Sunday, December 30, 2018

ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Canta, para colmo, Violeta Parra en Pandora. Como si no bastase que fuera domingo, día muerto. Maldigo del alto cielo. Reminiscencias de Vallejo, el yermo, la tierra latinoamericana, el polvo, la soledad de los cuartos, la risa del otro que te ha olvidado. Silvio Rodríguez ahora, ojalá, ojalá, ojalá. Que no me caiga la muerte ahora que dejo de lado las muletas, que salgo del pabellón número 6 ¿era Chejov? Y el cine ruso… también.

Quema el café en las manos. Felices los penitentes, Dónde la quinsa charaña, el chicote que rompa esta tozuda espalda, la sobredosis de fortaleza física. No me mató el sida consumido en las calles de DC, en los callejones del mal. No me mataron fierros ni laques de policía en parietales y occipitales. Solo me mata el amor, esa bala de plata para vampiros. Me mata, me asesina, me olvida, detesta, humilla, desprecia. Parezco una botella vacía de bourbon en un callejón antiguo, que silba casi inaudible con el viento y que patean unos y otros hasta esconderme entre la grama extendida y descuidada.

Parece Job lamentándose. Pero ya me levanto, abandono el puto ordenador y salgo a admirar el universo, el brillo del hielo y las tetas incansables.
2018
  

Wednesday, December 26, 2018

Born to Be Wild


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

A Gabriel Acebedo

Estaba, a los 18, en la matanza. Preparada la pistola de la que salía un tubo, disparábamos a las vacas en la frente. Morían al instante. Les poníamos cadenas en las patas, las colgábamos, degollábamos y desollábamos. Superadas las 200 piezas, los patrones daban dos barriles de cerveza para festejar. Yo me encargaba de los pulmones y los estómagos. Se amontonaban las cabezas cortadas mientras pisteábamos. Miraban esos grandes ojos tristes. No dejaban de mirar.

San Marcos, Texas. En la radio, Steppenwolf, Born to Be Wild, que fue el himno de aquella generación de hispanos angloparlantes en los pueblos de frontera y esperanza. Canción que me recuerda a Fernando Vargas, manejando él, los dos borrachos, por la avenida Constitución de la capital norteamericana. Parábamos en bares con música en vivo: blues y country, y alcoholizábamos el conocimiento sabiéndonos parte de la odisea de la emigración.

Denver, ayer, las vísperas de la Nochebuena, Gabriel y yo, hombres solos, chingones y chingados, cargando el fracaso de las relaciones humanas, las pesadas sombras de mujeres que amamos. En un shop de segunda mano el disco de Steppenwolf, y a manejar. El Subaru Outback corre como caballo bronco. Gabriel se pone a cantar en alta voz, invoca los vientos muertos de San Marcos, los fantasmas del amor que son más oscuros y pesados que los del Necronomicón.

Simbiosis de dos mundos ajenos en su mayoría y hermanados por el vértice de la raza. Fraternos en la experiencia de un tiempo y una música que sugirieron posibilidades de épocas nuevas que fueron avasalladas por el capital. Nacidos para ser salvajes, claro, seguro, posible que sí. Pero el salvajismo, el cuchillo entre los dientes se herrumbran, los toma el orín. Las puntas se mochan, los filos se hacen romos. Nadie a quien degollar. Aunque las vacas, en un entorno de mayor sofisticación permanecen con los ojazos abiertos y tristones. Algunos irán a aumentar el variado y surreal mundo de los tacos; serán ofrecidos como tacos de ojo, pupilas que se derraman como huevos crudos por sobre la tortilla. Mientras por otras mejillas corren chapulines rojos tratando de escapar de otra grande matazón en menor escala. Si uno se alimenta de ojos tristes lo ataca la melancolía, y ese es problema tan antiguo como medieval. Yo, sin tacos de ojo, nacido para matar, arrastro mis tristezas por una Navidad que semeja domingo.

¿Dónde estamos y a dónde vamos? Pregunta superflua mientras devoramos hashbrowns con tabasco. Hay un límite para la conversación, uno más corto y estrecho para superar la congoja, si no lo haces entonces, ya no hay cura, viene a ser única la del final, el pabellón de desahuciados, el pabellón de cáncer del alma.

La matanza es lugar solitario. Hay gritos sangre, carreras, humeantes vísceras. De esa portentosa y terrible soledad se alimenta la gente; come y mientras come traga pupilas gigantes, negras, que miran como espejos dramáticos, que muestran el canibalismo entre nosotros mismos, que hacen del dolor alimento y del placer, muerte.

Nombres de mujeres. Los últimos; de su lado y el mío son Laureen y Ligia. Pero hay más que eso, que esa invocación casi sagrada hacia el amor. Existe el miedo, el que este gregarismo obligatorio del restaurante dé lugar al mundo de Mad Max, ese donde con suerte tengamos una motocicleta desvencijada para buscar el refugio del agua, para saciar el hambre aunque para ello dejemos pilas de cadáveres. Hay más que una invocación al amor en esos nombres de mujeres. Pesa el recuerdo del paraíso perdido, de todos los diarios paraísos perdidos por la estupidez humana. Por eso callo, no digo, no invoco, no imploro. Escribo cartas secretas que viven en la nube que abarca todo hoy. Letras de aire pero letras vivas, flotantes, que con la brisa, tarde o temprano, llegarán a sus oídos y la harán sonreír.
26/12/18

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Imagen: Andy Warhol

Tuesday, December 25, 2018

Las dos Bolivias/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Escucho la entrevista al músico boliviano Marcos Tabera en el programa “Camilo”, de la CNN en español. Eso le abre a Marcos, artista de sacrificio y talento incomparables, una ventana multitudinaria, que es lo que falta, y siempre faltó, en un país en todo mediterráneo, no solo en su ausencia de mar.

Marcos peleó la gran urbe, la capital del mundo: Nueva York. Pero no olvidó el charango ni la guitarra, y sus manos entumecidas de frío y trabajo bruto, siguieron creando. Su música se amplió en aquel rico universo, y sus raíces se afianzaron. La nuestra es tierra gredosa que al mojarse se hace dura y construye un cascarón duro como concreto donde nos preservamos. Es nuestra herencia, a mucha honra, india, la de los esclavizados, de las mujeres violadas. Y España también.

Definir la música de este hombre necesita la pluma de un Pablo Mendieta Paz, alguien que sepa de lo que habla. Dejo a los maestros la tarea. Solo puedo hablar del placer que me da escucharla, de encontrar subyacentes, superpuestas, las experiencias de varios pero sobre todo de dos mundos que conocemos ambos tan bien. El trasfondo no cambia, permanece la sólida aunque controvertida luz y sombra del territorio, que es en nómina la república de Bolivia y en esencia lo ancestral, la sangre y el agua, la sal de la tierra.

Así como Marcos, hay una pléyade de compatriotas que aumenta las nóminas de empleados de servicio en muchos países, gente que deja lo mejor de sí, su fuerza, creatividad, empeño en levantar los muros extraños, todo porque no pueden hacerlo en casa, en el país vilipendiado, estuprado por milicos y políticos, y que se deshace de aquellos que lo harían crecer, porque el que no se queda, el que se va, busca, intenta mejorar, es justo el que podría poner tal énfasis en fundar alrededor, cerca, en su casa, con sus hijos.

Bolivia exporta esa valentía de no temerle al destino incierto. Los deja ir; es más, los aprovecha, cuando especula y lucra con el dinero que producen afuera.

Hablando de los trabajadores. Hay otros, como Marcos, que han estado en péndulo entre esas dos distancias y han terminado afirmándose en el lado creativo. Como este músico nuyorquino andino hay escritores, actrices, bailantes, cantantes, cientistas, científicos, profesionales, cuyo aporte beneficia a las naciones que los acogieron, soportaron, contrataron, adoptaron, como sea y quieran verlo.

Está Guillermo Ruiz Plaza, flamante Premio Nacional de Novela en Francia. Y tantos otros. Ibelisse Guardia Ferragutti ha hecho una notable carrera artística en Holanda, desconocida en el medio. Eso es lo peor, que la “patria” no solo los echa afuera, luego los olvida. La pérdida es de esa madre desnaturalizada, porque sus hijos se levantan solos, y aunque retornen han dejado lo mejor de sí allá. Pienso en mis novelas, yendo a lo personal. Casi el cien por ciento de mi obra novelística ha sido escrita afuera, privada ella de la lujuria del entorno. Que hubiera preferido escribirla contemplando los eucaliptos de Arani, seguro. Pero tuvieron que redactarse en sangre, en cajas pesadas sobre la espalda del estibador que escribe pero que piensa más en su dolor físico que en las posibilidades de la prosa.

Dos Bolivias. Una, la de los gobernantes, ladrona y vanidosa, y otra la de los emigrados que lo único que hacen es trabajar, producir, y que a pesar del desdén materno alimentan el vientre original, lo ayudan, mantienen, soportan.

He dejado de lado a los connacionales adentro que también se sacrifican, que por equis razones no han salido y que forman parte de esa, otra vez, “patria”, trabajadora. Están unos y están otros. Lo que hace falta es deshacerse cuanto antes de los ladrones, poner a los generales a fabricar ladrillos y a Linera y Evito cargarles una perpetua de trabajos forzados para que sepan el sabor del sacrificio.
24/12/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 25/12/2018

Sunday, December 23, 2018

La muerte como la única forma de preservar tu memoria

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

El suicidio como una de las bellas artes. Leonard Cohen canta. Son voces de muertos, coros fallecidos, tiempo estático, pereza de los relojes, el destino, la estigia, el barquero, Lee van Cleef, Laura Antonelli, Viktoriia, Natalia Aleksandrova, las dos Ekaterinas, la de Kharkiv y la de Vladivostok, enojada la una, matrimoniada con  la vida la otra, siempre con la mirada en la estación de Odessa, siempre con la imagen del viejo hombre del sur, de bigote blanco y voz profunda.

La vida es dinámica, trae más de lo que podemos aguantar. Cada día hace estragos con su confabulación numérica. El capital corre apurado, vuela, es Hermes del Olimpo en Wall Street. Pasan corriendo vagonetas azules de Amazon; el mundo va moldeándose de acuerdo al billete. Se venden libros de bibliotecas de autores olvidados, se envuelven rosas con sus páginas. Roja es la sangre y la rosa roja, sangre es la rosa y la espina.

Un primo destroza desde San Diego las líneas de Pasternak. Poeta triste no puedes con la realidad. Recorta el primo de las nubes una opinión como verso que dice que otra mujer te puede dar todo de nuevo: el amor, las tetas y el culo. El culo amor, diremos, característica moderna del martirio del Edén, de la traición de Eva y la impericia de Adán. A este le pusieron huevos para decirle libremente: pelotudo. Eva no, cojuda no es ni las tiene. Ella teje los desdenes y los fines, no es la pobre Penélope que espera al héroe; es Penélope dueña de momentos y vida. Ulises es su instrumento, casi como las agujas de tejer.

Y hubo Troya y el desangre, la matanza, mientras Helena, dulce y blonda Helena, contempla desde las murallas y le da lo mismo si hoy duerme aquí o al otro lado. Los héroes corren descalzos, alocados, estúpidos. Teucro tira flechas y el Telamonio destroza vísceras. Adentro de Ilión, Eneas. Y Príamo que ya perdida su hombría parece sabio.

Leonard Cohen, Leonard Cohen. Mirella, Ronald, Fernando, Julio. Los tiempos se interponen, los momentos se transforman. Tómbola de mujeres desnudas. Julito, otro, nica, que sin querer muestra las uñas de los pies pintadas. Roja la sangre, la rosa y las uñas de Julito. La mente como banco financiero acumula los grandes instantes y las minucias. Wayne, el negro joven que el crack derrumbará en menos de dos meses, hace un agujero en la manzana verde, lo empapela de estaño, abre otro en la parte superior para dar con una pipa redondeada y fresca. Estaño para el hoyo dos, también. Los coreanos venden mollejas de pollo preparadas con asombroso gusto. Se pudren lechugas y frutillas. Los gusanos reptan de las cajas de tomates. Roja la sangre, la oreja colgando, los ojos y los recuerdos de las cuchilleras de El Salvador.

La manzana es una pipa de 1989, de 1990, 1991 cuando nace mi hija mayor. En el orificio caen piedras de crack. Se evaporan en humo, los pulmones se llenan se ofusca el cerebro no te veo que nublada tengo la vista te has ido ya no vuelves son treinta años veintidós contigo el crack se desmenuza le añadimos haschish conversamos en inglés negro con resabios de Liberia y mucho culo mucha verga y mucho fuck. Fuck me to the end of love, en una bifurcación de las letras de Cohen que tampoco ya está.

Cómo te conservo si en catarata se viene un mundo nuevo. Los pezones de Victoria son oscuros, de pequeña sombra y gruesa punta; los de Natalia marrones con rosado. No hay tiempo para frenar la andanada, esto es una guerra, le metralleta verbal de Céline. Caen todos muertos y yo sobrevivo, salto sobre las ruinas, me refugio en Madrid entre Miguel y Dominique, los dióscuros de mi entretenimiento en mi nave que también se llama Argos y busca el vellón de oro en los ríos de Georgia.

Si continúo así del pasado quedará poco. O nada. La rosa es roja, la uña, la sangre. Y si yo no te recuerdo, mueres. Dijo el poeta Andrés Ady que él la inventaba, que ella vivía del movimiento de su pluma. Ni tanto. Pero sé que vas a perecer si dejo que caminen por los pasillos las ucranianas desnudas. Entonces qué hago porque no deseo olvidarte. Abro al azar la Biblia y apunta el dedo. Traduzco del viejo hebreo algo que diría más o menos lo siguiente: que si la quieres eterna, debes terminarlo hoy. Terminar el movimiento, la luz, el sonido, las distracciones mundanas. Miro hacia la penumbra de la calle Peoria y me estremezco. El barquero está allá, al lado del pavimento, con su remo en descanso. Mira, no dice nada, pero en el brillo de sus ojos entiendo que es sin palabras el asunto. Que si uno ha de vivir el otro no. La roja es sangre, la rosa, uña. Y la muerte es tu hermana hacendosa que toma mi mano y la arrea hacia el fin del olvido y la eternidad de tu recuerdo.
23/12/18

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Imagen: Hans Bellmer

Tuesday, December 18, 2018

La soledad del dictador/MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

O piensa este que porque le amarran los zapatos, lo aman. Esos, los vanidosos, son los que mejor cuelgan como monigotes de las plazas. Pero esta enfermedad de poder, el vicio que apabulla a los mandamases de Bolivia, no tiene cura. Siempre queda la fuga, y siempre hay espacio en el mundo para que los orates malformados y esquizofrénicos que pasaron por el poder puedan disfrutar del latrocinio. Pero a veces la suerte es otra. La suerte que es grela, a decir de Discépolo. Pero, ni eso creo, porque para disfrutar no se necesita lo suntuario sino aquello que no pesa en oro y se llama imaginación. Eso no solo les falta, no lo tienen y son incapaces de lograrlo. Linera se desvive por parecer imaginativo, brillante, y es un patán de feria, uno de los tristes saltimbanquis que retrató Picasso; pobre, lleno de trauma y complejo. Suple las ausencias con un sentido netamente plebeyo del arribismo. Desea ser vampiro, lo necesita, mas mientras carezca de lo esencial, que son cabeza y corazón, permanecerá en el comercio. Qué otra le queda que un puesto en el mercado.

Si hay Evo para largo, la historia dirá. Los términos de esta en Bolivia no son ortodoxos porque ese pueblo no lo es. Inviable, según Bolívar; cuestionable; irascible; sumiso y cabrón. Pueblo difícil que no garantiza ni estadía ni vida a nadie. Que hasta el Tata Belzu, supuestamente ídolo popular, terminó mal, y no hubo llanto que lo llorase ni plebe que lo extrañara. No veo por qué Morales diferiría de Belzu. Que es más rico que él, seguro; y más ambicioso, a no dudar. Pero el río seco que corre por las yermas calles del occidente boliviano es el mismo, poco ha cambiado. Y la muerte pues no necesita cambiarse de vestido. Para tremenda labor a nadie le interesa su apariencia; eluden su presencia y poco importa si anda desmañada o en cueros. Se teme a su guadaña, cuyo filo es a prueba de dictadores y semidioses. Siega parejo. Ya lo propuso José Guadalupe Posada, que debajo de la carne, por importante que sea, hay una calavera poco singular: se parece a todas. Y antes que él Hans Holbein, y antes hasta el hombre primitivo, el que según Rudyard Kipling no se ha marchado y pervive, supo que en la muerte se desvanecen las diferencias. Nadie podría decir que el cráneo de Melgarejo expuesto sea el suyo, porque todo lo externo se ha perdido, lo que nos individualiza y marca. Después ya es costal de papas, cuenta en el ábaco y listo. O la cabeza de Evo Morales discrepa de esta colectivización prosaica de la muerte. Claro que no, puede terminar siendo una “ñatita” más, con velas en la cabezota que hasta la urdiembre habrá perdido.

Cuanto más gregarios se sienten, cuando el escozor les salta del escroto a la garganta, Evo Morales y el ñusto Álvaro García Linera, están más solos. La billetiza que acumula el vicepresidente de poco le ha de servir, que sus billetes no alcanzaron ni para redactar (no crear) un patético versillo de amor. Qué falta hace Quevedo en esta tierra para burla de la arrogancia y la estupidez. Palacetes, whiskeys azules, poleras del neofascismo, nada ni nadie les ha de servir. Ni imitar a la Falange y creerse José Antonio, que a aquel le dieron por el culo como merecía y se lo darán a este también.

Texto grosero, señor escritor, dirán, o el pelagatos de Molina intentará ser sentencioso mientras eructa por el ano. Poco importa. Aquí el tiempo ha alcanzado límites donde el decoro se ha perdido. Y si es todo vale, que valga así. Ya lo dije una vez, recordando al maestro José Alfredo Jiménez, que la vida en Guanajuato no vale nada, y menos en La Paz.
16/12/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 18/12/2018


Imagen: Charlie Chaplin en El gran dictador

Sunday, December 16, 2018

Mozart... contigo


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Cada vez que escucho corales de Mozart, me acuerdo de ti. Elevabas los brazos como si cantaras; te abrazabas a ti misma; cerrabas los ojos; los abrías y estaba yo. Y en Mozart nos enfrascábamos en una guerra de cuerpos que siempre perdías. Tarde lo supe.

Me llegan cartas de amor. Amores virtuales como una masturbación placentera y no diré mediocre. Yaroslava describe una escena y aclara que solo la presentaría conmigo. Jóvenes, sonrío y me digo, jugando con los estragos de una generación que lo probó todo. Hasta cierta ingenuidad encuentro en la alocada lujuria. Pero me place, me gusta, incluso toca nervios que florecen la vida y levantan obeliscos.

En la plaza de los obeliscos solitarios, en la Concorde o en las páginas de Erich Maria Remarque. Cuando se ha leído mucho, solo para comprender nuestra tremenda ignorancia (Sócrates), miro atrás, a lo que hice mal o no hice. Lo bueno se gratificó, con mucho y bastante, pero la derrota está en lo que se trató sin cautela, en el capricho malsano de creerse único. Ahora, cuando los coros interpretan los garabatos del genio, permanezco solo. Han caído las 10:15 en la oscuridad de Aurora y hombres y mujeres en coro atraen el llanto como jalea al niño. En Ucrania comía con cucharilla mermeladas de extrañas bayas, oscuras y carmesíes de los bosques escondidos. Y desde mi ventana contemplaba pasar al público.

Eleanor Rigby. Oh, the lonely people…

Eleanor Rigby.

Cuando escucho Mozart te recuerdo. Música de último domingo. Cuando en domingo murió Dios y comenzó la Inquisición.

Eleanor Rigby. Oh, the lonely, lonely people. Ground control to major Tom.

Take your protein pills and put your helmet on. Pienso en los galos de Asterix, siempre creyendo que se les habría de caer el cielo encima. Será por eso que David Bowie aconseja usar casco. O el casco oculta la nostalgia, no la deja fluir cuando los coros cantan Mozart y hay mucha vida en ellos, demasiada, pero están llenos de muerte.

El domingo hoy transcurrió calmo. Es el Mezozoico y llega el Paleolítico. El otro, el domingo en que falleció Dios y comenzó el castigo, la brisa cayó marchita y quedó una estática, vecinos caminando como espectros, tintineo de vasos encajonados sin licor.

Saludes y salucitos en festejo insulso. Cuando ya no hay con quien brindar sobra el alcohol y se remacha como cilicio de fraile el período inrebelde, el mitológico, el de la desesperación forzada que va rescatando una filosofía de vida que se parece a la del común. Tal vez la gran equivocación es no marchar con la recua. Pero se regresa cabeza gacha, molido el cuerpo de posibilidades. La mácula del fracaso. La vergüenza del olvido.

Los coros de Mozart ejecutan Eleanor Rigby. Y la figura enmascarada que pide el Réquiem en la versión fílmica de Milos Forman, no se sabe si forma parte de los malos azules o de la banda del Sgt. Pepper en Yellow Submarine. Banda de corazones destrozados. Allí toco el trombón.

Si me acuerdo alguna vez de ti, es cuando escucho corales de Mozart, Eleanor Rigby, Eleonora, Eleanora que tenías otro nombre impronunciable.

Canta, mueve los brazos, que siempre me acuerdo de ti. All the lonely people
Where do they all come from?
All the lonely people
Where do they all belong?
16/12/18

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Imagen: The Nowhere Man

Tuesday, December 11, 2018

Contre nous de la tyrannie/MIRANDO DE ABAJO

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Ya, hecho está (aunque lo estaba en el 2006), Evo Morales se ha entronizado como el príncipe de la noche. No Nosferatu, el fantasma de ella, porque el vampiro de Murnau y Herzog es terriblemente romántico, y Morales es la imagen del sangriento y vil comercio.

¿Qué está hecho? Lo previsto, aguardado, esperado, sabido, supuesto, predicho, anunciado, que el trompetero es rey. Pareciera tragedia griega, o la burla de Moliere, y no, se trata de una historia local con tintes de guerra racial, jugarretas mediáticas, el pueblo sui géneris, la punta de un iceberg que flotaba por quinientos años, por mil. Si algo ha cambiado, sí, algo, y sí mucho, en la ampliación del entendimiento de lo que es un ciudadano fuera de su origen. Si hay un desfase brutal en la historia de Bolivia está en no aceptarnos como somos, qué somos, lampiños, mestizos, feos, chatos, deleznables. Sobre todo en occidente. Mientras en oriente, y en parte por la inmigración masiva chola, el carente de fundamento aire de superioridad camba ha ido mermando. Temas que se pueden diseccionar y hallar cuán positivos han sido en el contexto global. Si los debemos a Evo, en parte, en su característica de catalizador histórico, inconsciente; no al reyezuelo desnudo con el sexo erecto como estandarte de su eternidad. Pues no lo hay, eternos no son ni los obeliscos egipcios.

Cuando era joven, los seis de agosto, en el desfile escolar, el Colegio Nacional Sucre, representando la ominosa y potente oblación de los tostados, gente de color, indicaba a su banda de guerra tocar la Marsellesa y no el himno nacional. Su director, que fue profesor de química mío, el señor Arébalo, afrentaba con ello a los milicos apelmazados en la tribuna con sus damas de vulva sudada. Si Arébalo era comunista, ni me acuerdo, pero el sonido de la guerra francesa tenía mucho de épico y un poco de estoico en esa villa cochabambina donde los oficialillos meneaban sus caderas musculosas de tanto escapar de las batallas. Estos eran maratonistas de la historia. Corrieron en todos los frentes, en el Pacífico y el Chaco. Un alemán, mariscal luego, venció a nombre de Bolivia en una escaramuza del norte argentino con 18 muertos. Estos se quedaron veinte años, nos quitaron la adolescencia, nos hicieron conspiradores apenas dejamos de ser niños. Entonces venía bien el himno aquel: Marchemos hijos de la patria… con el significado de que caminaríamos por encima de los cabrones huesos del ejército… algún día.

Morales, desde un punto semi-ideológico enemigo del ejército per se, terminó seduciendo al generalato con su pistola de pequeño calibre. Bastó que la agitara para que a los milicos se les cayesen las bragas. Con ello se aseguró la defensa para cuando quieran sacarlo. Y la plata de la droga es demasiado grande, demasiado intensa, para que estos maricas de uniforme decidan cambiar de patrón. Por eso prefieren disfrazarse, bailar en comparsa, trasvestirse mientras el amo se burla. Morales desea quedarse para siempre y se hizo con la defensa de las armas y con la trampa de las leyes. Nada ni nadie lo va a mover de aquí.

Ahora se debe acabar la verborrea democrática. No se puede hablar de lo inexistente. Porque en esta farsa incluso si gana Carlos Mesa la suerte está echada. A esta Roma nuestra le falta un Bruto, la daga afilada. Cuando miraba en la ciudad aquella, eterna le dicen, el lugar preciso en que el tirano sucumbió al poder ciudadano, deduje que en la vida no hay nada más fácil que hacer una nueva o terminarla. Ambas eyaculaciones, sean de esperma o de sangre, están, por más seguridad y cilicio disponibles, al alcance de la mano. Porque, seamos claros, a Evo y a Eva no los sacan de palacio por las buenas. Pues, a entrar en el momento en que ocupan el lecho nupcial para sacarlos culipelados a chicote. No queda otra, y si les toca la de algunos de pasearlos en burro, o el cadalso que no se descarta, sea. Él lo eligió, que lo sufra.
10/12/18

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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), 11/12/2018