Thursday, March 29, 2018

Culo Bonito


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Los Kjarkas siempre fueron para mí la antimúsica, la destrucción del patrimonio folklórico boliviano. No porque este deba permanecer intocado y no se puedan hacerle cambios, aditamentos, “mejoras” o “peoras” (palabra que debiera existir en oposición), sino que luego de un principio que auguraba talento se fueron convirtiendo en la mercantilización de la música popular en el peor sentido. No estaría mal si no se los hubiera asociado con el folklore. Si fuera un grupo pop más, no tendría críticas. La fama bien merecida la tienen; supieron hacer lo suyo y deben ser la cumbre del éxito de la música nacional. Bien por ellos. Allí… Pero que no me digan que representan lo “nuestro”, si algo nuestro hay. Fenómeno musical sin parangón; allá con ellos y sus composiciones que uno canta lo que quiere y como quiere.

No me lleva la ortodoxia a demonizarlos. Demonios no son porque los comerciantes no suelen serlo, pero basta también con sacralizarlos e incluirlos en el largo listado y corto en merecimiento de lo heroico boliviano. Asociados, además, y con razón, con el panteón plurinacional, el de la juerga eterna, el gasto, dispendio, sexismo y vainas del autocratismo empedernido y cegato.

Vuelven a primera plana con un triste espectáculo que nombraron “Cara bonita”. A pesar de que a momentos brilla la magia de la morenada hermosa, estos, los Hermosa (Hermosa Bros. Inc.), utilizan la fama y aprovechan un magnífico legado del arte popular como es este ritmo para agitar culos y hacer parodia de penes parados dispuestos a copular con la primera nalga que gire alrededor. Triste teatro de viejos arrechos que suponen que los billetes han de comprarlo todo. Quizá sí, que todo se puede comprar, hasta gobiernos, pero ostentarlo de forma burda como lo han hecho es vergonzante. Caras bonitas hay en el video, cómo no, la juventud es siempre bonita y cachonda, pero la idea va porque los culos que se airean por ahí son más bonitos que las caras. Punto.
29/03/18

Tuesday, March 27, 2018

La trivialidad del poder/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

De qué hablar… del gran discurso ideológico, de la eterna disputa de la Primera Internacional y la escisión, de la Tercera de larga vida y rápida muerte, de la Cuarta provista por ciertos iluminados latinoamericanos en medio de conceptos y de una realidad controvertida, mestiza, irredenta e inclasificable. Olvidé la Segunda… es que se olvidaron unos que fueron grandes nombres.

No, para qué, a qué perder la dichosa saliva que sirve solo para ser escupida y que no humedece palabra ni discurso. Verborrea abunda, no se malentienda, pero sustancia poca, o ninguna. PPK, el cocoliche ese de Perú, soluciona la mentira con torpes pasitos de bailarín añejo; Lula da Silva lagrimea y se seca las lágrimas con billetes de a cien. Dólares, por favor, que los líderes del Tercer Mundo, revolucionarios, chingones y de verde olivo, cachondean cuando de gringos en billete se trata. Adoran ese rostro de vieja plácida de George Washington. Pareciera que el único al que no sedujo el capital fue Mujica, pero… cuídate de los hombres buenos, los de verbo de cura, que algo esconden o calibran debajo del sobrio tejido.

Quizá uno imagina o idealiza un pasado que nunca fue, pero supongo si no recuerdo mal que Víctor Paz Estenssoro era inteligente, tanto que supo encaminar el país hacia el desastre. Le garantizó jolgorio inmediato y tormenta por venir. Sin embargo se lo podía escuchar, había malévola lógica en lo suyo. Tantos más, que en el Alto Perú la retórica es puta de a gratis.

Otra, y peco de sexista seguro, es que la nueva camada de líderes que la izquierda arrastró bajó sus bragas no descollaron -siguen presentes muchos- por varoniles. Al comandantico eterno poco le faltaba para que vistiera faldas. Siguiendo al sur, lo mismo. Ecuador y Bolivia con notables del gremio brillando con luz singular. Hasta que algún idiota, ministro el título, las vistió de a de veras, y en versión popular. En su caso no creo que se tratara de hormonas según sucede con los estratos superiores y “más superiores” de su partido, sino un acto ligero, premeditado, de mal gusto, de lameculismo triste y falto de imaginación. Por ahí un amigo guarda un consolador gigante, púrpura por si acaso, que bien pudiera servir a la izquierda latinoamericana de bastón de mando.

Aúllan que les sobra huevos. La hielera está plagada de ellos pero de nada sirve. Si la naturaleza no prestó, ellos no compran.

Ese prurito feminil también se aloja en el volumen blanco color de pollo crudo de míster Donald Trump, el de “Make America Horny Again”. Ser putañero no implica virilidad. Casi casi que si de putas vas es que algo te falta. No en vano Goya dibujaba para El sí de las putas, de Moratín, ciertos esperpentos deleznables y apagados. Putañero es -Trump- porque se esconde. Un día ellas, las damas del sexo, contarán la verdad. Que fascistas y mandones y dueños de horrísonas y monumentales camionetas suplen una terrible ausencia con ostentación y ruido. Que si uno anda armado en serio no necesita de machetes ni ametralladoras. A veces, pero en otras circunstancias, precisas, históricas…

Maestro de la diatriba, me dice un amigo que se duele de serlo porque milita en las filas del “proceso de cambio”. Insultas, más o menos afirma, pero lo haces con arte. Pues a acuarelar la vehemencia y el directo al mentón. La sangre también pinta.

Nicolás Maduro mueve caderas que pronto se agitarán meando entre las cuerdas de la horca. Los de nosotros juran que adquirieron eternidad del cascajo que se tira para pavimentar caminos. Se equivocan como lo hace su en teoría enemigo del norte y en realidad fraterno con todos ellos, el que convirtió la política en pandemonio de perversiones y que se precia en público de que Vladimir Putin es su macho. “Política”: arte de puterío locuaz.
25/03/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 27/03/2018

Monday, March 26, 2018

Transformación del idioma español/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Norteamérica (Estados Unidos) tiene más de veinte millones de hispanohablantes. Las estadísticas hablan de que seremos la primera minoría el año 2000, más que los afroamericanos. El castellano crece en importancia; en Miami, Arlington, Houston, Washington D.C., New York. Se lo escucha en cualquier lugar.

Sin embargo la estancia en un país de lengua inglesa afecta la forma del idioma. Se reemplazan palabras, se adquieren modismos anglosajones. Los mejicanos y centroamericanos, en su mayoría campesinos pobres, son muy vulnerables a esta influencia. Palabras como “camión” son desconocidas (poco usadas) para ellos. Usan “troca” que proviene del inglés “truck”. “Alfombra” ha sido sustituida por “carpeta”, de “carpet”. Un boliviano, en el mercado, me dijo que los tomates se habrían de “frizar”. Quería decir “congelar” pero “to freeze”, castellanizándolo.

Si bien el inglés toma palabras del español, cada vez más, su estructura idiomática no se altera sustancialmente. Lo opuesto sucede con el castellano, al no ser este el idioma dominante.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 29/12/1991

Saturday, March 24, 2018

"Virginianos"/CUADERNOS DE NORTEAMÉRICA


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Mi libro comienza un miércoles por la tarde, sobre la única mesa de un departamento en Arlington. Calle Nelson.

1989. Nieve. El abrigo marrón del tío Carlos Coqueugniot me protege. En el bar de la esquina las divorciadas buscan amor, a tientas entre vasos y narices.

Tengo una flamante máquina de escribir. De ella nace “Carta a Joan Baez”, el primer texto. Lento libro: los artículos se espacian. El trabajo consume los días. El tiempo hace imposibles los papeles.

La trivialidad de las horas impide la letra. Limpio el dormitorio; controlo a mi compañero de casa para que no me siga robando la comida. En ese ambiente, llamo a la sombra de Tamerlán y exprimo mis sueños. Me obligo a escribir con los ojos cerrados.

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Publicado en OPINIÓN (Cochabamba), 05/03/1992

Tuesday, March 20, 2018

Trajes “autóctonos”, Borbones, La Haya y el Pequeño saltamontes/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Comienzo por el final, por el Pequeño saltamontes, nombre venido de la muy popular serie televisiva Kung Fu, de hace mucho. Fernando Huanacuni Mamani, canciller de Bolivia y reencarnación del niño que viajaba con el maestro shaolín por el oeste norteamericano, es, a su vez, también shaolín y un dechado -afirman- de virtudes filosóficas y demás vainas. Lo suficiente para hacer saltar de su silla al maestro Bakunin que desconfiaba de los hombres “virtuosos”. Personalmente escapo de cualquiera que quiera darme normas de vida, Cristo incluido, y que intervenga en lo íntimo y privado; o que quiera sobresalir lo suyo, en este caso lo andino originario, por encima de lo mestizo que somos, del revoltijo obligatorio a que nos sometió la violencia española -entre otras- y que no podemos eludir.

Saltamos a España, ya que de insectos saltadores conversamos. Cuna de deslealtad y oprobio en relación a América; padre (a pesar de ser España femenina) violento de hijos sojuzgados, a los que les legó drama, idioma, y -por ahí- también bondades de las que sería largo discutir. País que entonces no era Borbón, que intentaba deshacerse de la carga idílica en muchos casos de la dominación árabe. País que mientras avanzaba, y hacía avanzar el mundo conocido, con su llegada a las tierras del otro lado del Atlántico, retrocedía en las artes y las ciencias expulsando a moros y judíos.

Borbón: nombre que Francisco de Goya destrozó con unas pinceladas. El característico rostro idiota, sin saber el que escribe si este detalle se hace colectivo en todos los miembros de tal dichosa familia. Pues, Evo Morales y el saltamontes, amén de una señorita bien disfrazada de falso autóctono como su jefe, siempre que puede acude a hacerse acariciar con el amo. Fue feroz en su retórica contra lo colonial. No escatimó epítetos. El odioso enemigo estaba en Madrid, desde allí nos quitaron todo, violentaron. Sin dejar de ser cierto, me pregunto por qué el presidente de Bolivia cuando asoma la aguileña nariz en los palacios de España no se eriza como gato y ataca. Más bien, y como gato, se regodea en la mano acariciadora de los reyes, admira la blanca porcelana de la vajilla (aparte de la blanca camiseta del Real Madrid que debiera rechazar dados sus antecedentes), apoya su hirsuta cabellera en el pecho del alto hombre que fue príncipe de Asturias y hoy reina. Poco faltó para que Felipe le pasase los dedos por la estoica cabeza y lo hiciera dormir en el regazo de la madre patria. Los otros dos: el saltarín y la señora, sonreían beatíficos ante el portento. Por si acaso, si alguien sufriera un soponcio, el shaolín cargaba una mínima y mágica ch’uspa supongo que llena de hojitas dulces de Coroico porque la chapareña es amarga.

Luego La Haya ¡Cómo le gusta viajar a míster Morales con plata ajena! Y carga el establo consigo, uno pudiente y camorrero que utiliza los días de alegatos por el mar para llenar las maletas de compras lujosas europeas que quizá guarden y más seguro revendan a su retorno. ¡Ay, Bolivia, tan triste pero tan lista!

Si en juego estuviera el bien común, el de los ciudadanos bolivianos en general, apoyaría una extrema campaña de reivindicación marítima. No lo hago porque sé que en el lejano caso de que se consiguiera un trozo de territorio, este de inmediato se convertiría en feudo del MAS. No playa para la plebe, qué no; infraestructura y barcos para exportar lo que mejor se exporta, lo que tiene nombre de planta y da tres a cuatro cosechas al año, aquello que energiza al autócrata Trump y enloquece a los negros pobres que compran un subproducto adulterado.

No hay patria en juego, debemos entenderlo. Ni transparencia ni orgullo nacional. Aquí se cuece, aparte del espaldarazo político, un negocio privado y nada más. Mar para Morales y su partido. ¿Al resto? Minga.
18/03/18


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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 20/03/2018

Saturday, March 17, 2018

No es literatura, es otra cosa


PAZ MARTÍNEZ

Había quedado contigo en decirte algo del libro o silencio. Ha pasado un mes y has obtenido silencio, pudiera parecer que no me ha gustado. Bien, pues es todo lo contrario. Muchas veces, las cosas no son lo que parecen, están sujetas a millones de eventualidades, matices e imposibilidades. Igual crees, leyendo esto, que me estoy excusando. No o sí o yo qué sé. Comencé a leerte el día que llegó, me comí hasta la página 50 sin dejar de poder poner los ojos en otra cosa. El teléfono me paró. A partir de ahí, se encadenaron hechos, ridículos ahora, cuando la distancia y la resolución son una realidad, pero no dejé de leerte. Tan sólo ralenticé. Creí que merecías un recomienzo, la historia, la manera de escribir, el placer de leerte lo merecía y lo hice. Tres veces comencé y tres veces me paré. Las pastas están arrugadas, torcidas, les falta algún trozo ya que viene conmigo a todas partes. Te leo cuando mea el perro, cuando el guiso espera, cuando la cajera del súper se distrae con algún vecino coñazo. Es la primera vez que me ocurre. No me importa recomenzar, recrearme en: Se acomodó en el vano de la puerta. Ya me lo sé de memoria. Hoy voy por la página 166, comenzando el obelisco rojo y sé que terminará, que no llegará a meterse el sol cuando lo haga y me jode la vida porque no quiero, no quiero que se termine. Rapás, que diría mi abuela, si tienes esta mano con las letras y no tienes un nobel, es la constatación de que la factoría es gilipollas. Y tú me decías que era hora de escribir un libro. Já. Y una mierda. Si no se parece a esta tuya, ni de broma. Besos

Mira, con mis textos haz lo que te venga en gana. Con lo que te digo, con lo que te escribo, con lo que quieras. Cualquier cosa que decidas me parecerá bien. Es que me quedo corta con lo que quiero decirte, Claudio. Eres el amo de las letras, el inventor, el escritor de lo que es el mundo, la vida, la mierda Adoraré para siempre la mierda, tu mierda

Si algún día aburres, es que es hora de morirse porque ya nada merece la pena

No sólo enganchas. Emocionas, aceleras, transportas, llevas y traes nuestras cabezas a tus olores, a Glauca y Palmira (adoro a estas dos)

Vivo en Cochabamba

Pero yo soy muy anárquica
escribo durante una semana seguida y luego me aburro, me lio con un armario, con el aire de las ruedas del coche, con un puzzle de 20.000 piezas

Igual con relatos cortos podría hacer algo, pero no sé. Tal vez, igual. Yo quiero leerte a ti

¿Has visto la música de mi muro, últimamente? Eres tú

Es tu libro

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Carta del 17/03/2018 

Wednesday, March 14, 2018

una botella de vino en la muerta ciudad viva


PABLO CEREZAL

Retrasado en mis felicitaciones... como en mi vida... como en todo... pero sincero, de eso peco, al decir de muchos. Y si de pecado se trata ya es tarde para rechazarlo. Más aún, de existir juicio postrer creo que hará peso, en la balanza, junto a todos los que me impone la dictadura de la carne y algún otro que ahora no logro -ni quiero- recordar.

El caso es que no felicito, a tiempo, a Claudio Ferrufino-Coqueugniot, por su cumpleaños, y comprendiendo el error lo intento enmendar con otro: apuro una botella de Mencía y, junto a ella, las páginas de Muerta ciudad viva, esa maravilla literaria que escribió el «homenajeado» y que, con exquisito acierto ha editado en nuestro terruño la editorial Limbo Errante (gracias, siempre, a los responsables, por hermanarme de nuevo con el autor, en la contra del libro).

Y el intelecto, como un Pollock de uva tinta y párrafos ensangrentados, se me desordena y me recuerda una vieja entrevista en que me preguntaban:

Tu segundo libro se titula Madrid-Cochabamba (cartografía del desastre), escrito compartido con el escritor Claudio Ferrufino-Coqueugniot. Para quien no lo conozca, descríbeme a ese escritor.

A lo que yo respondía:

¿Describir a Claudio? A Claudio es imposible describirle. A Claudio hay que leerlo. Claudio cultiva una de las prosas más sublimes y desconcertantes que tengo el honor de conocer. Claudio degüella el verbo y juega con sus vísceras como lo hacía Francis Bacon con los volúmenes. Es una máquina de aniquilar clasificaciones literarias, un grande de los que muy de tanto en tanto aparecen para descubrirnos lo sublime de la palabra sentida. Aparte, él, Claudio, la persona, es de los que demuestran que antes se es animal que escritor, que para escribir hace falta haber vivido, y que no por ser un Maestro has de ser igualmente un imbécil. Deberíamos dejar de lado nuestro estúpido nacionalismo cultural y saltar fronteras. Allende las nuestras -me refiero a lo que se considera Occidente- se encuentra el arte más vivo que podemos disfrutar a día de hoy. Claudio es uno de los muchos olvidados de la Literatura... porque es boliviano, porque escribe por necesidad, porque no busca prebendas ni agasajos. A Claudio, insisto, hay que leerlo.

Y ya no sé si salir a comprar más vino... salir a robar dinero para comprar más vino, o entregarme de nuevo al éxtasis verbal y sensorial del libro... ya lo dejé dicho, por ahí: cirugía literaria de alta precisión... de esa que expone, gloriosos e infectos, los órganos vitales de aquello que llamamos literatura... aquello que llamamos vida. Porque la literatura será vida o no será, más aún en estos tiempos de vivos muertos que cacarean en los rediles del mercado a mayor gloria del beneficio inmediato y el vacío creativo, dispuestos a vaciar mentes y bolsillos con algoritmos de nada y abracadabras de mediocridad... lo mediocre vende, sí, así ha sido siempre. Lo excelso, por contra, parece condenado a ser redescubierto por generaciones posteriores, más atentas a la arqueología calma del arte mayúsculo que a la economía urgente del panfleto. Algunos, hoy, ahora, hacen oídos sordos a todo el ruido mediático de novelas más vendidas en Amazon y monopolios de la esclavitud aledaños, también al griterío de articulistas más famosos por impostar improperios que por su buen hacer al teclado. Algunos, hoy, ahora, hastiados de lanzar novedades a la piscina que no tienen, buscan entre los libros de saldo el saldo cultural de toda una civilización, para redescubrirlo, para gozarlo, para comprender por qué tanto de lo que hoy se escribe y se lee es mediocre, y tanto de lo que no se lee pero se escribe formará parte del saldo positivo de las generaciones futuras. Todos ellos tienen la fortuna de poder acercarse, hoy, ahora, a la obra de uno de los grandes, anticiparse a ese futuro imbécil en que deberá ser redescubierta, sí o sí, la literatura flor y puñal de Claudio Ferrufino.

El vino, perdónenme, tiene sus efectos, no todos benéficos, casi ninguno si se toma en exceso, dicen, pero es que vengo de leer a Claudio y su prosa es exceso, como la vida que merece la pena, ya digo... pero mejor me detengo aquí, y retomo algo que también dejé ya escrito, en algún sitio:

Ferrufino escupe, vomita, orina, eyacula sobre la página para mayor goce del lector inquieto. Y, de paso, descompone la gramática y nos enseña que se puede adjetivar con nombres y nombrar con adjetivos, recompone la memoria para recordarnos que es fragmentaria, disloca la naturaleza para enseñarnos que las personas se cosifican, las cosas se animalizan y los animales se humanizan, devasta el firmamento literario para bajarlo a la tierra y mostrarnos el origen divino del hombre, sea este ratero, puto, alcohólico, mendicante o misionero, da igual, todos caben, hay campo: todos están invitados a este gran festival de la palabra y la sensación que es la prosa de Claudio Ferrufino-Coqueugniot, y todos por igual se reflejan en sus páginas como en espejos valleinclanescos. He leído después que Ferrufino ha cultivado géneros dispares como la poesía, la novela, la crónica… ¡falso!: Ferrufino no cultiva géneros. Ferrufino, como los grandes, es un género en sí mismo.
 
Sólo me queda, Claudio, hermano, brindar por ti con la copa ya vacía, y prepararme algo de carne cruda para la cena... ¡salud!

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De VISLUMBRES DE EL DORADO (blog del autor), 14/03/2018

Fotografía: Pablo Cerezal 

Tuesday, March 13, 2018

LIMBO ERRANTE, LA EDITORIAL QUE BUSCA SIN BRÚJULA EXPERIENCIAS INTENSAS


CLAUDIA GONZALES YAKSIC

Limbo Errante es una editorial española que “se creó en el año 2016, después de una exhaustiva reflexión sobre cuál era la mejor manera de volcar nuestras inquietudes e irlas reflejando en nuestro catálogo”, cuenta Beatriz Jordán Hernández desde España, en una entrevista virtual con Plaza Catorce.


El equipo de Limbo Errante está conformado por tres personas: Beatriz Jordán, responsable de comunicación y de administración. Juncal Pibernat, responsable de la maquetación y del diseño editorial. Víctor San Frutos, editor, responsable de la selección de los textos, del control del proceso de publicación y de eventos. “Esto no quiere decir que todos no estemos implicados en el resto de multitud de tareas que conlleva un proyecto editorial. Todos estamos formados académicamente en nuestras distintas responsabilidades”, dice Beatriz a Plaza Catorce desde Zaragoza, ciudad donde los tres viven y trabajan. Zaragoza “es nuestra única sede por el momento”, asegura.


Sobre Víctor San Frutos conocemos que es graduado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada y tiene una Certificación de Profesionalidad en Asistencia a la Edición y su experiencia laboral está centrada en editoriales, logística y gestión de grupos. Juncal Pibernat, tiene un título en Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza y Grado en Diseño Gráfico y su experiencia laboral como librera. Beatriz Jordán es diplomada en Ciencias de la Comunicación, tiene Estudios de Historia del Arte y Periodismo en la Universidad de Zaragoza y experiencia diversa en servicios a empresas y medios de comunicación.


Si bien Limbo Errante nació el 2016, su primera publicación vio la luz en febrero de 2017 y nuestro interés por conocer más sobre esta editorial nació a raíz de que ésta lanzó hace poco una reedición de la novela “Muerta ciudad viva”, publicada cinco años atrás por el escritor cochabambino Claudio Ferrufino-Coqueugniot.


¿Cómo nace la idea de crear la editorial Limbo Errante?
La idea de montar una editorial nos rondaba desde hace varios años, pero siendo conscientes de que se necesita preparación profesional para dar el salto de una actividad de ocio como es la lectura a una profesión dura y exigente como es la edición de libros, estuvimos un tiempo preparándonos y conociendo cómo funciona este mundo.

¿De dónde viene el nombre?
Limbo Errante quiere referir a lugares de fronteras difusas, una búsqueda sin brújula de experiencias intensas y de los placeres que ofrece esa búsqueda. No nos sentimos anclados en ningún lugar y nos mueve la curiosidad de conocer qué tiene el mundo para ofrecernos.

¿Cuál es la ideología de la editorial?
Nuestro criterio selectivo se apoya en varias líneas ideológicas: No hacer de las fronteras un demérito a la hora de valorar un texto y sí una oportunidad de conocer nuevos estilos, ritmos, experiencias. Una apuesta por la calidad y el riesgo en cuanto a la concepción formal de la obra. E historias que remuevan aunque no necesariamente estemos de acuerdo con sus postulados. La belleza y la emoción pueden estar muy lejos de nuestro particular modo de ver las cosas. En cuanto a la línea de ensayo de próxima inauguración, editaremos proyectos transversales alejados de lo académico y del ensimismamiento cultista, buscando también ese riesgo del que hablaba con anterioridad. Para muestra un botón, debutaremos en unos meses con un ensayo que vincula a la guitarra con los viajes entre la península ibérica y Brasil.


¿Cuál ha sido su primer libro publicado?
El primer libro fue Las Pirañas, del prestigioso autor, muy ligado a Bolivia, Miguel Sánchez-Ostiz, reedición de, según nuestro criterio, la mejor novela española de la última década del siglo XX. Territorio Pop Pins de Luisa Miñana fue la siguiente, una novela con varios mundos que se entrecruzan en la vida sentimental de una mujer, con lo transmedia como gran fuerza motriz. El intimismo y el psicologismo de Lo que vive adentro, Ignacio García-Valiño, fue la tercera, un delicado mosaico de emociones a través de una mirada del adulto a su niñez. La escritora ecuatoriana Sandra Araya fue nuestra cuarta apuesta con La familia del Dr Lehman, premiada en Ecuador. Una estremecedora historia y una narración fantasmagórica, exigente y desnuda de aderezos. La novia francesa de Ho Chi Minh, de Óscar Sipán, uno de los grandes cuentistas contemporáneos españoles, finalista del García Márquez latinoamericano de relatos. Fábulas donde se dan cita sentimientos, obsesiones y que están tejidas con un duende especial. Y nuestra última obra publicada, la reedición de Muerta ciudad viva, de Claudio Ferrufino.


¿De dónde viene el interés por publicar a un escritor boliviano?
Insistiendo en el concepto de no delimitarnos fronteras, tuvimos la oportunidad de conocer la novela y nos impactó. Alguien de quien nos fiamos en sus gustos literarios nos ofreció la oportunidad y nos permitió descubrir a Claudio.

¿Qué es lo que más les ha gustado de la obra de Claudio Ferrufino?
La valentía de contar esa historia y contarla de esa manera. Su extraordinaria capacidad de retorcer el lenguaje para llevar siempre el ritmo que más le conviene. Su magistral destreza para mezclar los distintos niveles de discurso que contiene. Y la sensación al final que has disfrutado de una experiencia muy especial.

¿Hay algún otro escritor latinoamericano en su mira?
Estamos muy satisfechos de las dos novelas latinoamericanas que hemos publicado. Si son tan buenas como estas, seguiremos apostando por ello, sin ninguna duda. De momento no tenemos nada concreto, pero el radar nunca está apagado.
¿Dónde se consiguen los libros de Limbo Errante?

En España tenemos distribución en todo el territorio, en cualquier librería de España. Además de en nuestra página web (https://limboerrante.com/) y en plataformas como Amazon también pueden encontrar nuestros libros. Para la distribución latinoamericana contamos con la Panoplia de Libros (http://www.panopliadelibros.com/); ellos reciben las peticiones de los lugares donde quieran tenernos y se encargan de acercar los libros.
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De PLAZA CATORCE, 13/03/2018

Fotografía: LIMBO ERRANTE. Desde la izq. Beatriz Jordán, Juncal Pibernat y Víctor San Frutos

Días sin información/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Como un soñado coma, suponiendo que las sensaciones persisten en letargo. O un paraíso sin Evas ni manzanos, a pesar de que benditas sean, y benditos.

Comenzó con una noche sin dormir, los eternos paseos entre sombras y animales salvajes. Donde impera el silencio y la luz no vivifica sino que engaña, es subrepticia, femenina, sagaz, traidora y bella. Siguió con el habitual amanecer helado, la compra de pan francés, de carne en trozo por un lado y molida también, en el casi extinto -en mi refrigerador- fresco perejil. Añadimos Mozart, en trabajos corales. Ligia dijo que la estremecía; lo dijo en portugués que por donde se mire suena mejor que el traqueteo macizo del español.

A ratos contestar teléfonos triviales que preguntan que cómo y que dónde y si estás o no estás. Nada que altere la rutina de ir preparando una fiesta para 17, controlando el gusto de los conocidos y sospechando el de los nuevos. Se vacía generoso el vino negro en el tuco de peceto y poquillo menos en la salsa boloñesa, a la boliviana, a la mía, la boliviañesa.

El “mensajero” retorna al amigo Marcos Tabera. Música, música y musicantes. Fusión de ciudades y razas como otra cosa no suele ser una salsa cualquiera, para el tallarín o el pastel de pollo. Cuatro frascos acompañan el ritual: sal, pimienta, ajo y tarragona. Vinagre tinto de vino, hojita de laurel. Ha pasado media día y yo sin dormir. Me levanté a las diez de la noche, atravesé cuatro ciudades fraternas, pegadas entre sí. El televisor descansa fortuitamente callado. Adoniran Barbosa irrumpe con el samba blanco de los italianos del Brasil. Y se suceden más: haitianos y senegaleses, en francés e inglés. Las dos y las tres. Cuatro cinco y seis y llevamos destapadas tres botellas de ron, un malteado irlandés, lo que queda de scotch y malbecs con tempranillos.

Música. Y musicantes.

Como un coma, asumí, que te tiende ajeno a las veleidades del poder, al arbitrio incansable de quienes ni tiempo tienen de saberse inseguros, vanos, vacuos. Se pinta la barda de madera de sombra y camina tenue la noche que cumple un círculo de 24 sin dormir.

Dos días. No diré consumidos sino aletargados. Siesta larga con satisfacción indiscernible de no saber nada, más que mucho. Sabores como única ligazón con el entorno. Grupos humanos reducidos, falansterios de gula y trago. No hay noticia de tiranos ni de zánganos, de odaliscas o gabrielas montaño. Felicidad primigenia ¿primaria? Caminar por jungla de voces sin determinar sus fronteras. Elucubración de siglos para respuestas simples. Preguntas sencillas para contestaciones fáciles, cuando el abecedario no ha todavía creado voces como “sátrapa” o “dinero” y prima el agudo grito soprano de un coral de Mozart, tan triste como su réquiem, tan rico y placentero, toda una muerte fuera del sobresalto.

Cuando despierto, y sin embargo dormido no estaba, reflexiono que no oí jadeos furibundos de los Trumps y los Morales, que no escuché el sesgado susurro de perro del Linera, ni vi senadores con pollera ni al Bosco que se paseaba por mis tierras duales rescatando monstruos. Así, con soporte, la escritura adquiere placidez y pierde compromiso. Se convierte en pincel y pinta; en acuarela entre agua y color.

No quería despertar, y nunca dormido estuve, pero sonaron los cobradores el timbre diciendo que les debía del parking, del pomelo, del internet y los elotes cubiertos de mayonesa. Sonaron una y otra vez para mostrar que The Donald era el putañero más grande de la historia en un país beato. Blancanieves y los siete enanos en versión porno se acerca posiblemente más a la saga original que al lavado de pasiones de Walt Disney.

El amanecer del lunes me arrojaron periódicos en la entrada y tuve que leer, reafirmar mi condición pensante. Pues melancolía no falta, “os diré”, del momento en que estaba muerto, pero bien vivo trasegando ron y había olvidado los nombres.
12/03/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 13/03/2018 

Imagen: Marc Chagall/Hombre en la mesa, 1911

Tuesday, March 6, 2018

Mundo de autócratas/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

La movida del presidente Xi, chino, para perpetuarse en el poder tiene profundas raíces históricas en su país. Lo mismo Rusia. El nuevo zar, Putin, refleja que ni con el bolchevismo cambió nada, que ellos tuvieron los propios: Lenin y el zar rojo, Stalin. Pero las consecuencias del caso no competen solo a China sino al mundo entero. No en vano reporta el New York Times que Europa no sabe cómo reaccionar. Creyó la Unión Europea que el gigante del Asia reemplazaría la falta de liderazgo mundial que ha sido la consecuencia inmediata del desastre Trump. Dicen los que saben que la jugada es política, y que China a través de su poderío económico querrá imponer sus reglas. Parece esfumarse el obvio acercamiento hacia occidente; ahora se revuelve sobre sí misma, apela a los arcanos de su nación, y promete influenciar como ejemplo político al resto del mundo. Divide para reinar, quiere escindir la UE en los Balcanes con un montón de dinero. Desafío, afrenta, peligro para la democracia occidental que pobremente se debate entre luchas intestinas y aberraciones como las de Polonia y Hungría, ya totalmente volcadas a la derecha, la intolerancia, el racismo.

Graban a Donald Trump en una conversación privada alabando a Xi, la majestad del poder absoluto. Y bromea -no bromea- que los Estados Unidos debieran también intentarlo. Nada quiere más el magnate nuyorquino que convertirse en semidiós y vivir sentado en el trono para siempre, rodeado de sicofantes y putas cuya boca no sirve para hablar… está hecha para felación y punto.

Dudo, aunque luego de casi treinta años viviendo en los Estados Unidos ya no creo nada, que Trump consiga su objetivo. Sin embargo el Partido Republicano ha demostrado que para ellos la democracia es y ha sido una simple figura retórica, que quisieran disponer del poder y del oro a su arbitrio, convertir la constitución norteamericana, cuna de muchas cosas positivas, en papel higiénico de reyezuelos entusiasmados y viciosos.

Si al norte y al este los vientos soplan así, qué decir del sur, ese patio trasero bueno para criar bananas y negritos candomberos, para incas e iluminados. Ya apenas comenzada la independencia, en México, aparecía el opulento y maniático Iturbide calcando lo que se quería olvidar. Sigue así, con el chofer de bus Nicolás Maduro en Venezuela danzando el perreo, imitando coito de perros, y rebuznando su inmortalidad. Evo Morales, el fatídico llamero boliviano, simplemente se creyó la narrativa de que proviene en línea directa de Viracocha, y que sus manitas regordetas y el índice gordinflón marcan la historia, una, y hay que ser bien claros, que en idea tuvo bondades y aciertos y que se ha convertido, porque sus líderes nunca pensaron distinto, en un desbarajuste de estupro y latrocinio, de hembras lascivas y condescendientes, que a cambio de ni siquiera treinta denarios imitan el sexo de los animales como en Caracas. Delicadezas de palacio, dirán, casi un filet mignon con quilquiña.

¿Culpa de quién? De los bobos que observan de lejos y hacen fila para votar por quien les dicen que voten. Será que el instinto gregario del hombre lo ha convertido en soez y cobarde, que al perder su individualidad se ha amalgamado con toda laya de fracasados y calla. Que la lengua que tiene apenas le sirve para distinguir lo picante de lo dulce, el sabor del otro género del de la guayaba y el del licor del agua.

Afirmaron que perecieron los dinosaurios, que un inmenso meteoro los cocino o enfrió ad aeternum y no había sido cierto. Células durmientes quedaron y despertaron, por todo lado. Tienen nombres y tuvieron domicilio privado (hoy son dueños de todo). Se multiplican, tal vez por el famoso bailecito caribeño ese, el de los perros, y han decidido quedarse. A cada uno su responsabilidad, su deseo independiente y la libertad. No hay senda contraria, o se va aquí o allá, al Perú o a Panamá, según la lógica brutal y cierta de Francisco Pizarro.
05/03/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 06/03/2018

Fotografía: THE GUARDIAN

Monday, March 5, 2018

Literatura y biorregión en el valle de Cochabamba

CARLOS CRESPO FLORES

El poeta cochabambino Edmundo Camargo en el poema “Atahuallpa naciendo de los surcos” habla sobre “la paz del huiro en el dulzor del valle, la patata de dedos subterráneos, las cuerdas de la lluvia en instrumento agrario de bonanza.”

El “huiro” es el tallo del maíz tierno, que tradicionalmente los habitantes del valle de Cochabamba hemos saboreado, chupando el dulce jugo; el autor lo sabe y juega con las palabras de manera surrealista (otra forma de versificar, convencional, hubiera sido “la paz del valle en el dulzor del huiro”). Asimismo, Camargo describe la raíz de la papa, otro cultivo del valle, con sus frutos adheridos a ella, como “dedos subterráneos”. Finalmente, la importancia de la lluvia en este ecosistema seco, perteneciente a la formación tucumano-boliviana, es celebrada, que cuando llega es verdadera música para la buena cosecha.

Otro escritor cochabambino, Claudio Ferrufino Coqueugniot, en su novela “Muerta ciudad viva”narra:

“Llegamos a la idílica Bella Vista, en la naciente de la montaña del Tunari. Frente a nosotros abría la quebrada. Aguas blancas de espuma y heladas bajaban desde la usina de Chocaya. Flojos camioncitos de Isuzu trepaban la cuesta hacia Ayopaya. En la carrocería se contemplaban personas, ovejas, bultos, bicicletas y hasta un ternero amarrado en la parte de atrás, con ojos de sacrificio”.

Acá Ferrufino registra el paisaje de las faldas del Tunari a principios de los 80, una imagen erótica de la cuenca –de hecho, en la novela, llega allá con su amante para “echarle un buen polvo”–. Pero también visualiza el paisaje transformado por la mano del hombre, como es la planta hidroeléctrica de Chocaya, que supuso una modificación del curso del agua. Y el espacio intervenido como corolario, vía apertura de caminos y expansión de la agricultura: los Isuzu que ascienden la cuesta son los famosos camiones de la familia Montaño de Quillacollo, que luego del 52 aprovecharon la apertura de caminos en la región y monopolizaron el transporte y comercio de papas, gente, animales y objetos (la bicicleta, otro medio transporte popularizado luego de la revolución de abril).

Estos son dos ejemplos de lo que denomino literatura bioregional, aquel arte escrito que tiene como referente creativo la ecología y la gente que la habita, en un ecosistema determinado. Es aquella literatura que tiene conciencia del lugar.

Me interesa reivindicar una literatura bioregional del valle de Cochabamba, como fuente para reconstruir históricamente la ecología del valle y sus transformaciones producto de la acción antrópica. Nataniel Aguirre, Man Césped y Adela Zamudio forman parte de este honorable cuadro, entre otros. Una historia ambiental del valle desde la literatura es una tarea por realizar. Asimismo, si entendemos la ciudad como un ecosistema, desde la literatura se puede pensar la ciudad, como el mencionado libro de Claudio Ferrufino, una descarnada etnografía socio ambiental de la ciudad de Cochabamba. 

Por otro lado, una lectura bioregional de la literatura del valle cochabambino constituye un insumo para entender la “identidad” valluna, resultado de una cuenta larga de interacciones de la población local con su entorno, del aprender a vivir en el valle.  A fines de los 80, Xavier Albó se preguntaba: ¿Por qué el campesino qhochala es diferente? Ampliaría el rastreo: ¿Por qué el poblador del valle cochabambino es diferente? Desde las ciencias sociales se intenta responder razonablemente, donde la literatura bioregional valluna, o interpretaciones bioregionales de la literatura local, ya han dado iluminaciones poéticas.

El autor es sociólogo CESU-UMSS

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De LOS TIEMPOS (Cochabamba), 04/03/2018

Imagen: Raúl G. Prada, c. 1930/Paisaje del valle

Sal y pimienta; coma y punto y coma

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Felices seríamos si hablando de sazones nos quedáramos con estas dos. Pero es tanto más amplio el espectro que, como en los libros, las palabras y la dinámica entre ellas definen un texto… o un plato.

Crear en literatura o en culinaria viene a ser algo similar. Puede el maestro de cualquiera de estas artes seguir las normas y fundar un resultado clásico, esperado. Otro, si arriesga, si combina, mezcla sin nada más que una idea acerca de lo que pueda resultar. ¿Poner ajonjolí en la ensalada de atún? Y por qué no. ¿Quitar la puntuación al estilo Bolaño? Y por qué no. El riesgo ya está en escribir o cocinar. Lo demás es aditamento. Las letras se queman como los aceites, y verbos se agrían igual a leche expuesta a ácidos. Pero no es que probar no cuesta; sí lo hace, y el resultado podría deparar satisfacciones pero también fracaso. Hay que intentarlo. En el desafío duerme la belleza.

Un diccionario se asemeja a una despensa. Se debe elegir material, trabajarlo, experimentarlo, sufrirlo, mixturarlo, apreciar tintes y color, olor y presencia. A un tropo, mejorana; a la metáfora, el comino; al argumento, la harina; y al producto terminado, la cúrcuma. Eso en medio de una caldosa de muchos más instrumentos y estilos. La mesa de la cocina llena de especias, verduras, carnes, salsas, en aparente caos, supongo que se parece a una página en blanco. La presencia material de una es subjetiva en la otra y viceversa. Se escribe a mano o en ordenador pero primero se piensa, imagina, juega. Lo mismo para preparar un teqo aymara: luego del primer chorro de agua y trozos de carne martajada, viene la elucubración de la densidad del caldo, su matiz, la penetración del aroma, etcétera. Placer sensual y objetivo intelectual.
2018

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Publicado en PUÑO Y LETRA (CORREO DEL SUR/Sucre), 05/03/2018

Imagen: Del sitio CHROMOSAPIENS

Thursday, March 1, 2018

Texto leído en la presentación de Muerta ciudad viva en Zaragoza

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Agradecido por la presencia de ustedes. Quizá por primera vez oigan de una villa recóndita del sur grande llamada Cochabamba. A pesar de que el retrato no es de rosa y de jazmín. Incluso así… Bienvenidos.

Un saludo especial, y mi agradecimiento, a LIMBO ERRANTE por la valentía de publicarlo, hoy cuando el ser editor equivale casi a suicidio. Y a los que lo presentan, entre amigos y otros, al querido Miguel Sánchez-Ostiz, maestro en artes ocultas, samurai navarro en la cumbre del Potosí.


Mis libros siempre han tenido algo de autobiográfico. Incluso en las situaciones más sórdidas. Sino como actor, como público, lo que me hizo partícipe, cómplice.

Cochabamba es una ciudad -o era- verde donde se come bien. Bucólica, intimista, plácida. Hasta la chicha, que en Muerta ciudad viva semeja casi un monstruo, formó por centurias parte de tal ambiente, prestándole al panorama inmensos cántaros llenos de licor de maíz, medio enterrados, a la sombra de las vides, en la tarde, con los parroquianos ensimismados algunos y dándole a la rayuela o al sapo, otros. La parra y el molle, y esa planta roja, el jamillo, parásita, que presta tintes preciosos a las ramas de las que se agarra. De fondo la majestuosa cordillera del Tunari, con un pico en forma de muela rellenado de blanco. A cinco mil metros. Abrevaba allí el Inca.

Azul cielo. Agua mansa. Mantas tendidas sobre el pasto y humeantes choclos acompañando chicharrones recién salidos de grandes peroles de cobre. Ciudad para viejos, buena para envejecer y morir. Remanso con dotes de casa de retiro.

Mas tiene sombra.

Dirán que toda ciudad la tiene. Pero, al menos entonces, era inverosímil para esta. Villa que daría para la nostalgia de César Vallejo (en el fondo de casa también crecía el capulí de sus amores, de su andina y dulce Rita de junco y capulí). Pero Vallejo quedó abandonado, devorado por el misticismo del mal, de la mugre, de la angustia y todo. Por la tristeza quechua. Del terror del indio y el odio español, que juntos parieron confundidos hombres cuya cabeza se pierde en y con el alcohol. Hombres de miembros erectos y azorados. Que aman, o suponen amar, y que destruyen para dejar rastros de dolor.

Dije que era una historia de amor y lo sostengo. El fondo peca de dantesco, sin embargo, porque para quien penetró en el arcano de la villa de adobe, no hay otro fondo. A pesar de ello, relucen tramas multicolores de textiles indios, y doran los platos maíces blancos junto a papas moradas. La gente ríe y humea a chorizo. Ají rojo y amarillo.

Al sur, donde apiñan a los pobres, niños disputan tripas con los perros. Pero no es tan simple como una disección social. Oxímoron. De tan vivos muertos estamos. Y al revés.
2018

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Ilustración: Dibujo conmemorativo de Lander Zurutuza, 2018