Tuesday, September 28, 2010
Apreciaciones y digresiones/NADA QUE DECIR
Un rey africano contemporáneo formó un conjunto musical -del que era vocalista- con bastante éxito. No es malo alternar poder y arte. Los príncipes alemanes lo hicieron y los mecenas italianos también. Muchas son, además, las referencias literario culturales de califas, beys, sultanes y demás musulmanes... y judíos poetas como el rey Salomón.
De ahí a soportar a Hugo Chávez cantando, así sea "Alma llanera", hay un trecho grande e insalvable. El rey africano ejerce de profesional del gremio; sus discos compactos se venden y se tocan en las discotecas de Europa, pero el rey de Venezuela, y su coro bicentenario: Correa, el reacio Linera y el mudo (no Gardel, sino, extrañamente, Evo Morales) semejan un hato de bufones que cabrían a la perfección en el Amarcord de Fellini.
Nosotros, literatos, cineastas, cinéfilos, pornógrafos, dandies y hechiceros estamos perdiendo el tiempo buscando la piedra filosofal. La América de hoy, el Abya Yala como dicen los cunas a su entorno, que no sería muy grande cuando lo bautizaron, tenemos material de sobra para reinventar la picaresca de nuestros malqueridos aunque inevitables y ya necesarios medio-ancestros españoles. Este es tiempo para quijoterías, no quijotismos, para caballeros, o cahualleros de adarga o azadón que trashumen el continente observando y relatando la magnificencia del humor (no dejado de dolor y malicia) que ha inundado la tierra. Si Hans Jacob Christoffel von Grimmelshausen (padre de Simplicius Simplicissimus) viviera haría una orgía de sarcasmo y broma en palacio nacional, el Quemado en este caso, dando rienda suelta a su asombro y ejercitando su recién aprendido dominio de flatulencias y olores en las reuniones absurdas y triviales del socialismo galáctico. Hay que divertirse, como Sancho, Guzmán de Alfarache, el Buscón, Till Eulenspiegel, con la portentosa risa de Rabelais y la sorna de Quevedo, ya que quienes nos rigen, dominan, mandan -o cualquier verbo de poder y perdición- se toman muy en serio sus roles de amo y azotan rimbombantes festicholas de insensato augurio.
Los que creen inventar terminan mordiéndose la cola, que este mundo gira -o da vueltas en el habla popular- y lo que fue de nuevo es y lo de otrora en hoy se convierte. Los ejércitos ya no se mueven físicamente con el despliegue que lo hacían en el siglo XVII. Ahora un par de gringos ajusta botones sin ton ni son, y mueren amigos o enemigos pero mueren, y las estadísticas se enriquecen y se venden más armas. Los señores campean; los señores afganos con séquitos de alfanje y muerte y polvo; señores como el rey Chávez cuya guerra se despliega en cháchara y jugar a las escondidas por si francotiradores hay... emaciada hombría.
Qué queda entonces. Hacer lo de Garrincha y convertirse en alegría, que el pueblo goza cuando quienes saben y pueden expresan su sentir y pensamiento traviesos, donde el poder y la gloria perecen, embestidos por la malicia popular que no respeta ni a aquellos por quienes vota.
Dejar de lado los melindres hipócritas de los jesuitas; los de los gobernantes, alcaldes, corregidores, sargentos y curas. Desdeñar a los que mandan, que la vida se crea entre el pueblo y en el pueblo fenece, en los sans culottes del 93 y después, con vítores iguales por las cabezas de María Antonieta, la derecha girondina, el extremismo hebertista, Dantón y el Incorruptible. Simplicissimus sería más parco, sin vitorear los extremos. Él arreglaría todo con... un pedo.
18/07/2009
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 19/07/2009
Imagen: Jacques Callot/Corpulento caballero, siglo XVII
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