Thursday, September 30, 2010

El señor don Rómulo/Prólogo del libro


Elena Ferrufino-Coqueugniot

Un texto está hecho de escrituras múltiples, provenientes de varias culturas que confluyen en relaciones de diálogo mutuo, parodia, contestación. Pero hay un lugar donde esa multiplicidad se concentra; ese lugar es el lector y no, como se decía antes, el autor.
Roland Barthes

Probablemente, el desafío más importante con que nos confronta El Señor Don Rómulo es que, en tanto que lectores, nos transforma en espacios en los que se inscriben discursos, narradores, tiempos e historias; escenarios donde el texto adquiere la unidad que, originalmente, en la pluma del autor, se compone más bien de voces disímiles y heterogéneas. Más allá de su historia personal, su propia biografía o su psicología, el lector es el que mantiene unidas, en un del lector debe hacerse solo terreno, todas las huellas que constituyen el texto escrito. Como lo asegura Barthes, “el nacimiento efectivo a expensas de la muerte del Autor”.

En ese entendido, recorremos las páginas de la novela de Ferrufino-Coqueugniot, sentados al lado de Rómulo, en aquel “carruaje sobre el pedregal” que lo acerca a Tiraque, mientras la narrativa nos introduce consigo al texto-acuarela, a través de una saga familiar al estilo de García Márquez. Es un mundo en movimiento, donde conviven hombres, textos, historias y tiempos en una escritura autoconsciente donde las mujeres lo han poblado todo, pero han quedado rezagadas, opacadas por la abrumadora presencia masculina tipificada por el Señor Don Rómulo. Pues “a él, sobre todas las cosas, Dios incluido, le gusta el culo”. Y, como típico “macho” de principios de siglo, tendrá a tantas “hembras” como pueda y “más hijos que Aureliano Buendía y no serán de la guerra sino del placer, sin cruces marcadas que los señalen como futuros muertos”.

El escenario central es Cochabamba y los tiempos fundamentales giran entre 1882, año del nacimiento del protagonista y 1951, marcado por su muerte. De allí se diseminan fechas que llegan, por un lado al siglo XVI, donde el autor escarba los orígenes ancestrales entre Italia y Francia y, por el otro, pincelan el año 2000, desde alguna ventana de Colorado, en los Estados Unidos. Munido de certeras técnicas narrativas que lo acercan de lenguajes cinematográficos y pictóricos, Ferrufino-Coqueugniot nos obliga miradas transversales sobre la historia, mientras nos hace conscientes de la auto-representación formal del texto novelado y de los contextos históricos que lo tejen, desde espacios y voces dialécticas que terminan por echar luces sobre lo que, inicialmente, podría parecer una contradicción irresoluble.

Desde Tiraque, Tarata o Cliza, sea en 1920, 1879 o 1999, el texto emprende un juego anacrónico propicio para la ubicuidad de tiempos, espacios y narrativas por las que el lector trasciende en magnífica controversia entre lo objetivo y lo subjetivo, lo singular y lo plural, lo relativo y la universalidad del discurso, la verdad y la historia. El lenguaje con que Ferrufino entrecruza los planos está en constante proceso de transformación, reflejando y mutando realidad y ficción mientras cuestiona los sistemas lingüísticos establecidos mediante un discurso renovador y ameno que seduce la memoria y las posibilidades de lo estético:

En la costa, indios de Bolivia, mas indios del Perú e indios mezclados de Chile combatieron una odisea diseñada y distribuida en escritorios de Inglaterra. Al morir eternizaron sus dientes abiertos al viento, conservados en salitre como si se experimentara en ellos. Los patrones enviaron a sus pongos a morir, y ni siquiera el solaz de las inditas viudas, una tras otra en mi cama, señor Ferrufino, en la suya pronto, transforman esta terrible inercia en vida. Salud, un traguito, échele nomás, que papeleo no hay ninguno. Ahorita llamo a Crescencia, india ojetuda y fuerte, para que nos distraiga la tarde, yo después de usted, adelante, los caballeros primero, e india abre las piernas para el señor corregidor, ¿listo? Con su permiso y Cecilio deja la sala porque no le interesa ver el ritmo acompasado de las nalgas lampiñas del mestizo.

El texto nos confronta con las paradojas de la representación de lo ficticio frente a lo histórico, de lo particular y lo general, del presente y el pasado. Un mismo párrafo alberga una variedad de relaciones contradictorias, pues la narrativa misma se rehúsa a recuperar o disolver ninguno de los lados de la dicotomía, y nos invita, más bien, a explorarlos todos. Las alteraciones gramáticas y la superposición de espacios, tiempos y personajes parecen responder a una de las preocupaciones postmodernas sobre la multiplicidad y la dispersión de la/s verdad/es relativas a la especificidad de un lugar y un cultura. Una serie de eventos que enmarcan la historia nacional se encuentran esparcidos entre los hechos más triviales que construyen la trama novelística. Uno de ellos es la Guerra de 1899, la llamada Revolución Federal, rápida y sangrienta confrontación entre liberales y conservadores, que terminaría con el traslado de la sede de gobierno de Sucre a La Paz y con el pase a degüello y posterior festín de cuerpos chuquisaqueños y aristócratas, transformados en kanka por hábiles cocineras aymaras.

El tema del indio y sus frecuentes sublevaciones contra patrones esclavistas tiñe de látigo y silencio las páginas de la novela, que es también lienzo donde el pincel-pluma hace trazos de sangre recorriendo matanzas y guerras que van desde Ayopaya hasta Bagdad; desde el “glorioso ejército nacional” hasta el no menos “magnífico” establecimiento genocida norteamericano. En ese escenario, Rómulo, rubio y hermoso, es el prototipo del “caballero” cuyo color de piel y celeste mirada lo han signado como superior ante la indiada, marrón y sometida. El protagonista se transforma en síntesis de lo general y lo particular, de los determinantes humanos y sociales que han tejido la historia racista e injusta de Bolivia.

Si bien estamos lejos de una novela indigenista, El Señor Don Rómulo pone en escena una narrativa que recurre a préstamos de testimonios orales y escritos sobre la historia y los transforma en literatura. Los “indios” aparecen de principio a fin, guardando su apelativo común, nunca como sujetos, siempre como objetos del abuso, la humillación y la explotación de los “señores”. “No hay otra opción”, asegura el narrador, “si nacer indio, o tres cuartos indio y un cuarto mestizo es en Bolivia, la hija predilecta del gran Bolívar, poco menos que pecado”. La escritura no toma partido por unos ni por otros y los significados, como diría Gossman, son un efecto del diseño narrativo más que la deducción directa de los hechos. En ese espacio, una vez más, le corresponde al lector orientar su mirada hacia los elementos coloniales, postcoloniales y de género que pudieran perturbar su paso por el texto.

La crítica especializada preocupada por individuos y comunidades marginalizados y oprimidos podría encontrar una serie de recursos para establecer posturas y confrontar la historia, no así la narrativa. Una vez parido el texto, la muerte del autor nos permite emprender rumbos infinitos y discutir los hechos desde las heterogéneas perspectivas a que nos invita la cultura contemporánea. Y es que la novela, aún sin proponérselo como objetivo, constituye una denuncia contra una sociedad hipócrita, religiosa e inmoral donde los únicos seres que adquieren calidad de sujetos son los hombres, “blancos” o menos morenos que los otros, y donde las mujeres no son sino el “otro” despojado e inferior, que servirá de base para la estupenda lectura feminista de mediados y fines del siglo pasado. Rómulo y Claudio, hermanados por una voz narrativa más poderosa que el tiempo, corren ininterrumpidamente el velo por donde pasean “hembras” de toda laya y para todas las ocasiones. Uno de los múltiples párrafos donde se entretejen narradores en polifonía Bakhtiniana, hermana también a la mujer con la historia y pone de manifiesto una de las tantísimas facetas del tradicional “machismo” latinoamericano y, muy particularmente, del boliviano:


... Pero eso es historia y la historia no es más importante que la mujer, un poco más polvosa, de tetas más viejas y pezones mustios, y así no me gusta hembra. La carne debe ser firme, poner a correr la hembra y observar cómo se balancean las nalgas. Si soportan la carrera échate mi amor, te amo pero por qué esta falda es tan difícil, qué rico, tu nombre, tu nombre y de pronto el cielo, no sabía tan azul el cielo, y las golondrinas que pían por agua y el jugo de esta mujer, que le salió del amor del corazón se enfría en mis piernas y odio el agua fría. Ni recuerdo quien era ya, pero su nombre está en mi libro verde: un tiro a la intemperie, en la subida de Sipe-Sipe, cuando ya se va poniendo roja la tierra, donde es Viloma, dos lugares, tierra roja café y tierra roja roja. Un tiro, diecisiete minutos, doce abajo, tres de costado y dos arriba. Mestiza, de veintitrés años, una marca como de mordida en la pierna izquierda. 1923, dos de la tarde. Anotación: la dejé más tiempo arriba porque el sol quemaba, era junio, sol de frío.

La novela se estructura mediante discursos diferentes, distintas maneras de hablar, de decir y de escribir confrontando formas establecidas y sistemas culturales propios de los pueblos. En este sentido, el texto deja de ser una entidad individual para transformarse en una compilación de textualidades culturales que nos posicionan frente a la literatura como sitio privilegiado de producción semiótica. Esas (inter)textualidades se funden en la figura del protagonista-escritor-narrador, todo en masculino, que juega a establecer relaciones contestatarias y de tensión entre el texto, espacio de resistencia, y sus lectores. Las tensiones se relajan, sin embargo, mediante el juego dialógico entre el impecable manejo que Ferrufino ostenta del lenguaje y la posición de un lector que cede ante lo implacable de la palabra que, en definitiva, responde a otras palabras y elude una significación única y estable. Una lectura feminista, no obstante, pondría de relieve el proyecto ambivalente de una modernidad periférica que parece no haber trascendido las perspectivas desde donde se la suele criticar. Pues, como afirman Carmen Ollé y Mariella Sala, “un siglo después, las condiciones para las mujeres no han variado sustancialmente y los retos continúan”.

Y si tanto novela como historia, “olvidan deliberadamente a las mujeres” y las limitan a las labores asignadas: “cama, comida y cama; limpieza y cama; anfitriona y cama,” cuánto más patético es ese “hembraje usado y por usar” cuando la mirada enfoca la deplorable situación de las “indias”, de las empleadas domésticas, de las “criadas” que son sometidas a los designios masculinos y condenadas a la vez por el odio lacerante y la crueldad de sus patronas, mujeres como ellas. Pero la novela es también mujer y pare páginas “como los vientres embarazados de las hembras de Rómulo”. Páginas donde conviven duendes y aparecidos, costumbres, bailes y tradiciones que le ponen color y ritmo a la inmensa saga familiar que estructura el relato. En este universo se cruzan voces y miradas, pasos y discursos poblando un horizonte textual casi infinito. En el mundo de Rómulo aparecen Cafrune y Polanski; Severo Sarduy y René Barrientos; Serrat y Durruti; Kafka y Goyeneche, Rómulo y Claudio... en interminable erudición que hermana la novela con tantas otras, con cuadros y películas, con canciones y poemas que nos hacen pensar, como diría Barthes, que no estamos leyendo el texto por primera vez, que lo conocemos a través de alguno o todos los otros textos a los que alude la narrativa.

La condición de la formación discursiva de la novela de Ferrufino-Coqueugniot es siempre, como diría Foucault, dinámica y discontinua, no estable, estática o uniforme. Y es ese manejo del lenguaje y del arte de narrar lo que constituye una de las más destacadas virtudes del autor cochabambino. El Señor Don Rómulo es una novela que elude categorías y nomenclaturas. Es un bloque narrativo que fluye a través de una escritura novedosa, variada y exquisita. Es un gran intertexto, como la memoria y como la historia misma, donde se encuentran discursos, se yuxtaponen voces, se combinan realidades y ficciones en soberbio viaje a través del tiempo y el lenguaje.
Cochabamba, abril 2003

Imagen 1: Desfile del Batallón Loa, plaza principal de Cochabamba, 1912
Imagen 2: Vista de la plaza de Tarata

Litio/NADA QUE DECIR


Bajo el título de “In Bolivia, Untapped Bounty Meets Nationalism”, Simón Romero del New York Times muestra las dos caras de este nuevo “petróleo” del siglo XXI, un 50% de cuyas reservas mundiales se encuentra en Bolivia.
El ingreso de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos, y su promesa de apoyar energéticos fuera del petróleo, abre perspectivas ilimitadas para minerales como el litio, que pueden ser utilizados en baterías de mayor alcance para automóviles eléctricos, amén de otras aplicaciones como telefonía celular y en el área de medicina para salud mental. Otros países de gran industria automovilística, Japón y Francia sobre todo, también han puesto sus ojos en el litio.
De acuerdo al artículo 99, sección II, de la NCPE la riqueza natural es patrimonio “cultural” del pueblo boliviano, mientras que en el artículo 30 (#15) se concede a los pueblos originarios el derecho a ser consultados en asuntos que puedan afectarles. Se respeta su derecho a consulta respecto a la explotación de recursos no renovables en el lugar que habitan. Ambas posiciones, correctas en principio, pueden terminar confrontadas en el caso de industrializarse este recurso. La pregunta es ¿quién –a la larga– tiene la última palabra en una situación tal? ¿El gobierno, mediante decreto, o la población nativa que de manera excluyente y unilateral podría vetar una participación colectiva? Está, como se ha dado casos en Estados Unidos, viva también la posibilidad de discusión si el explotar un recurso no afecta al medio ambiente o a la cosmovisión y/o creencias religiosas de los pueblos incluidos en el área. Es hoy un asunto muy delicado cuando alguna etnia nativa de Norteamérica alude a la sacralidad de alguna región e impide al gobierno federal la aplicación de leyes que en otros casos, con el resto de la población, no serían tan controversiales.
En el aspecto práctico, el litio podría resultar un salto económico muy importante para el país. Sin embargo no hay que mitificarlo, como se hace en algunos blogs ligados al gobierno de Morales, donde prima la ignorancia y se dice, por ejemplo, que el litio es de la familia de los “alcaloides”, cuando se quiere decir alcalinos. Tampoco hay que creer en el cuento de la abuelita ni en la bendición de la Pachamama y afirmar que con ésta salimos de pobres. Según Simón Romero. y a pesar de que Bolivia cuenta sin duda con la mayor reserva en el salar de Uyuni, aún no se sabe con certeza cuánto litio existe en otros lugares. Chile, con un 40% aproximado de la reserva mundial, explota litio desde 1980 (28 años de ventaja) y su participación en el mercado y venta en el mundo es del 31%, seguido de China con el 26%. Bolivia, para igualarse, necesita mucho más que la planta piloto del MAS con una risible inversión de 6 millones de dólares. Aquí el tiempo es oro y muy posiblemente Bolivia pierda, como siempre, su oportunidad.
Lenin no hizo asco a la ayuda de grandes capitalistas norteamericanos en los primeros años de la revolución, sin cuya ayuda el bolchevismo no se hubiese afianzado. Es tarea de todo líder saber cómo y cuándo usar o desechar la ortodoxia. En términos ideales el proyecto de ser nosotros productores y distribuidores no está mal, pero el mundo se ha globalizado tanto y tan rápido que no se puede revertir su acelerado paso.
Ni Evo Morales con sus aparentes dotes mesiánicas, ni todos los achachilas del Ande frenarán la economía. En esta carrera no hay mística que valga, ni yatiris ni limpias, ni bendiciones, ni curas, ni rimbombantes declaraciones sin sentido. Es tiempo de pragmatismo y de rápidas decisiones pero, como es Bolivia, habrá que tener una respuesta a todas las reacciones surreales que ello traerá, a cómo lidiar con los crucificados, con los huelguistas de hambre que jamás mueren, con los enterrados, con los caudillos de uno y otro grupúsculo. No es posible congraciarse con todos y tiene que haber un momento en que las 36 etnias, más las otras que no cuentan para el gobierno y entre las que me cuento yo, sepan llegar a acuerdos comunes de beneficio general.
6/02/2009

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 12/febrero/2009

Imagen: Foto nocturna del salar de Uyuni

Wednesday, September 29, 2010

Gloria y ocaso del kibbutz


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Desde antes de enseñar español a kibbutzim que viajaban por Sudamérica, tenía interés por esta forma de vida comunal.

Algo de la revolución boliviana tuvo como asunto emblemático la comuna indígena prehispánica, el ayllu. Y la Rusia intelectual revolucionaria del siglo XIX afianzó sus ideas en la obschina, la participación colectiva de la tierra. Los grandes utopistas del Renacimiento previeron sociedades, informados a medias por los descubrimientos de la época, de bucolismo productivo; el "buen salvaje" era un ejemplo a seguir, ajeno a los desdenes de la propiedad privada, a los magistrados. Michel de Montaigne escribía (traduzco): "Siento que Licurgo y Platón no tuvieron conocimiento de ellos, porque me parece que lo que hemos aprendido por contacto con esas naciones sobrepasa no sólo los hermosos colores con que los poetas han pintado la era dorada, y toda su ingenuidad inventando un estado feliz del hombre, pero también las concepciones y deseos de la Filosofía misma".


Vivir en comunidad forma parte del pensamiento humano. No implica que es "el" estado que define al hombre. La historia se ha encargado de mostrar, a medida que se desarrolló el pensamiento, que huir de ese objetivo fue la característica principal. El egocentrismo, más que un individualismo aplicado, ha conspirado con los sueños falansterianos de algunos.


Sin embargo el kibbutz resultó en un experimento arduo y a veces exitoso. Nacido de una mixtura ideológico-voluntariosa, tenía que, a la larga, fracasar. El cineasta Amos Gitai, en "Berlín-Jerusalem", pone en imágenes el conflicto esencial de su origen, previo a la formación del Estado de Israel. En Gitai, en su kibbutz primigenio, activos sionistas introducen dentro del espíritu comunal ideas nacionales. Sin ser religiosos son mesiánicos, y Judea es para ellos "tierra prometida". Por otro lado conviven en el kibbutz el socialismo y la anarquía. Anarquistas como Aba Gordin emigraron tempranamente a Palestina, igual a Aaron Baron, esposo de Fanya Baron, supuesta asesina de un jefe de la Ojrana, activista incansable del Nabat, fusilada por orden expresa de Lenin que temía tanto a las mujeres en armas. Acratas cuyas opiniones y accionar fundaron bases para un controversial país, el de Israel, donde aún conviven los vértices más extremos del conservadurismo, el fanatismo religioso, con posiciones abiertamente revolucionarias.


Isabel Kerschner escribe en el Times sobre el kibbutz de hoy. Habla en primer lugar de su ocaso, cuando los jóvenes, hijos o nietos de los fundadores, se cansan de la falta de oportunidad y emigran al mundo externo. El kibbutz ofrecía automanutención, trabajo, compartir los frutos de ese trabajo. La posibilidad de vivir en una isla. El kibbutz se hundió en deudas, exceptuando aquellos que lograron crear industrias permanentes y lucrativas, y su base humana envejeció.


En nuestros días ha comenzado una suerte de renacer. Los kibbutz ofrecen ya salarios a sus miembros, a cada uno según la actividad que desarrolla. Retorno apenas al axioma de que no todos somos iguales y que un obrero no puede ganar lo mismo que un administrador. El kibbutz vende ahora tierras comunales a miembros de la sociedad "normal" que deseen participar, no al cien por ciento, de algunas ventajas que suele la comuna tener, como las guarderías infantiles.


Hay gente que vuelve; los que se fueron buscan reafirmarse en un hogar que modifica su rigurosidad y se moderniza. Allí, en este relajamiento -natural- de las normas del kibbutz, está su debacle. Quizá tenga una efímera gloria, pero su etnocentrismo, como el caso del extremo etnocentrismo nacional, huele a fracaso. Israel no puede ya soslayar a sus hermanos de territorio. Su supervivencia radica en su capacidad de mezclarse. Es posible que sea demasiado tarde; la fobia religioso-étnica ha alcanzado niveles insostenibles entre los árabes y aumenta entre los judíos. La razón de ser de una colectividad autónoma e inteligente parece anacronismo.


El sueño del kibbutz se desvanece. Sus padres, algunos con un libro y una bomba en la mano, por retratar otra vez al nihilista, y los idealistas duros como Golda Meir, se esfuman gradualmente. El mundo actual es un torbellino de sangre y tecnología y sólo los avispados, los que saben nadar en su diversidad -ilimitada ya-, podrán sobrevivir.

29/08/2007

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Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), agosto 2007

Imagen: Jóvenes granjeros judíos en Palestina, circa 1900

Tuesday, September 28, 2010

Apreciaciones y digresiones/NADA QUE DECIR


Un rey africano contemporáneo formó un conjunto musical -del que era vocalista- con bastante éxito. No es malo alternar poder y arte. Los príncipes alemanes lo hicieron y los mecenas italianos también. Muchas son, además, las referencias literario culturales de califas, beys, sultanes y demás musulmanes... y judíos poetas como el rey Salomón.
De ahí a soportar a Hugo Chávez cantando, así sea "Alma llanera", hay un trecho grande e insalvable. El rey africano ejerce de profesional del gremio; sus discos compactos se venden y se tocan en las discotecas de Europa, pero el rey de Venezuela, y su coro bicentenario: Correa, el reacio Linera y el mudo (no Gardel, sino, extrañamente, Evo Morales) semejan un hato de bufones que cabrían a la perfección en el Amarcord de Fellini.
Nosotros, literatos, cineastas, cinéfilos, pornógrafos, dandies y hechiceros estamos perdiendo el tiempo buscando la piedra filosofal. La América de hoy, el Abya Yala como dicen los cunas a su entorno, que no sería muy grande cuando lo bautizaron, tenemos material de sobra para reinventar la picaresca de nuestros malqueridos aunque inevitables y ya necesarios medio-ancestros españoles. Este es tiempo para quijoterías, no quijotismos, para caballeros, o cahualleros de adarga o azadón que trashumen el continente observando y relatando la magnificencia del humor (no dejado de dolor y malicia) que ha inundado la tierra. Si Hans Jacob Christoffel von Grimmelshausen (padre de Simplicius Simplicissimus) viviera haría una orgía de sarcasmo y broma en palacio nacional, el Quemado en este caso, dando rienda suelta a su asombro y ejercitando su recién aprendido dominio de flatulencias y olores en las reuniones absurdas y triviales del socialismo galáctico. Hay que divertirse, como Sancho, Guzmán de Alfarache, el Buscón, Till Eulenspiegel, con la portentosa risa de Rabelais y la sorna de Quevedo, ya que quienes nos rigen, dominan, mandan -o cualquier verbo de poder y perdición- se toman muy en serio sus roles de amo y azotan rimbombantes festicholas de insensato augurio.
Los que creen inventar terminan mordiéndose la cola, que este mundo gira -o da vueltas en el habla popular- y lo que fue de nuevo es y lo de otrora en hoy se convierte. Los ejércitos ya no se mueven físicamente con el despliegue que lo hacían en el siglo XVII. Ahora un par de gringos ajusta botones sin ton ni son, y mueren amigos o enemigos pero mueren, y las estadísticas se enriquecen y se venden más armas. Los señores campean; los señores afganos con séquitos de alfanje y muerte y polvo; señores como el rey Chávez cuya guerra se despliega en cháchara y jugar a las escondidas por si francotiradores hay... emaciada hombría.
Qué queda entonces. Hacer lo de Garrincha y convertirse en alegría, que el pueblo goza cuando quienes saben y pueden expresan su sentir y pensamiento traviesos, donde el poder y la gloria perecen, embestidos por la malicia popular que no respeta ni a aquellos por quienes vota.
Dejar de lado los melindres hipócritas de los jesuitas; los de los gobernantes, alcaldes, corregidores, sargentos y curas. Desdeñar a los que mandan, que la vida se crea entre el pueblo y en el pueblo fenece, en los sans culottes del 93 y después, con vítores iguales por las cabezas de María Antonieta, la derecha girondina, el extremismo hebertista, Dantón y el Incorruptible.
Simplicissimus sería más parco, sin vitorear los extremos. Él arreglaría todo con... un pedo.
18/07/2009

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 19/07/2009

Imagen: Jacques Callot/Corpulento caballero, siglo XVII

El Bolívar llamado Chávez/NADA QUE DECIR


La desfachatez de Hugo Chávez no tiene límites. Apenas electo Barack Obama, quiso atribuirse al menos parte del mérito de la victoria al decir que las ondas "revolucionarias" provenientes del sur tocaban (e influenciaban) ya las puertas de los Estados Unidos, y que también allí se instauraría su famoso "socialismo del siglo XXI". Bajo ese rimbombante lema se agrupan los grupos más disímiles, la mayoría de los cuales no tiene idea de la palabra “socialismo” y que desconoce además los entretelones del antifaz dictatorial que vive detrás del ideario marxista.

Eso no es todo, su estupidez cuartelera lo llevó a declarar que quería entrevistarse con "el negro", siendo el negro el presidente electo Obama. Por mucho menos el no muy avispado Berlusconi, en Italia, tiene a la prensa encima al referirse al mismo sujeto -el color de piel del electo- como "tostado". La traducción literal de "el negro" vendría a ser "the nigger" y dudo que Barack Obama y su entorno estén contentos con la triste ironía del cipayo de Caracas. Cierto que mucho no se puede, ni debe, esperarse de alguien que ha hecho del cuartel su vivencia. Con suerte estos individuos de uniforme llegan a doctorarse de bachilleres. En mi tiempo, y creo que en todos los tiempos, la carrera de las armas era para aquellos que no podían sostener un lápiz con soltura y cuyas asignaturas parecían las banderas del socialismo de tan rojas. Ni qué decir del arte de las letras. Sin embargo allí está, en un trono de discordia y de mentira, por no decir del azar que es fugaz e intangible, Hugo Chávez, a quien en sus lejanos tiempos de golpista hasta García Márquez dio un espaldarazo.

El venezolano teje una red que se hace extensa, pero cuya formación endeble no creo que soporte el embate de la historia. En estos momentos, con la baja del precio de crudo, Chávez enfrenta una dificultad que puede costarle la carrera, la de presidente, porque la de militar no es propiamente carrera, ni siquiera oficio. Veremos si cuando la economía de su país se vea afectada será tan dadivoso con otros "socialistas" sui generis como el síndico verticalista y candidato al Nobel -y demás premios de la humanidad- el nunca irreconocible Evo Morales Ayma.

Se escuda el presidente, que recuerda a Batista y a Noriega, en la figura incuestionable de Bolívar, cuando su personalidad lo acerca más a Páez o a Santander, cómplices de la caída del gran hombre. Para ser Bolívar primero necesitaría intelecto, y ese elemento no se obtiene en aulas de academia militar. Este es un hombre que cree tener un ideario, azuzado probablemente por intelectuales que necesitaban la fuerza bruta para acercarse al poder y que han sido ofuscados por las circunstancias. Un hombre que no comprende los detalles y que hace de la realidad espejismo, que piensa que al entrechocar de sus botas se cuadrará la humanidad entera; alguien que mezcla ideas disímiles y que cuando se pone a cantar rancheras o calza su ridícula boina roja no se da cuenta que la lleva de bufón.

Elemento peligroso porque juega con los impulsos básicos de la masa, militarista en esencia --como la boliviana--, e ignorante. Hábil para el discurso hiriente y no exento de humor popular, es tal vez el líder ideal para el subdesarrollo venezolano, igual a Morales que al decir de mi padre es el gobernante por excelencia para Bolivia. Pero eso es privar a los pueblos del derecho de la duda, de la posibilidad del progreso material e intelectual. Pero mientras más nazcan, y lo que es peor crezcan, estos individuos, nada cambiará. Mejor, ya que ambos son músicos, Chávez y Morales formen una banda itinerante cuyo repertorio incluirá dulzones boleros del Caribe y lamentos andinos. Sus comparsas pueden ser Correa y Ortega mientras Cristina cobra las entradas.
13/11/2008

Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 16/11/2008

Imagen: Caricatura de Hugo Chávez con disfraz de Bolívar

Monday, September 27, 2010

La nueva literatura/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Que este es un proceso irreversible (y necesario), social y políticamente, es verdad. Hay que dar ese crédito al menos a los eunucos del poder constituido. Me pregunto, ya que ello sucede, qué pasará eventualmente con las manifestaciones culturales de este nuevo período, nueva era, preferirían decir, sobre todo con la literatura cuyas tendencias más contemporáneas, en Bolivia, se inclinan hacia un intimismo extremo donde no cabe, y dudo que quepa, el orden social de un indigenismo agresivo como el que se vive.

¿O acaso, como en una Unión Soviética ya con casi dos décadas de existencia, se optará por un arte “social y realista”, donde las manifestaciones pequeño burguesas, como sexualidad o lamento existencial, no representen el ímpetu de un movimiento que se considera transformador? ¿Se creará un realismo socialista como en la URSS, lo cual significará, como allí fue, la debacle de un arte ya consagrado en Rusia y todavía en ciernes en Bolivia?

Preguntas que primero se deben formular, y que la historia se encargará de resolver, pero cuyos artífices, los escritores en cuestión, tendrán que dirimir en juntas gremiales o en la oscuridad de covachas de anacoreta.

Ante los ojos de un mundo entusiasmado con lo que sucede en el país ¿qué se esperará de sus autores, la representación del movimiento de indiscutible magnitud y confrontación, o la introspección a la que parecen inclinarse los jóvenes escribas? Una cosa es la academia, y el material que se puede entregar a ésta para satisfacer cupos literario-geográficos, y otro es la representatividad de un país a través de sus literatos. Tema fundamental del nuevo decenio, donde mucho de lo que se ha movido no retornará a sus posiciones de inicio. Algo que se tiene que aceptar y que tiene que tener peso en la discusión artística de hoy y del porvenir.

Dios nos libre, lo digo yo que no creo ni en Peter Pan, de caer en una escuela que entronice la realidad política por encima de la libertad del arte. Ello no implica, sin embargo, la ausencia de representación del entorno en la literatura del nuevo espacio, o que se obvie la importancia de lo que pasa alrededor, teniendo en cuenta que no es un hecho trivial el que pueblos oprimidos por centurias lleguen a alcanzar papeles protagónicos. Los escritores tendrán que adecuarse y encontrar un punto donde trabajen sin conceder nada de su libertad individual, pero desde el cual también reconozcan y ficcionalicen una tangible realidad.

Punto definitorio en cuanto a lo que vaya a suceder con la literatura boliviana. El realismo socialista mató la gran literatura rusa, a pesar de notables excepciones como Fadeiev, Sholojov, o el mismo Alejo Tolstoi. Si se determina, por imposiciones fiscales, el camino a seguir, se habrá perdido todo. No se puede ni se debe imponer los vaivenes del arte de escribir. Pero está la crítica, el veto, la censura que se manipulan desde las instancias de poder, y ahí lindamos con el peligro y la posibilidad del aprisionamiento de la libre expresión. ¿Cómo ser bolivianos, o plurinacionales, u originarios, mestizos, etc, sin caer en la propaganda y sin ceder espacios propios de pensamiento o idea?

Es una cuestión que formulo ahora, porque es concreta la aparición de tal pregunta dentro del nuevo orden social. ¿Qué escribir? ¿Sobre qué? Sugiero releer los interesantísimos apuntes de León Trotski acerca del tema, previos a la aparición del realismo estalinista y a las grandes purgas de escritores.

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 14/junio/2009

Imagen: George Grosz/Una víctima de la sociedad

George/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Líbrese el lector de pensar que hablo de George W., político de cortas miras y largos alcances, paradojas presidenciales del país más poderoso del mundo. George no puede ser otro que George Harrison, músico integrante de los Beatles y que murió meses atrás. El más callado aunque tal vez el más sorprendente del grupo, fue como un halo que guiaba el éxito abrumador del cuarteto, el que en sus búsquedas espirituales personales arrastraba al resto para darle una razón de existir a su música. La excursión a la India, el influjo de Ravi Shankar y de la filosofía hindú, la fusión de ritmos e instrumentos orientales y occidentales se deben a su necesidad de comprender su entorno y de tratar de que el suceso suyo pudiera de alguna manera transferirse a aquellos que los escuchaban y seguían.

Fue ante todo un hombre sencillo.

Con calma, sin aspavientos, dejó que su propio talento se opacara ante la erupción creadora de su amigo John Lennon, y del dúo Lennon-McCartney que poseen la autoría de la mayoría de las canciones conocidas de los Beatles. Sin embargo tres o cuatro suyas dejaron imborrable huella en el portafolio musical de los "cuatro fabulosos" de Liverpool.

El tiempo dejó que cada uno siguiera su paso; let it be. George compuso "My Sweet Lord". Yo ya había dejado atrás lo que Harrison intentaba encontrar en Khrisna o en cualquier instrumento religioso, pero aunque los caminos de la vida son únicos y particulares no impidieron entonces ni hoy que esa canción me mueva la sangre. En los setentas, George representaba, incluso para nosotros en las montañas bolivianas, una guía que pasaba por la rectitud de carácter y la consecuencia. El disco del concierto para Bangladesh era una joya musical que sólo poseía una persona en Cochabamba y cuyas espaciadas sesiones para escucharlo nos acercaban a un mundo que parecía haberse hundido desde la muerte de Ernesto Guevara y los continuos asesinatos de los últimos guerrilleros.

John Lennon murió en Nueva York. García Márquez le dedicó un hermoso texto que hablaba del vacío. Ringo Starr terminó siendo lo de siempre: un muchacho tonto, y hoy hace propaganda televisiva para las financieras. Paul McCartney alcanzó aquello que posiblemente ansiaba y lo llaman Sir Paul.

George murió pausado.

Una vez le preguntaron sobre sus músicos preferidos y sorprendió que entre ellos nombrara a Jorge Negrete.

Here comes the sun.
05 /17/03

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Publicado en Opinión (Cochabamba), mayo 2003

Imagen: George Harrison, por François Morellet

Permanencia del libro impreso


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

"Tamerlane and Other Poems", firmado por ‘a Bostonian’, seudónimo que ocultaba a Edgar Allan Poe, folleto con poemas primerizos del autor, es una pieza literaria rarísima. Creo que se conoce la existencia de 12 copias, cada una de las cuales alcanza un precio entre 800.000 a un millón de dólares.
Y así se teje una historia de textos, por lo general primeras ediciones o autógrafos, con amplio mercado y mayor reverencia. Leer "Tamerlane" hoy en una publicación en línea no tendría el efecto de aquellas amarillentas páginas de 1827. No es que el fetiche sustituya al arte, pero el libro impreso, como un palacio, un cuadro, un edificio, una mesa o un par de zapatos, es obra humana con volumen y superficie.


Sugieren que no pesa deshacerse de los libros, que las bibliotecas -asumo- son como mujeres pasajeras que dejan memoria de aroma y nada más. No estoy de acuerdo. He abandonado también bibliotecas por doquier, pero cada vez que puedo, en esos largos viajes que semejan cada uno ser último, abro las cajas donde duermen las páginas del ayer, y acaricio los lomos que a pesar de estar encerrados se empolvaron. Hurgar entre estas hileras de pasado tiene algo de rito. Soplar el polvo de las hendiduras, abrir la primera página, leer los nombres y las fechas que se anotaron allí: Cochabamba, Córdoba, Buenos Aires, Lima, Arequipa, Montreal, La Baie, París, Lodève, San Pablo, Castellón de la Plana, Valencia, Madrid, Washington D.C., New York, Los Ángeles, San Francisco, Denver, Aurora, Puebla, Ciudad de México... cada instersticio donde se ha puesto no sólo el pie sino el alma. "El rey de la máscara de oro", de Marcel Schwob, en Valencia, a orillas del Mediterráneo, cuando los pescadores de la Federación Anarquista Ibérica nos llenan bolsas con sardinas; "Champavert-Cuentos inmorales", de Petrus Borel, robado en una librería de viejo en Buenos Aires; caminábamos, Juan Pablo Amusquívar y yo, por Constitución, entre apuestos muchachos gay; "El Concilio de amor", de Oskar Panizza, que obtuve de los estantes de la Fédération Anarchiste Française, en París, cerca de la Place de la Republique, mientras Leo Ferré escurría su testa canosa entre los libros y conversaba con los activistas de entonces. Era el tiempo de la Internacional y París se llenó de solidaridad y belleza. El libro de Panizza vino conmigo hasta Nanteuil, donde Francesca (de la universidad de Brescia) se hundió en el Metro para no regresar jamás.

Esa fraternidad de la que hablo, de hombre y libro acompañados en un tiempo y un espacio precisos, contando uno con otro, no se reemplaza por las letras que carga una máquina maravillosa, con fotografías y textos. Una laptop con su magia -no soy ludita- permitirá el acceso a un gran espacio de conocimiento y necesidad de forma rápida, pero jamás podrá hacerme sentir, como en La Paz -hacía frío en La Paz de 1980-, el peso en el bolsillo de la chamarra de "El club de los suicidas" -Robert Louis Stevenson- y leerlo en el interminable viaje de Patacamaya a Tambo Quemado, hacia Chile, junto a Omar, mientras en la capital de Bolivia los puercos se refocilaban en el palacio presidencial, y mis amigos sufrían tortura con mangueras de agua helada en algún lugar del centro.


El libro impreso, incluso aquel copiado en impresora desde el computador, y luego encuadernado, lleva en sí un halo que excede las abstractas líneas de la pantalla, así se trate del mismo tema. No es lo mismo la carne y el hueso, el vello y el sudor de una amante en vivo que deleitarse con las hermosas reinas del porno, Janine Lindemulder de las de ayer, Austin Kincaid de hoy, Linda Lovelace de la prehistoria, en planas superficies, inodoras, imposibles, de un ecran de quince pulgadas. Porque un libro es como un sexo, o más aún como una relación que proviene de la intimidad de secretos.

Víctor Hugo para mí, "Los Miserables" de manera particular, significan, aparte de la literatura, el sol de la tarde en Cochabamba; yo tirado sobre la cama de mi hermano Armando siguiendo ávido las desventuras del convicto de Tolón. "Ciudad tomada", de Víctor Serge, me trae mi casa de Brandywine St., en Tenleytown cubierta de hojas rojas y amarillas. Los jinetes bashkires de Serge, hasta el maniático Trotski, tienen en mi recuerdo sabor de leche de chocolate, entre añejos arces y patio cubierto de maleza... Un pato mallard, de cabeza verde, nadaba ajeno a la intemperancia.
 Cuando entro a casa, hay tres mil historias esperándome. Libros en la cocina y el comedor, entre los discos y alguna alargada escultura indonesia. Las cartas de Van Gogh; Arthur Koestler en la repisa del baño. ¿Solo yo en medio de ellos? Si de pronto, ya que nieva, alterno con los piratas de Defoe, en medio de asoleadas arenas y sangre hervida. ¿Olvidado? No menos que el poeta Jaime Gil de Biedma, que Leopoldo María Panero.

Deambulo por los extremos de mi biblioteca, de mi librería debiera decir. Recuerdo los libros que no están: "El mundo de ayer", de Stefan Zweig, "Trilce" de Vallejo. Vago por los senderos de lo conocido y lo por ver. Las paredes de estos pasadizos son sólidas, palpables; si me choco me raspo la piel. Nunca tecnología alguna podrá borrar la adustez del libro de Merejkovski sobre Leonardo, edición del cuarentaitantos, ni ninguna mostrarme el descascaramiento paulatino de mi primera edición de "In Darkest Africa" (Henry Morton Stanley, 1881). En la cama le leía, a cierta mujer que en España hubo sus raíces, pasajes de Cendrars, hundidos ambos bajo una piel de oso negro, el aire irisado de sexo mientras por la ventana la Cruz del Sur hablaba de gauchos escribientes, de luces malas y cangrejales.
30/01/08

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Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), sábado 2, febrero de 2008
Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), febrero 2008
Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), febrero 2008

Imagen 1: Castalia Bárbara, de Ricardo jaimes Freyre. Primera edición, 1918
Imagen 2: Tejidos y ponchos indígenas de Sudamérica, de Alfredo Taullard
Imagen 3: Diario de poeta y mar, de Juan Ramón Jiménez

Intimidad y entorno


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

No se puede generalizar y decir que la literatura de un país se caracteriza por uno u otro detalle. Sin embargo, se observa que en la literatura anglosajona existe una tendencia a crear a partir de la experiencia personal, no en sentido testimonial, sino de ficción. Grandes son los ejemplos: Sinclair Lewis, Steinbeck, Hemingway, Dos Passos, Sherwood Anderson, Upton Sinclair. Cronológicamente sigue, aunque no tan acentuada, la obra de Salinger, la de Philip Roth e incluso la de Palahniuk, que en alocado frenesí excede los límites de lo real concreto, pero cuyas referencias se nutren de ghetto.
 

Isaak Babel es tal vez el más notable ejemplo de esta búsqueda de vida, a instancias de Gorki, gracias a la cual nos lega su inigualable Caballería roja o sus cuentos de los facinerosos judíos de la Moldavanka, en Odessa, antes y durante la revolución.
El mágico y nostálgico intimismo de Proust, y de su antecedente directo Alain Fournier, no son invenciones de los sentidos. Sucede lo mismo con Franz Werfel, y el extraño Kafka es un cúmulo de judaísmo en medio de la rica ‘occidentalidad’ de la Praga de entonces.

Avanzando en el tiempo encuentro en Rodrigo Fresán, en su puntilloso Jardines de Kensington, una ágil ambigüedad que va de un lado a otro, hallando fraternidad en aquello que se desea separar. Ni hablar de Roberto Bolaño, maestro, igual que Fernando Vallejo, de una ficción ‘real’ tan dinámica y sustanciosa como no se veía desde Céline.
Borges, el gran ficcionador, era un engendro delicioso de las enciclopedias y de la cultura universal. Su realidad no sólo eran los matones de Retiro, también los ignotos húngaros de la puszta o los persas muertos que viera Heródoto. Mientras que García Márquez, un ‘ficcionador’ no menor a Borges pero de otro clima, hereda de Horacio Quiroga y de José Eustasio Rivera la magia de sus locaciones y sus historias. En GGM hasta el vuelo de una bella, envuelta en sudario hacia los cielos, tiene un origen más bien trivial: una sábana alrededor del cuerpo de una muchacha en el viento.

El realismo socialista, con ayuda de Gorki, permite a Stalin presionar acerca de lo que consideraba bueno en literatura. Personalidad extraña la de este hombre que si bien ejecuta a Meyerhold y a Mandelstam, no permite detener a Pasternak ni tocar a Bulgakov. Cualquier tendencia que se alejara del contexto social equivalía a una desviación usualmente fatal, pero, incluso, para no ser tendenciosos, existe arte en medio de aquella corriente político-literaria. Están Sholojov y Fadeiev, y la trilogía de Alexei Tolstoi: Tinieblas y amanecer de Rusia.
Rusia dio intimistas y realistas, en número sin par. A la vez que germinaban nuevos escritores soviéticos, Pilniak escribía novelas, y lo hacía el vanguardista Jlebnikov, junto a la sátira que viniendo desde Gogol hasta Sologub encarnó en Zoschenko su mayor y más peligrosa cima. Aunque Zoschenko se burlaba de la burocracia comunista, Stalin reconocía su magnificencia y el sarcástico sobrevivió. Parece existir una corriente de literatos nuevos en Bolivia cuyo desdén por la vieja literatura carga visos de ignorancia. La literatura es una, no importan sus facetas, con diferencias tan marcadas como las existentes entre Leopoldo María Panero y Mayakovski, en poesía, o entre Dickens y Alain Robbe Grillet, en novela. Me decía un amigo parisino, doctor en astrología de la Sorbona, hace muchísimos años, que toda la literatura estaba en unos pocos nombres, a decir: Cervantes, Shakespeare, Homero, Goethe y Montaigne. No le faltaba razón. El Quijote es fuente inagotable de contemporaneidad. Los dadá y los surrealistas retomaban sus orígenes hasta en el siglo XVIII, en Sade, en Lichtemberg, mientras que los expresionistas germánicos retrocedían hasta Grimmelshausen y la picaresca de La Guerra de los Treinta Años. La realidad crea la ficción y no estoy seguro de si existe el fenómeno opuesto. En los más alucinatorios escritos de Tolkien o C.S. Lewis, el bagaje cultural histórico que funda su obra fantástica es monumental. Poe y Lovecraft son herederos de un dinamismo muchas veces oscuro de una América en transformación. Rilke es hijo de su época. El joven poeta no se deslinda de un entorno que compartía a Nietzsche y a Joseph Roth, o a la extravagancia del San Peterburgo de Andrei Bieli. Mi novela El exilio voluntario, obra sin estructura formal, se mueve en esa odisea que es la experiencia personal, el mundo exterior y una íntima psique. Con contrapartes a veces cercanas a El beso de la mujer araña, de Puig, toca tanto la controversia interna, individual, y los móviles de afuera que si no la crean -aunque tal vez sí- al menos la alimentan.

Santa Cruz, junio del 2009

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Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz de la Sierra), 25/07/2009

Imagen: Libro de poemas de Aleksei Kruchenykh y Velemir Jlebnikov, ilustrado por Kazimir Malevich y Olga Rosanova, San Petersburgo, 1914


Friday, September 24, 2010

Evtushenko/ECLÉCTICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot


para Stephanie Roberts


¿Qué me lleva a escribir esto? La recepción de un libro dedicado que dice "Para Claudio Ferrufino con mi amor por Bolivia, 2006, YE" y "YE" es Yevgeny Evtushenko. Pecaría de intrépido mintiendo una relación entre el gran poeta ruso conmigo. Que lo conozco sí, y mucho. Y lo conocen aquellas que manuscritos recibían sus poemas de mis manos en obviamente inútil esfuerzo por crear un armonioso ambiente duradero. Envié el libro desde Aurora, Colorado, cuando alguien desde una universidad de Indiana me anuncia -pregunta primero si lo conozco- la llegada de Evtushenko allí.

Por la foto que veo el poeta ha envejecido pero se mantiene sólido. Según cuenta Stephanie, quien me consiguió la rúbrica en tres volúmenes diferentes, se creaba un halo cuando las líneas en ruso fluían de sus labios. Agachado invocaba en verso la magnitud de la taiga lado a lado con la fortaleza del acero. Es que Evtushenko reúne a Mayakovski y Esenin con voz propia.

Hubiese querido tener mis (sus) libros en español para el evento, pero descansan en gavetas ajenas y en depósitos de polvo y maletas vacías, en Cochabamba. Elegí uno que estimo por su mensaje de pluralidad y decencia, "Fatal Half Measures", donde el poeta aboga por una Rusia abierta sin restricciones, alejada de la manía dictatorial soviética. Y escribe sus textos como escritor del pueblo, y escritor revolucionario también, que la revolución no está en los entorchados de los mariscales ni en las ojivas nucleares. Así escribe a Gorbachev demandándole la reinstauración de Bujarin en la historia del país, de él "sobre todo".

Un poeta en Rusia es más que un poeta dice. Sí, lo es, como él, narrador, congresal, cineasta, activista. Pero se refiere sobre todo a la mística que tiene el versificador en la historia rusa. No puede hablarse de Nicolás I, de los decembristas, por ende del populismo, la social revolución y la anarquía sin hablar de Pushkin. Sucede igual con Mayakovski en los tempranos años de octubre. El poeta como representación popular. Los hay en Dostoievski y Tolstoi, en Andreyev. Poeta era Nicolás Ogarev, íntimo de Herzen y Bakunin en el exilio londinense, y, como ellos, alma de la resistencia progresista contra el imperio del zar.

El alter ego de Miguel Bakunin creado por Iván Turgueniev en su novela "Demetrio Rudin" cuenta no sólo con la fervorosa pasión del destructor/creador revolucionario sino con la luminosidad del vate, quizá sin quererlo el autor. El poeta es a la vida rusa lo que el comerciante a la inglesa.

Excede Evtushenko los cánones del poeta tradicional y se hace voz de Rusia. Reclama para sí la reparación de todo el mal que el totalitarismo trajo consigo, no desde la opinión de un reaccionario porque con su letra siempre estuvo al principio y al frente de la lucha. No puede permitir que un grupo de mediocres burócratas en nombre de la gran fantasía que representó octubre 1917 continúe ejerciendo un dominio que se basó en la mentira y el engaño. Enseña y afirma que "Nosotros" de Zamiatin y "1984" de Orwell son obras antitotalitarias y que "Un día en la vida de Iván Denisovich" (Solzhenitsin) junto a libros de Vasily Grossman y Eugenia Ginzburg son textos de historia. Rechaza la censura soviética y replica que "la falta actual de libros es una castración del corazón del futuro". Cita que deberíamos colgar encima del trono del canciller Choquehuanca. Continúa que el núcleo del sistema opresivo en su país está conformado por gente que nunca leyó, y nunca lo hará, "Los hermanos Karamazov".

Cochabamba, 1985. En una cafetería un hombre y una mujer, Francia y Bolivia. Intercambian obras. Ella le cede "La hermandad del Anillo" -J.R.R. Tolkien- El le desliza "Entre la ciudad Sí y la ciudad No" -Yevgeny Evtushenko- En un par de volúmenes, aunque los lazos humanos se hayan roto, se funda el misterio del conocimiento y la belleza. Así sucede cuando el poeta ruso le inscribe al prosista boliviano de su "amor por Bolivia", 40 años después de pasar por el rígido frígido altiplano.
22/03/06

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), 26/03/2006

Imagen: Evgenii Evtushenko

Thursday, September 23, 2010

Tiempo de verdades/MIRANDO DE ABAJO (SIN CENSURA Y SIN CONCESIONES)


Hay que aprobar, aprobar, aprobar. No saber leer, menos comprender lo escrito son detalles sin importancia. Evo tiene que decidir, designar procurador, jueces, cerrar diarios; decidir sobre qué y cómo hay que escribir o hablar.
Evo puede. Evo dice. Evo cumple. No en vano los cielos se abren cada vez que aparece disfrazado en las puertas de Kalasasaya, de la mano de alguna pobre vieja decorada como Pachamama, o de los sabios narcos aymaras que han hecho un cualitativo salto trotskista de la lectura de coca al secado de droga en máquinas General Electric.
El imbécil de García Linera llena de dengues feminoides sus discursos. Se lo ve con las manos en oración; hoy cerró los ojos hablando de la "amada Bolivia". Loable que este elemento sea capaz de amar sin restricciones, pero de ahí a aprovecharse de la supina ignorancia de un país para ejercitar sus dotes teatrales ya pasa a mayores. Esta trágica comedia sólo es posible en una tierra cubierta de estulticia, dañada y damnificada por la historia, mas contenta de ser la buena mierda que es porque con tal pretexto se impulsa el imperio del abuso, donde lo único prominente es el poder y donde cualquier logro intelectual, científico, vale menos que la abarca por la abarca, en el peor desquiciado racismo -sustentado en feble ideario- que hayamos conocido. Un Reich ecléctico pero no menos peligroso que el verbo nacionalsocialista que utilizó argumentos semejantes para llegar donde llegó.
Cargado de su sempiterna chamarra de falso indianismo, Evo Morales, Miss Orinoca porque eso sí no le darán el Miss Universo, rebuzna en Nueva York con la misma desfachatez con que rebuzna en casa. Está entrenado para hablar generalidades que no deslumbran a nadie, pero que despiertan en la recóndita culpa de los colonizadores, de España, USA, o de donde fueran, ternura tal que cierran los párpados como Linera en éxtasis, y aprueban un mundo que al fin permitió a un indiecito expresar sus pesares, aunque la mayoría de los indiecitos sigan cargando su miseria, o se dediquen a contrabando y narcotráfico hundiendo para siempre sus raíces, salvando únicamente lo superficial o visible de su atuendo y su raza. Paternalistas...
Morales juega para los extranjeros el papel del indio noble, del indio sabio, sumiso, inocente. Siglos de chicote en las espaldas lo han hecho abyecto, y sabe manejar sus expresiones para que el patrón le acaricie el lomo. Total, jamás será de peso para cambiar la historia, pero si puede acumular dinero, títulos, medallas, premios que le permitan obviar las miserias de su origen habrá llegado lejos. Y si, de pronto, tan tontos son afuera como adentro, quizá lo entronicen como el nuevo dios y desubique al Dalai Lama de su sitial de bondad y saber, para sonreir y agitar las manitas regordetas que se cansarán de contar billetes a medida que la sombra convierte a Bolivia en yermo.
23/09/2010

Imagen: Tilde Lerche Engstrøm/Nazi Doll

Sacrificar a las FARC/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Hugo Chávez está en un paroxismo de miedo. No había sido tan valiente como intenta mostrar. Y tampoco dice algunos temas sensibles en persona. Para eso utiliza a unos y a otros, Evo Morales entre sus favoritos lebreles, y arremete contra cualquier cosa que considere opuesta a su ideario si tiene alguno fuera de su febril megalomanía.

Aunque aún no se firmó el acuerdo sobre las bases militares entre Colombia y los Estados Unidos, este último mantiene desde hace mucho una presencia sólida allí.

Sin duda, y dado el tinte mediocre de la conferencia de Unasur, el acuerdo se consolidará, para desvelo del saltimbanqui de Caracas. El circo recién va a comenzar; eso lo sabe o lo presiente el venezolano; entonces recurre a Evo Morales para jugar cartas absurdas que quizá le permitan un aliento. Morales, con sus frases sin terminar y plagado de cabos sueltos como siempre, sugiere que las FARC le hacen el juego al imperio, y que deben "pensar" en un cambio de estrategia de lucha. De pronto el grupo guerrillero colombiano no es más la punta de lanza contra la oligarquía y el imperialismo; de pronto se ha convertido en pesado fardo que cuelga sobre la cabeza del imbécil de Correa y, a mediano plazo, uno de los puntales que al derrumbarse tirará por los suelos el mentado socialismo del siglo XXI y a su gran chambelán.

Con arrebatos semejantes, más propios de solterona que se acurruca en la iglesia, Chávez va desnudando su feble presencia de bocón angurriento. ¿Dónde quedó la violenta retórica en el caso de Honduras? Ya se olvidó del país centroamericano y ahora quiere ofrendar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia para comprar su supervivencia. ¿Desconoce acaso que este ejército irregular es anterior a él, y que su ayuda, valiosa a no negarlo, es circunstancial?

Ya no le queda crédito al Bolívar de barro, y Hillary Clinton se dio cuenta y ha comenzando un conteo al revés. Un año o dos son ápices en la línea del tiempo, pero suficientes para que el problema Venezuela sea resuelto por la administración Obama, que apunta a objetivos por ahora más peligrosos. Es posible que el resultado final sea la desentronización del cantante, pero también puede haber una simple emasculación y dejarlo de buey.

Mientras tanto su vocero, ajeno a la realidad y soñando entre los achachilas del Ande con preservar su nombre en piedra, se afana -y ufana- en construirse un Reich aymara. Pobre, si supiera que poco puede hacer en el macrojuego de los intereses globales, tal vez se dedicaría a gobernar con mesura, para todos como le susurra el astuto Lula, que parece mujer de tan hábil que es en la intriga y el poder. Su entorno pequeño burgués cree haber hallado sitio en la historia, cuando su accionar lo sitúa entre los nefastos legados del latrocinio y la corrupción. Aunque los niñitos bien se mezclen con la mesnada, claro se ve que sus manos no son de trabajo ni de pueblo, que su recalcitrante onanismo intelectual jamás les permitirá ser parte de un fenómeno de veras popular. Roben, expriman mientras puedan, para ceder su lugar a otros como ustedes y permanecer la faz de este mísero país incólume, desgraciada.

Evo Morales da un discurso dictado. Habla de las FARC sin saber de qué está hablando. Balbucea líneas generales. Es vehemente en no decir nada, en sugerir un amplio bagaje escondido que no existe. Chávez dicta las palabras que su miedo obliga. Quién sabe, tal vez pronto, también Evo sea servido en el mantel.
29/08/09

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 30/08/2009

Imagen: Emblema de las FARC colombianas

Wednesday, September 22, 2010

Literatos cochabambinos o cochabambinos literatos


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El 2002, en la Nueva Orléans que todavía no había arrasado Katrina, el fraile Xavier Albó dijo, peyorativamente creo, que en Bolivia los literatos "tenían que ser" cochabambinos. Aseveración con muchos cabos, sobre todo viniendo de un hombre -inteligente- que más gusta de tratos y placeres con y del diablo que los supuestos de la roída sotana que no lleva. Allí, en una conferencia de Estudios Bolivianos, tres escritores, cochabambinos -claro-, leían los frutos de sus quién sabe qué, con todo derecho. Albó, la noche antes, dio una charla que versaba sobre el Mallku y Evo, aymaras ambos, recalcó, con ribetes apologéticos que hoy vemos plasmados en la dura realidad del reino de los curacas hipócritas, que soñó, como hipócrita sacerdote es él.


Pero no es Albó ni sus pecados nefandos lo que interesa sino ese su "literatos cochabambinos", que arroja la pregunta si en este precioso valle cada vez más sucio y cada vez más precioso desde afuera, es el lugar, la región, la idiosincracia, los que forman y predominan en la psiquis del vasto número de escribientes, yo incluido, por encima de lo simplemente literario.


Ser cochabambino implica, según nos ve el resto del país, cierta malicia no exenta de maldad, celos, envidias, rencores, esquizofrenias que tal vez traen las deliciosas comidas... un picante de maní, un chorizo de origen dudoso y de inmortal sabor, locotos, garapiñas, chichas blancas y cafés, mezclas olímpicas pero también letales que, añadidas a un sol que calienta los adobes así parezcan camas, aroma de eucalipto y susurrar de molles, crean un ambiente de bucolismo, desidia, inmovilidad y diría, pero no por los alcoholes, contemplación... todo lo que en teoría debiese ser enemigo de una producción literaria calificada.


El cochabambino escribe, y cómo, si revisamos la hojarasca retórica de los manes de la patria, los doctores del Alto Perú; no me refiero a los grandes que sí hubo en Chuquisaca, sino a los tinterillos que ajustaron sus ambiciones al despertar de una era nueva que abría inmensas posibilidades. De allí venimos; esa es nuestra tradición local.


Discernir que algo falta a la literatura boliviana, a la cochabambina en este particular, no busca los exabruptos de quienes se sentirán ofendidos por palabras de este tono. Pero, al igual que en casi cada aspecto de nosotros como país, donde las cosas se hacen a medias, o no se hacen, se encuentra la manera más sencilla, se elude el sacrificio, la investigación, se prefiere el manipuleo de las relaciones, los compradazgos y amigueríos a lo duro y difícil que significa progresar y sobre todo crear. Entonces, decíamos, al igual que el país la literatura nacional tiende a balbuceos que son suficientes para el mercado y la admiración zonal, pero que no se desparraman más allá de sus fronteras y, si lo hacen, es también utilizando los hilos que el cochabambino sabe tan bien manejar, ofreciendo una imagen falsa, aprovechándose de la infimidad de lo nuestro afuera, donde, si alguien hay, llega a ser el tuerto-rey de aquella nación de ciegos. Lo hace el reyezuelo Morales para embobar la estúpida candidez de los malintencionados y fementidos liberales y revolucionarios en la vieja y culposa Europa.


Entonces, ya que la tangente parece irse volando ¿hay o no hay una literatura cochabambina? Hay escritores, algunos buenos. Existen búsquedas, algunas valiosas, pero el ambiente carga tanta negatividad que el color ocre se adueña del panorama e impide ver, como las quemazones inducidas de los que quieren lotear los parques nacionales y crecer un universo de coca de efímera vida en un país ya sin bosques. La respuesta la darían los cochabambinos en una reunión cualquiera, de diez, de veinte personas donde el individuo que afirme haber escrito algo tropezará con que sus diez, veinte acompañantes de mesa son todos escritores, todos poetas, ensayistas, científicos, cazadores, futbolistas, aviadores, entomólogos, patólogos, valientes, vergudos, mujeriegos, desalmados, peleadores, y poetas al fin que pueden ver en las rosas el amor de sus amores, y en la obra de sus rivales deficiencias que ojalá sean (ojalá no...) resueltas a largo plazo. ¿Cómo escribir así?

19/09/10

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Publicado en el blog URBANDINA, 22/09/2010

Imagen: Antoni Tàpies/Fora, 1976

Tuesday, September 21, 2010

Patas arriba/NADA QUE DECIR



Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Me presto de Eduardo Galeano el encabezado.

Una rápida aunque febril mirada por el horizonte de América presenta un panorama surreal. Comenzando por el país más rico, los Estados Unidos, donde -y a pesar de lo emblemática que todavía resulta su elección- un presidente Obama parece no estar hecho para el cargo. Su inexperiencia se asocia a una falsa humildad que le hace destapar graves falencias de estadista. No comprende Barack Obama el alcance de sus manos e intenta reconstruir país e imagen con concesiones como si fuese presidente de Kenya. Allá él, pero cuanto haga se reflejará necesariamente en la órbita de su esfera.

Eludo a Hugo Chávez, quien cada vez con mayor convencimiento semeja uno de los horripilantes gnomos de Tolkien, peor cuando se pone a cantar o se excede en sus ínfulas machistas -al estilo mussoliniano- que hacen sospechar una intimidad diferente...

Qué decir del obispo Lugo, presidente del Paraguay. Su slogan de "Lugo tiene corazón" debía cambiarse al de "Lugo tiene el miembro eréctil", cosa que no debiera ser un anatema en condiciones normales, pero que es un crimen en su caso. Porque este fraile del infierno -aunque sea usual entre su gremio hacerlo- se aprovechó de una posición de poder para violentar y embarazar a quién sabe cuántas mujeres. Decir que el sexo fue consensual no significa nada. Estando el individuo en situación de privilegio es violación y merece cárcel. En algunas regiones, asunto que no comparto, sería pasible de castramiento. Tal vez así, ya convertido en buey, el presidente Lugo pudiera entrar al paraíso y ser obispo de nuevo. Cuidado con los hipócritas cuando hablan de revolución. Este cura, supuestamente desarmado, evidentemente llevaba intenciones debajo de su inmunda sotana.

En América Latina corren vientos de comedia.

Uno concreto, con los pies sobre la tierra, es el acobardado Lula, manso como un sirviente pero con la capacidad de comprender los mecanismos de una época de cambio. Época que permite a un amigo vilipendiar mis palabras de desacuerdo con el Inca (es herejía hablar mal del semidiós), pero cuando le pregunto, ya que es buen aprendiz de capitalista, cuánto paga a sus obreros me contesta: "lo justo". ¿Cuánto es lo justo? Silencio. ¿Provees vacación, seguro médico, seguro de embarazo a tus trabajadores? Silencio. Comprendo que alguien al hacerse industrial, sobre todo con las ventajas que idolatrar al régimen trae (en tierras y contratos), quiera enriquecerse. No es raro, pero dorar la píldora de la explotación con retórica revolucionaria es no sólo hipocresía: es traición.

Bolivia siempre vivió patas arriba. No recuerdo un momento de mi historia personal donde se asentaran sus cuatro pies de cuadrúpedo. Mucho menos ahora y en este instante del auge "terrorista", donde las últimas noticias son que García Linera y Quintana contratarían a Rózsa y Cia. para desestabilizar los intentos autonomistas del oriente. Todo puede ser. Es Bolivia, tierra de las Alasitas y del Ekeko.

No sabemos si es verdad y nunca lo sabremos. Sin verificar ninguna información, Tuto Quiroga ya se caga en los pantalones como siempre y estira su rugosa lengua hacia las botas de Evo (o abarcas no me fijé) para no ser barrido por la ola que amenaza. "Traición a la patria", grita como estridente verdulera y pronto se fotografiará con Morales en sus gajes de modistas.

El chancho se acuesta con las patas arriba cuando se lo ha de sacrificar.
24/04/2009

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 26/04/2009

Imagen: Horst Janssen/Klee und Ensor um einen Bückling streitend, 1961

Las guerras de la soya/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Estados Unidos continúa siendo el mayor productor de soya del mundo, según leo en el suplemento económico de un periódico. Sin embargo, Brasil lo superó este año en exportaciones. ¿El motivo?: China.
 El mercado chino engulle la producción de soya del planeta, entre otros productos que intentan colmar la voracidad de una masa humana en ferviente crecimiento. A eso se añade el problema del agua en el gigantesco país asiático, sumado al de la tierra arable disponible que va en franco retroceso.
 

China apuesta al futuro. compra los bonos del gobierno norteamericano y se ha ya convertido en el mayor acreedor de la primera potencia. EUA se hipoteca ante un rival cuyo objetivo es reemplazarlo en todos los aspectos, incluido el militar. Mientras el vaquero Bush actúa en desmedro de la economía nacional con su "cruzada" hipócrita y personal en Mesopotamia, China se enriquece a grandes pasos, adueñando del capitalismo aquello que considera útil para sus intereses y manteniendo falacia tal como la de una nación "comunista", paraíso de los trabajadores.
 Este sugestivo monstruo de rasgados ojos juega en el campo del intercambio internacional como el mejor explotador. Allí se detiene su comunismo, su Revolución Cultural, su Mao y toda la parafernalia roja que desplegaba. 

Y pensar que aún quedan resabios por doquier de un ideario que se consumió a sí mismo, que se engañó y engañó a otros. El librito rojo además de ser un monumento al aburrimiento, ha perdido su condición masiva. La supuesta igualdad de clases es cada vez más desigual en China que se precia ¡a no creerlo! del número creciente de millonarios con que cuenta. 
Brasil ha entrado en tratos con China para la venta de soya, con los productores sobrepasando a las multinacionales y vendiendo de manera directa su producto. A nivel nacional esta transacción si bien trae dinero no parece solucionar los problemas de los agricultores del interior, que se quejan que a pesar de vender más no ven el contante que debieran. Es más, la venta no ha sellado el abismo deficitario del comercio entre ambos países (a favor de China). Este se amplía aún más dado el volumen de importaciones de productos manufacturados desde Beijing. Y, sobre todo, la pobre infraestructura caminera del país sudamericano hace que el costo de transporte desde el interior hasta los puertos sea abrumador. China parece dispuesta a invertir en la construcción caminera y ferroviaria en el Brasil, para acelerar el envío de soya al Oriente y abaratar los precios. Trato que parece se convertirá en esclavizante obligando a miles de campesinos a insumirse en el monocultivo en favor del nuevo imperio.

09/04/07

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Publicado en Opinión (Cochabamba), abril 2007

Imagen: Campo de soya

Monday, September 20, 2010

O el tango o la guerra/MIRANDO DE ARRIBA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Mientras cuece el lingüini, la salsa se insume en un trozo de carne blanda. Espinaca, perejil, tomate, cebolla y ajo mezclados con orégano, laurel, sal, pimienta, una pizca de comino, y achiote para darle color, conforman un líquido espeso que se vierte sobre la pasta culminando una obra de arte menor.

Se destapa el mejor vino de Chile, Marqués de Casa Concha, casi negro de tanto tinto. El tocadiscos toca, juega (quizá es más adecuado), en traducción literal del inglés, tangos de diversas orquestas antiguas: las de Julio de Caro, Pedro Laurenz, Quinteto Pirincho.

La mañana se cambia en tarde al mediodía. El sol cae sobre la nieve permitiendo unos cómodos cinco grados centígrados en este invierno. El domingo sería perfecto: pasta, vino y tango. Podría ser que estamos en Córdoba, en la calle Oncativo, en charla con nuestro diverso grupo familiar; en la campiña de Socorro, las tenues verdes colinas de Sao Paulo, con el compositor Pedro Ferragutti y acordeones; o en Cochabamba, en los altos de Villa Moscú mientras humea la parrilla de costillares. Pero no, es Denver, y a pesar de la belleza, de la conjunción de nostalgia y novedad, de la superposición de dos culturas que bien pueden complementarse, como todas, pesa sobre los Estados Unidos la sombra de la Casa Blanca donde en este instante se va tejiendo la muerte.

Si fuese cristiano encontraría señales inequívocas del Anticristo en cualquiera de los señores -o perros- de la guerra que pululan en oficinas y patios de la mansión presidencial. La Bestia hiede alrededor. Mister Cheney calcula cuantos millones le traerá a su bolsillo personal la guerra de Iraq. El endemoniado Rumsfeld, criminal de guerra en Vietnam según los periodistas, quizá sólo quiera saciar su sed de sangre; mejor le caería un tuco italiano que rojo también es más sabroso. Qué podrían entender estos dos, el Tío Tom Colin Powell, y el superagente 86, Maxwell Smart, idiota inventado por Mel Brooks y copia del actual presidente del imperio, del placer de sentarse a comer, la felicidad de la tristeza de un tango de Roberto Firpo, un vaso de vino del valle del Maipo, cocinar, probar si el fideo está listo, tender el mantel blanco y dejar a las niñas jugar con motocicletas de juguete en las que montan lagartijas de plástico que viajan por el universo de la alfombra ajenas a la guerra, la locura mayor de los imbéciles y el negocio más grande del capitalismo. Los vidrios se empañan por el frío y a pesar de la suma orfandad de Dios en derredor, nos quedan Juan de Dios Filiberto y sus tangos.
09/02/03

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Publicado en Opinión (Cochabamba), febrero 2003

Imagen: Una academia de tango en Istanbul

Los partisanos de Vilna


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

De muy joven me impresionó el libro de Jean François Steiner sobre Treblinka. Hablaba entonces con mis padres de la incomprensión mía de la pasividad con que los judíos iban al matadero.

Asunto controversial que puede ser visto y analizado desde muy distintos puntos de vista. A pesar de que los judíos, sobre todo en la Europa oriental, habían siempre sido perseguidos, habitaban la región por cientos de años, y era, también, su hogar, aunque no lo considerase así, como lo demostró la historia, la población local en la mayoría de los casos. El tema de la complicidad de los lituanos, ucranianos, rusos blancos, letones, etc. es tema aparte para un largo desahogo.

Vilna se consideró desde el siglo XVII como un centro importante del judaísmo, donde descolló la figura de Eliyohu Ben Shlomó Zalman "Kremer", comúnmente llamado el Gaón (erudito) de Vilna. Y la ciudad misma fue conocida, hasta la destrucción de la población hebrea durante el espanto nazi, como la "Jerusalén de Lituania", con su famosa sinagoga y su notable biblioteca.

Gozó, a tiempo del inicio del Holocausto, de la efímera categoría de "ciudad libre", lo que impulsó a los refugiados de varios países a reunirse allí, y, de ser posible, emigrar a Palestina. Pronto todo cambió. Al igual que en el resto de la región los alemanes se dedicaron a exterminar judíos, apoyados casi siempre por la comunidad, que vio en ello no sólo la oportunidad de cobrarse con las víctimas su racismo atávico, sino a la vez con objeto de apoderarse de sus pertenencias. Los que en principio sobrevivieron a las ejecuciones fueron hacinados en ghetto en barriadas de la ciudad vieja, donde intentaron una vida en apariencia normal (en la que conservaban una biblioteca de cien mil ejemplares) y donde, con cierta similaridad con el ghetto de Lodz, se convirtieron en un aparato productivo gratuito para el invasor. Para ello los nazis nombraron autoridades judías cuya actuación aún despierta las más terribles sospechas -como defensas- no faltas de razonamiento. Tanto Jakob Gens, en el ghetto de Vilna, como Chaim Rumkowski en el de Lodz, encargados judíos puestos por los alemanes, creyeron falsamente hacerse indispensables a través del trabajo y la producción. Se les pagó como a todos, con la muerte.

A Vilna llegó la noticia de la insurrección de Varsovia y se preparó defensa similar que jamás llegó a consolidarse. Fue permanente la disyuntiva de morir peleando o proseguir, incluso entre las atroces muestras de realidad, con la esperanza. Un grupo de jóvenes, del sionismo de izquierda, y de derecha muchos, huyeron por las alcantarillas de Vilna hacia los bosques, donde contactaron a los partisanos soviéticos y polacos para juntarse en la lucha, que no disminuyó por tal el antisemitismo de sus compañeros de batalla. Entre ellos estaba Abba Kovner, poeta nacido en Sebastopol, que luego de diversas circunstancias llegó a convertirse en cabeza de la nominalmente autónoma fracción judía de la resistencia en Lituania.

Su odisea no es única, aunque, como las otras, extraordinaria. Se rescató su historia en un apasionante libro de Rich Cohen, The Avengers, Los Vengadores, para desmaterializar aquel mito de que los judíos no se defendieron. Lo hicieron en los alrededores de Vilna, lo hicieron los supervivientes de las poblaciones mártires de Kurenits y otras en Bielorrusia. Ilia Ehrenburg los visitó el 44, y escribió sentidas crónicas de los guerreros, además de fotografiarlos. El gran autor desató su fobia en notas periodísticas que clamaban por sangre germana, en un preámbulo del "sin piedad" de Zhukov.

Abba Kovner emigró a Palestina, combatió para consolidar el estado nuevo en contra de los ejércitos árabes que invadieron el día después de que se decretara el nacimiento de Israel. Triunfaron.
14/09/10

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Publicado en Ideas (Página Siete/La Paz), 26/09/2010

Imagen 1: Partisanos de Vilna
Imagen 2: Ilia Ehrenburg con guerrilleros judíos

Ambigüedades/NADA QUE DECIR


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Una semana muy agitada, diríamos. Muere Michael Jackson, quien a pesar de no ser ángel de mi devoción ocupó un espacio muy importante en la música moderna. No en vano fue el Rey, igual a su difunto e inesperado suegro, Elvis. 

Cuando alguien así muere, y esto vaya en favor del arte, hay conmoción. De seguro lo lloran hasta en los villorrios del Senegal. Es increíble el peso que individuos como Jackson tienen en el África.  Cantantes cubanos y brasileños ejercen influencia de escuela entre sus pares africanos y, baste recordar el filme “Alí”, para notar cuán cerca discurrían en el Zaire los avatares de los boxeadores norteamericanos de color.

Muere también una actriz: Farrah Fawcett; más bien mediocre, fue sin embargo una bella mujer, con un glamour singular que hizo soñar a mi generación con sus delicados pechos y su sensual cabellera.  Ambigüedades de la vida que destruyen la belleza que crea con un soplo oscuro de cáncer. 

Ya en el Cantar de Gilgamesh los ancianos sumerios percibían estos vaivenes terrestres y los escribían.  Triste suerte humana, o feliz si odiamos la inmortalidad, pero, nos guste o no, hay una irreversibilidad que engulle de a poco –o en un soplo- aquello que hemos levantado en décadas de esfuerzo y sueño.  La suerte de Luis Capeto, conocido como Luis XVI, encerrado en el Temple, se echa un 16 de enero de 1793, por boca de quien debía ser aliado suyo (el jefe de los girondinos), cuando ante la Convención es el primero en pronunciar dos palabras de terrible consecuencia: “la mort”.

De más se ha especulado con estos péndulos existenciales. Sin embargo, cada vez la digresión es nueva y nos retorna de manera incansable a Hamlet, a Homero, a Kierkegaard, al cuestionamiento básico de por qué se vive y cuánto. Nada, según vemos con la vida del divo negro, nos protege y menos nos asegura, ni siquiera Neverland, la tierra de Nunca Jamás, cuyos Peter Pan, los primeros y originales, hallaron horrible muerte todos. 

No fue un shock; para mí no tuvo el impacto de John Lennon asesinado, pero he visto y concurrido una sociedad donde Jackson fuera –y será-- referente imprescindible. No es ya “el rey ha muerto, viva el rey”. Para que crezca una personalidad semejante de nuevo quizá pase mucho. No lo pueden reemplazar el viejo Mick Jagger, ni el polifacético Bono, ni un ya obsoleto Sting. Se ha creado un vacío, un espacio que no sólo tuvo que ver con la música sino con la integración, con la desmitificación de un país y la creación de nuevos mitos. En el abrupto sendero de la raza negra en los Estados Unidos, Michael Jackson trajina una senda a la que pertenece el Dr. King, el mismo Obama. 

Hablamos de un fenómeno de masas, de su impronta, tal vez aún invisible, en una sociedad multifacética. A un lado de esta desgracia que enluta el arte también hay alegrías. Hace mucho que vengo diciendo que Ismail Kadaré, el autor albanés, debiera obtener el Nobel. Consiguió el Premio Príncipe de Asturias hace unos días, y ese quizá sea un paso hacia el máximo y merecido galardón. Kadaré es un magnífico novelista. Tradicional en cuanto a la novela estructurada formalmente, su prosa es tan vívida y sustanciosa como los grandes clásicos de los dos siglos pasados. Fuera de sus logros como humanista y pensador político, Ismail Kadaré creo que, ahora, no tiene par en la literatura europea. Si pensamos en Pahmuk, habría que añadirle una riqueza verbal y una luminosidad especiales para llegar al albanés.

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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 28/06/2009

Imagen: Ross Palmer Beecher/Michael Jackson - Never Never Land, 2005