Tuesday, September 14, 2010
19 de julio, 1979/MIRANDO DE ARRIBA
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Recuerdo bien el día, porque aquella mañana encontré a mi amigo Oscar Vallejo en la plaza principal. Se veía mal. Acababa de regresar de La Paz, de su breve paso por el Colegio Militar. Los bravos oficiales del ejército boliviano lo habían apaleado por alguna falta absurda. Es la triste manera de entender la hombría entre aquella recua. Oscar moriría un par de días después, con los riñones destrozados. Por supuesto no hubo juicio.
Era el 19 de julio; lo recuerdo. Mi amigo se queda en la memoria de los años de secundaria, de un viaje a Aiquile, de los camiones de papa y las conversaciones bajo la luna. Se esperaba el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua. No recuerdo si Somoza ya había huído, pero el día marcaba el fin del horror de uñas arrancadas y ojos vaciados, de la larga agonía en manos de dicha familia y sus mecenas gringos.
Para mi generación, la revolución cubana marcaba un hito que si bien no pertenecía al pasado no había nacido con nosotros; era anterior. Incluso la muerte de Che nos agarró antes de cumplir los diez. Con Nicaragua era diferente. Su lucha y sus aspiraciones eran contemporáneas. Todos queríamos ir. Algo nuevo se gestaba, que olía a pólvora pero también a poema. En casa de Pilar Crespo escuchábamos canciones con retumbo de bala, y ella y Gloria, y Silvia y Chela se mostraban auspiciosas cuando de revolución se hablaba.
Más tarde, cuando los del ERP argentino despanzurraron a Somoza en Paraguay, las perspectivas mejoraron. Esa muerte sonó por la América Latina como un dulce rasguido de guitarra. Jorge Masetti, hijo de Jorge Ricardo Masetti, el periodista guerrillero, relata detalles del atentado en Asunción, dentro de un tenso y nostálgico panorama del tiempo revolucionario como ilusión, incluida Nicaragua. Lo de Masetti es posterior y no deja de ser válido. La crítica de la revolución debe ser parte del proceso revolucionario. Caso contrario se cae en el ovillo de los grandes hijos de puta contra los que se combate.
El 19 de julio, aun viendo a Oscar vomitando apoyado en una de las columnas de la plaza, presagio de su joven muerte, fue un día de alegría. Lo imposible se había logrado, más aún porque sucedía a pesar de tener Estados Unidos ya experiencia en cómo lidiar con algo similar. Tiempo nuestro otra vez, el tiempo que nos robaban día a día durante siglos.
Hoy Nicaragua es un país de marcadas diferencias sociales: extremas riqueza y pobreza, como antes. ¿Dónde está la falla? ¿O es que revolución es asunto de ilusos... y de mártires?
14/07/08
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Publicado en Opinión (Cochabamba). julio 2008
Imagen: Borrosa imagen de aquel notable día
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