 5, 2014

Lunes otra vez/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Amanece con el nuevo bufón de Venezuela cantando. Sigue la perorata de paz y amor. Este tipo parece escapado de los años 60, del summer of love, pero con una gran diferencia: miente. Aquellos eran ilusos, este un patán tiránico y asesino. El amor, el amor… lo menciona más que Shakira pero carece de sus atributos para ejercitarlo. Mientras tanto Venezuela se desangra y es objeto libre para cualquier postor con un mínimo de inteligencia. Las infantas, hijas de Chávez, se dedican al puterío oficial con recursos públicos y el mundo bien gracias. Como para creer.

Ucrania. Hará un par de años mi amiga Tetyana Shumydub me trajo de Kiev una de esas bufandas de fútbol con los colores de la selección. Ella, ucraniana, me dijo -textual- te la traje porque sé que a ti te interesan las vainas de mi país. Veo en Facebook que hoy adorna su muro con un agresivo puño azul-amarillo, desafiando la afrenta rusa. Larga historia esta, más en Crimea.

Luego de la gran rebelión cosaca de 1648 para removerse el mandato polaco, y bajo el bastón de mando del atamán Chmielnicki, la situación cambió. Las posibilidades estaban dadas para estructurar una nación libre en la estepa. Pero Polonia era un poder todavía demasiado grande y los cosacos firmaron un tratado que los ponía bajo el amparo moscovita que comenzaba a crecer. Crimea entonces era un kanato tártaro, y lo siguió siendo por cien años más, con una herencia que les venía desde la Horda de Oro, y una conveniente sujeción al imperio otomano.

Retomo, como lo hago cada vez que hablo de literatura e historia, la inolvidable trilogía de Henryk Sienkiewicz, en cuyo primer libro, A sangre y fuego, se detalla justamente el alzamiento de 1648, desde el punto de vista de un patriota polaco que defendía la República y que sin embargo detallaba la crueldad de ambos bandos con pasión. Los zaporogos se aliaron con los mongoles de Crimea; entonces el peso del khan en la región era inmenso, y los cosacos no estaban, a pesar de su odio ancestral contra los tártaros, en la posibilidad de eludir su ayuda. Ofrecieron tributo en esclavos: polacos que atraparan prisioneros, soldados o labriegos, judíos… y el gran hetman inclinaba la cerviz ante los ojos rasgados de los beys. Hoy se disputa la península entre Rusia y Ucrania. Tártaros no debe haber, fueron expulsados y relocalizados hace mucho. Turcos tampoco, pero la presencia centenaria de unos y otros, así como de rusos, ucranios y polacos, desmitifica los reclamos de antigüedad incuestionable de todos. Incluso podríamos remontarnos a los griegos de Homero, los que pastaban y mataban en las afueras de Ilión, y cuyo alimento venía desde esas orillas del Mar Negro, el Quersoneso, de Crimea y de la estepa. La historia tiene muchas facetas y se olvida eso con facilidad.

Lo recuerdo para sentar bases de una discusión que no ha de solucionarse pronto. No creo ver reeditada otra Guerra de Crimea (1853-1856), en la que tanto Rusia como las potencias occidentales alegaban derechos firmados en papeles e intereses como hoy. Dudo que contemplemos insensateces como la carga de la Brigada Ligera, pero que las habrá, sí, de otra índole en otro tiempo histórico. Tan tonto, avieso, ambicioso es el hombre.

Busco la bufanda para inclinar mi propia balanza hacia un lado. Yo mismo me confundo, hablando de Ucrania, refiriéndome a ella como parte de Rusia. Historias comunes, grandes nombres compartidos, una lengua. Pero, al entrar en detalles, avistamos la maraña de un problema anciano de infinitas ramificaciones.

Nicolás Maduro no para de cantar. Multitud de pajaricos sobrevuela su cabeza; lo decoran con excremento que para él significará bendición, siendo que tal vez uno de los gorriones sea el inefable comandante. Lunes otra vez.
03/03/14

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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 05/03/2014

Imagen: Ilya Repin/Los zaporogos escribiendo una carta al sultán

Tuesday, March 4, 2014

San Indio y San Escrivá/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Juan Pablo II ha sido un papa prolífico en materia de santos. Dos de los últimos fueron el indio Juan Diego, que aseguró la presencia de María madre de Cristo en México, y el controvertido monseñor José María Escrivá de Balaguer -uno de sus varios nombres (Escribá, Escrivá Albás, Mariano...)- fundador del Opus Dei.

A Juan Diego le tomó muchísimo más tiempo que a Escrivá alcanzar el grado de santo. Este último pasó de Venerable (1990), a Beato (1992) y ahora a Santo en fulgurante carrera desde su muerte en 1975. El milagro de Juan Diego es la virgen de Guadalupe, patrona de una inmensa población católica envilecida, empobrecida, mestiza o india y sin embargo todavía creyente, aparte de milagros menores como curaciones, etcétera, que no se toman en cuenta porque hasta a Pancho Villa muerto se le atribuyen algunas y al cráneo de Mariano Melgarejo en la catedral de Tarata otras. Monseñor Josémaría no hizo milagros, los utilizó. Supo dónde, cómo y cuándo, insertar hechos maravillosos que avalaran lo que él necesitaba validar.

Juan Diego fue humilde, otra cosa no podía ser -o hacer- en las circunstancias que le tocaron vivir. Finalmente uno no elige la desgracia de ser indio o la buenaventura de ser español. Pero ya pasó y no se puede dar vuelta a la historia. El altivo monseñor Escrivá pregonó la pobreza y el desafecto por las cosas materiales. A pesar de ello no tuvo impedimento en reclamar para sí, en 1968, el título de marqués de Peralta. Quizá a un santo se le pueden perdonar ciertas veleidades como la de pretender aristocracia: la ambición no es pecado. Tampoco apoyar la tiranía y la muerte. Francisco Franco "salvó" la cristiandad y 1939 fue, a decir del propio Escrivá, "el año de la victoria". Los sanguinarios gobiernos militares de Argentina y Chile parecían no discordar con los principios de los miembros del Opus Dei que los apoyaron.

Tenemos dos personajes ya santos. De ambos se conoce poco: de uno por la cronología y la profusión de hechos que se confunden. Quizá el misterio lleva aureola de santidad. San Juan Diego era una necesidad de la iglesia católica, la de consolidar su credo en un multitudinario universo de gente morena: es hora de darles su San Indio; San Escrivá, porque dudo mucho que alguien le rece a San José María marqués, de la urgencia del grupo vaticano más conservador. La política no solo se juega en palacios presidenciales sino en los confesionarios. Y aunque no veremos a fraile alguno pintando "vote por" en la pared, a eso se reduce.
12/10/02

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 10/2002


Saturday, March 1, 2014

El Ekeko/MIRANDO DE ARRIBA

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Recibo noticias de El Alto acerca de la feria de Alasitas. Y algo que durante toda la vida fue un acontecimiento normal, grato además, sobre todo para los niños, se torna controversial.


Cochabamba no es El Alto y hay diferencias entre el mestizaje valluno y la nación aimara, cierto, pero la fiesta no debiera ser pretexto para en pleno siglo XXI intentar darle a esta manifestación popular un halo religioso que se perdió hace mucho y que debió haber desaparecido.


Cuando publicaciones alteñas se refieren a Alasitas como un festejo de dioses andinos, el Ekeko o dios de la abundancia en particular, con la idea -velada o expresa- de que este y su cohorte de huacas, antiguos unos, inventados otros, suplanten la mascarada católica de santos de yeso y delirantes Cristos (pobre Cristo) crucificados, se incurre en error similar al de George Bush o al de los ayatolas iranios. Se está poniendo de moda, como retorno al oscurantismo, que cada cual reclame divinidades para imponer sus creencias o sus propios intereses, sin importarle medios para privar a las generaciones futuras de la libertad de decidir sin coacción ni censura.


Que no hay dios mejor que otro, o que no hay dios bueno a secas, o representante divinizado suyo, es algo imposible de refutar. Los alucinados que pregonan teocracias por venir representan un peligro para el desarrollo histórico, y sean aimaras o nórdicos sus ídolos de barro, deben ser combatidos drásticamente.


Existe la posibilidad de que Alasitas surgiera de un remoto ancestral pasado donde se deificaba al Ekeko, plagado -quiéranlo o no- por centurias de escarnio en manos hispánicas lo que ha dado como resultado un ser que a pesar de la gorra indígena tiene más de gallego que de indiano, aunque alguien asegure que 10 años atrás el Ekeko era un aimara cargado de bienes, aunque bien recuerdo que hace 40 no era un imberbe como lo son las etnias altiplánicas.


Alasitas es un excelente sistema de movilizar la economía entre las masas empobrecidas. Su origen y sus connotaciones deben estudiarse y nunca olvidarse, pero de ahí a hacer creer que el ídolo hará realidad las miniaturas que se llevan a casa y teologizar sobre el asunto es burlarse de la esperanza. Alasitas es una cuestión concreta, un hecho económico a la vez que un fervor de la cultura del pueblo. Hay que impedir que sacerdotes o amautas, como siempre, se apoderen de él y lo transformen -porque así les conviene- en fantasía de infelices, sin destruir, o dejar de vender, la figura de este singular personaje.

24/01/05

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Publicado en Opinión (Cochabamba), 01/2005

Fotografía: Erios30/Ekeko, Oruro