Claudio
Ferrufino-Coqueugniot
Norteamérica
(Estados Unidos) tiene más de veinte millones de hispanohablantes. Las estadísticas
hablan de que seremos la primera minoría el año 2000, más que los
afroamericanos. El castellano crece en importancia; en Miami, Arlington,
Houston, Washington D.C., New York. Se lo escucha en cualquier lugar.
Sin embargo la
estancia en un país de lengua inglesa afecta la forma del idioma. Se reemplazan
palabras, se adquieren modismos anglosajones. Los mejicanos y centroamericanos,
en su mayoría campesinos pobres, son muy vulnerables a esta influencia.
Palabras como “camión” son desconocidas (poco usadas) para ellos. Usan “troca”
que proviene del inglés “truck”. “Alfombra” ha sido sustituida por “carpeta”,
de “carpet”. Un boliviano, en el mercado, me dijo que los tomates se habrían de
“frizar”. Quería decir “congelar” pero “to freeze”, castellanizándolo.
Si bien el inglés
toma palabras del español, cada vez más, su estructura idiomática no se altera
sustancialmente. Lo opuesto sucede con el castellano, al no ser este el idioma
dominante.
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Publicado en
OPINIÓN (Cochabamba), 29/12/1991
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